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lunes, 22 de noviembre de 2021

Sin ton…







Desde aquel día en el que ya nada fue, empezó la soledad.

Sin irse a ningún lado, nunca estaba.

Errante dentro de propio laberinto, confuso de visión, color y olor.

Actor y espectador…


*Imagen de internet 

jueves, 18 de noviembre de 2021

Pintar historias…







Con ilusión de enamorada, abro la puerta. Ese mundo que los dos conocemos y que se resiste a permanecer me da la bienvenida.

Sobre el alféizar, están las flores que se empeñan en ver hacia el sol: abiertas.

Hay listones en las sillas a medio nudo de atar.

Hay tanto color por todos lados y yo sin saber dibujar…


*Imagen de Pinterest 

miércoles, 17 de noviembre de 2021

Certezas…







Sé que continúas ahí, entre las letras que no escribo, que se atoran. 

No hay forma de estar en el encierro entre los espacios y las comas, entonces echo a correr, con la mente arrastrando las dudas. 

Sé que sigues mis pasos, costumbre de antaño. Usos y fuerzas contrarias. Tengo certezas que se entrecruzan de dudas. Formas espesas, nuestras sombras.

Sé de ti por aquello que fue y que terminó. Andamos distantes cercanos, los dedos de tus ojos entran en mis palabras, raspan, disecan, cortan, llegan al corazón de todo.

Sé que me lees, ¡saludos…!


*Imagen de Pinterest

lunes, 12 de enero de 2015

Todos esos nombres...





Supongo que yo tenía miedo porque le encontré el defecto a la primera. Entre aromas de cilantro y libertad, puse en duda el brote de emociones y me dediqué al trabajo arduo de acumular incertidumbre. Terminé como todos los tontos inseguros, atrapada en arquitecturas de barro, en sombras de chimeneas barrocas; abrazada a rieles fríos que nunca reciben a esos trenes abarrotados de sonrisas.
Luego llegó enero... de un año nuevecito y sin arrugas. En las hojas del calendario antiguo, quedaron los impulsos y en el nuevo, germinarán inseguras las próximas pretensiones: brotando a través de las tizas de colores...

DOM.

martes, 30 de diciembre de 2014

Recurrente...



Escribí a mano todo lo que danzó frente a mi en el insomnio. Signos, puntos, alegorías.  El atropello de voces y de gemidos que venían desde algún punto de una laguna. De pronto el fuego, consumiendo las imágenes y yo, transformada en una narradora desvalida, amnésica de recuerdos...

viernes, 19 de diciembre de 2014

Tic, tac...



"Es sencillo escribir", me dijo alguien hace unos días, "es cuestión de tener la idea y desarrollarla" remató. ¡Claro! sencillísimo dije y cerré el capítulo de creación literaria en ese instante.
Por cierto, no recuerdo cuál de los dos lo inició.

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Hace meses que no vengo a casa, no le he dado cuerda al reloj de pared.
En este blog ha llorado el corazón, se han roto cuerdas, se derramaron lágrimas. Estoy aquí presente en partes. 
Construí la casa de Ateh desde el 2006. Se trata de un lugar de realismo fantástico donde vengo y reflexiono, tomo café y platico con mi colibrí de pecho colorado (Cornelio). Dorothea (mi alter ego), ha dejado de escribirme cartas. Tal vez se dio por vencida. 

Por cierto, ¿a quién le interesan mis penas? carajo. Y mucho menos ahora que ni las tengo. El día que muera alguien cercano a mi, no lo diré. No porque tenga algo de malo hacerlo, si no porque nunca he logrado sacar las tripas de esa manera, no puedo. Sí me sucediera algo trágico y muy doloroso, caeré en una vorágine que ni las letras podrán sacarme, así soy, no lo puedo evitar. Y luego cuando logre emerger del dolor, el brillo crepuscular de la mentira literaria me ayudará a deshacerme de lo que resta de tristeza, disimularé, engañaré. Que sean las palabras las que jueguen, las que expliquen, las que sacudan y que digan: esto es lo que hay aquí dentro, mire usted, pase y vea, aquí mi niñez y adolescencia, aquí mis frustraciones; eso que resuena allá es el miedo; lo otro trasparente y delicado es simple sensibilidad; si pone atención en los tres puntos suspensivos que colocó en forma constante, entenderá que no me gustan los cierres contundentes; ¡ah! ¿aquello? fue un hombre abstracto.

Escribir es saber aliarse con el tiempo y hacer del mismo una imagen en movimiento eterno...

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Con eso que ya cualquiera escribe, se inspira, llena cuartillas de suspiros, de historias de amores no correspondidos; dicen no poder contener el impulso y la mano se les mueve sola, entonces, se tiran a narrar sus penas en hojas o en pantallas en blanco. 
Al fin que es bien fácil.

Sigan en lo suyo, valedores...


domingo, 17 de agosto de 2014

La divina armonía...





Lo perfecto es enemigo de lo bueno…
Si quieres ser aburrido, cuéntalo todo.
Voltaire.


A veces falta el tiempo, muchas otras, el olvido. Tengo que escribir para calmar el desasosiego que es este silencio de mierda. Este estar sin movimiento. No me falta razón para escribir, lo que me sobra es incertidumbre: ¿En quién se disfrazará ahora la que mueve los dedos entumecidos? ¿Podrá  emitir el ritmo y los tonos exactos?

Contar historias es transformarse, llevar máscara, faltar a la razón, olvidarse del espacio, mover el escenario, confabularse con las fuerzas (cualquiera que estas sean), asimilarse en otros mundos, significar algo dentro ese todo, vestirse de absurdo, ocultar los miedos, y lo principal, no perderse en el no lugar.


Uno debe poner la mayor diligencia y el mayor empeño,
todo el sudor de su frente, en lograr que lo creado con el
mayor denuedo parezca haber sido concebido fácilmente,
sin apenas esfuerzo, con la mayor ligereza,
aunque no sea verdad…
y la verdadera regla consiste en hacer un duro sacrificio
para crear algo liviano.
Miguel Ángel, 1538.


Ser dodecaedro es un privilegio de la naturaleza. En círculos viven los socios del vicio. En cuadros la primera dimensión. Preferir ser fractal para brillar. Cada pieza en su lugar. La armonía reina en cada ángulo. Ramificaciones con sentido. Es música divina, aurea proporción.
Uno, dos, tres, cuatro… Y luego, darse por vencido. De pronto encontrar el hueco entre un personaje y los dedos sobre las teclas. Muchas ventanas, pocas puertas. Caminos difíciles, fuentes oscuras. Se come el texto a su creador y se oye el silencio…


Atrapada entre las terceras y primeras personas, o en la primera persona del plural, entro al cono de mi misma, me evoco en proporción. Estoy en estado de incertidumbre, estudiando los mecanismo que lograron hacerme perder la simpatía imaginativa y confundir lo real y el realismo. El que me encuentre por la calle debe prestar atención, porque aunque suene paradójico, soy fuerza y armonía…


*Foto de inicio: Hengki Koentjoro 

martes, 18 de marzo de 2014

Presagio...







«Fui poseída por un hombre alado que sabía de palabras rotas, letras de agua y oraciones ligeras. 

Fui acariciada por sus manos que enganchan ideas, que tienen compás y logran la nota.

Fui besada de a poco y de a todo por un hombre mejor que ninguno.»

Esta es mi canción. Repitiéndola tal vez logre escribir algún día: 
"Fui poseída por un hombre alado que sabía de palabras rotas, letras de agua y oraciones ligeras..."

Donají Olmedo.



viernes, 14 de marzo de 2014

Cartas...






Hablemos de cartas, misivas con peso en las líneas. Ayer miré el montoncito que guardo desde hace muchos años. Palabras lejanas que, al leerse, acercaban sentimientos. Juro que no había mejor momento que el que yo ocupaba, recorriendo mis ojos a través de su escritura parejita, bien recargada. No como la mía, liviana: la tinta rozando con pena la hoja de papel.
Los sobres, ahora amarillentos, llegaban palpitando, ansiosos. Cada tercer día, se embarcaban por algunas horas en el recorrido que toma cualquier acción. 
Las cartas hablaban de peces que vivían en un río. De vegetación abundante. De temperatura ambiente. De indígenas lacandones, de frutas exóticas, de tonalidades ambiciosas. Luego venían los sentimientos: un hombre enamorado de una mujer cercana y lejana al mismo tiempo, y era ahí donde yo sabía quién era la afortunada porque de inmediato me identificaba. Poco a poco describía los síntomas de su enfermedad: laceración visceral al recordarme, palpitaciones frecuentes, insomnio, inapetencia. Había también descripción puntual de sueños donde mi piel era examinada minuciosamente, centímetro por centímetro, hasta la exploración íntima entre mis piernas; describía el calor de mi raja, mi humedad interna, mis secreciones, mis gemidos, el vaivén de su daga dentro de mí, la explosión mutua entre contracciones, luces, arena y olor a manzanas. 
En ocasiones yo terminaba de leer con el corazón encrespado y, las lágrimas, mojaban la cama de esos amantes de los que hablaba la carta.
Fue un año de palabras, necesidades, promesas.

Un día escribí: prefiero el hambre a la saciedad, la incertidumbre a la certeza, lo circular a lo cuadrado; prefiero ir en línea recta.

Días después llegó la respuesta: yo prefiero volar.


Cartas, acercamientos quiméricos...


jueves, 13 de marzo de 2014

Propiedades...






Hay asfaltos 
aceras
tierras que se adaptan a mis pasos
que me pertenecen cuando las 
           recorro por primera vez. 
Así sucedió con él 
y mi piel 
y su tacto 
el calor;
todo eso que fue nuestro
sin serlo.
En ese lugar de pertenencias
habrá que enterrar estas letras
ponerles luz
¡que la oscuridad no las borre!
crecerá un alcatraz.
       
   Llegará el momento de
                    asomarse
ojalá sobrevivan estas letras...

Donají Olmedo.









domingo, 8 de septiembre de 2013

Escribo...





Era una adolescente de 18 años y descubrí la “despersonalización voluntaria”. Cuando algo o alguien se atrevía a perturbar mi estado de ánimo, de manera casi instantánea, yo transformaba el entorno. Me hice experta en el arte de la fuga. Después leí que la despersonalización es un trastorno psiquiátrico, pero mi YO, en ese momento, ya había visto lo inimaginable, visitado sitios lejanos, conocido personas increíbles; así que no consentí catalogarme enferma, ni mucho menos loca, más bien afortunada.
     Luego experimenté la personificación —otro desorden mental—, en ese entonces ya había escrito cuartillas enteras de historias, descifrado miradas, embellecido palabras. Existieron días en que montada en algún árbol (los árboles para mi son sensualidades corpóreas), me distraía con los ruidos nocturnos, o sucedía que ciertos olores me saturaban; entonces, creaba más imágenes y mi YO se perdía.
     Metida en la personificación, fui ave, para ser exacta, un colibrí. Me convertí también en viento y rocé mejillas, lancé volandas. Muchas veces fui un pino —como el arte consiste en transmisión, para mi no existía mejor manera de aducir que tomando el lugar de aquello que deseaba mostrar: una forma de liberación; entonces, salía la imagen; se trata de una manera de pervertir la idea, así como lo dijo alguna vez Pessoa.  Aprendí también que el sueño lleva mucho de realidad y fue que me hice actriz en la duermevela. El resultado de todo esto fue la vida en rosa, naranja, morado, amarillo, muchos colores.  Conocí las metáforas y me valí de ellas para hacer las paces con mi realidad porque las percibía más auténticas: interactuaba mejor con mis palabras que con mi entorno; creando realidades alternas. 
     A esa edad tenía tan poco que decir. Era más fácil trasformar mi alrededor para reconocerme y responder quién y qué era yo como parte de ese todo. Luego descubrí la lectura, entonces supe en qué me había convertido: una mentirosa. Pasado un tiempo decidí mentir con dirección. En cualquier sociedad, la mentira es una acción que no es atractiva, pero en la literatura, la mentira es muy popular y tiene un fin: mostrar realidades complejas. Es una forma de creatividad.
     Powel Jones dijo: «Sólo un niño con ideas es capaz de escribir de forma creadora»; y bien, tengo años llenándome de ideas, provocando revoluciones internas.  Aprendí a observar y utilicé mis sentidos para acrecentar la experiencia; entonces, creo, me hice creativa, ejercitando la imaginación. Hoy explico y aplico esta teoría:  Mantengo gorda la imaginación con el alimento del día que es soñar, mirar y leer.
     Cuento historias, escribo ficciones y no necesariamente se trata de relatos falsos. Y si utilizo la ficción, no es con el propósito de tergiversar o traicionar la verdad. Escribo ficción no por ser rebelde —que sí lo soy—, es mi  herramienta para exponer la realidad tal y como la percibo. La realidad es pobre; sólo la ficción puede registrar infinidad de pequeñas aristas de la misma. En ocasiones (pocas) las ideas me llegan a pedradas, en cascadas o rayos, semejante a una tormenta. Como médico que soy, debo darles tratamiento, explicarlas. A Cioran no le gustaba leer novelas, decía que prefería perder el tiempo en leer lo real, lo cierto: Historia, antropología, ciencia. Yo trabajo a diario con humanos, intento curarlos utilizando bases científicas. Me he sorprendido y  he sido testigo de que muchos pacientes no leyeron el libro de medicina que yo estudié: su organismo se defiende sin cumplir las premisas establecidas, sobreviven a circunstancias imposibles — los compendios de medicina estipulan que un individuo debe morir cuando se encuentra en determinadas condiciones. Esas personas vienen a reafirmarme que el ser humano sí necesita conocer lo “cierto”, pero necesita también dejarse llevar y cautivarse por lo “posible”.
     Existen muchas maneras de ser original, el problema radica en que esa originalidad debe ser auténtica: tenía que encontrar la dirección que tomarían mis letras para lograr narrar lo “posible”; era necesario crear mi propio lenguaje. Escuché que la literatura es un chaval inquieto, cambiante, transgresor y por momentos irresponsable; ¡similar a mi esencia!, dije, y como no soy especialista en tráfico de influencias, decidí tomar clases de “tiro letra” al blanco. Mi estrategia es lanzar palabras, formar imágenes, exorcizar miedos y mitos, crear figuras; decirle al lector: “Hey, usted, asómbrese porque está vivo”, ese es el acuerdo, el pacto secreto que hago: una triangulación entre la idea, el lanzamiento de letras y el lector; soy responsable de sostener el triángulo. Al narrar deshago nudos, develo misterios. Escribo, soy ficcionaria por un buen motivo: obtener respuestas.

Foto de Marcin Sacha



miércoles, 9 de noviembre de 2011

El escribano de pasiones...







¿Dónde habitarán las palabras que escribió su corazón? Él creerá que están en ese lugar oscuro arropadas de olvido. Porque fue y las regó allí, en esos sitios diferentes, a costa de palos y gritos; por momentos rozando la angustia y la locura. Lo imagino en solitario, arrastrando sus miserias afectivas, sus sentimientos fragmentados. Buscando el TODO en todas las bocas sin lograr encontrar el centro, ese, donde nace y se desborda la saciedad, la felicidad, el amor; aquel día, amando unos ojos verdes; otra semana, en el anhelo de ese cuerpo joven, irrepetible; un mes cualquiera, resbalándose entre el vientre maduro de una esposa ajena; el año siguiente, jurando amor eterno, permitiéndose un hasta siempre.


Sonrío al recordar sus asociaciones locas para explicar la atracción de dos cuerpos. Ahora sé que él es el deseo constante y personificado. Un hombre carne y fuego. ¿Era sueño o realidad lo que le motivaba en su eterna búsqueda? Porque estoy segura, ahora más que nunca, que él creía en su necesidad como explicación al vacío interno. Que incompleto sentía su pecho a un lado de un cuerpo vestido de rutina, pero al mismo tiempo, jugaba a las asociaciones para responder adecuadamente en el momento obligado.


Me gusta recopilar información y más en en estos tiempos que tengo que fabricar marionetas, jalarles los hilos, vestir muñecos con ropajes diferentes. Un buen día me descubrí actuando así, como el escribano de pasiones, como él, el insaciable buscador, el que creía en el magnetismo, en el misterio de la muerte, en la entropia, en las acciones perfectas, en el sexo sin mediocridad; el que estaba seguro que la felicidad eterna era aquello que encontraba en una sonrisa, en una cabellera, en unas piernas, en una canción, en un escote, en una tarde cálida y sencilla; el que creía estar más allá del bien y el mal.


Ahora, esa felicidad que encuentro en pedacitos, la guardo en letras, en recuerdos. No la dejo habitar en el olvido, la escribo. Me gusta disfrutar de algunos labios y, cuando nuestras bocas arden al contacto, me acuerdo del escribano, entonces, voy y lo plasmo en metáforas. Sé, como él, que esos momentos son cortos, pero que vendrán otros a remplazarlos, por eso no me preocupo. Salgo de vez en cuando a sentir en lugar de brindar. Movida por la emoción, me reflejo en espejos y cálidamente me dejo llevar. Luego, cuento la historia, me desgarro, permito que mi piel desborde amor. La rutina también me proporciona ideas, lo abochornado del ambiente lo acoplo a la estabilidad. Ahora no deseo, así como el escribano, esclusividades; cuando detecto cadenas, corro. Soy un colibrí, libre, que sólo toma la miel y se olvida del sabor amargo de las espigas.



Hoy, el recuerdo me ayuda a vivir. El día que yo muera, lo haré suficientemente viva...



Foto de Yavor Ivanov



Mafalda desde si misma...


lunes, 26 de julio de 2010

Ecléctica...




En este lugar (blog) casi nadie me conoce. Puedo escribir barbaridades; inventarme novios y decir que muchos hombres me flirtean; relatar sin disimulos, sin juego de manos. Por momentos se me olvida contar esa historia que todos llevamos dentro. Otras veces se me complica el cómo hacerlo. Repaso mis letras antiguas y sonrío. Soy la misma y otra, me leo y digo no, y luego pienso sí.
Así continuo.

Es necesario escribir, decir, confirmar.
Tú, léeme si gustas, palpitando desde un púlpito.

Sé de disturbios, de ciclones y turbulencias. Conozco el sonido de los besos y de las lágrimas. Permanecí muchos años en la mentira y logré sobrevivir cuando llegó la verdad.

Hay días difíciles, me aburro. Dedico el tiempo a leer libros, blogs, twitts, correos, etc. ¡Ah! También escribo: hoy un cuento, mañana le agrego una cuartilla a esa historia que no termina de ajustarse. Por momentos siento que se me ha detenido la máquina, que olvidé el movimiento de la mano que prende el ordenador, que se me zafó un perno o un tornillo. Y así, desorientada, me atrevo a colocar palabras en los blogs de otros. Eso sí, con gran cariño. Por semanas se me enquista el silencio del tiempo, porque me falta, entonces me desaparezco. Me aburro.

De pronto parece que me sobran las ventanas. Por una lo vi escondiéndose de todos y con deseo de ser encontrado. En otra la sorprendí enmascarada, acuclillada. Tengo momentos que me gusta casi todo, o bastante, o nada. Los recuerdos llegan y me tocan tan fuerte que me duele la piel al sentirlos. Me rindo ante ellos, se derriten y queman; porque los abrazos son también espirituales, la emoción tiene forma, el deseo sigue vivo.

Tengo tentación de libertad. Me iré algunos días a los campos. Recolectaré alcatraces gigantes, deshojaré montones de cenizas. El río de las convicciones me mostrará varios caminos. Flotaré por la afluente de tranquilidad.

A mi retorno solucionaré los problemas de ajuste de la máscara, el nudo de las cintas en la nuca. Tengo que centrarme en la no-historia para soportar vivirla.
Mmm, o tal vez para disfrutarla.

Upss, por cierto, a ustedes, ¿cómo les suena la vida?


Foto de inicio cargada en Flickr por purplebeats



FIRMA: Un ser de este mundo






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jueves, 8 de julio de 2010

Nuevo viaje...



Una vez más estás preparando el equipaje. Dos años allá, otro allí, tres aquí. La maleta no cambia de tamaño. Tú no eres otro. Leí la carta muchas veces. Creíste que no te descubriría. Esa forma de decir te quiero sin decirlo te mostró de nuevo ante mis ojos. Tus palabras llegaron resbalándose por el tapete de la entrada, descubrí el sobre cuando alistaba el sillón y una mesa pequeña frente al televisor: iba a comer y al mismo tiempo vería Cinema paradiso. Ahí estaba la carta en un sobre. Cuánta incertidumbre cabe en dos hojas, aguardando la estocada certera.

Te dirigías a mí diciéndome amiga; luego hablaste de los sueños. Por un momento no entendí a qué te referías con eso de: “te miré soñándome”. Luego recordé que siempre me encontrabas montada en nubes de ideas, estoy segura que a eso te referías. No te gusta el orden, así que sin el detallaste cómo es el lugar que abandonas. Es una casa con gatos, con libros, con música, con gestos, con llantos, con sexo, sin niños, sin certidumbre, sin magia.

Sé cómo eres, lo bueno es que no leí lamentos y justificaciones. Se terminó de nuevo y habrá que caminar. No te soñé, sólo confieso que antes de la llegada de tu carta, las hojas crujieron, avisando tu paso…




FIRMA: Un ser de este mundo.



Foto de inicio tomada de internet





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martes, 29 de junio de 2010

Vuelos de verano...



El día que decidí escribir acerca de ti, no encontraba el sitio adecuado. Caminé por varias calles y con los pies adoloridos, por fin me senté en un bar y pedí una cerveza. La ley del 11° mandamiento: NO FUMARÁS, aún no llegaba por estos rumbos; así que encendí un pitillo. Fumo desde los veinte años y disfruto cada cigarro; esta vez no fue la excepción, así que en ese lugar con sillas de madera y rock metálico de fondo, dejé escapar la espuma del corazón.

Los días pares que pasamos juntos, se contaron con ayuda de gorriones amaestrados; vale decir que los impares se anotaron con el empuje de rasguños de guitarra. Estaba allí escribiendo acerca de ti, entonces, el lugar se llenó de alas y relámpagos. Algunas estatuas aparecían y de inmediato se desintegraban, dejando montoncitos de arena. El viento me despeinaba y recorría el bar de un lado a otro; servilletas y mantelillos volaron como si fueran almas en pena. Un espectro de mantel se asomó por mi hombro y leyó palabras, incluso esas que se quedaban escondidas en las grietas de la prisa, en la impunidad del que lee y no lee. Fui dejando en letras nuestra historia, ese momento puntual en que llegaste, las expectativas no cumplidas, los errores. El frío congeló algunos momentos, decidida, consideré replantearlos y lo logré.

Terminé el relato con dos cajetillas de cigarros vacías, ocho envases de cerveza sobre la mesa consumidos y veinte cuartillas con caligrafía delgada.

Salí de nuevo a caminar. La niebla acompañaba el salpicar de la lluvia. Me descalzé y pisé el frescor del adoquín. Sentada en el suelo por fuera de una posada hundí la cabeza en mi eterna soledad. Como alondra perdida supe que era el momento de buscar ser libre.

Tengo muchos tesoros, me sostengo de ellos y de esa manera no se escapan por ninguna rendija de la memoria. Seguiré escribiéndolos.


FIRMA: Un ser de este mundo




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sábado, 12 de junio de 2010

Desde mi almena y sin cruzar la línea...




Se me ocurrió escribirte. Inicié por el extremo superior derecho de la hoja en blanco y permití que las verdades se deslizaran una por una hasta distribuirse al azar y también, a lo largo y ancho del papel. En el centro, salpiqué un número considerable de mentiras; las muy cínicas, se acomodaron por los costados de las verdades, para desafiarlas.

Por cierto, ¿sabías que escribir es abrir la puerta oculta de un espejo para que el que lee salte hacia este otro lado? Creo que fue por eso que se me ocurrió escribirte.

Soy tan feliz. Así inicié. Luego, me esmeré en explicar el porqué de mi felicidad: Cada noche le cuento a la luna que soy un botón de rosa roja. No me importa que los demás me vean como rosa y no como botón. Tú me conociste y aspiraste mi aroma.

Frente al espejo pienso: “que linda rosa vestida de botón”. Ya no duele esta soledad porque me siento llena de ti. Estoy segura que bebí lo mejor que tenías, es por eso que no te reflejaste en otros ojos. El sol descubrió que no tengo secuelas es por eso que escurre sus mechas amarillas a través de mi ventana. Dice la gente que no soy la de antes, por supuesto porque soy un botón de rosa roja.

Caí en la madurez y la boca se me llenó de sonidos raros. Estoy segura que sucedió cuando aprendí a recolectar algunos fragmentos de vacío y los atiborré de letras. Fue entonces que entré en mí, lo hice a través de los oídos y así sin más ni más llegué a la garganta, dejándome caer hasta los pulmones. Entré a mi corazón resbalando por las venas. Vaya músculo romántico que adivina y siente. Balanceándome sobre la aorta –lugar privilegiado- planté la mirada en mi pequeño hígado; ahí puse varios tiestos rojillos y alguno que otro sentimiento. Por último, corrí de nuevo por mis venas hasta el lugar inicial y decidí salir por la mirada.

Ahora ordeno y clasifico trozos de alma, no lo hago como si fueran despojos; lo que hago es cantar y escribir cada sentimiento. En cada palabra, frase, párrafo…está el yo. Tú me lees, espectador atónito. Corre hacia el espejo, te invito a entrar las veces que quieras verme.

Hay un horizonte allá en la lejanía. Caen las hojas desde nuestra acacia, me arrodillo a recogerlas…mañana será otro día.



Foto inicial cargada en flickr por Keithimmyfoto


Firma: Un ser de este mundo





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