Iba a la Universidad en un tranvía, bueno, en realidad el vagón del metro se transformaba en tranvía en el momento que el pie de ella tenía contacto con la vía. Un miércoles ocurrió el milagro. De regreso a casa, el tren disminuyó de golpe la velocidad y casi se detuvo. Por las ventanas vio una plaza amplia, los pasajeros con ella se abalanzaron hacia el mejor lugar para poder ver algo.
Y en la plaza había un pequeño restaurant y en la terraza del mismo, muchas parejas bailando Tango, de un modo muy "corporal", provocador y cercano.
"Estoy en pie por la costumbre de jugarme,
porque aprendí en el rigor a modelarme;
hay mil caminos por andar,
no quiero ya retroceder
en esta lucha por llegar,
en el deseo de vencer.
Cada mañana estrena un nuevo día
y yo también mi terca valentía
y le respondo al milagro de estar vivo
inventándome un motivo para amar.
Es mi vida más que nada
una página callada de heroísmo,
el afán de sostenerme
y el deseo de ponerme a mi mismo en pie
ante el sopapo de la suerte en pie.
Frente a la vida y en la muerte
y si un día el dolor me destruye la fe,
como un árbol me muero de pie".**
Así como disminuyó su velocidad, el tranvía recuperó su rodaje habitual. Nada había cambiado, ni el dormitar del chico adolescente que estaba a su lado, ni la señora gorda cargando el fastidio y los paquetes de compra. Se bajo del tranvía en la siguiente estación. En la búsqueda de un lugar donde fumar, entro a un lugar más neutral, donde las ideas y pensamientos se entrecruzan sin conflictos. Entró a una cafetería. Miraba con los ojos muy abiertos, con esa mirada tan suya, bien cocida, muy espesa.
Ese Miércoles en el tranvía, encontró de nuevo su árbol. Su árbol que llora hacía arriba.
Lo había sospechado mas no entendido. Durante su infancia cuando una noche en su pequeña cama de niña, vio que el claro de luna empezaba a iluminar el ropero y, a penetrar en él por la cerradura. Con la piel erizada de miedo, se levantó, y miró por la rejilla y por ella se veía una sola cosa, tan asombrosa que casi se cayó de la estupefacción. Dentro del armario crecía un árbol. Un hermoso árbol frutal con guindas rojas trasparentes, como si fueran de cristal. Y, bajo del árbol dormía, un viejo pastor inglés con pelaje brilloso, largo, blanco y beige.
Lo había sospechado mas no entendido. Durante su infancia cuando una noche en su pequeña cama de niña, vio que el claro de luna empezaba a iluminar el ropero y, a penetrar en él por la cerradura. Con la piel erizada de miedo, se levantó, y miró por la rejilla y por ella se veía una sola cosa, tan asombrosa que casi se cayó de la estupefacción. Dentro del armario crecía un árbol. Un hermoso árbol frutal con guindas rojas trasparentes, como si fueran de cristal. Y, bajo del árbol dormía, un viejo pastor inglés con pelaje brilloso, largo, blanco y beige.
En la espera de respuesta, los años superaron al asombro. Porque el tiempo solo existe en el calendario. Porque en la vida uno tiene su propio tiempo, y en ocasiones se torna estacionario.
Ya tengo mi árbol que llora hacia arriba, se repetía. Con la necesidad de ser otra, de renovarse día a día, tomaba la solapa de los libros y de las letras y como acto de transformación se arriesgaba a caer en la voragine de la tentación.
No solo en la turbulencia de las letras y de los cantos se logra el cambio, sino también en la más perversa: la vorágine del amor.
El secreto es más viejo que la verdad.
Se acercan los patanes bailando su tango provocador y cadencioso. Los de madera de abeto, luego luego se prenden, son eterna primavera: vacíos, insatisfechos, sin apego. Se transforman rápido en humo, se olvidan con facilidad y se convierten en estorbo.
Los que son como el enebro, huelen bien, son fuertes, pero eso es todo.
Existen los que son como el roble turco, fuertes, pero verdes, no sirven para el fuego.
Algunos son duros como la haya.
Por último los bien arraigados como el fuerte roble, solos, y con la certeza de haber encontrado su árbol que llora hacia arriba, aunque son tan pocos que no los encuentra, no pasan por su lado.
Subida en su tranvía, con su árbol que llora hacia arriba, decide elegir la soledad en lugar de la vulgaridad.
**"En pie" Tango
FIRMA: Un ser de este mundo