viernes, 26 de diciembre de 2008

MARIANA Y SU CANCIÓN SIN PALABRAS


La indigestión se logra curar de dos maneras, cagándo o vomitando lo que la provocó.
"La Cué, durante una plática de amigas"
"Y Mariana quiere ser canción..." Ser canción no es un deseo efímero, es más bien ambicioso. Para ser canción se necesitan varias cosas. Ser detectada. Después viene lo divertido:  
Sus ojos se topan con los míos. Entre los dos hay un ritmo de dilatación y cierre pupilar acoplado. Él lee mi biografía en mi piel y deletrea en las líneas de mis pies el largo camino recorrido. Me besa y jala con su lengua las palabras escondidas tras la capa de disimulo. Ataca mis defensas inyectando imaginación, creatividad, empeño. Motiva mi curiosidad y es compensado por el juego del deseo. Me posee como novia, como lolita, como puta, como amiga. Me toca en cualquier momento, con cualquier pretexto, en cualquier lugar del planeta y del cuerpo. Reconoce mi olor entre millones de mujeres y, con los ojos cerrados, recorre mis valles, llevándose la imagen hilvanada entre las palmas. No desea firmar de dueño en mi piel, sino en mis sueños y en los suyos. No me espera, surge. No está, aparece. Vive aceptando que conmigo no hay nada seguro. Él habla con el cuerpo, canta con la mirada y siembra con la palabra. Escribe de mí, por mí y para mí; cada letra es del color de mi piel; las conjunciones coordinantes copulativas tienen el sonido de mi voz; los verbos tienen el reflejo de mis acciones; mis adjetivos surgen en sus textos, en sus sueños, en su memoria y forman parte de sus recuerdos.

Ser canción es similar a ser historia, cuento o microficción; incluso es parecida a una mentira verdadera.

Fui y soy canción. Puedo también ser letra.  ¡Te invito a escribirla!



Alguien leerá la historia y me conocerá.

Vaya con esa Mariana (la de Silvio Rodríguez) que quiere ser eterna para alguien, y paso a ser eterna para los seguidores de este fantástico trovador. ¿Verdad?


Si alguien te preguntara: ¿En este próximo 2009, qué es lo que más deseas ser y hacer? ¿Cuál sería tu respuesta?




¡¡¡¡¡ F e l i z A ñ o 2 0 0 9 !!!!!!








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viernes, 19 de diciembre de 2008

COMEZÓN DURANTE LA NAVIDAD




Los burritos dicen: ¡Felices Fiestas!


WALKING AROUND

SUCEDE QUE ME canso de ser hombre.
Sucede que entro en las sastrerías y en los cines
marchito, impenetrable, como un cisne de fieltro
navegando en un agua de origen y ceniza.

El olor de las peluquerías me hace llorar a gritos.
Sólo quiero un descanso de piedras o de lana,
sólo quiero no ver establecimientos ni jardines,
ni mercaderías, ni anteojos, ni ascensores.

Sucede que me canso de mis pies y mis uñas
y mi pelo y mi sombra.
Sucede que me canso de ser hombre.

Sin embargo sería delicioso
asustar a un notario con un lirio cortado
o dar muerte a una monja con un golpe de oreja.

Sería bello
ir por las calles con un cuchillo verde
y dando gritos hasta morir de frío.

No quiero seguir siendo raíz en las tinieblas,
vacilante, extendido, tiritando de sueño,
hacia abajo, en las tripas mojadas de la tierra,
absorbiendo y pensando, comiendo cada día.

No quiero para mí tantas desgracias.
No quiero continuar de raíz y de tumba,
de subterráneo solo, de bodega con muertos
ateridos, muriéndome de pena.

Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel,
y aúlla en su transcurso como una rueda herida,
y da pasos de sangre caliente hacia la noche.

Y me empuja a ciertos rincones, a ciertas casas húmedas,
a hospitales donde los huesos salen por la ventana,
a ciertas zapaterías con olor a vinagre,
a calles espantosas como grietas.

Hay pájaros de color de azufre y horribles intestinos
colgando de las puertas de las casas que odio,
hay dentaduras olvidadas en una cafetera,
hay espejos
que debieran haber llorado de vergüenza y espanto,
hay paraguas en todas partes, y venenos, y ombligos.

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

Pablo Neruda


¡Cómo me gusta el sabor de sus palabras! 
Hablo acerca de las dirigidas sólo a mí.  Ayer besé sus labios, recorrí con mi lengua sus comisuras. Él narraba con frases cortas: travesuras, incertidumbres, confidencias. Y yo, con emoción, besando sus labios a través de las palabras. Nunca descubriremos la realidad de la química personal que nos hace únicos; de las terminaciones bioquímicas, ligaduras, cationes, aniones y demás complejidades que nos hacen maleables a un caldo bioquímico específico.

Mi tío peluche –un pelo más y hubiera sido chango- siempre recalcó que “para atracción cada uno con su comezón”. Cada vez que lo escuchaba decirle esto a mis hermanos, un piquete entre delicado y ardoroso se dejaba sentir en mi pecho izquierdo. De inmediato me rascaba. Entonces el tío peluche, burlón, confirmaba su teoría con sonoras carcajadas.

Crecí con el gusto y la atracción reflejándose en el pecho izquierdo: con el paso del tiempo se convirtió en un lindo seno de adecuada talla. Estoy segura que cada persona tiene su propio lugar donde se manifiesta la comezón en forma de deseo, amor, etcétera. Si no quieren revelarlo no importa, pero de que les pica una combinación entre: fuerte, dulce y doloroso ¡les pica, eso que ni que! 
¡Hay dolor!

Cuando lo conocí, de inmediato me rasqué el lugar que les mencioné. Lo peor vino después, cuando lo imaginaba. Mis amigas temían contagiarse. Ojalá la pasión fuera contagiosa. ¡Arderíamos! ¿A quién no le gustaría morir entre llamas: penetrando o penetradas? Luego siguieron los sueños. Dejaban secuelas. Mi pecho izquierdo, colorado de tanta talladera.

Lo magnífico de esta proyección (porque de eso se trata esto, enviamos hacia algún lugar nuestros deseos) es que cesa cuando la reacción de cargas se logra balancear. Otra vez la bioquímica.

Tiempo atrás padecí de fatiga por mirar la realidad mentirosa, no había marcas de rascado en mi pecho.

“e.r” me hizo recordar a Neruda: “Un golpe de oreja” dijo. Fui y busqué el poema. Agradezco el regalo del recuerdo.

Se acerca la navidad y me siento tranquila. Mirando (por momentos cansada), la repetición de eventos. Tengo PASIÓN en el pecho. ¡Sí! Pasión por la vida, por hacer travesuras.
Andaré golpeando orejas.” 




Gatita, Ageek, W, Kix, Ross, Marichuy, Susana Silva, Lobo, Cuatro Letras, Pez, Enrique Fortunat, e.r, Chilangoleón, Hippie Viejo, Misionero, Fernando García (El pirata), Zombie cachetón, Natasha, Incitatus, Antonio, Mati, Erat, Diego, Diablo, Avelina, Coro, Arian, Dantes, Magoo...



¡FELICES FIESTAS A TODOS!






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miércoles, 17 de diciembre de 2008

DEL CÓMO ASESINAR AL FANTASMA Y DE LOS ESTIGMAS RESULTANTES

Hola, , este saludo es para ti.  Si me lees llévame en los ojos.
Despiertas cada mañana para vivir de y para tus rutinas. Miras tu reflejo por todas partes, intentas esconderte del que se observa en sus pupilas. Entonces decides verte en el espejo del baño que, aunque revelador, lo prefieres al otro, al interrogante.
Hola de nuevo. 
¿Qué es lo que esperas de estas letras, qué temes de ellas?
Sabes, te saqué afuera para que te asolearas. Colgado de un gancho en el tendedero, el aire ventilaba tus humores. Un día salí para tomarte de nuevo por los hombros, colocar tu peso en mi cama, tener tu imagen de regreso en mis sueños y ya no estabas.
Por voluntad mía te convertiste en ausencia: cuando vacié los bolsillos de mis sacos, de mis pantalones; cuando vacié los cajones de mi cómoda, cuando tiré los papeles y las cartas del locker; cuando escondí las fotos hasta el fondo de mi vista; cuando retrasé los encuentros y evité los desencuentros. Comprendí que lo mejor que le puede suceder a cualquier persona que quiere olvidar, es ser olvidado y borrado de la mente amada. De esa forma resulta más fácil. Así fue: yo salí, entonces, tú saliste. 
¿Quién por estos rumbos no lo cree? 
¿Cuántos de nosotros no lo ha hecho de esa forma sin darse cuenta?
Un día cualquiera se asesina al fantasma, así, sin más ni más.

Alguien sabe: ¿Qué se es después de cada corrida? 
¿En qué o en quién nos convertimos durante la travesía del desamor?
¿Algo tatuado se queda del (a) otro(a) como estigma?

Es la música que suena en mi ipod. Es la ironía que llena en ocasiones las iglesias. Es el sonido de algunos pasos que me recuerdan y trasladan a ciertos lugares. Es eso...el recuerdo, algo que se cura con sonrisas, que cicatriza con ironías.

Hoy sonrío, hoy escribo, hoy aprendo, hoy deseo, hoy me atrevo, hoy me divierto y no tienen idea ni tú ni nadie: a quién, cómo, dónde y de que manera me resulta divertido recordar. 



Pero lo que más me hace feliz es...¡mirarme!
¿Alguna duda?



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viernes, 12 de diciembre de 2008

PLAN PARA MIS AMIGAS: "J" Y "C"




El amor es sufrido, es benigno. El amor no tiene envidia, no es jactancioso, no se envanece. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
-Primera de Corintios 13, 4-7
El amor satisfecho conduce más a menudo a la desdicha que a la felicidad.
-Arthur Schopenhauer
Puedes ser un ángel, y no lo eres: ésa es la cualidad que distingue a los demonios.
-José Martí
Ha venido tu lengua, está en mi boca como una fruta de la melancolía. Ten piedad en mi boca: liba, lame, amor mío, la sombra.
-Antonio Gamoneda
El deseo al cuadrado es amor y el amor al cuadrado es locura. La locura al cuadrado es matrimonio.
-Anne Carson
Lo difícil es la primera hora: en parte porque hay que despertarse temprano en sábado para sacar las cosas a la calle y en parte porque nunca es deseable exponer la intimidad de manera tan articulada: vender los libreros o la caja de herramientas es una cosa, pero saldar los platos donde uno se comió tantas sopas –aunque varias hayan sido de chocolate-, o los discos cuya cadencia marcaba el momento de darle la vuelta a los hot cakes, es otra cosa. Para las ocho ya todo tiene que estar expuesto.
-Fin. Álvaro Enrigue
Nadie puede entender de verdad que es una separación en todas sus dimensiones. Ni yo mismo, que las he experimentado en exceso. Antes de la separación el amor se vive como un malentendido feliz, el amor se acaba como un malentendido infeliz y desde fuera se ve siempre como otro malentendido. Quienes nunca se separan viven otros malentendidos, felices o infelices. Allá ellos. Pero que nadie venga con cuentos: un matrimonio largo, insisto, es otra patología. No es ejemplo de salud, comprensión o entendimiento.
-Ese malentendido que me quema. Alberto Ruy Sánchez
El desamor tiene fecha de caducidad, tú lo sabes, igual que la memoria.
-Notaciones para una suite de desamor. Alejandro Páez Varela

J y C están tristes... de diferentes maneras pero por la misma causa. Cada una por su cuenta, arrastra las preguntas y las deja allí, a la intemperie, para ver si alguien tiene la respuesta adecuada. Moriremos con muchas dudas pero: hay que evitar morir sin la seguridad de haber amado, y sin el conocimiento de a quién hemos amado.
No hay solventes que limpien los recuerdos. No hay palabras que escondan el dolor de las acciones. Los cuatro protagonistas de estas dos historias, caminan por senderos de sal. El amor los sensibilizó de diferente manera. Abiertas quedan las manos, ¡no se crucifiquen!
Esos senderos de sal son difíciles de transitar, las heridas gritan al contacto con la sal. Pero por ella sanarán. El amor propio, la autoestima. ¡Ve! ¡Corre amiga! ...recupérala. Todo huele a ausencia. Duermes con la esperanza de despertar de la pesadilla. Sé, que sucederá.
Tengo un plan para J y C que realizaremos en cuanto despierten. He comprado varios lápices. También conseguí una caja de esos llamados Prismacolor con 36 colores diferentes. Compré una brújula, compás, escalas, gomas de borrar, catalejos, niveladores, curvímetros, binoculares. Pregunté en algunos lugares que frecuento acerca de trazos y planos, me recomendaron hojas bond, puntualizando que las más anchas y largas eran las mejores para mis planes. Eso ha entretenido mi cabeza durante estos días. Visité todas las papelerías del centro de la ciudad sin lograr encontrar hojas de papel de un tamaño infinito (¿o será que es finito?) Un martes por la noche, los pies me dolían: por la extensa y ancha caminata, por cruzar avenidas entre carros luces navideñas y personas. Me encontré de pronto con una fuente de agua dulce. Metí las manos en ella. Hasta el fondo brillaba algo que llamó mi atención, en el intento de alcanzar el brillo resbalé y caí dentro de la fuente. Desde ese día los hombres con imaginación pasean su lengua por mi rostro dulce, o por mis brazos, mis piernas... algunos han logrado convencerme de dejarlos saborear la miel más exquisita.
Este...creo que me desvié del tema...Mmmm, ¡Ah! Sí. Decía que juntando el material para llevar a cabo mi plan, mientras J y C poco a poco y en silencio planean su propia mudanza, encontré varios obstáculos (y varios placeres).
Hay que trazar nuestro propio mapa. Ese es el plan. Colocarle: ríos, cascadas, carreteras, montañas. Amigas mías, las hojas blancas más grandes tienen límites en sus bordes, pero eso no importa ya que ustedes tendrán un número ilimitado de puntos... de inicios.
Aunque pensándolo bien sí existe una limitante. Los mapas los pueden hacer incluso sin todo el material que he reunido poco a poco; pero no los podrán hacer sin VALENTÍA. ¡Aquí las espero!
Y yo, como el señor Polovski..."[Sí, piensa entonces, es tan, tan bonito esperar a alguien... ]"
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viernes, 5 de diciembre de 2008

GRACIAS POR EL FUEGO









Han pasado once años. Los cambios más radicales, se dirigen casi siempre en las zonas no visibles para los demás. No sé si él los detecta en mí. Me convertí en algo parecido a lo que tal vez algún día se imaginó. Lo que me gusta es que no pregunta. Estoy segura que sabe todo y sospecho también, que no desea enterarse de los agravantes o de otras cosas. Así será.
Estoy contenta de que los hilos de macramé hayan dado un punto de cruce, que el nudo de amistad por fin se completara. Tal vez resulte complejo, incluso -para los que conocen nuestra historia- absurdo. Pero los involucrados (él y yo) sabemos con exactitud de qué se trató la ficción que nos atrapó en esos años.
Parecería que dejamos una plática de literatura pendiente o que estábamos jugando ajedrez y yo me retiré -mientras él pensaba su jugada- a fumar un churro para inspirarme, ya que no sé jugar nada bien. El pasón me empujó tremendo y me perdí por años de su vista. Regresé, él no estaba, pensé mi jugada, la di... esperé.
Un abrazo de amigos fue la firma del pacto. Ahora puedo decir con tranquilidad, que dos de los tres hombres que han sido fundamentales en la madurez de mi carácter, pisan el mismo terreno, aspiran los mismos efluvios viciosos (por pacientes enfermos), se sientan en las mismas sillas, miran el mismo televisor e incluso, tocan los mismos lugares que yo. Y digo con tranquilidad, porque ni con lo fantasiosa que suelo ser, me hubiera imaginado ésta situación y ni mucho menos -con todo lo que ha sucedido en estos once años- sonreír como lo he estado haciendo.
Se sentó a continuar con la charla de libros sin preocuparse por los once años que habían pasado. Él y yo no somos los mismos. Aún así corremos el riesgo de que alguna palabra, algún recuerdo, alguna canción –ha sucedido- solicite ser tomada en cuenta. Entonces, me sonrojo y coloco humor negro a la situación. De esa manera le damos tratamiento a las heridas. Antes de salir de vacaciones le presté un libro, él hizo lo mismo. Tenemos algo en común: una expresión que se refleja en nuestro rostro cuando algo nos gusta.
Vuelvo a comprobar que se dan rodeos antes de llegar al lugar que se desea, leemos libros inútiles antes de encontrar el que uno necesita. No estoy diciendo que los libros que he leído no hayan sido de utilidad. Al contrario, si no fuera por el papel impreso de ideas, fantasías, sueños y locuras, una buena parte de los que soy en este momento no acompañaría la actitud en mi mirada. Incluso estoy segura que no escribiría estas palabras. Soy en buena parte lo que he leído, aprehendido y aprendido de los libros.
El libro que me prestó mi amigo y compañero de lecturas y locuras, me dejó con un adecuado sabor de boca. Y me mostró el cómo y el porqué me siento bien, estable y con picos de felicidad en estos tiempos. Les dejaré unos fragmentos, esperando sus puntos de vista. Quiero que quede claro que no estoy trasmitiendo dobles lenguajes, no estoy fregando conciencias. Si alguien se siente aludido o proyectado es su problema, pero aún así, si se sienten aludidos o proyectados, LEAN. Y si no, pues también...

Acerca de la amistad:
Estaría bien saber si de verdad existe la amistad. No me refiero al placer momentáneo que sienten dos personas que se encuentran por casualidad, a la alegría que les embarga porque en un momento dado de su vida comparten las mismas ideas acerca de ciertas cuestiones, o porque comparten sus gustos y sus aficiones. Eso todavía no es amistad. A veces pienso que la amistad es la relación más intensa de la vida...y que por eso se presenta en tan pocas ocasiones.
¿Qué se esconde detrás de la amistad? ¿Simpatía? Se trata de una palabra hueca, poco consistente, cuyo contenido no puede ser suficiente para que dos personas se mantengan unidas, incluso en las situaciones más adversas, ayudándose y apoyándose de por vida...¿por pura simpatía? ¿O se trata quizás de otra cosa?...¿Habrá tal vez cierto erotismo en el fondo de cada relación humana? [...] Naturalmente la amistad es algo distinto, no tiene nada que ver con la atracción enfermiza de quienes buscan la satisfacción con personas de su propio sexo. Al erotismo de la amistad no le hace falta el cuerpo...no le es atractivo, resulta incluso inútil. Sin embargo, no deja de ser erotismo. En el fondo de todo amor, de todo cariño, de toda relación humana late el erotismo.
[...] La amistad es la relación más noble que pueda haber entre los seres humanos. [...] Las relaciones basadas en la simpatía que he visto nacer y desarrollarse entre dos seres humanos, han terminado ahogándose invariablemente en los cenegales de la egolatría y de la vanidad. El compañerismo y la camaradería adquieren en ocasiones el aspecto de la amistad. Los intereses en común pueden producir situaciones humanas que se parecen a la amistad. También la soledad hace que las personas se refugien en relaciones más íntimas: al final se arrepienten, aunque al principio crean que esa intimidad es ya una forma de amistad.
[...] La amistad es un servicio. Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias. Esto sería el ideal. Ahora hace falta saber si vale la pena vivir, si vale la pena ser hombre o mujer sin un ideal así.
Y si un amigo nuestro se equivoca, si resulta que no es un amigo de verdad, ¿podemos echarle la culpa por ello, por su carácter, por sus debilidades? ¿Qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que busca una recompensa? ¿ No sería obligatorio aceptar al amigo desleal de la misma manera que aceptamos al abnegado y fiel? ¿No sería justamente la abnegación la verdadera esencia de cada relación humana, una abnegación que no pretende nada, que no espera nada del otro? ¿Una abnegación que cuanto más da, menos espera a cambio? Y si uno entrega a alguien toda la confianza de su juventud, toda la disposición al sacrificio de su edad madura y finalmente le regala lo máximo que un ser humano puede regalar a otro, si le regala toda su confianza ciega, sin condiciones, su confianza apasionada, y después se da cuenta de que el otro le es infiel y se comporta como un canalla, ¿tiene derecho a enfadarse, a exigir venganza? Y si se enfada y pide venganza, ¿ha sido un amigo él mismo, el engañado y abandonado?
[...] llega el momento en que uno reconoce en vano la verdadera naturaleza de las relaciones humanas. De ninguna manera se es más sabio a fuerza de conocimientos. Por eso no tenemos ningún derecho a exigir ni la verdad ni la fidelidad de aquel a quien un día aceptamos como amigo, ni siquiera aunque los acontecimientos hayan demostrado que ese amigo ha sido infiel.
[...] La amistad no es un estado de ánimo ideal. La amistad es una ley humana muy severa. En la antigüedad, era la ley más importante, y en ella se basaba todo el sistema jurídico de las grandes civilizaciones. Más allá de las pasiones, de los egoísmos, esta ley, la ley de la amistad, prevalecía en el corazón de los hombres. No la puede matar ni siquiera la muerte, puesto que su recuerdo permanece en la conciencia de los hombres, como permanece el recuerdo de una hazaña discreta que no se puede expresar con palabras. Así es, la amistad es una hazaña, en el sentido fatal y silencioso de la palabra, donde no resuenan ni sables ni espadas: una hazaña, como cualquier otra actitud desinteresada”.

Acerca de la fidelidad:
¿Qué significa la fidelidad, qué esperamos de la persona a quien amamos? ¿Exigir fidelidad no sería acaso un grado extremo de egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de las cosas y de los deseos de los seres humanos? Cuando exigimos a alguien fidelidad ¿es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? Y si la otra persona no es feliz en la sutil esclavitud de la fidelidad, ¿amamos a la persona a quien se la exigimos? Y si no amamos a esa persona ni la hacemos feliz, ¿tenemos derecho a exigirle fidelidad y sacrificio?
Todo eso que la gente llama engaño esa rebelión triste y aburrida de los cuerpos hacia una situación y hacia una tercera persona, resulta terriblemente insignificante, casi penoso, si lo miramos desde la distancia del tiempo, al final de nuestra vida; algo parecido a un accidente o a un malentendido.
Hay algo peor que la muerte, peor que el sufrimiento...y es cuando uno pierde el amor propio. Hay algo que duele, hiere y quema de tal manera que ni siquiera la muerte puede extinguirlo: y es cuando una persona, o dos, hieren ese amor propio sin el cual ya no podemos vivir una vida digna. Tal ve es simple vanidad...y sin embargo, esa dignidad es el contenido más profundo de la vida humana”.

Acerca del sentido de la vida:
El sentido de la vida no es otro que la pasión, que un día colma nuestro corazón, nuestra alma y nuestro cuerpo, y que después arde para siempre, hasta la muerte, pase lo que pase.
Aquel que ha vivido este tipo de pasión, tal vez no ha vivido en vano. Una pasión profunda, malvada, grandiosa, inhumana. Que quizás no se concentre en una persona en concreto, sino en el deseo mismo. O puede ser que se concentre en una persona en concreto, la misma siempre, desde siempre y para siempre, en una persona misteriosa que puede ser buena o mala, pero que no por ello, ni por sus acciones ni por su manera de ser, influye en la intensidad de la pasión que nos ata a ella. En el fondo, quizás el último significado de nuestra vida es encontrar la pasión en algo o en alguien.”

Yo, Mafalda: tengo hazañas; he logrado entender, con una sonrisa en el rostro, al que dejó de amarme y sus acciones en este momento me resultan insignificantes; he recuperado mi amor propio; y sí, viví durante nueve años una pasión. ¿Espero otra? Estoy segura que sí; quiero morir recordando fuegos que me hayan enloquecido. Deseo continuar sonriendo por este camino de competencias, donde las pasiones compiten para ver quién quema mi ciudad...



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Foto tomada por De La Luz






domingo, 30 de noviembre de 2008

REACOMODO, CAMINO Y ESPERO






Escuché: gracias, en tono bajo. Cómplice, le sonreí a la madera del librero. Intenté recordar el tiempo de vida de mi almacén literario, no lo logré. ¿Veinte años? Puede ser. Durante años me salvé de morir aplastada por un desplome de hojas y letras. Decidí escombrar mi librero para darle espacio a los libros que ya formaban parte de mi cama, de cajones de ropa, del banco de altura. Sobre el tocador, los perfumes, cepillos y cremas; reposaban por encima de: Llámalo sueño, Ficcionario, Trópico de cáncer, El libro de Manuel y Antología del humor negro. Si intentaba buscar algún libro, aquello se convertía en una aventura; encontraba de todo: fotos, artículos de medicina, cartas de amigos o novios, publicidad médica, etcétera. Terminaba molesta por no localizar lo que quería en los montones e hileras de letras; dejaba todo hecho pelotas. Por supuesto la maraña de libros, hojas y demás cosas sin orden, se introducían más en el caos.
La cajuela de mi auto se había transformado en librero móvil. Tenía que lanzarme clavados para buscar algunas letras pendientes de leer. Llevar el carro al servicio, implicaba descargar libros. Cuando esto sucedía, por arte de magia, desaparecía toda la familia de mi vista y me tocaba sola desalojar y amontonar más libros en el poco espacio de mi habitación. El suelo fue el lugar asignado para tres torres que pujaban por mantener el equilibrio, el cual llegaron a perder por culpa de la mascota negra y juguetona que pulula por el hogar. Los discos compactos también han provocado impaciencia en el intento de organización de la casa. Mi madre optó por asignarme un rincón de la sala, pero no fue suficiente. Se ha dado por vencida, sólo le resta tenerme paciencia.
En mis vacaciones, con trapo en mano, combinando resignación y ánimo, limpié e impuse orden al desorden. Me descubrí caminando despacio entre las capas grises de polvo; sorprendida y emocionada, encontré: caricias, miradas, besos, caligrafía de amor, regalos, canciones, imágenes, promesas no cumplidas, mentiras verdaderas, amores malogrados, dolores del alma, recetas para eructos, indigestiones aliviadas, olores desafortunados, flores marchitas, hojas de árboles enmicadas, teléfonos antiguos, secretos olvidados, susurros cálidos, radiografías de ideas, medicina para el odio, ungüentos que ensordecen, correspondencia de humores, brotes antiguos de granos, colores chillantes, ¡moscas muertas! (bien decía Cortázar: esa obstinación de las moscas).
Me encontré, repasando mis recuerdos. Hojeé miles de muletas que ocupaban los extremos  y descubrí que eran fuertes, porque sostenían un peso importante de artículos médicos y revistas de cardiología antiguas; supe elegir cuáles eran necesarias. Al final, un bote de basura grande no fue suficiente para echar lo inútil. Mis libros están acomodados ahora de la siguiente manera: novelas, cuentos, ensayos y poesía. Los tomos médicos ya tienen también su lugar, así como las revistas. Vivimos, coexistimos ¡vaya manía! Durante ese tránsito de lo cotidiano, nos cae polvo que, con trapo y escoba, sólo logramos cambiar de lugar.
En estos días, miro que a nuestro alrededor se forman telarañas de diferentes hilos y fuerzas. Algunas de amor, de amistad, de compañerismo o solidaridad. Existen vientos contrarios, fantasmas vivientes, muertos en vida; que se llevan nuestra situación estable entre las patas. Rompen las telarañas dejando destrozos por todos lados.
En estas semanas también miro llanto, desolación, tristeza, entonces, recuerdo. Yo fui llanto, desolación y tristeza. Durante este reacomodo de cosas y de recuerdos, no solté ninguna lágrima. No ha sido fácil llegar a este punto.
Leí hace poco Son de mar, una historia (la hicieron película creo) de Manuel Vicent; donde se habla de naufragios humanos, de vacíos y confusiones (no de desamor); donde hay corazones que necesitan naufragar para encontrarse. En la película El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, se muestra ese lado humano, incomprensible para la muerte. Durante la búsqueda, nos persigue la dama en su caballo azabache. Nos vigila, sopesa posibilidades. Muchos escritores y poetas están seguros de que la espera del amor, retrasa la llegada de la muerte
Porque el amor duele, desgarra, tatúa; pero también enseña a vivir y nos transforma, y sí, vale la pena el riesgo, vale la pena el dolor, vale la pena esperar.

* (…) Y después de todo sólo nos quedaba, nos queda la lúgubre tarea de seguir siendo dignos, de seguir viviendo con la vana esperanza de que el olvido no nos olvide demasiado.”



*Alguien que anda por ahí Julio Cortázar



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domingo, 23 de noviembre de 2008

REFLEJOS









Vivo en una sociedad  de reflejos (también ustedes ¿eh?). En estos días, por más que intenté no mirarme en algún espejo –mirarme, lo que se dice mirarme- me descuidaba un momento y de pronto me asaltaba mi propia imagen, como recordándome que tenía un pendiente.

Dos MEMES y ningún impulso de imprimir en letras lo que ustedes detectan de mí en forma tangencial.
Existe un poema de Wistlawa Szymborska (poeta polaca) que dice lo siguiente: 

El águila ratonera no suele reprocharse nada.
Carece de escrúpulos la pantera negra.
Las pirañas no dudan de la honradez de sus actos.
Y el crótalo a la autoaprobación constante se entrega.
El chacal autocrítico está aún por nacer.
La langosta, el caimán, la triquina y el tábano viven satisfechos de ser como son.
(…) En el tercer planeta del sol,
la conciencia limpia y tranquila es un síntoma primordial de animalidad”. 



Como verán yo no tengo la conciencia limpia. Al que sí ejercito es a mi sentido común. Todos los días me levanto lo más temprano que mi compacto y cansado cuerpo lo permite, reviso si me encuentro enterita –ya que luego tengo sueños mutilados- me baño con esencias compuestas y salgo a enfrentarme con los vicios humanos. ¡Eso sí! Oliendo a estigmas.

1. Intento no mentarle la madre a las madres responsables que hacen doble fila para dejar sanos y salvos a los críos en las escuelas. Mientras los otros trastornados y poco tolerables, esperamos lograr llegar a tiempo a la fiesta diaria, para chupar y ponernos bien alegretes. 

2. Llego por fin al guateque. Y para pura desgracia tengo un paciente estable pero sin deseos de darle intenso al merengue. Entonces, me acomodo tranquila y leo. Estaba yo en el momento crucial donde:  *Fantomas le dice al profesor Semo (si les suena parecido a la realidad es pura coincidencia):  
 Laura no sabe esto, profesor. Ella pensaba que el propósito perseguido por “Los niños del cielo” era crear fuentes de trabajo para sus propios miembros, y no, el verdadero fin perseguido, es sin duda adquirir dinero y poder”. El profesor Semo le contesta: “¿Qué piensas hacer hijo? ¿Tienes pruebas suficientes para desenmascarar a “Los niños del cielo?” Y mi héroe le contesta: “De nada me servirán profesor. Ellos tienen dinero suficiente para comprar testimonios falsos tan importantes que yo quedaría en ridículo”. 

De pronto entra y me saca de la historia -sin tocar antes de entrar, digo, ¡me puede dar un infarto!- la enfermera. “El paciente tiene arritmia” me dice. Voy y miro el monitor. Indico tratamiento y anoto en las ordenes médicas. Me quedo quieta vigilando el trazo de electrocardiograma del paciente. De pronto el individuo convulsiona y deja de respirar. ¡A moverse! Mi cabezota intentando entender qué fue lo que sucedió. “Y eso que sólo le han pasado 50 mililitros”, me dice la torunda, ejemhh, digo, la “enfermera”. ¡¿Qué, queeeé?! ¡¿Qué le pasaste cuanto?! “Este… usted me dijo que 60 mililitros, ¿o no?”, me dice la interfecta. ¡No, Pancracia. Te dije 60 miligramos, o sea 3 mililitros! ¡Pucha madre! 

Después de que resolví la tiznadera, con las pantorrillas temblorosas y enchilada al máximo de lo que las conciencias tranquilas permiten: me sale fuego por los ojos y gasolina por el hocico. 
“La indicación fue verbal por parte de la doctora”, se defiende la móndriga ignorante cuando las supervisoras la interrogan. “Si te digo que le pongas veinte frascos, ¿lo harías?”, la confronto. Sigue defendiéndose sin importar a quién se lleva entre las patas. No lo acepta. Yo no logro ser noble, amarla, respetarla y con toda honestidad la quiero ¡MATAR! Me llega la prepotencia y le digo: “Qué más puedo esperar de una auxiliar de enfermería, que trabaja en una unidad de terapia intensiva coronaria”. ¡Zas! Se me van encima y en masa las supervisoras (ninguna es enfermera especialista). Olvido que existe la humildad y me pavoneo diciendo: “igual de irresponsables e ignorantes”. Y por último hago uso de mi egocentrismo: “Si yo, que me quemé las pestañas durante años, leyendo tratados de medicina y desvelándome por días enteros, en contadas ocasiones me llego a equivocar; contimas ustedes, que en su gran mayoría no tienen ni la preparatoria”. Llega mi jefe –médico y humano como su servidora- y bueno, se arma el agarrón. El paciente sobrevive, y nosotros sacamos los trapos al sol. 

¡Ah! Perdón. El post era contestar dos memes. Uno (el de Ross) hablar de 6 valores importantes y 6 valores que no son buenos, desde mi punto de vista. Y otro (el de W) 7 particularidades de mi persona. 

Conocí de frente y a todo color a W hace más de un año. Saber más allá de lo que se detecta al leer a alguien, es sólo posible con el trato frecuente y con la honestidad de actitud. Entre W y yo se logró. Somos almas afines, sin poses y sin finalidades secundarias. En pocas palabras, somos ¡Netas! 

A Ross la miré por vez primera también hace un año. Al principio no existió oportunidad de hablar y conocernos, estábamos en una reunión blogger donde acudieron muchos. Hace tres meses lo logramos. Algo atorado traía yo. Lo dije, y todo fluyó. Por un momento durante la plática sentí, que alguien ajusto de tal manera las cosas, para que yo escuchara su historia y ella la mía y descubriéramos que somos parecidas. 

Ahora ambas me dejan tarea. Tenía dos opciones: sacar mis demonios o colocarme a la defensiva. Opte por lo primero.
 

Dejo como defensiva los  siguientes puntos que por cierto, yo intento equilibrar ya que considero que es bueno tenerlos en dosis moderada. Acepto que en ocasiones no logro hacerlo con algunas personas:

- Orgullo
- Egoísmo

Invito a quien desee hacer los memes de la manera que más le agrade. 


*Fantomas. “Los niños del cielo”. Año XI, No 2-406. 27 Abril de 1979. Revista semanal. 



FIRMA: Un ser de este mundo.

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domingo, 16 de noviembre de 2008

OTRA DE ESCRITORES



"Un buen cuento debe
caminar siempre en dos planos: uno visible y otro invisible, si bien el
invisible debe verse también. De tal suerte que el lector no le dé mayor
importancia a ese segundo plano, los llamados indicios, y cuando llegue al
final, independientemente de sus características, pueda decir ¡sí es cierto!;
revise el cuento y entienda que su autor nunca lo engañó. El buen cuento es más
mágico que geométrico.
(Guillermo Samperio)
La cita era a las siete de la noche en la construcción de mármol blanco, que muestra su porte entre multitudes de carros y gente. Guillermo lo comentó dos semanas previas en la cafetería –donde terminamos cada jueves despues de leer cuentos– al chico del arete, al ingeniero con traje y a mi. Lo dijo así, sin puntualizar, como si se tratara de algo intrascendente: “El 21 de octubre a las siete, me harán un homenaje…por mi trayectoria, en Bellas Artes… mi hermana cantará…y bueno, ahí estaré, si gustan acudir”. No volvió a recordarnos nada.


La sala Manuel M. Ponce del palacio blanco se llenó en minutos. No tuve la precaución de mirar antes el programa y no me enteré que Ana Clavel estaría presente. Perdí la oportunidad de que me autografiara sus libros. Ahí sentada miré a lo lejos al hombre que jueves tras jueves, con paciencia, intenta enseñarnos a varios soñadores el arte de la escritura. Estaba cumpliendo sesenta años de vida y cuatro décadas de actividad literaria. También presentaba una recopilación más de sus cuentos. Ana Clavel, Silvia Molina, Hernán Lara Zavala y Víctor Roura; cada uno a turno y con estilo propio, hablaron del cómo conocieron a Guillermo, de la influencia literaria y personal del escritor y hombre en sus vidas.


Pastora Samperio, meso-soprano, cantó dos canciones del compositor William Samperio, padre de ella y de Guillermo. También Mercedes Hernández logró la atención de todos y por lo menos mi sorpresa. Conocida por su gran capacidad de contar cuentos, con su voz intensa y clara, nos trasladó a un vagón del metro de la ciudad de México, donde Samperio se dirigía hacia una cita con sus talleristas. Guillermo, sentado, leía cuentos de Cortázar. En la estación Pino Suarez cambió la dirección de su mirada. Una mujer esbelta, de pelo negro hasta los hombros y con un vestido color café, lo distrajo por completo. Todos los presentes logramos mirar las sandalias de esa mujer que veía Guillermo, eran de color beige; una de ellas, la derecha, tenía la correa un poco más larga que la izquierda; entonces caía hasta su talón, así…como despreocupada, como olvidada; la otra correa apretaba firme el tobillo de la chica. Las sandalias caminaron lentas para acercar a la mujer hacia un lugar vacio, entonces, se sentó. Cruzó las piernas, y la correa de la sandalia izquierda imitó a la derecha, y al hacerlo, acarició con lentitud el aquiles terso y delgado… (*Versión no literal; más bien versión amafaldada, perdón no recuerdo el texto exacto, lo que recuerdo son las imágenes).




Terminado el evento, conocí una de las terrazas del Palacio de Bellas Artes. En copas de vidrio tomamos vino blanco, y por supuesto, ¡fumamos! ¡Como se fuma con Samperio! Es de los míos, un vicioso sin remedio. Fotos, entrevistas…a él ¿eh? Descubrí solitaria a Ana Clavel, pedí permiso para una foto y con sencillez la concedió y me preguntó tambien mi nombre; ¿el por qué?, no lo sé. La mirada que lucía Guillermo Samperio esa noche, me recordó a la de Rodrigo, el primer niño que me besó en la primaria. Tenía una luz de triunfo con matices de melancolía.
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"Una historia valiosa es siempre buena
porque algo en ella se ha dicho hasta el más mínimo detalle, pero también porque
justo otro tanto se ha callado, no se ha descrito, por lo que al lector, y al
escritor, les queda espacio para reflexionar. Lo dicho es un entramado preciso
de capilares, venas y arterias...Lo imaginado es más importante -es la sangre
que por allí corre, hierve, revuelve, penetra todo, abastece las células del
cerebro, pero también aquellas, no menos importantes, de las yemas de los dedos.
Al igual que en el amor"...
(Goran Petrovic)
Perdí la primera edición en español de La mano de la buena fortuna. No logro recordar si presté el libro o de plano lo perdí. No es la primera vez que me sucede. He planeado mandar hacer un sello y dejar la huella del mismo en cada uno de mis libros. Mmm, sé que eso no curará mi distracción. Volví a comprar el libro, ahora la segunda edición y de paso lo re-leí. Hace una semana se lo presté (no aprendo ¿verdad?) al güero, que es uno de los pocos compañeros con los que comparto mi gusto por la lectura (además de Ale y Mara). Después del préstamo me llega la información de que Goran Petrovic presentaría un libro de cuentos. Mi Mano de la buena fortuna se quedó sin autógrafo.


Nunca he subido un video propio al blog. Intenté presentarles a Goran por video. Me hubiera gustado que escucharan su voz y el idioma serbio de sus labios. Como se darán cuenta no lo logré. Por el momento se los presento en fotos, y como soy bien necia, estoy segura que lograré hacerles llegar a sus oídos la voz de Petrovic, aunque sea en otra ocasión.


Hace algunos meses escribí un post relacionado con Goran. Conté una historia que me había sido contada por una amiga la cual a su vez, recibió la información de otra amiga; y esa otra amiga también conocía la historia por oídas. O sea, un verdadero teléfono descompuesto. Me llegó un consejo y, entonces, decidí esperar a tener la verdadera historia. Y así lo hice. Guardé el post y esperé.
La editorial independiente sexto piso, publica desde hace varios años textos de filosofía, literatura y reflexiones. Dubravka Suznjevic (Buba) es traductora de Milorad Pavic, escritor serbio perteneciente a sexto piso. Buba conocía las letras de Goran Petrovic ya que era uno de sus escritores favoritos así como lo era Pavic. Se dio a la tarea de traducir al castellano Atlas escrito por el cielo, el cual leía a sus amigos durante tertulias. Hizo lo mismo con La mano de la buena fortuna. Logró convencer a sexto piso de publicar a Goran y su buena fortuna está cruzando fronteras. La editorial sexto piso también se distribuye en España, allá también ya conocen a Goran.
Yo lo miré, escuche y toqué el 13 de noviembre del éste año. Presentó aquí en México D.F, en el museo de arte Carrillo Gil, el libro de cuentos que publicó allá en serbia en el 2006, llamado Diferencias.
José Gordon fue el encargado junto con Petrovic, de hablarnos acerca del libro. Dubravka Suznjevic, tradujo para todos los presentes que llenamos el lugar las palabras del escritor, y viceversa. Así es que él entendió todo lo que le preguntábamos y decíamos. La actriz Sophie Alexander leyó un fragmento de uno de los cuentos de "Diferencias", el llamado Encima de las cinco macetas desgastadas.




A pregunta expresa de José Gordon acerca de que si su escritura era realidad o ficción, Goran contestó:
…no estoy seguro en forma completa, donde está la diferencia entre el mundo de la realidad y el mundo de la ficción. Casi todo lo que yo he escrito, he intentado, me he esforzado, en escribirlo desde el borde entre esos dos mundos".
¿Hay música en un tus relatos? Le preguntó José Gordon a Goran:
…cuando estoy escribiendo, siempre escucho algo de música expresamente relacionada con lo que estoy escribiendo. Pienso que la música me da las dimensiones desde dentro. Lo mismo pasa con la literatura. Sólo que la literatura, es un poco menos universal que la música.
...me han comentado que existe un reproche hacia la prosa que yo escribo. Que tiene demasiados detalles. Puede ser que sea así, estoy de acuerdo. Yo tengo dos pasiones cuando se trata de prosa. Yo creo que es importante devolverle la importancia a los detalles. Empezamos nosotros a globalizar y a generalizar demasiado. Nuestra comunicación hoy en día, parece más a intercambio de informaciones, y al menos al escribir en prosa puedo dedicarme a los detalles. En estos tiempos es importante devolver la fe a las palabras, volver la atención a los detalles”.
¿En qué momento Goran Petrovic se sabe y se siente escritor? Pregunta José Gordon:
“"Mucho tiempo pensé que me dedicaría a otra cosa. Incluso ya había escrito tres libros y yo no me veía escritor, ni mucho menos me sentía escritor. A la publicación del cuarto, me dije: “¡Hombre, pues soy escritor!””.


Terminó la presentación e inició la firma de libros. Las fotos. Fui la única audaz que se atrevió a abrazarlo para la foto. Buba también firmó mis libros. Sospecho que acudirá a la FIL en Guadalajara, pero por lo pronto me comentó Dubravka que lo llevaría a conocer Oaxaca.

Es curioso, tanto a Samperio como a Goran les gusta y disfrutan de las letras de Cortázar. És probable que Guillermo acuda a la FIL de Guadalajara. Ojalá se conozcan.
Sus prosas son diferentes, las dos me gustan y las disfruto. Cada día me queda claro que lineamientos para escribir podrán existir, pero es la individualidad, la personalidad y la madurez de las letras, lo que define a un escritor, sea del genero literario que sea.
FIRMA: Un ser de este mundo








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sábado, 8 de noviembre de 2008

BUSCANDO MI PROPIO ESTILO







“Quien no sabe tocar un piano se asombra de lo que es capaz un pianista. Pero el pianista tampoco lo ha sabido desde el principio, así, sin más. Se ha ejercitado muchos, muchos años. Con un escritor pasa lo mismo.”

Michael Ende







En la búsqueda de mi propio estilo narrativo, salen cosas como esto. Espero les guste.

Mafalda






Moby Dick (el cuento)
Por Mafalda


No deseo asombrarte, pero estoy segura que así será. Antes que cualquier otra cosa me presentaré: mi primer nombre es Cecilia. El jueves es el día perfecto para conocerme, por eso te recomiendo estimado(a) lector(a) que leas este relato cualquier jueves. También te sugiero que no sea cercano a la media noche, ya que si el viernes asoma antes de terminar la narración, no lograrás verme; no todas las personas tienen el don de la invisibilidad como yo. Te invito a no perderme de vista. Con lo que respecta a mi segundo nombre, el cual conocerás más adelante, te puedo anticipar que define mi temperamento, aunque no es esa la causa principal de ser llamada de esa otra forma.
Desde hace tiempo le tengo admiración y aprecio a Manolo, quien llegó a la ciudad de Morelia para estudiar biblioteconomía y archivonomía en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Su alma acústica lograba llenar de ritmo cualquier silencio que permaneciera entre dos ruidos; era muy popular dentro y fuera de las aulas. Olvidaba decirles que yo junto con Manolo vivíamos en el mismo cuento. También podría decirles que fui la protagonista principal pero, ¿quién soy para definir el personaje más importante del cuento, si yo no lo escribí?
Manolo creía y platicaba acerca de que todo era música y tonalidad. Decía que cuando somos niños capturamos las escenas del pensamiento y, en un instante, ya estamos corriendo entre la maleza de la selva amazónica; en un pestañeo volamos piloteando una avioneta; en un suspiro nos encontramos en guerra con el enemigo. Se sabe –enfatizaba- que a cierta edad aparece un arco iris tatuando el ombligo: es la clásica señal de bajos niveles de armonía que van ligados al imberbe calor humano. Nadie muestra su arco iris y eso no quiere decir que no exista. La pasión de Manolo era tener diálogos intensos acerca de la musicalidad de los pensamientos, de las enormes habitaciones donde había interacción de ideas y recuerdos, y del cómo, echando mano de la música, se lograban evocar ciertas imágenes. Por las mañanas, Miles Davis era su desayuno, la cena consistía en acordes melancólicos del saxofón de John Coltrane. “Voy a comerme algunas imágenes” decía en ocasiones, y se escapaba a solas hacia un lugar mágico, cargando en la espalda una mochila pequeña, donde metía una botella de agua, unas galletas, y una chamarra color naranja, sin olvidar el ipod, su biblioteca de acetatos.
Cuitzeo del Porvenir se llamaba el pueblo con magia. Manolo nos mostraba fotos de una laguna misteriosa, que se comía el sol de un sólo trago, teniendo como mudos testigos a las montañas. Decía que ese lugar era uno de los bordes de la tierra. La primera vez que le escuchamos hablar acerca de eso no le creímos, hasta que nos enseñó las fotos de la laguna con aspecto de cristal pulido reflejando un atardecer.
Cuando Manolo llegó a Morelia, rentó una casa en el centro de la ciudad colonial, localizada a dos cuadras de la universidad. Eligió, como dormitorio, la habitación con ventana que daba hacia el callejón, a través de la cual lograba ver las macetas con gardenias de la puerta de entrada de los vecinos. Desde el primer día percibió el olor a pan recién horneado, a tortilla dorada en aceite, a chocolate batido en leche, a frijoles refritos, filtrándose por la ventana. Los muebles rústicos de la casa tenían un aspecto desgastado. Había tres baños con tinas antiguas, y con huellas de nunca haber sido usados. Los libreros en el estudio tapizaban las paredes, y los libros eran de esos que no se leen: gruesos e interminables. Manolo retiró las cortinas, y en su lugar pegó con cinta adhesiva papel periódico. De una maleta sacó un viejo tornamesa y lo acomodó en el escritorio del estudio; en el fondo de una bolsa de lona cargaba la música en acetatos, que también dispuso como pudo en el escritorio. Antes que él, una mujer fumadora había habitado la casa por años, y quedó suspendido para siempre el último aroma, del último cigarro que se fumó. A Manolo no le molestaba oler la despedida de la anterior inquilina, porque la sensación de visita y compañía continua lo envolvían en el momento que percataba los efluvios percudidos que la joven dejó como estigma.
El pelo de Manolo no tenía control, después del inútil intento de lucir la raya de lado, metía en su cabeza ovoide gorras tejidas de diferentes colores. La barba en candado le sentaba bien, era armoniosa: con el desgano en su atuendo y el mirar melancólico. Me entretenía observar a Manolo, con los audífonos metidos hasta el fondo de las orejas, y flotando al ritmo de My old flame.
Nos reuníamos los jueves por la noche en su casa, Carmela preparaba café con un toque personal de filtrado y presión, que ninguno logró igualar. Amparito era la asignada de llevar el pan de huevo; Roberto y Marcelo las botellas de vino o de tequila; Agustín y yo, nuestra presencia. Manolo conectaba el tocadiscos y el sonido de jazz, blues y rock flotaba en el ambiente durante las tertulias. Roberto coleccionaba fotografías en blanco y negro, de paisajes, de edificios, de él. Una de las fotos donde aparezco yo ganó un concurso, la titulamos Moby Dick, por cierto, ése, Moby Dick es mi segundo nombre. Creo recordar que fue un miércoles cuando Agustín me tomó esa foto. Para que la cámara fotográfica me conociera, tuvieron que suceder algunas cosas.
II

Un jueves oscuro, de esos que trasmiten pero que parecería que no transitan, escuchábamos A love supreme, de John Coltrane.
- Ayer encontré un recuerdo mal acomodado, le limpié el óxido. Se trataba de un anillo, unos ojos capuchinos me lo dieron como recompensa a mi primer beso. Estaba en la bolsa de un viejo pantalón parchado –Manolo rompió nuestra atención a la música. Para aclararse la garganta tragó de un sorbo el tequila de su vaso, después chupó el limón sin hacer ninguna mueca.
- Mejor platicamos de la película que me prestaron –sugirió Roberto antes de que Manolo lograra continuar –se llama Cinema paradiso , me sentí identificado cuando Fredo le dice a Toto “Desde hoy, ya no quiero oírte hablar; ahora, quiero oír hablar de ti”. Manolo sonrió irónico para sí mismo, se sintió aludido. Acercó la botella de tequila y se sirvió más.
-¡¿Identificado?!, ¿y eso, por qué? –preguntó Amparito.
- Por lo menos, yo, siento que lo único que hacen ustedes los jueves, es oír acerca de mis fotos, de mis películas, de lo bien que cocino, de los labios carnosos de Angeline Jolie…
- De mis sueños locos, jajajá –le interrumpió Manolo.
- De lo rico que besa Marcelo –terció Carmela. Todos festejaron el comentario, y Marcelo se irguió de inmediato.
- ¿Qué sugieren? Nos conocemos tanto que corremos el riesgo de formar parte de esos libros gruesos y empolvados que nadie lee –puntualizó Manolo.
- Sugiero que invitemos una persona nueva a nuestras reuniones –dijo Marcelo.
- ¿Alguien de la universidad? –torció la boca Carmela-. No tienen ni una décima de imaginación. Y ni se te ocurra, Marcelo, invitar a la del cerebro involucionado con piernas largas.
- ¡Vaya! Dime entonces, ¡¿a quién?!
- Mmmm, se me ocurre…¡Al lector de éste cuento!
- Interesante tu propuesta, Carmela –dijo sonriendo Manolo-. No le encuentro ningún problema ya que lo tenemos aquí, atento e interesado en nosotros.
- Dime, Carmela, tú tan sesuda, ¿y cómo lo vamos a traer?, ¿hombre o mujer?, ¿y si no es uno, sino varios los que leen este cuento? –mencionó Marcelo.
- Es fácil, no se compliquen –dijo Roberto, al tiempo que su mirada se dirigía hacía el más callado que, desde la penumbra, en un viejo sillón estaba atento a todo-. Agustín, tú serás el indicado para encontrar, elegir y traer al nuevo integrante. ¿Quién mejor que un editor para elegir un adecuado lector?
- Muy buena idea –dijo Amparito-. Me comprometo a verificar que sea un lector y no uno de nosotros.
III

El jueves que llegué por primera vez hacía frío. Agustín y yo entramos al estudio de la casa de Manolo; Amparito corrió al baño del primer piso. Todos me observaban atentos y callados. Entendí que esperaban a la mujer menuda que fue por algo. Regresó con un espejo en mano. Amparito lo acercó a mi rostro y expió con atención por uno de los extremos. Al no mirar mi reflejo sonrió satisfecha.
-¡Es lectora! –les confirmó a todos.
-¿Cómo te llamas?
- ¿Sabes nadar?
- ¿Te gustan las películas de terror?
- ¿Duermes con la lámpara del buró encendida?
- ¡Basta! ¡Silencio!, la van a asustar –dijo Manolo. Callaron a un mismo tiempo. Sus miradas recorrían cada lugar del espacio que mi cuerpo ocupaba. Me sentía extraña, aunque la inquietud y la incertidumbre de entrar a un cuento por vez primera, las superé rápido.
- No creí ser la elegida –por fin dije, y me senté en el suelo con las piernas en loto al centro de la sala-. Me gusta mirarlos, me divierte cuando Roberto narra las películas. Las imágenes que se forman con los acordes de Bob Dylan, de Joni Mitchell, transforman por completo el cuerpo de Manolo –el aludido clavó su mirada intensa primero en mi rostro, y después en mis pechos, y ahí se quedaron fijos.
-¿Es la primera ocasión que lees nuestro cuento? –dijo Marcelo.
- No, lo he leído varias veces. Me intriga el porqué Manolo es tan musical y diferente, entonces eso me motiva a leerlo de nuevo, y, cada vez que lo hago, me encuentro distintas imágenes y variaciones musicales –Todos miraron a Manolo, quien cerró los ojos para ocultar sensaciones y se puso de pie.
- Bueno, pues estás en tu cuento, disfruta y conoce –Manolo no logró articular otras palabras. Se sirvió más tequila, y se entretuvo poniendo y quitando acetato tras acetato. Cada vez que cambiaba de disco, yo lo volteaba a mirar. Su pecho fuerte se movía al compás del blues de Muddy Waters. Roberto me mostró su colección de fotos; cada una era explicada con entusiasmo. All I want empezó a sonar, y con discreción observé el deseo de Manolo. Estaba de perfil. Era como si la voz de la Mitchell se uniera al instante ya maduro de su sexo. El pantalón definía de manera adecuada sus nalgas duras. El volumen anterior se percibía grande.
- Tengo curiosidad de saber cuál fue la motivación de Agustín para elegirte a ti, Cecilia, y no a otra persona –mencionó Carmela. Yo sólo me encogí de hombros, tampoco lo sabía. Le preguntaron por fin a Agustín un jueves que yo no acudí a la casa de Manolo. Lo que menos se imaginaban era que Agustín les contaría que yo conocí a Francisco Rivera, el autor del cuento donde todos ellos vivían.
-¿Cómo es eso? –dijo Amparito -¡Cuenta, cuenta!
IV

De cuando Cecilia conoció al autor del cuento...
“Me dijo que ella siempre ha sido curiosa y coqueta. Ese día estaba sin un peso en la bolsa y con mucha hambre. Era costumbre que cuatro o cinco días previos a la quincena, no contara con algún clavo. Y tampoco le resultaba raro el ayuno forzado. Cecilia caminaba sobre la avenida Álvaro Obregón, cuando vio a jóvenes y gente madura con vasos de plástico en la mano, por fuera de la librería “Buena fuente”. El anuncio de una presentación de un libro llamó su atención, no por el título de éste, ya que lo conocía, sino por la foto del autor, con la cual no contaba su edición. Con mirada traviesa me dijo que a lo mejor yo la tacharía de rara, aunque de todas formas me confesó que le gustó la circunferencia casi perfecta de la cabeza del escritor. También le agradaron los hoyuelos de sus mejillas, ya que le conferían una sonrisa franca y abierta. Un mesero se le acercó, ofreciéndole vino tinto y bocadillos, que lograron calmar la sensación de vacío en su estómago. Francisco Rivera estaba contento de presentar la segunda edición de su libro de cuentos -bueno eso es lo que ella concluyó- ya que lo miraba eufórico. Luego se acercó más a él para observarlo mejor. Cecilia descubrió que Francisco Rivera también era coqueto como ella, ya que sin perder tiempo, estiró la mano y se presentó guiñándole un ojo. De pronto alguien le hizo las siguientes preguntas: ¿Es verdad que el cuento Moby Dick te fue dictado desde el más allá?, ¿qué todos los personajes desaparecieron porque no lograste capturar la idea a tiempo? Cecilia me dijo que lo que más le impresionó fue que Francisco Rivera dijera que sí, que la genialidad que le dicta y guía su mano, un día se enojo con él y se comió algunas de sus narraciones. En ese momento intervino Cecilia, diciéndole que estaba equivocado. Les habló acerca de todos ustedes: de tu música, Manolo; de tus fotos y películas, Roberto; de la adecuada técnica del beso con la que cuentas tú, Marcelo; de tu dedicación y curiosidad, Amparito; y de tu aroma a café, Carmela. Entonces Francisco Rivera le dijo: ¡Vaya, resultaste con más imaginación que yo!”.
- Fue el momento en que supe que Cecilia era la elegida –concluyó Agustín. Para cuando terminó de explicarles, ninguno deseaba estar atento. Carmela fue hacia la cocina a preparar más café, Manolo se colocó sus audífonos, Roberto de plano se despidió y abandonó la reunión. El ambiente pesaba de infinita ausencia.
V

Un martes llegué a la casa de Manolo. Cuando abrió la puerta se puso nervioso. Me invito a pasar.
- ¡Vaya! Perdí el reloj y no se qué hora es. A lo mejor, no tardan en llegar lo otros.
- Hoy es martes, así que no creo que vengan –le sonreí-. Vine con la intención de compartir algo contigo –le ofrecí el disco de Led Zeppelín, que incluía la canción Moby Dick. Note que le brilló la mirada. Sacó de uno de los muebles viejos una grabadora y puso a girar el CD.
- John Bonham y su solo de batería es lo que me gusta de esta canción –me dijo ruborizado.
- Pedí a Agustín que me llevara a conocer tu laguna. No me arrepentí, impresiona y asusta...
- Así es. Experimentas la orfandad más impresionante; caes al fondo de la soledad. Intentas capturar todo el paisaje, pero no puedes abarcarlo, sólo logras llevártelo en pedazos, en imágenes mentales o en fotos. A Moby Dick, la asocio con mi laguna, porque es grande como la ballena de Melville. Tan grande que nadie puede verla en su totalidad.
- Mira, Manolo, Agustín me tomó una foto en tu laguna, me gustaría que se la des a Roberto –miró varios minutos la imagen. Sentado frente a mí, repasó con la mirada mis labios. Sentí como sus dedos marcaban los bordes de mi boca. Su índice recibió una caricia de mi lengua. Acercó su boca a mi cuello y, como pintor experto, lo dibujó con su deseo. Fue tirando poco a poco de la ropa que me cubría. En ningún momento dejó de cantar, y cuando el vaivén de su cuerpo sobre el mío nos sorprendió a los dos, pude ser capaz de ver y percibir.
VI

Lo que no sabe el lector -porque Cecilia no lo ha revelado-, es que desde que conoció al editor Agustín Castro en la presentación del libro de Francisco Rivera, no dejó de salir con él. Ahora viven juntos. Cada jueves leen a la par el cuento Moby Dick y Cecilia lo hace a solas los martes.
FIN
FIRMA: Un ser de este mundo
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