martes, 15 de noviembre de 2011

Erizo trabajando...





Algunas veces no me entiendo. Lo peor, nunca entiendo a los otros. Voy a un lugar y luego de vuelta al sitio de salida. Me encuentro a mis anchas en mi burbuja, salgo de ella cuando me viene en gana. En este momento escucho a Peter Gabriel : "In yours eyes"; tomo un café; leo; escribo. No entiendo, es seguro que este "no entender" sea secundario a no aceptar que otros no me entienden y yo no los comprendo. Cada quien en su mundo y en sus cuatro paredes de egoísmo. Si le diéramos forma al egoísmo tendría cuatro paredes y, eso sí, ninguna ventana. No ver más allá porque en el mundo del egoísmo no existen las ventanas.

Es la tercera vez que me sucede esto, ahora no me siento como antes, no, hoy me encuentro cansada de la repetición. Yo, la erizo colorada está agotando sus reservas para no tocar el techo, donde se encuentra la intolerancia.

Por favor no me toquéis, puedo hacerte daño con las espinas. Hoy aprendí algo, eso de las sorpresas es algo que no todas las personas sabemos dar. Siempre he sido muy torpe en ese aspecto, con los novios, con los amigos, con la familia: o digo sin querer lo que era un secreto, o no lo digo y se jode el asunto y me quedo de un palmo.



Pasaré a lo mejor de este día, espero que con esto se me aplaque el pelambre:

Hoy recibí alegría, enseñanza y apoyo, gracias.

Pronto estrenaré cueva remodelada.

En unas semanas no caminaré tanto para comprar mi café, lo que no me gusta de esto último es que no es "De la selva", digo, por qué no dar esa oportunidad a los nuestros, ¡carajo!

Me pasearé, independientemente (ufff, qué palabra tan larga) de todo...s.



Tengo un recuerdo chido y al mismo tiempo melancólico. Hace algunos años me encontraba decepcionada de dos personas que idealicé, llovía, era otoño; llegué al primer café que se me atravesó y me puse a escribir un cuento. Ahora ese cuentito, que por cierto publiqué en un blog colectivo donde fui invitada y que sólo una persona fue a leer y es probable que con el ceño fruncido haya colocado su comentario; ese cuentito, ganó para ser publicado en una reseña.

¿Será que, con un estado de ánimo similar me salga algo digno de publicación?, jeje, a ponerle empeño pues...

Por cierto, no molestar...erizo trabajando...



Foto de Katia Chausheva




Mafalda desde si misma...


viernes, 11 de noviembre de 2011

11-11-11, a las 11:11 ...





Día once, es por demás, tendré que sacar el dinero del banco y largarme por el primer camino que se pose frente a mis ojos. No se acabó el mundo, son fregaderas, tanto aviso y promesas de irnos derechito a colgar nuestros despojos a quién sabe cuál lugar de tantos que existen en este universo, y nada, purititas mentiras. Ahora tendré que seguir viva, y sin puta idea de qué carajos hacer con el tiempo limitado. Porque para acabarla de joder, vivimos limitados de tantas cosas: edad, dinero, espacio, ideas, salud, etcétera.



Me senté frente a el ordenador a las diez cincuenta y cinco horas, esperando el flachazo, o el tronido, o el zumbido, o el calor o... eso, que nos destrozará en millones de pedazos. Llegó el tan nombrado 11-11-11 y dieron las 11:11 y nada reventó. Eso sí, en caso de haber sucedido, el fin me hubiera encontrado: leyendo el diario por internet, ideando cosas en letras, imaginando...mejor manera de terminar no hay por lo menos para mi antes del medio día, ya habrá quien tenga la oportunidad de hacer otras cosas placenteras a las once de la mañana.



Sigamos adelante, buen 11-11-11 para tod@s, buscaré otras locuras que realizar, por si el cálculo de la hora les falló...







Mafalda desde si misma...


miércoles, 9 de noviembre de 2011

El escribano de pasiones...







¿Dónde habitarán las palabras que escribió su corazón? Él creerá que están en ese lugar oscuro arropadas de olvido. Porque fue y las regó allí, en esos sitios diferentes, a costa de palos y gritos; por momentos rozando la angustia y la locura. Lo imagino en solitario, arrastrando sus miserias afectivas, sus sentimientos fragmentados. Buscando el TODO en todas las bocas sin lograr encontrar el centro, ese, donde nace y se desborda la saciedad, la felicidad, el amor; aquel día, amando unos ojos verdes; otra semana, en el anhelo de ese cuerpo joven, irrepetible; un mes cualquiera, resbalándose entre el vientre maduro de una esposa ajena; el año siguiente, jurando amor eterno, permitiéndose un hasta siempre.


Sonrío al recordar sus asociaciones locas para explicar la atracción de dos cuerpos. Ahora sé que él es el deseo constante y personificado. Un hombre carne y fuego. ¿Era sueño o realidad lo que le motivaba en su eterna búsqueda? Porque estoy segura, ahora más que nunca, que él creía en su necesidad como explicación al vacío interno. Que incompleto sentía su pecho a un lado de un cuerpo vestido de rutina, pero al mismo tiempo, jugaba a las asociaciones para responder adecuadamente en el momento obligado.


Me gusta recopilar información y más en en estos tiempos que tengo que fabricar marionetas, jalarles los hilos, vestir muñecos con ropajes diferentes. Un buen día me descubrí actuando así, como el escribano de pasiones, como él, el insaciable buscador, el que creía en el magnetismo, en el misterio de la muerte, en la entropia, en las acciones perfectas, en el sexo sin mediocridad; el que estaba seguro que la felicidad eterna era aquello que encontraba en una sonrisa, en una cabellera, en unas piernas, en una canción, en un escote, en una tarde cálida y sencilla; el que creía estar más allá del bien y el mal.


Ahora, esa felicidad que encuentro en pedacitos, la guardo en letras, en recuerdos. No la dejo habitar en el olvido, la escribo. Me gusta disfrutar de algunos labios y, cuando nuestras bocas arden al contacto, me acuerdo del escribano, entonces, voy y lo plasmo en metáforas. Sé, como él, que esos momentos son cortos, pero que vendrán otros a remplazarlos, por eso no me preocupo. Salgo de vez en cuando a sentir en lugar de brindar. Movida por la emoción, me reflejo en espejos y cálidamente me dejo llevar. Luego, cuento la historia, me desgarro, permito que mi piel desborde amor. La rutina también me proporciona ideas, lo abochornado del ambiente lo acoplo a la estabilidad. Ahora no deseo, así como el escribano, esclusividades; cuando detecto cadenas, corro. Soy un colibrí, libre, que sólo toma la miel y se olvida del sabor amargo de las espigas.



Hoy, el recuerdo me ayuda a vivir. El día que yo muera, lo haré suficientemente viva...



Foto de Yavor Ivanov



Mafalda desde si misma...


domingo, 6 de noviembre de 2011

Dante, Virgilio y Beatriz...





No he tenido la experiencia de visitar el infierno –metafóricamente hablando. Lo más cercano fue en 1992, durante mi residencia médica, de eso hablé hace muchos posts: se trató de un juego de ideas y asociaciones, nada que ver con la permanencia en el inframundo.


Hace algunos días recordé cuando arrastraba penas, dormía dolorida, abría los ojos y tenía resaca de llanto, iba al laburo empujada por la inercia y, al regresar, el mismo círculo. Ni en esa época de tristeza sentí, estoy segura, haber sido huésped del averno.


Hoy visité la gran cueva donde guardo, en pequeños baúles, mis recuerdos. Desempolvé y limpié un poco el lugar. Leí algunos papeles doblados con empeño y protegidos en fina seda: no lloré, sólo fue que me sorprendí porque, en esos días, en medio del dolor y el abatimiento, analizaba, no tenía compasión de mi misma. Aunque en ningún momento hablé de estar o sentirme en el infierno, ni siquiera cuando alguien intentó cargar en mi consciencia una decisión dolorosa, la cual enfrentaré siempre con la cara en alto.


Qué tan atormentada puede estar una persona para sentir que habita en el infierno. Mucho, infiero y al mismo tiempo me entra una curiosidad enorme de imaginarme en el averno de Dante y darme un paseo. En internet existen video-juegos, incluso apps para celulares y tabloides.



Habrá que introducirse en los nueve niveles:

Nivel 1. (El limbo) están los muertos no bautizados

Nivel 2. Los lujuriosos

Nivel 3. Los glotones

Nivel 4. Los avaros

Nivel 5. Los iracundos

Nivel 6. Los herejes y epicúreos

Nivel 7. Los violentos divididos en grupos: violentos contra el prójimo, contra sí mismos, y contra Dios

Nivel 8. Los fraudulentos, divididos en diez hoyos concéntricos o `'bolsas''

Nivel 9. Con cuatro zonas, donde se encuentran los gigantes traidores agrupados por el objeto de su traición


Con qué propósito: el caos. Cuando las cosas a nuestro alrededor –incluso la moral– pierden su identidad, y no se logra visualizar la belleza del universo, se entra al caos, a la nada. Experimentar los nueve niveles del infierno nos introduce a un lugar muy peligroso. Pero al fin de cuentas, se trata de una travesía liberadora, un recorrido para lograr llegar a la montaña de la felicidad. Quién sería mi Virgilio (personifica la razón) y quién esa Beatriz (personifica la fe), para acompañarme en la aventura.


Al mismo tiempo imagino a uno que otro de nuestros inútiles personajes de la política metidos ahí, en el mismísimo infierno. Atorados entre el nivel ocho y nueve –o en niveles aún más iniciales–, ahogándose en su penas y tormentos. Obispos, cardenales, sacerdotes y tal vez algún papa, sin lograr avanzar por ese terreno en forma de cono (descrito así por Dante), desesperados, achicharrándose en medio de sus miserias y sus malas acciones, las cuales visualizaran de forma repetitiva, hasta que sus ojos, desorbitados, no puedan discernir los bordes ni las limitaciones, porque se han mezclado allí y se han convertido ellos en un todo; nada más y nada menos que con el propio averno. Digo propio porque así es, cada quien tiene su infiernillo en llamas de grado variable. El mío es virtual en este momento, y espero que así siga siendo hasta el final de mis días.



Y el tuyo, ¿qué tal?



Foto de Gordana Popovic



Mafalda desde si misma...


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