lunes, 30 de marzo de 2009

Concierto y desconcierto...







-¡Ay Ateh! Sólo a ti te pasan esas cosas –le dijo Karina. Sobre la mesa de centro de la sala, Cornelio fingía dormir, haciendo equilibrios de izquierda a derecha y de atrás para adelante; moviéndose similar a un patito de plástico chillador.
-Todo podría esperar menos que yo fuera la receptora de sus palabras y confidencias. Es penoso descubrir lo desperdiciados que somos los seres humanos. Echando a perder nuestras vidas. Estoy desconcertada.
-Yo preocupada –le contesta Karina, llevándose la mano a la frente y poniendo los ojos en blanco.
-Y tú, ¿por qué?
-¿Se te hace poco preocupante ir a chutarte por lo menos tres horas de música desconocida? Merezco el cielo por solidaria. ¿Va a ser en el Auditorio Nacional?
-No Karina, es un lugar donde caben por lo menos tres veces el número de personas que llenan el Auditorio. Será en el Foro Sol. Y al cielo no te vas a ir por ¡pécora! Jajajaja. Yo también he sido solidaria contigo cuando te acompañé a escuchar un borrego cantar, ¿recuerdas? No fue nada agradable.
-Mmm, será mi primer concierto ahí. Y ya veré quién tiene más garra de aguante ¿eh? Tengo que escuchar a ese Peter Gabriel.
-¡Vayamos jubilosas pues, se hace tarde!



¡Vaya cosa! Aquí hay chelas, cielo abierto y fumadores de cigarro a montones. Camino por un lado de Ateh que aún me platica acerca de lo que le paso por la tarde. Filas de hombres y mujeres recorremos la distancia marcada entre la expectativa y el espectáculo. Ese lugar dejará de ser un campo de béisbol para convertirse en un escenario musical. Observo a miles descargando emoción, incluida mi pequeña amiga. Edades variables, incluso niños de la mano de sus padres. Imaginé encontrar púbertos granosos y desfachatados, de greñas alisadas hacia arriba con pegamento resistente. Ateh me descubre en mi silenciosa contemplación. “No te esperabas esto ¿verdad?” me dice la mondriga. Tengo que aceptar que me desconcertó. De pronto, alguien nos sopla a todos con aliento gélido y en ráfagas. Algunos hombres adivinaron el clima y les envidio sus bufandas y gorros. Después de una larga caminata y de subir escalinatas de acero, Ateh y yo llegamos a nuestros asientos. El escenario desde nuestra posición de palco se muestra a la izquierda y diminuto. El palco frete a nosotros y el nuestro se llenarían en minutos. Abajo, en los lugares de silla y exclusivos, la gente inquieta se pone de pie para acudir al bar. A nosotras, los vendedores gritones nos salvaron de andar bajando y subiendo para abastecernos de chelas y papas. Después de los lugares de silla, hay una valla de policías que resguardan un amplio lugar, donde se acomodan la mayoría de la gente y que,a diferencia de nosotras, estarían de pie. No hubo lleno total. Abastecidas de bebidas y alimento, y con las mejillas templadas, inició una noche más para la memoria de dos amigas que cargan historias similares y algunos gustos musicales diferentes.
Una banda escocesa abrió el concierto interpretando su repertorio durante la primera hora. Ateh no recordaba el nombre de la misma, aunque reconoció y cantó algunas canciones. Luego sabríamos que se trato del grupo Travis, a quienes el sonido no les favoreció.
Ateh me explica el tipo de rock que escucharé cuando aparezca Peter Gabriel. Aunque no entiendo nada acerca de rock progresivo, un rock acústico me menciona mi amiga. Por fin, unos minutos después de las 22:00 hrs aparece en escena el esperado artista. Antes de cada canción daba una breve introducción en español.
Terminó el concierto a la una y cuarto de la madrugada del día 28 de marzo. Juntas regresamos a la casa pintada. Cornelio no nos esperaba en el abedul como es su costumbre. No lo vi por la mañana cuando me despedí de Ateh.
¡Caray! No sé en qué mundo vivo. Nunca antes había escuchado a Peter Gabriel. Pero eso sí, todo aquel que me pregunte acerca de ¿cómo me fue?, le contestaré que me sabía todas las rolas desde el primer tamborazo, ¡eso que ni que!… Por cierto, estoy segura que al día siguiente del evento los ortopedistas tuvieron mucha consulta, por las torceduras de cuello de muchos -incluida Ateh- que se la pasaron moviendo el pescuezo como guajolotes de atrás para adelante.




Mientras saborea un turón de azúcar, Cornelio les platica a los peces que ahora el pasado le llama por teléfono a Ateh. Primero fue en carta y ahora por teléfono. La memoria es el cuerpo del recuerdo- les dice. A ese cuerpo Ateh le recetó aspirinas y relajantes musculares. El dolor y la tensión desaparecieron y ahora la memoria está limpia y perfumada. Los sueños la atormentan por momentos, pero Dorotea la ha dicho qué hacer para empezar a disfrutarlos –los peces escuchan atentos a Cornelio.
Antes de que Ateh y Karina regresen, Cornelio decide ir a visitar al vecino(sí) .







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lunes, 23 de marzo de 2009

Vive con voz...














"Mis años, mi peligro de estar destituyéndome,

mi torpe represalia contra mí,

el arduo aprendizaje de carencias que no podrán ya
nunca resarcirme del moho adicional de la memoria.

Con qué estupor me exhibo ante esos antagónicos espejos

cada vez más poblados de imágenes caducas.
El tiempo es la distancia que separa mi cuerpo

de ese otro cuerpo inmarchitable,
procedente a saber de qué ilesa acepción de la belleza.

Son contagios acérrimos,
testarudos expolios que embadurnan mi alma,

la confinan en esa declinante lucidez

donde a veces se atrofian los deseos.

Nunca incurrí de grado

en ninguna paciente sumisión al azar.

El que más se resigna ¿no es también con frecuencia el menos digno?

Me miran los ausentes: me envejecen mirándome.

El pasado conserva todavía un acusado tono virulento,

a trechos macerado en una huraña mezcla de semen y alcohol.

Por su vidrioso fondo aún sigue propalándose esa
estoica lección de la moral también denominada puta vida".
José Manuel
Caballero Bonald







La casa pintada un día rojo.

Querida Dorotea:
Fueron años de mar y olas. Meses de pasión, melodías.
Sería bueno que se quedaran quietas y guardadas.
Te cuento…
Lo siento cercano,
viene cada noche y deja su olor en mi almohada.
Por las mañanas, baño mi cuerpo,
intento rebajar su olor untando jabón y perfume.
Y no, no lo logro, amiga. Allí está.
Metido en la capa más profunda de mi piel.
¿Recuerdas el “la,la,laaa”?
¡Sí, ese! Era el saludo de su cuerpo.
También la sonrisa,
llave mágica que abría cualquier puerta o resistencia.
El pasado es el eterno olor de su presencia.
El presente es el eterno contorno de su ausencia.
Vaya pues…la puta vida, cargada de putos recuerdos…


Saludos …
Ateh.


Pintura de Joanna Smielowska


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sábado, 14 de marzo de 2009

Una sombra en el sol...








Foto cargada por peter bowers.





Me hizo indigestión uno de los terrones de azúcar. Me duele el ala izquierda, y eso hace que vuele chueco. Ateh lee, y yo, traigo amarga la lengua.
Decido descansar dentro de la casita de correo. Granos de agua golpetean el techo. Con el ritmo de la lluvia me viene el recuerdo: Ateh en una ocasión mencionó que un cuento puede surgir del canto de un pájaro. Lo que me irrita es que yo no canto, yo no escribo, yo soy un ave enana cualquiera. ¡Auchhhh! Me duele el gañote.



Dice Cesar Vallejo “Quiero escribir pero me sale espuma […]”. Y así pasan las horas, con la hoja en blanco, el pensamiento en sepia, y la idea en gris.
¿Qué estará haciendo la niña que escribe sobre hojas de árbol? Se me ocurre hacer una historia de ella y su inquieta ave.
Transcurrida la primera idea, esta suena gutural, es el nacimiento del proceso. Entonces, escucho llorar al neonato.



“Se levanta la mañana, vestida de naranja y promesa. Junto con el azar madrugaron dos colibríes. Sobre el suelo, el macho de cuello rojo intenta con su danza llamar la atención de la hembra. No hay apareo, solo búsqueda de azúcar. La hembra vuela y se pierde entre los tejados. El macho danzador rescata el néctar en las begonias del umbral de una casa. Desde su ventana, la mujer de los colores observa al colibrí, y dentro de su corazón resucita la ausencia. Algo atora el ala izquierda del colibrí y cae al suelo herido. Ella, la de los colores, corre a rescatarlo. Lo mete dentro de la casa azul, roja, verde y amarilla. Le cura la herida, alisa los pliegues de sus propios recuerdos y, se desvela cuidando al colibrí de cuello colorado.
Antes de este acontecimiento, la cabeza de la chica de los colores, permaneció muchos meses dentro de un pozo de resentimiento, dolor y nostalgia. Un día se asustó al mirarse en el espejo, ¡su cabeza había desaparecido! Se encerró con chapa y candado dentro de la casa pintada de varios colores. Con las manos, busco por todas partes su cabeza. Le dio urticaria, entonces, se rascaba hasta sangrar. Le ardían las rodillas, por andar sobre ellas buscando por los rincones. Se preocupaba cuando le dolía el estómago. “¿Podrá mi cabeza colocarse de lado para vomitar?” Decía su corazón.
La lucidez como reflector en la oscuridad le llegó por fin un día, pero a su cabeza. El cuerpo maltrecho y en cama, escuchó su propia voz que cantaba:



"Once upon a time I was of the mind
To lay your burden down
And leave you where you stood
And you believed I could
You'd seen it done before
could read your thoughts
Tell you what you saw
And never say a word
Now all that is gone
Over with and done - never to return
I can tell you why
People die alone
I can tell you I'm
A shadow on the sun
Staring at the loss
Looking for a cause
And never really sure
Nothing but a hole
To live without a soul
And nothing to be learned
I can tell you why
People go insane
I can show you how
You could do the same
I can tell you why
The end will never come
I can tell you I'm
A shadow on the sun
Shapes of every size
Move behind my eyes
Doors inside my head
Bolted from within
Every drop of flame
Lights a candle in
Memory of the one
Who lives inside my skin"



Shadow on the sun. Audioslave




Se obligó a vivir a pesar de la lluvia, a pesar de que todos los hombres que ha encontrado en su camino, ya van de regreso, a pesar de estar consciente de que haga lo que haga, volverá a encontrarse llegando tarde y renovando salidas.

El colibrí de cuello rojo, ya tiene curada el ala y también, ya tiene nombre. La chica de los colores se compró un reloj que da la hora, pero no marca la fecha, solo los días de la semana. Así que el tiempo corre, los días tienen actividades propias y, los años han perdido la dirección correcta. Ayer, que en realidad es hoy, la miré de color sepia con un hermoso sombrero, un collar de bolas, cortando margaritas en su jardín. El colibrí revoloteaba a su alrededor.
Who lives inside my skin..."
E.









FIRMA: Un ser de este mundo.











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miércoles, 4 de marzo de 2009

Leyendo colores...







Cargada por AgniMax.




Hoy escribirás mirando desde la ventana. Dos semanas en Amberes sin dejar de soñar. Estás nerviosa por la competencia. En tus sueños, mientras Ateh peina su cabello, ella te transmite seguridad. Nueva Zelanda recibe la postguerra con optimismo, tú, Dorotea, la recibes con melancolía. Juegos Olímpicos de la paz Amberes 1920, dicen los espectaculares. Tus ojos se abren hacia un nuevo mañana.


“Nueva Zelanda 1920.


Querida Ateh:


Me he guardado tantas cosas para contarte. Dentro de dos días, competirá mi hija por primera ocasión en unas olimpiadas. La natación es el deporte que heredó de mí, va a representar a su país, Canada. La guerra terminó, pero los vientos no han traído la paz. Me gusta imaginarte en otros lugares, acompañada de personas y de historias diferentes. Sin incertidumbres, sin miedos.

La condición humana es tan compleja Ateh. Tu presencia me da fortaleza. Mi hermosa deportista entrenó por años para este día. Hoy la observo segura y tranquila. La que está nerviosa soy yo.

Para tranquilizarme traje conmigo mis acuarelas. Pintar de colores me gusta. ¿Sabes de lo que hablo verdad Ateh?


Los colores y su creación. Tú conoces de eso, estoy segura que el color es fundamental en tu actividad cotidiana. Me gusta colocar el papel de grano grueso en una superficie de madera o en el suelo, y en mi paleta cromática, embarrar colores. El blanco no, el negro en ocasiones, ya que resulta demasiado duro. El que crea los colores es el espectador no el pintor. El que pinta, sólo coloca azul y rojo, el que los mira los combina.


Crear colores es equivalente a creer. Es importante creer en saber leer colores, creer en mirar colores, creer en escuchar colores. Todas las artes tienen su diccionario y para entenderlas hay que creer.


Pinté una casa vacía para ti (te la envío junto con esta misiva), la llenarás y los colores tú los vas a componer. La historia de la casa te toca escribirla a ti con letras, que se transformarán en palabras. Cada pintura es una historia. Cada persona mira diferente.

Yo pinto, tú escribes mis pinturas, tus amigos las leen, habrá también quien las escuche.

Deséale suerte a mi pequeña.


Dorotea”



Emilio recogió la hoja de abedul y la guardó en 62 modelo para armar, estaba sobre la mecedora del balcón. Con tiza amarilla se distinguía la letra E.





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