domingo, 19 de abril de 2015

Kilómetros...






He intentado en lo posible mantener en actividad mi cuerpo, desde adolescente descubrí que el ejercicio me ayudaba a tirar el ansia y la melancolía. Mi hermano mayor fue runner, durante algunos meses me uní a él para ejercitar el esqueleto. Sin conocimiento de por medio (en lo que respecta a zapatillas, sostén deportivo y técnica de carrera), sólo logré: dolor de tetas y joderme una y otras vez los tobillos. Esto no es para mí, dije. Luego hice pausa en la búsqueda de otras alternativas porque el dinero escaseaba y había otras prioridades. Durante la residencia médica escuché acerca de los aerobics. Me hice toda una experta en la práctica con step, ligas y pesas. Bueno, hasta practiqué spinning. Empecé a trabajar, ganar dinero y a llenar con laburo el tiempo libre, entonces, dejé de ejercitarme y aumenté de talla. El stress apareció con más intensidad y busqué alternativas de acuerdo a mi entorno y cercanía: comencé a nadar.  Me encantó. Nadar es algo similar a pensarte, mirarte, platicarte… a ti mismo. Ir y venir de una orilla a otra, de una idea a otra, de una imagen a otra, de palabras armadas en la profundidad de una piscina: introspección… 
Mi rutina “normal” en esa época podía ser así: De un trabajo (nocturno) a otro (matutino), del trabajo (matutino) al negocio, luego la natación, luego a casa.
O así: De un trabajo (matutino) al negocio, la natación, luego al trabajo (nocturno), luego al trabajo (matutino), luego al negocio, la natación, por fin a casa. ¡Locura total!
Cualquiera se enferma y yo me enfermé. Así que mandé a la fregada el negocio (era lo que más me lastimaba tanto física como emocionalmente) y apareció el tiempo perdido.  De inmediato lo llené de actividades pendientes, de deseos: taller literario, aprender un baile nuevo (mi secreto), tocar el saxofón y seguir nadando. Poco a poco fui quitándome los kilos de más, controlando mi salud.



Ahora llevo casi dos años divertida, porque decidí correr de nuevo y esto de acumular no sólo más años sino kilómetros a mi vida, me tiene encantada. Traté de asimilar la información y consejos que leía en páginas web de corredores: para progresar, para aumentar kilómetros para mejorar mis tiempos. Entrenarse uno solo requiere precaución. Y bueno, me tuvo que suceder. Hace más de un mes me lesioné una rodilla. Estoy de vuelta poco a poco; lo triste de una lesión es que el progreso logrado se pierde, la condición física es tan celosa como las novias inseguras. Ahora cuento con alguien que me entrena, que se ríe de mis ocurrencias, que me pone ejercicios de fuerza y resistencia, que descubrió qué parte de mi cuerpo necesita despertar para equilibrar el trabajo de ambas rodillas.
Ahora sé la técnica de carrera porque sus ejercicios, por si solos, han logrado (sin darme cuenta) que corra bien y bonito. Sigo nadando en la introspección y ahora corro también: voy a disfrutar del viento, o de la lluvia o del frío. Corro libre y sola mientras la música que sale de mi iPod, jala mis rodillas hacia delante.
Ahora sumo kilómetros de asfalto y agua y quemo calorías… 



  

Seguidores

Safe Creative #0909034355844

Blog Archive