miércoles, 13 de diciembre de 2017

13.12.2017...





Terminé de revisar un corazón que hace tres meses aceleraba el paso y duplicaba las presiones convencionales, hoy más estable, más rítmico. Nuevamente tomando el rumbo. De la degradación a la conservación. Leyes de la termodinámica en sentido opuesto. Entropías.

...el amor después del amor. ¿Existirá...?

DOM.

miércoles, 27 de septiembre de 2017

27.09.2017...






Sentada, en la mitad de éste miércoles, ocho días después de un golpe esquivado, me descubro lenta, acompasada. Me faltan palabras para seguir llorando. Sin saberlo, la vida empezó para mi minutos después del acomodo brusco de la tierra. Miles como yo se vistieron de sí mismos y comenzaron de nuevo sin detectarlo, retomando lo que dejaron a medias. Estos días, he caminado a través de territorios oscuros entre muerte y dolor. Y ahora escribo sin atreverme a abrir esa puerta que atino a creer liberadora.


¡Que callen los que no estuvieron, los que no sintieron!


Miro alrededor, el mundo está donde estaba,  pero yo soy otra, soy ajena a lo otro y no a la fragilidad. Hoy los encuentros son diferentes, nos abrazamos satisfechos de estar vivos: apapachándonos unos a otros, agradecidos.

Lo malo de llorar con palabras, es que luego éstas se atoran entre los dedos que se crispan, dedos que traducen emociones que nos rompen...


DOM


Fotos: de izquierda a derecha:

1a Tomada de internet

2a Chris Fernández Fotógrafo 







miércoles, 13 de septiembre de 2017

13.09.2017...







Nadie habló de las señales, de los presagios, de la numerología, de los ruidos extraños.
No hubo quien tradujera los signos, los pulsos, el agua sucia de la noria, la oscuridad del territorio.
Se deslizaron los suelos y el viento, enojado, escupió con saña y se hicieron pedazos nuestros sueños.
Hoy, sobre la sábana blanca de los muelles, por fuera de las casas destruidas...hay estupor.

A lo lejos aún suenan las campanas. 

La fragilidad, burlona, no preserva lo íntimo ni lo sagrado.
Firmemos la paz con lo inesperado. Recoger las flores el siguiente paso. 
Pronto caerán las hojas de otoño 🍂 y el cielo seguirá mirándonos...

DOM.

jueves, 7 de septiembre de 2017

07-09-2017...





La primera vez de ALGO en nuestro andar  de experiencias, se tatúa en los pergaminos de la memoria. ¿Qué es lo que recuerdo de hace 30 años durante mi servicio social en Alfredo V Bonfil, Campeche? Me pregunta mi querido y recién reencontrado amigo Emiliano Vazquez :

Y entonces me veo ahí, sentada en una silla frente a un escritorio, rodeada de expedientes médicos y cajitas de medicamentos, con el ventilador soplando a 3 de intensidad para contrarrestar los 38 grados de ese ambiente húmedo que me costó varios meses poder tolerar-aceptar. Estoy con los ojos bien abiertos y la piel tostada por el sol, pensando en nada y en quimeras. Mi eterno cigarrillo en la mano izquierda humea muy al estilo J. J. Jameson, y cargo una fatiga mental crónica y muy cabrona.
Ahí, en ese pedazo de selva, fui principiante en tantas cosas:
*Vivir sola.
*Aprendí a hacer rendir mes por mes 95 pesos (en la actualidad equivaldrían a 1000 pesos).
*Hice diagnósticos y di tratamientos sin el aval de algún profesor.
*Atendí mi primer parto sola el cual estuvo a punto de distocia (ya después vendrían otros más).
*Fui presidenta del pastoral social (por sustitución) de la iglesia en una población católica recalcitrante (lo bueno que sólo fue por un mes, no era asidua a las juntas ni acudía a misa, así pues cómo, ¿verdad?).
*Di clases de anatomía en la preparatoria rural.
*Enseñé a tocar el tambor 🥁 y la corneta en la banda de guerra de esa misma preparatoria (porque sé hacerlo, fui integrante de una agrupación en la secundaria).
*Aprendí danza folklórica mexicana y bailé en un festival para recaudar fondos y así poder comprar trajes y vestidos para el grupo de danza de la comunidad.
*Aprendí (no muy bien por cierto) a cocinar recetas a base de soya y enfermé a una población entera (Nuevo Michoacán) de diarrea, por no mezclar adecuadamente las pociones de agua y leche de soja 🙈. Luego no me quedó de otra que ingresarlos e hidratarlos en la clínica, fue muy penoso y complicado.
*Con ayuda de habitantes de esa misma comunidad (después de todo me agarraron amor), organicé una tardeada (para eso de los dineros del grupo de danza) y como nos funcionó bien, me lancé sin medir consecuencias a organizar un baile. Qué difícil puede ser, pensé ingenua. Contraté sin investigación de por medio a un grupo musical "Los Jonics", (cobraban bien barato). Se solicitó permiso al comisario ejidal de Bonfil para la venta de cerveza 🍻. Resultó un fiasco, el grupo musical tocaba  espantoso y los habitantes, conocedores exigentes, no asomaron sus botas bailadoras esa noche ni por error. Así fue mi primera y última experiencia como organizadora-empresaria de eventos musicales. Se perdieron las aportaciones previas y las ganas de seguir recolectando plata.
*Experimenté sola los múltiples ruidos nocturnos y la oscuridad más intensa que hubiera observado jamás, ahí, recostada en una cama diminuta, sobre un colchón de hule espuma que me hacía sudar como si estuviese en un sauna, sufrí de insomnio apanicado. Cualquier sonido extraño me aceleraba a mil el corazón. Con el tiempo le perdí el miedo hasta a los animales de dos patas.
*Escuché por primera vez el "shisssss" de los cascabelitos de las víboras cerquita de mis pies.
*Recibí mi única clase de tiro al blanco 🎯 con escopeta, los profesores: Don Fili y Don Emiliano Vazquez (Alias Antonio Carrera) morían de risa por mi tino desatinado.
*Comí por primera vez la carne de venado, de puerco espin, de víbora y de pantera, está última lo hice engañada, creí que se trataba de carne de venado. Los Michoacanos se vengaron tal vez del chorrillo que les causó mi receta de soya y me jugaron una broma.
*Ví la primera iguana 🦎 de mi vida y creí que se trataba de una lagartija gigante.
*Tomé como agua refrescante un cartón de cervecitas Sol® sin gesto de por medio, me supieron a gloria por el calor. Desde ese día para mí la cerveza es la neta.
*Recibí clase de manejo en una camioneta de redilas (ya había hecho mis pininos en carros pero en una camioneta de esas características nunca).
*Le hice al psicólogo algunas madrugadas cuando mi amigo Emiliano necesitaba orejas que lo escucharan.
*Mantuve una correspondencia epistolar con un novio. Escribía y recibía cartas cada tercer día. 
*Me regalaron dos conejillos blancos que cuidé y alimenté con dificultad (agradezco el obsequio pero si para mí luego no había comida, se me dificultó alimentarlos a ellos), pero aún así se pusieron gordos, gordos, ya que iba a comprarles a diario veinticinco centavos de cilantro del huerto de Don Pablito, que dejó de venderme porque descubrió que se los daba a los conejitos. Luego sucedió algo desagradable que no deseo recordar, ya que ésta remembranza no se merece esas espinas.
*Me encargaron por unos días a una bella perrita "Chiquita" y quedé a deberles hasta su vida, no estaba vacunada y le dio moquillo. Me sentí muy triste.
*Estuve en el ojo de un huracán, así, literal. Me tocó vivir el paso de Gilberto que arrasó con el Caribe y el Golfo de México el 14 de septiembre de 1988, fueron nueve días de terror. Gilberto también arrasó conmigo.
*Y por último, conocí por primera vez la ayuda incondicional y solidaria de un grupo de amigos que no cesaron hasta lograr la validez por seis meses de mi servicio social. Aún guardo como tesoro una copia de la carta que llevé a la UNAM. 

Miro mi cara en el espejo, me quito la ropa y luego, como en un mapa, me vuelvo a mirar, me hablo, mimesis de mí misma. Vida al margen de la vida.
He aprendido tantas cosas en todo este tiempo, como leer el silencio por ejemplo o a ponerle letreros a la nada.
Siempre estaremos lejos de conocer y saberlo todo. 
En este mundo de símbolos, demasiado grande, el azar nos junto y seguirá haciendo de las suyas para continuar reuniéndonos.

¡Bienvenido de nuevo a mi, amigo Emiliano Vázquez...!

DOM

lunes, 4 de septiembre de 2017

04.09.2017...






Tengo un amor menos cero bajo la manga. En algún momento pasaré sin ver y me jugaré el resto por nada. Allí, en la mesa de juego, están los que ya no están, demasiado tarde para que lleguen, demasiado temprano  para irse de una sola vez y al infinito.

Tengo un viento contrario a mi favor, palabras al borde del vacío, me amputaré los recuerdos uno a uno —con reverencia por supuesto— y los apostaré a ocho a uno, seguro ganaré en suspiros. 

Tengo un río que no cesa de erosionar la piedra. Soy la piedra viendo pasar el tiempo en relojes de pared de antaño. Hablo y leo y bailo y corro y amo. 

Tengo una historia de luz por el camino, voy tras de ella para escribirla...

DOM



lunes, 28 de agosto de 2017

27.08.2017...





Hice mi maleta y me fui el sábado a un cuarto de hotel cercano al zócalo que alquilé días previos, acompañada de mis peques que han estado a mi lado en estos últimos meses de entrenamiento. Hubo terapia de grupo: pintada de uñas, masaje con pomadita refrescante en las piernas y películas hasta que el sueño llegó. Al pie del cañón, nos despertamos a las 05:00 am el domingo 27 de agosto del 2017, por fin había llegado el día de la maratón. Fresca y con la adrenalina al tope, me comí con miedo, la mitad de un plátano y una rebanada de pan con abundante mermelada,  nunca ingiero alimentos antes de mis entrenamientos, desde hace ya muchos meses he tenido que lidiar con un colón irritable que tiene en mi, como característica, ofrecerme diarreas inesperadas, ahí radicaba mi miedo. La nutrióloga fue clara: Donají, el día de la maratón debes desayunar, no hay de otra, encomiéndate en quien quieras para que no te traicione tu tripa. Soy intolerante a la lactosa. Las gomitas y los geles contienen sorbitol, compuesto que me provoca diarrea. Todo un estuchito complicado soy yo, así que ni pensar en gomas ni geles para energizarme durante el recorrido. Hace algunos meses logré encontrar el remedio: higos caramelizados los cuales corté en trozos, los distribuí en una bolsita de plástico que acomodé en mi cangurera. Con el disfraz de corredora completo, salimos del hotel con rumbo hacia el zócalo. Por el camino compré un café. Me coloqué en mi bloque y partí a la aventura a las 07:47 am.
Mi plan de carrera estaba trazado desde días previos. Inevitable salir disparada los primeros kilómetros, siempre sucede que nos dejamos llevar por la emoción de todos. Ya en el km dos vi mi reloj y le acomodé la pantalla para que me mostrara el ritmo, ajusté mi zancada y así me la lleve hasta donde las subidas y bajadas me lo permitieron. Dejé de ponerle atención a la música de mis audífonos en el km 22, así que los apagué y guardé. Dentro del bosque de Chapultepec la hidratación consistió sólo a base de agua, no probaba electrolitos desde el km 23 y antes de salir del endemoniado adoquín, llegó como mentada eléctrica un maldito calambre en el muslo derecho, cojeando logré llegar a una carpa de primeros auxilios donde a jalones y apretones lograron quitármelo, ahí perdí 15 minutos. Más adelante conseguí comprar Gatorade y esos 600 ml, salvaron mi hidratación y me liberaron de calambres el resto de la carrera. En el km 29 me pesaban las piernas y la mente claudicaba: no voy a poder, falta mucho, decía. Luché con el pensamiento negativo porque sabía que alguien me esperaba en el km 33 y, además, esa entrada a la Condesa hace que el cuerpo se te erice de emoción. La gente que te motivaba a través de las calles de Polanco, no se parece en nada a ésta del parque España y Nuevo León donde había pizza, cerveza, coca cola, miel, dulces, plátanos, naranjas y música, mucha música, porras personalizadas ya que leían tu nombre y gritaban: ¡Donají, vamos tú puedes! Niños, ancianos, amas de casa salieron con pitos y manitas de ruido a motivarnos. Y fue que logré llegar al km 33. Y sí, ahí estaba mi coach como me lo había prometido, y de inmediato la perorata repetitiva en mi cabezota dejo de joder y se dedicó a salvaguardar los ánimos para el paso a paso. Llegamos a Insurgentes y mi coach dijo, vete por la línea azul, no la pierdas de vista, no mires hacia arriba porque te vas a desesperar, se trataba de los últimos 7 kilómetros de subida, ¡vamos, a ritmo de 5 km cantados de aquí hasta el estadio, Donají!  Y así fue que, a jalones y resongones mis piernitas se fueron moviendo. Sobre Insurgentes la fiesta de la maratón en su apogeo, y los corredores ensimismados, imaginándonos en la meta, aferrándonos a pensamientos, a sentimientos para lograr llegar. En la subida del km 41 escuché una voz conocida, mis amigas Mara y Berenice con celular en mano me filmaban. Y en la loma donde terminaba el 41, a un kilómetro 195 metros, mi coach gritó: ¡con todo Donají!, y mis piernas me obedecieron, no las sentía pero se movían. La llegada al túnel, sin palabras, los que han experimentado saben qué es lo que se siente, me llegó la catarsis y lágrimas que tuve que contener porque me cortaban la respiración. Pisar el tartán de la pista de atletismo del estadio de CU es como pisar algodón, y mis piernitas volaron todavía más hasta la meta. 
Mi familia y mis amigas me esperaban en las gradas con bebidas hidratantes hechas en casa y mi licuado de proteínas. Así terminó mi aventura.

¿Y qué creen?  ¡Ya soy maratonista...!

DOM.

viernes, 25 de agosto de 2017

25.08.2017...





Mis palabras son del color mestizo de mi tierra y, desde hace meses, las he metido en una cajita de filigrana, están latentes, en espera. No indiferentes. Por ratos les da por asomar un ojo pelón, de inmediato las empujo y guardo de nuevo. 

Avanzan los meses, me he instalado en un NO rotundo y, ante eso, mis palabras por sí solas, se entretienen descifrando misterios, crucigramas, enredándose en el pelo de Rapunzel, deshaciéndose. 
Sé que cuento con ellas, pero en éste momento yo continúo absorta con los números, con días que se instalan, con cielos que trasladan, con pasos interminables, con paisajes... y entonces me distraigo y no las dejo salir.
Tengo debilidades, ustedes perdonarán. 

Dentro de unos días, correré por primera vez hasta que los pies, de cansados, ya no sientan. Voy tras de mí corazón, con mi soledad tan concurrida (como la de Benedetti)  a descubrir y ser partícipe de la experiencia de conocer mis propios límites, de luchar con mis debilidades. 
Tal vez regrese paliada pero eso sí... ¡contenta...!

DOM.



viernes, 11 de agosto de 2017

11.08.2016





"Lobos"

Llegarán los días azules y se avecinarán tormentas. Todo será por culpa de esa estúpida necesidad de querer ver todo en color rosa. Si el rojo es mejor, por qué insistir en cambiarle el tono. Ese aire enviciado de suspiros contaminará las ventiscas que soplan intensas cada noche, cada vez que te muerdes los labios o mojas el lápiz con tu lengua mientras haces tus cálculos y finges que no me ves en el embeleso. 

¡Qué necesidad!
¡Qué necesidad de cambiarle el color a las cosas!

Y luego, llegará la hora de justificar el tiempo, de tocarse con desgano y observar al objeto amado, mirándome endiosado.
Y otra vez a descubrirnos presos de vivir, buscando la mínima diferencia con la memoria a continuación de la rutina, felinos que le guiñamos a la novedad, violadores de promesas.

viernes, 2 de junio de 2017

02.06.2017...


 

Es la segunda semana que coincido por la tarde en el lugar donde entreno, con un corredor venezolano que llega acompañado de su hija. Se trata de una loca bajita que carga aproximadamente 3 años de edad, de inquietud intensa, ojos negros, pelo rizado y con un acento caribeño muy marcado y simpático. ¿Ya puedo entrenar con vos?, me dijo ayer cuando terminaba mis kilómetros del día. Me sorprendió escuchar el "vos", desconocía que lo utilizarán en Venezuela. El miércoles mi coach y yo también coincidimos con ellos, incluso se enojó cuando nos fuimos: y ahora quién me va a cuidar, protestó. No he platicado mucho con el papá, ella, la loca bajita, tal vez aleccionada no dice ni su nombre. Pregunta a mi padrrree, me contesta cada que intento saber aunque sea su mote. El viernes pasado no lo acompañó, el venezolano fue solo a la pista. Terminamos de entrenar él y otro corredor casi al mismo tiempo. Mientras enfriábamos los tres platicamos, fue que me enteré que correría con un grupo de amigos el medio maratón de la Ciudad de México y, de acuerdo a cómo le fuera y se sintiera, a lo mejor se sortearía el maratón, nos estuvo regalando consejos para correr el medio del Día del padre y nos habló acerca del grupo de venezolanos que son sus amigos runners.
Ayer, el demonio enano de 3 años, se colgó de mi mano durante mis vueltas de recuperación, llevaba cargando un muñeco pelón. ¿Cómo te llamas?, insistí. No cedió. Se dedicó a platicarme acerca de su juguete y de que le gustaba cuando su padre la lleva a los juegos. Yo estiraba y ella también. Mientras eso sucedía, el papá daba vueltas en la pista. ¿Quieres que te tome una foto?, me dijo de repente, le extendí mi celular y clic, clic, clic. Por ahí aparece en una el padre de la loca bajita, que no es tan mala para sacar fotos por cierto. A ella no le tomé ninguna, no lo pienso hacer sin el permiso del papá. 
Me inquieta que lleven niños y los dejen por ahí, mientras los padres andan entrenado. Son tiempos difíciles. Ayer, cuando me fui, la dejé en la arena que utilizan para entrenar salto, está en un extremo de la pista, se quitó los zapatos y se puso a hacer castillos. Nos vemos luego, me gritó, meneando su manita...

 

martes, 16 de mayo de 2017

16.05.2017...


 



"Un blues arrabalero"


Mi compra de trapos desde ya bastante tiempo, se limita exclusivamente a ropa interior, blusas frescas y garras deportivas. Uno que otro pantalón de mezclilla, tenis y flats. Los vestidos han pasado a segundo plano, no porque no sean de mi agrado. Hace 10 años me compré muchos y se fueron relegando por comodidad, desidia y en fechas previas porque nadaba en ellos. Un día del 2016 miré el closet y decidí que en lugar de desecharlos, porque me quedaban muy grandes, iría con mi costurero de cabecera para una intentona de conservación. Tengo varios vestidillos hermosos que nunca pasarán de moda. El resultado en la mayoría fue exitoso. 


Ayer leía en Facebook a mi querida Lucy (Lucia Rodriguez De Martinez) ella hacía una comparación: un antes y un después sin running y con él. Lucy colocó dos imágenes (en ambas fotos muy joven) y en la correspondiente al running, es evidente esa sonrisa detrás del clic fotográfico, esa manifestación intempestiva como de serpentinas adornando una fiesta, algo así como recuerdos hermosos acristalados. Qué fascinante es descubrir lo que te llena el talante y lo transforma. Algo que no tiene nada que ver con otra persona sino contigo y nada más.


En 2010 dejé de levantar altares en los rincones (una manera de disolver la tristeza y luchar contra los fantasmas) y empecé a saborear mi canto en letras. Nunca será tarde para deshacerte del lastre. Ya había dejado atrás el tiempo de la ira. Sigo escribiendo con la tripa, pero direccionada, con absoluta orientación y significado. En ese año, 2010, se publicaría uno de mis cuentos por primera vez y me solicitaron enviar una foto. Loca de contenta solicité a una de mis amigas que tomara cartas en el asunto. Resultó la primera imagen.


Así como la escritura, una foto te exhibe en absoluto. Pero hasta hoy descubrí la intimidad que se reflejaba en una imagen. Cada quien se lee a sí mismo. Qué importan los vacíos previos, las peripecias para llegar a ese estado. Lo fundamental está en lo escrito en la mirada, en la sonrisa de ese instante. Ayer vestí de nuevo el mismo canto y al mirar la foto me dije, al buen entendedor...


Las últimas noticias de los diarios locales dicen que voy ganando. Me alegro.

Tóquenme ese blues arrabalero, señoras y señores...


DOM. 


 



martes, 9 de mayo de 2017

09.05.2017...


 
A mamá siempre le gustó lo exótico, cualquier cosa que representara fortaleza, dignidad. Su árbol favorito era la magnolia. Un buen día fue a comprarse una y la plantó por fuera de la casa. Durante un tiempo estuvo al pendiente de que no fueran a arrancar al endeble arbolito. La magnolia se cimentó y logró independencia, en ese momento mamá hizo a un lado su preocupación de perderla. Ese árbol está bien enano, yo no veo que crezca, le decía burlona para hacerla enojar. Me lanzaba miradas de fuego siempre que me atrevía a ofender a su magnolia. ¡Ven y mira para que te calles el hocico!, dijo un día y me llevó a jalones para mirar: se trataba de la primera flor de su arbolito, ahí presente, orgullosa, blanquísima, ovalada y brillante. Cada primavera, mamá estaba al pendiente de las flores de su arbolito. Desde la ventana lo observaba, o subía a la azotea para lograr ver desde arriba y así divisar algún brote, o cabecilla blanquisca. No pocas veces sucedió que le ganaban el mandado y cuando menos lo pensaba, algún gandallón le robaba la flor que ella había descubierto por la mañana. Un árbol difícil para brindar flores es la magnolia, diría una amiga que se pone sus moños. Aunque los libros mencionan que son prolíficas. Pero no, ésta de mamá se hizo y sigue haciéndose la importante. Algunas veces mamá lograba rescatar una que otra flor. La presumía algunos días en un florero y el olorcillo impregnaba la sala por horas.
Este domingo yo salía de casa para ir a correr y fue que la vi. Estaba en una rama baja. Esa misma noche nos hicimos a la tarea de cortarle el regalo de día de la madre  que le tenía guardado su magnolia. 

¡Felicidades mamá...!

 

domingo, 1 de enero de 2017

01.01.2017...


 

 

Ofrenda de inicio, cualquiera que sea. Ésta es la mía. Atrás quedan las estrellas que brillaron y las que no lo hicieron. A veces sin saberlo inauguramos un camino. Éste es mi principio, éste... el lugar. Bajo los primeros rayos del sol del primer día del año quemo mis miedos, los exhalo mientras las piernas devoran kilómetros, no miro hacia atrás.

El primer ponche con tequila y mi primera rodada del 2017 a la salud de todos ustedes, los que están y los que se fueron.


¡Estoy viva...!


DOM.

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