Hoy no me desgarraré con el inútil ejercicio del recuerdo. No es que no estén despiertos los pellejos y las sombras, lo que sucede es que no me da la gana andar tirando ansia y puchero. En la hoja en blanco, se colaron sonrisas y se ha incrementado el barullo. Los renglones tienen saltos y pasos de baile con ritmos alegres. Los glaciares se derriten al son del brillo de mis ojos.
Ustedes, no lean mis olores y no canten mis sonrisas. No se atrevan a escuchar el contenido de esta hoja en blanco, si no se encuentran en condiciones para deleitarse con una dosis adecuada de locura.
Desde hace muchos meses, las aves me hablan, las letras me bailan y mis dedos se impulsan sobre el teclado, para crear conflictos del color del fuego (naranja, azul y rojo), para dramatizar sentimientos, para desbordar por el filo de la hoja, imágenes y sonidos. Mujeres y hombres desfilan a través de su drama. La magia aparece, la realidad se impulsa, lo surreal flota, la poesía camina en puntas.
Mantengo gorda la imaginación con el alimento del día que es soñar, mirar y leer. No hay musos ni musas. Este principio con su respectiva definición me preocupó un tiempo. Mi solitario recorrido no incluía individuos, los evitaba. Ahora creo haber descubierto a la inspiración y la asocio al fundamento y si me late y además, amanezco con capricho, le echo la culpa al muso. Y si me forra el pragmatismo me defino inspirada. Lo que sea que me hace escribir locuras de colores no tiene nombre ni apellido.
Alguien me dijo que sólo necesitaba una tribuna para soltar el enorme discurso que traigo en el alma, puede que sea cierto. Pero también ese alguien me dijo, que por la pantalla de la computadora, vuelco muy cabrón mi melancolía, en esto sí le doy la razón. La mayoría de mis letras cargan melancolía.
Me pasa que inicio una historia y los personajes me indican el camino. Aunque tengo que reconocer que cuando llego al final, me convenzo de que ellos –mis personajes- saben más acerca de mi, que lo que yo sé de mi misma. Un ejemplo cruento de lo que les digo, es esta historia loca que inició en Enero del 2009. Decidí contarla de a poco, para rellenar el espacio de ideas que es mi blog. En esta historia participa lo ilógico y la magia. Los tropos hablan para esconder definiciones. Entonces, ustedes llegan y leen, se identifican con algo en especial o, sólo se dejan llevar. Hay algunos que insisten en querer encontrarle lógica a la ubicuidad con la que en ocasiones juegan mis personajes. Algunos la entienden, otros, la asocian a errores. Yo, solo la escribo. Nunca he llevado un curso de literatura universal, ni algún diplomado en literatura.
Soy una visionuda más de este mundo, un ser de este mundo.
Les contaré un secreto:
Cornelio, el ave de pecho colorado, es la ingenuidad de Ateh.
Los peces de colores, representan la indiferencia al medio de Ateh.
Dorotea, es el otro yo de Ateh, su voz interna, su otredad, su alteridad.
Emilio, es él y los muchos otros que existen que Ateh no ha conocido.
La casa pintada con tiza y té, son los logros de Ateh.
No es bueno explicar detalles. Así como tampoco es adecuado dar exactitud a las artes.
Estoy aprendiendo a escribir. Estoy aprendiendo a darle forma a la idea. Estoy aprendiendo…y, esta historia, es ejercicio para mi pluma. Ejercito voces narrativas, imágenes, ambientes, conflictos, escenarios, tramas…
Agradezco a todo aquel que siga la historia, gracias al que lea más allá de lo que dice.
FIRMA: Un ser de este mundo
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