viernes, 23 de diciembre de 2011

Pajareando en Navidad...









En el intento de sortear actitudes y de sopesar acciones, no tuve otra opción que sacar a flote mi elocuencia. Así que me dediqué a oír, mirar y hablar poco. Dije una que otra cosa, pero no lo fundamental, eso sí, lo poco que dije y diré será puntual y sin el menor brillo de duda.

Antes que la idea se enajene y se enclaustre, debemos, como sujetos portadores de la misma, no enajenarnos o enclaustrarnos. Sumo a Hegel con Marx, tal vez es una manera tramposa de encerrarlo todo; no me importa que los puros, en lo que respecta a definiciones, frunzan el ceño.

Para ejemplo de lo anterior mencionaré un momento que llevo guardado en mi cartera de fina seda, donde escondo actitudes interesantes para sacarlas en situaciones adecuadas. Sucedió una tarde en la que mi sentido del humor se encontraba rayando la nulidad. Quería terminar algunos encargos y regresar corriendo a mi cueva, lugar que desde hace varios meses me es tan placentero. El centro comercial, escenario del evento que contaré, albergaba multitud de jóvenes y muchachitas que hacían ruido: semejante a un cántico aborigen. Hoy las plazas de ventas se hacen competencia unas a otras, para ganar en tamaño y opciones de venta, esa es la única meta establecida. Me dirigí al segundo piso para comprar en la tienda de mascotas alimento para ninfa. Mi ave tiene el porte de la aristocracia volátil, come con soltura sin dejar regadas migajas ni semillas. Tiene un copete de colores que crece coordinado y a la par con el tiempo. Su cola es una auténtica maravilla, reposa desde el final de su lomito y abarca casi toda la jaula, es por eso que la ninfa, tiene que dar saltitos coquetos para voltear de un lado a otro, protegiendo su larga colita. Sólo por esto y por los jolgorios que cada mañana alegran el patio de la casa, tolero ir a comprar su alimento. Imagínense que cada kilo de semillas cuesta un dineral, y la avecilla en cuestión no traga otra cosa más. Mi perico es más como yo, un plebeyo que disfruta de la vida, canta la marcha todas las mañanas, mira detenidamente a la complicada ave copetuda, como analizándola, y come lo que ese día se nos ocurre dejarle en la bandeja de su encierro; en esta temporada navideña le va bien: cacahuates, cañas, limas, mandarinas, tejocotes, jícamas, guayabas y si nos descuidamos, hasta el pavo se come el tragón.

Entré a la tienda y lo primero que vi fue a un animal vestido de muchacho; hay que reconocer que ciertos animales se mimetizan fácilmente con algunas personas. Posando en un antebrazo, descansaba una guacamaya de colores vivos y pupilas giratorias, su pico giboso de color azul me recibió; por precaución me retiré a buena distancia, no en balde sé lo que pueden hacer esos picos en la epidermis y dermis de una persona, mi perico me ha dado lecciones de vida muy profundas. El antebrazo pertenecía a un chico con nariz aguileña, que seguro utiliza un frasco completo de gel para lograr un parado perfecto del poco pelo que la naturaleza le proporcionó, agregado a ese efecto tieso estaba el color: rojo pasión. El uniforme que vestía era de un verde carnavelesco. Ambos coloridos (animal, hombre) hacían juego. ¿Quién se parecía a quién? En identificar a las dos especies me distraje varios minutos. "Y la asociación protectora de animales, ¿permite el tráfico de influen... Mmm, de especies animales? O, ¿por ser centro comercial se le cambia de apelativo y en lugar de ser tráfico es "ya pico y ya chingó?" La vocecita inquisitiva resultó salir de un cuerpo delgado, una jovencita con lentes en peligro de rebotar en el piso y con dentadura frenada por rieles metálicos. "Bueno, ese es mi punto de vista", dio vuelta y salió del local. Quede en pausa, mirando al chico-guacamaya, lanzándole fuego con la mirada a la interesante muchachita.

Aquí hago pausa para rebobinar.

Alienarse, enajenarse es perder una parte de si mismo, alelarnos en pensamiento y comprometer lo bueno sin analizar lo conveniente.

Cuando descubro que el inconsciente colectivo es sacudido por algo puro y objetivo, siento que las tripas se me vacían pero al mismo tiempo recupero la esperanza. Diarrea mental de puritita alegría es lo que me sucede, y más en estos tiempos, tan escasos de mentes jóvenes y lúcidas.

Compré el alimento de la aristócrata voladora y salí con una sonrisa estúpida en la cara, espero encontrarme sacudidas de ese tipo con más frecuencia.



Esta Navidad habrá escasez de muchas cosas: equidad, paz, democracia, pavos en la mesa de los pobres, intelecto para los políticos, congruencia para los humanos.

Deseo que sacudan su consciencia de vez en cuando, la alienación es una plaga que debemos contrarrestar con uñas y dientes.

Yo por el momento me divierto recibiendo y proporcionando abrazos y besos.



FELICES FIESTAS





Foto de Andreas Heumann





Mafalda desde si misma...



viernes, 2 de diciembre de 2011

Mi vida según Octavio Paz...





En varias ocasiones me han preguntado acerca de mi poeta favorito. Cuando les contesto, algunos levantan el entrecejo en connotación de desconocimiento. Otros, los conocedores, sonríen y hacen ademan de acuerdo. Un compañero de trabajo un día se adelantó a mi respuesta asegurando: Benedetti. Mi negativa lo dejó pasmado. Es que a las mujeres siempre les gusta Benedetti, terminó decepcionado.

Mi poeta favorito es John Keats. El segundo de a bordo es Octavio Paz, el tercero es Pablo Neruda, el cuarto es Pedro Salinas, y luego, muchos más. Pero siempre menciono a estos cuatro como los primeros de mi lista.

Hace varios años, para ser exacta fue el nueve de agosto del 2009, se realizó un ejercicio entretenido en Facebook, sí, ahí, no han leído mal. Con eso que ahora tener Facebook te resta intelectualidad. Bueno, ahí, en ese sitio del demonio, se llevo a cabo esta tarea interesante, la cual respondí como verán si siguen leyendo.

Debo advertirles que si no les gusta la poesía, o les cansa la mirada un post largo, despídanse desde este momento.

Aquí les dejo el ejercicio y el que guste realizarlo, bienvenido...




Usando sólo los títulos de poemas, cuentos o libros de UN POETA o ESCRITOR (o escritora, claro está), responde de forma ingeniosa las preguntas que siguen. Pásalas a 14 personas de tu agrado. No puedes usar el escritor o poeta que yo usé. Trata de no repetir títulos. Es bastante más difícil de lo que parece.



1. Elige tu escritor o poeta:


Octavio Paz.



2. ¿Masculino o femenina?


Niña.

“Entre la tarde que se obstina

y la noche que se acumula

hay la mirada de una niña.


Deja el cuaderno y la escritura,

todo su ser dos ojos fijos.

En la pared la luz se anula.


Nunca sabrá que lo miraba”.



3. Descríbete:


La llama doble. Amor y erotismo (ensayo)



4. ¿Cómo te sientes?


Nuevo rostro.

“La noche borra noches en tu rostro,

derrama aceites en tus secos párpados,

quema en tu frente en pensamiento

y atrás del pensamiento la memoria.


Entre las sombras que te anegan

otro rostro amanece.

Y siento que a mi lado

no eres tú la que duerme,

sino la niña aquella que fuiste

y que esperaba sólo que durmieras

para volver y conocerme”.



5. ¿Dónde vives actualmente?


Piedra de sol.

“[…]

quiero seguir, ir más allá, y no puedo:

se despeñó el instante en otro y otro,

dormí sueños de piedra que no sueña

y al cabo de los años como piedras

oí cantar mi sangre encarcelada,

con un rumor de luz el mar cantaba,

una a una cedían las murallas,

todas las puertas se desmoronaban

y el sol entraba a seco por mi frente,

despegaba mis párpados cerrados,

desprendía mi ser de su envoltura,

me arrancaba de mí, me separaba

de mi bruto dormir siglos de piedra

y su magia de espejos revivía

un sauce de cristal, un chopo de agua,

un alto surtidor que el viento arquea,

un árbol bien plantado más danzante,

un caminar de río que se curva,

avanza, retrocede, da un rodeo

y llega siempre:

México 1957.



6. ¿Si pudieras ir a cualquier otra parte, a dónde irías?


La casa de la mirada.

“Caminas adentro de ti mismo y el tenue reflejo serpeante que te conduce

no es la última mirada de tus ojos al cerrarse ni es el sol tímido golpeando tus párpados:

es un arroyo secreto, no de agua sino de latidos: llamadas, respuestas, llamadas,

hilo de claridades entre las altas yerbas y las bestias agazapadas de la conciencia a obscuras.

Sigues el rumor de tu sangre por el país desconocido que inventan tus ojos

y subes por una escalera de vidrio y agua hasta una terraza.

Hecha de la misma materia impalpable de los ecos y los tintineos,

la terraza, suspendida en el aire, es un cuadrilátero de luz, un ring magnético

que se enrolla en sí mismo, se levanta, anda y se planta en el circo del ojo,

géiser lunar, tallo de vapor, follaje de chispas, gran árbol que se enciende y apaga y enciende:

estás en el interior de los reflejos, estás en la casa de la mirada,

has cerrado los ojos y entras y sales de ti mismo a ti mismo por un puente de latidos:

EL CORAZÓN ES UN OJO.


Estás en la casa de la mirada, los espejos han escondido todos sus espectros,

no hay nadie ni hay nada que ver, las cosas han abandonado sus cuerpos,

no son cosas, no son ideas: son disparos verdes, rojos, amarillos, azules,

enjambres que giran y giran, espirales de legiones desencarnadas,

torbellino de las formas que todavía no alcanzan su forma,

tu mirada es la hélice que impulsa y revuelve las muchedumbres incorpóreas,

tu mirada es la idea fija que taladra el tiempo, la estatua inmóvil en la plaza del insomnio,

tu mirada teje y desteje los hilos de la trama del espacio,

tu mirada frota una idea contra otra y enciende una lámpara en la iglesia de tu cráneo,

pasaje de la enunciación a la anunciación, de la concepción a la asunción,

el ojo es una mano, la mano tiene cinco ojos, la mirada tiene dos manos,

estamos en la casa de la mirada y no hay nada que ver, hay que poblar otra vez la casa del ojo,

hay que poblar el mundo con ojos, hay que ser fieles a la vista, hay que

CREAR PARA VER.


La idea fija taladra cada minuto, el pensamiento teje y desteje la trama,

vas y vienes entre el infinito de afuera y tu propio infinito,

eres un hilo de la trama y un latido del minuto, el ojo que taladra y el ojo tejedor,

al entrar en ti mismo no sales del mundo, hay ríos y volcanes en tu cuerpo, planetas y hormigas,

en tu sangre navegan imperios, turbinas, bibliotecas, jardines,

también hay animales, plantas, seres de otros mundos, las galaxias circulan en tus neuronas,

al entrar en ti mismo entras en este mundo y en los otros mundos,

entras en lo que vio el astrónomo en su telescopio, el matemático en sus ecuaciones:

el desorden y la simetría, el accidente y las rimas, las duplicaciones y las mutaciones,

el mal de San Vito del átomo y sus partículas, las células reincidentes, las inscripciones estelares.


Afuera es adentro, caminamos por donde nunca hemos estado,

el lugar del encuentro entre esto y aquello está aquí mismo y ahora,

somos la intersección, la X, el aspa maravillosa que nos multiplica y nos interroga,

el aspa que al girar dibuja el cero, ideograma del mundo y de cada uno de nosotros.

Como el cuerpo astral de Bruno y Cornelio Agripa, como las granes transparentes de André Breton,

vehículos de materia sutil, cables entre éste y aquel lado,

los hombres somos la bisagra entre el aquí el allá, el signo doble y uno, V y ^ ,

pirámides superpuestas unidas en un ángulo para formar la X de la Cruz,

cielo y tierra, aire y agua, llanura y monte, lago y volcán, hombre y mujer,

el mapa del cielo se refleja en el espejo de la música,

donde el ojo se anula nacen mundos:

LA PINTURA TIENE UN PIE EN LA ARQUITECTURA Y OTRO EN EL SUEÑO.


La tierra es un hombre, dijiste, pero el hombre no es la tierra,

el hombre no es este mundo ni los otros mundos que hay en este mundo y en los otros,

el hombre es la boca que empaña el espejo de las semejanzas y dice sí,

el equilibrista vendado que baila sobre la cuerda floja de una sonrisa,

el espejo universal que refleja otro mundo al repetir a éste, el que transfigura lo que copia,

el hombre no es el que es, célula o dios, sino el que está siempre más allá.

Nuestras pasiones no son los ayuntamientos de las substancias ciegas pero los combate y los abrazos de los elementos riman con nuestros deseos y apetitos,

pintar es buscar la rima secreta, dibujar al eco, pintar el eslabón:

El Vértigo de Eros es el vahído de la rosa al mecerse sobre el osario,

la aparición de la aleta del pez al caer la noche en el mar es el centelleo de la idea,

tú has pintado al amor tras una cortina de agua llameante

PARA CUBRIR LA TIERRA CON UN NUEVO ROCÍO.


En el espejo de la música las constelaciones se miran antes de disiparse,

el espejo se abisma en sí mismo anegado de claridad hasta anularse en un reflejo,

los espacios fluyen y se despeñan bajo la mirada del tiempo petrificado,

las presencias son llamas, las llamas son tigres, los tigres se han vuelto olas,

cascada de transfiguraciones, cascada de repeticiones, trampas del tiempo:

hay que darle su ración de lumbre a la naturaleza hambrienta,

hay que agitar la sonaja de las rimas para engañar al tiempo y despertar al alma,

hay que plantar ojos en la plaza, hay que regar los parques con risa solar y lunar,

hay que aprender la tonada de Adán, el solo de la flauta del fémur,

hay que construir sobre este espacio inestable la casa de la mirada,

la casa de aire y de agua donde la música duerme, el fuego vela y pinta el poeta”.



7. Tu medio favorito de transporte:


Concorde.

“Arriba el agua

abajo el bosque

el viento por los caminos


Quietud del pozo

El cubo es negro El agua firme


El agua baja hasta los árboles

El cielo sube hasta los labios”



8. Tus mejores amigos son:


Prójimo lejano.

“Anoche un fresno

a punto de decirme

algo –callóse”.



9. Tu color favorito es:


Escrito con tinta verde.

“La tinta verde crea jardines, selvas, prados,

follajes donde cantan las letras,

palabras que son árboles,

frases que son verdes constelaciones.


Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran

como una lluvia de hojas a un campo de nieve,

como la yedra a la estatua,

como la tinta a esta página.


Brazos, cintura, cuello, senos,

la frente pura como el mar,

la nuca de bosque en otoño,

los dientes que muerden una brizna de yerba.


Tu cuerpo se constela de signos verdes

como el cuerpo del árbol de renuevos.

No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:

mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas”



10. ¿Cómo está el clima?


Como quien oye llover.

"Óyeme como quien oye llover

ni atenta ni distraída,

pasos leves, llovizna,

agua que es aire, aire que es tiempo,

el día no acaba de irse,

la noche no llega todavía,

figuraciones de la niebla

al doblar la esquina,

figuraciones del tiempo

en el recodo de esta pausa,

óyeme como quien oye llover,

sin oírme, oyendo lo que digo

con los ojos abiertos hacia dentro,

dormida con los cinco sentidos despiertos,

llueve, pasos leves, rumor de sílabas,

aire y agua, palabras que no pesan:

lo que fuimos y somos,

los días y los años, este instante,

tiempo sin peso, pesadumbre enorme,

óyeme como quien oye llover,

relumbra el asfalto húmedo,

el vaho se levanta y camina,

la noche se abre y me mira,

eres tú y tu talle de vaho,

tú y tu cara de noche,

tú y tu pelo, lento relámpago,

cruzas la calle y entras en mi frente,

pasos de agua sobre mis párpados,

óyeme como quien oye llover,

el asfalto relumbra, tú cruzas la calle,

es la niebla errante en la noche,

es la noche dormida en tu cama,

es el oleaje de tu respiración,

tus dedos de agua mojan mi frente,

tus dedos de llama queman mis ojos,

tus dedos de aire abren los párpados del tiempo,

manar de apariciones y resurrecciones,

óyeme como quien oye llover,

pasan los años, regresan los instantes,

¿oyes tus pasos en el cuarto vecino?

no aquí ni allá: los oyes

en otro tiempo que es ahora mismo,

oye los pasos del tiempo

inventor de lugares sin peso ni sitio,

oye la lluvia correr por la terraza,

la noche ya es más noche en la arboleda,

en los follajes ha anidado el rayo,

vago jardín a la deriva

—entra, tu sombra cubre esta página”.



11. Tu momento favorito del día:


Antes del comienzo.

“Ruidos confusos, claridad incierta

Otro día comienza.

Es un cuarto en penumbra

y dos cuerpos tendidos.

En mi frente me pierdo

por un llano sin nadie.

Ya las horas afilan sus navajas.

Pero a mi lado tú respiras;

entrañable y remota

fluyes y no te mueves.

Inaccesible si te pienso,

con los ojos te palpo,

te miro con las manos.

Los sueños nos separan

y la sangre nos junta:

somos un río de latidos.

Bajo tus párpados madura

la semilla del sol.

El mundo

no es real todavía,

el tiempo duda:

sólo es cierto

el calor de tu piel.

En tu respiración escucho

la marea del ser,

la sílaba olvidada del Comienzo”.



12. Si tu vida fuese un programa de televisión se llamaría:


Fábula de Joan Miró.

“El azul estaba inmovilizado entre el rojo y el negro.

El viento iba y venía por la página del llano,

encendía pequeñas fogatas, se revolcaba en la ceniza,

salía con la cara tiznada gritando por las esquinas,

el viento iba y venía abriendo y cerrando puertas y ventanas,

iba y venía por los crepusculares corredores del cráneo,

el viento con mala letra y las manos manchadas de tinta

escribía y borraba lo que había escrito sobre la pared del día.

El sol no era sino el presentimiento del color amarillo,

una insinuación de plumas, el grito futuro del gallo.

La nieve se había extraviado, el mar había perdido el habla,

era un rumor errante, unas vocales en busca de una palabra.


El azul estaba inmovilizado, nadie lo miraba, nadie lo oía:

el rojo era un ciego, el negro un sordomudo.

El viento iba y venía preguntando ¿por dónde anda Joan Miró?

Estaba ahí desde el principio pero el viento no lo veía:

inmovilizado entre el azul y el rojo, el negro y el amarillo,

Miró era una mirada transparente, una mirada de siete manos.

Siete manos en forma de orejas para oír a los siete colores,

siete manos en forma de pies para subir los siete escalones del arco iris,

siete manos en forma de raíces para estar en todas partes y a la vez en Barcelona.


Miró era una mirada de siete manos.

Con la primera mano golpeaba el tambor de la luna,

con la segunda sembraba pájaros en el jardín del viento,

con la tercera agitaba el cubilete de las constelaciones,

con la cuarta escribía la leyenda de los siglos de los caracoles,

con la quinta plantaba islas en el pecho del verde,

con la sexta hacía una mujer mezclando noche y agua, música y electricidad,

con la séptima borraba todo lo que había hecho y comenzaba de nuevo.


El rojo abrió los ojos, el negro dijo algo incomprensible y el azul se levantó.

Ninguno de los tres podía creer lo que veía:

¿eran ocho gavilanes o eran ocho paraguas?

Los ocho abrieron las alas, se echaron a volar y desaparecieron por un vidrio roto.


Miró empezó a quemar sus telas.

Ardían los leones y las arañas, las mujeres y las estrellas,

el cielo se pobló de triángulos, esferas, discos, hexaedros en llamas,

el fuego consumió enteramente a la granjera planetaria plantada en el centro del espacio,

del montón de cenizas brotaron mariposas, peces voladores, roncos fonógrafos,

pero entre los agujeros de los cuadros chamuscados

volvían el espacio azul y la raya de la golondrina, el follaje de nubes y el bastón florido:

era la primavera que insistía, insistía con ademanes verdes.

Ante tanta obstinación luminosa Miró se rascó la cabeza con su quinta mano,

murmurando para sí mismo: Trabajo como un jardinero.


¿Jardín de piedras o de barcas? ¿Jardín de poleas o de bailarinas?

El azul, el negro y el rojo corrían por los prados,

las estrellas andaban desnudas pero las friolentas colinas se habían metido debajo de las sábanas,

había volcanes portátiles y fuegos de artificio a domicilio.

Las dos señoritas que guardan la entrada a la puerta de las percepciones, Geometría y Perspectiva,

se habían ido a tomar el fresco del brazo de Miró, cantando Une étoile caresse le sein d’une négresse.


El viento dio la vuelta a la página del llano, alzó la cara y dijo, ¿Pero dónde anda Joan Miró?

Estaba ahí desde el principio y el viento no lo veía:

Miró era una mirada transparente por donde entraban y salían atareados abecedarios.


No eran letras las que entraban y salían por los túneles del ojo:

eran cosas vivas que se juntaban y se dividían, se abrazaban y se mordían y se dispersaban,

corrían por toda la página en hileras animadas y multicolores, tenían cuernos y rabos,

unas estaban cubiertas de escamas, otras de plumas, otras andaban en cueros,

y las palabras que formaban eran palpables, audibles y comestibles pero impronunciables:

no eran letras sino sensaciones, no eran sensaciones sino Transfiguraciones.


¿Y todo esto para qué? Para trazar una línea en la celda de un solitario,

para iluminar con un girasol la cabeza de luna del campesino,

para recibir a la noche que viene con personajes azules y pájaros de fiesta,

para saludar a la muerte con una salva de geranios,

para decirle buenos días al día que llega sin jamás preguntarle de dónde viene y adónde va,

para recordar que la cascada es una muchacha que baja las escaleras muerta de risa,

para ver al sol y a sus planetas meciéndose en el trapecio del horizontes,

para aprender a mirar y para que las cosas nos miren y entren y salgan por nuestras miradas,

abecedarios vivientes que echan raíces, suben, florecen, estallan, vuelan, se disipan, caen.


Las miradas son semillas, mirar es sembrar, Miró trabaja como un jardinero

y con sus siete manos traza incansable —círculo y rabo, ¡oh! y ¡ah!—

la gran exclamación con que todos los días comienza el mundo”.



13. Tu regalo ideal de cumpleaños sería:


La vida sencilla.

“Llamar al pan y que aparezca

sobre el mantel el pan de cada día;

darle al sudor lo suyo y darle al sueño

y al breve paraíso y al infierno

y al cuerpo y al minuto lo que piden;

reír como el mar ríe, el viento ríe,

sin que la risa suene a vidrios rotos;

beber y en la embriaguez asir la vida,

bailar el baile sin perder el paso,

tocar la mano de un desconocido

en un día de piedra y agonía

y que esa mano tenga la firmeza

que no tuvo la mano del amigo;

probar la soledad sin que el vinagre

haga torcer mi boca, ni repita

mis muecas el espejo, ni el silencio

se erice con los dientes que rechinan:

estas cuatro paredes ?papel, yeso,

alfombra rala y foco amarillento?

no son aún el prometido infierno;

que no me duela más aquel deseo,

helado por el miedo, llaga fría,

quemadura de labios no besados:

el agua clara nunca se detiene

y hay frutas que se caen de maduras;

saber partir el pan y repartirlo,

el pan de una verdad común a todos,

verdad de pan que a todos nos sustenta,

por cuya levadura soy un hombre,

un semejante entre mis semejantes;

pelear por la vida de los vivos,

dar la vida a los vivos, a la vida,

y enterrar a los muertos y olvidarlos

como la tierra los olvida: en frutos...

Y que a la hora de mi muerte logre

morir como los hombres y me alcance

el perdón y la vida perdurable

del polvo, de los frutos y del polvo”.



14. ¿Qué es la vida para ti?


Vida entrevista.

“Relámpagos o peces

en la noche del mar

y pájaros, relámpagos

en la noche del bosque.


Los huesos son relámpagos

en la noche del cuerpo.

Oh mundo, todo es noche

y la vida es relámpago”.



15. Cómo es tu relación:


Carta de creencia.

CANTANTA

1

“Entre la noche y el día

hay un territorio indeciso.

No es luz ni sombra:

es tiempo.

Hora, pausa precaria,

página que se obscurece,

página en la que escribo,

despacio, estas palabras.

La tarde

es una brasa que se consume.

El día gira y se deshoja.

Lima los confines de las cosas

un río obscuro.

Terco y suave

las arrastra, no sé adónde.

La realidad se aleja.

Yo escribo:

hablo conmigo

—hablo contigo.


Quisiera hablarte

como hablan ahora,

casi borrados por las sombras

el arbolito y el aire;

como el agua corriente,

soliloquio sonámbulo;

como el charco callado,

reflector de instantáneos simulacros;

como el fuego:

lenguas de llama, baile de chispas,

cuentos de humo.

Hablarte

con palabras visibles y palpables,

con peso, sabor y olor

como las cosas.

Mientras lo digo

las cosas, imperceptiblemente,

se desprenden de sí mismas

y se fugan hacia otras formas,

hacia otros nombres.

Me quedan

estas palabras: con ellas te hablo.


Las palabras son puentes.

También son trampas, jaulas, pozos.

Yo te hablo: tú no me oyes.

No hablo contigo:

hablo con una palabra,

Esa palabra eres tú,

esa palabra

te lleva de ti misma a ti misma.

La hicimos tú, yo, el destino.

La mujer que eres

es la mujer a la que hablo:

estas palabras son tu espejo,

eres tú misma y el eco de tu nombre.

Yo también,

al hablarte,

me vuelvo un murmullo,

aire y palabras, un soplo,

un fantasma que nace de estas letras.


Las palabras son puentes:

la sombra de las colinas de Meknès

sobre un campo de girasoles estáticos

es un golfo violeta.

Son las tres de la tarde,

tienes nueve años y te has adormecido

entre los brazos frescos de la rubia mimosa.

Enamorado de la geometría

un gavilán dibuja un círculo.

Tiembla en el horizonte

la mole cobriza de los cerros.

Entre peñascos vertiginosos

los cubos blancos de un poblado.

Una columna de humo sube del llano

y poco a poco se disipa, aire en el aire,

como el canto del muecín

que perfora el silencio, asciende y florece

en otro silencio.

Sol inmóvil,

inmenso espacio de alas abiertas;

sobre llanuras de reflejos

la sed levanta alminares transparentes.

Tú no estás dormida ni despierta:

tú flotas en un tiempo sin horas.

Un soplo apenas suscita

remotos países de menta y manantiales.

Déjate llevar por estas palabras

hacia ti misma.

2

Las palabras son inciertas

y dicen cosas inciertas.

Pero digan esto o aquello,

nos dicen.

Amor es una palabra equívoca,

como todas.

No es palabra,

dijo el Fundador:

es visión,

comienzo y corona

de la escala de la contemplación

—y el florentino:

es un accidente

—y el otro:

no es la virtud

pero nace de aquello que es la perfección

—y los otros:

una fiebre, una dolencia,

un combate, un frenesí, un estupor,

una quimera.

El deseo lo inventa,

lo avivan ayunos y laceraciones,

los celos lo espolean,

la costumbre lo mata.

Un don,

una condena.

Furia, beatitud.

Es un nudo: vida y muerte.

Una llaga

que es rosa de resurrección.

Es una palabra:

al decirla, nos dice.


El amor comienza en el cuerpo

¿dónde termina?

Si es fantasma,

encarna en un cuerpo;

si es cuerpo,

al tocarlo se disipa.

Fatal espejo:

la imagen deseada se desvanece,

tú te ahogas en tus propios reflejos.

Festín de espectros.


Aparición:

el instante tiene cuerpo y ojos,

me mira.

Al fin la vida tiene cara y nombre.

Amar:

hacer de un alma un cuerpo,

hacer de un cuerpo un alma,

hacer un tú de una presencia.

Amar:

abrir la puerta prohibida,

pasaje

que nos lleva al otro lado del tiempo.

Instante:

reverso de la muerte,

nuestra frágil eternidad.


Amar es perderse en el tiempo,

ser espejo entre espejos.

Es idolatría:

endiosar una criatura

y a lo que es temporal llamar eterno.

Todas las formas de carne

son hijas del tiempo,

simulacros.

El tiempo es el mal,

el instante

es la caída;

amar es despeñarse:

caer interminablemente,

nuestra pareja

es nuestro abismo.

El abrazo:

jeroglífico de la destrucción.

Lascivia: máscara de la muerte.


Amar: una variación,

apenas un momento

en la historia de la célula primigenia

y sus divisiones incontables.

Eje

de la rotación de las generaciones.


Invención, transfiguración:

la muchacha convertida en fuente,

la cabellera en constelación,

en isla la mujer dormida.

La sangre:

música en el ramaje de las venas;

el tacto:

luz en la noche de los cuerpos.


Trasgresión

de la fatalidad natural,

bisagra

que enlaza destino y libertad,

pregunta

grabada en la frente del deseo:

¿accidente o predestinación?


Memoria, cicatriz:

—¿de dónde fuimos arrancados?,

memoria: sed de presencia,

querencia

de la mitad perdida.

El Uno

es el prisionero de sí mismo,

es,

solamente es,

no tiene memoria,

no tiene cicatriz:

amar es dos,

siempre dos,

abrazo y pelea,

dos es querer ser uno mismo

y ser el otro, la otra;

dos no reposa,

no está completo nunca,

gira

en torno a su sombra,

busca

lo que perdimos al nacer;

la cicatriz se abre:

fuente de visiones;

dos: arco sobre el vacío,

puente de vértigos;

dos:

Espejo de las mutaciones.

3

Amor, isla sin horas,

isla rodeada de tiempo,

claridad

sitiada de noche.

Caer

es regresar,

caer es subir.

Amar es tener ojos en las yemas,

palpar el nudo en que se anudan

quietud y movimiento.

El arte de amar

¿es arte de morir?

Amar

es morir y revivir y remorir:

es la vivacidad.

Te quiero

porque yo soy mortal

y tú lo eres.

El placer hiere,

la herida florece.

En el jardín de las caricias

corté la flor de sangre

para adornar tu pelo.

La flor se volvió palabra.

La palabra arde en mi memoria.


Amor:

reconciliación con el Gran todo

y con los otros,

los diminutos todos

innumerables.

Volver al día del comienzo.

Al día de hoy.


La tarde se ha ido a pique.

Lámparas y reflectores

perforan la noche.

Yo escribo:

hablo contigo:

hablo conmigo.

Con palabras de agua, llama, aire y tierra

inventamos el jardín de las miradas.

Miranda y Fernand se miran,

interminablemente, en los ojos

—hasta petrificarse.

Una manera de morir

como las otras.

En la altura

las constelaciones escriben siempre

la misma palabra;

nosotros,

aquí abajo, escribimos

nuestros nombres mortales.

La pareja

es pareja porque no tiene Edén.

Somos los expulsados del Jardín,

estamos condenados a inventarlo

y cultivar sus flores delirantes,

joyas vivas que cortamos

para adornar un cuello.

Estamos condenados

a dejar el Jardín:

delante de nosotros

está el mundo.

Coda

Tal vez amar es aprender

a caminar por este mundo.

Aprender a quedarnos quietos

como el tilo y la encina de la fábula.

Aprender a mirar.

Tu mirada es sembradora.

Plantó un árbol.

Yo hablo

porque tú meces los follajes”.



16. Tu miedo:

Insomnio.

“Quedo distante de los sueños.

Abandona mi frente su marea,

avanzo entre las piedras calcinadas

y vuelvo a dar al cuarto que me encierra

aguardan los zapatos, los lazos de familia,

los dientes de sonreír

y la impuesta esperanza:

mañana cantarán las sirenas.

(Y en mi sangre

Otro canto se eleva: Yo no digo

mi canción sino a quien conmigo va…)


Sórdido fabricante de fantasmas,

de pequeños dioses oscuros,

polvo, mentira en la mañana.

Desterrado de la cólera y de la alegría,

sentado en una silla, en una roca,

frente al ciego oleaje: tedio, nada.

Atado a mi vivir

y desasido de la vida”.



17. ¿Cuál es el mejor consejo que puedes dar?:


Conversar.

“En un poema leo:

conversar es divino.

Pero los dioses no hablan:

hacen, deshacen mundos

mientras los hombres hablan.

Los dioses, sin palabras,

juegan juegos terribles.


El espíritu baja

y desata las lenguas

pero no habla palabras:

habla lumbre. El lenguaje,

por el dios encendido,

es una profecía

de llamas y una torre

de humo y un desplome

de sílabas quemadas:

ceniza sin sentido.


La palabra del hombre

es hija de la muerte.

Hablamos porque somos

mortales: las palabras

no son signos, son años.

Al decir lo que dicen

los nombres que decimos

dicen tiempo: nos dicen.

Somos nombres del tiempo.

Conversar es humano”.



18. Si pudieras elegir otro nombre, ¿cuál sería?


Salamandra.

“[…]

Salamandra

dardo solar

lámpara de la luna

columna del mediodía

nombre de mujer

balanza de la noche.

(El infinito peso de la luz

un adarme de sombra en tus pestañas)


Salamandra

llama negra

heliotropo

sol tú misma

y luna siempre en torno de ti misma

granada que se abre cada noche

astro fijo en la frente del cielo

y latido del mar y luz ya quieta

mente sobre el vaivén del mar abierta


Salamandra

saurio de unos ocho centímetros

vive en las grietas y es color de polvo

Salamandra de tierra y de agua

piedra verde en la boca de los muertos

piedra de encarnación

piedra de lumbre

sudor de la tierra

sal llameante y quemante

sal de la destrucción

y máscara de cal que consume los rostros


Salamandra de aire y de fuego

avispero de soles

roja palabra del principio


La salamandra es un lagarto

su lengua termina en un dardo

su cola termina en un dardo

Es inasible Es indecible

reposa sobre brasas

reina sobre tizones

Si en la llama se esculpe

su monumento incendia.

El fuego es su pasión es su paciencia

Aguamadre

Salamadre”



19. Un pensamiento para hoy:

La calle.

“Es una calle larga y silenciosa.

Ando en tinieblas y tropiezo y caigo

y me levanto y piso con pies ciegos

las piedras mudas y las hojas secas

y alguien detrás de mí también las pisa:

si me detengo, se detiene;

si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.

Todo está oscuro y sin salida,

y doy vueltas y vueltas en esquinas

que dan siempre a la calle

donde nadie me espera ni me sigue,

donde yo sigo a un hombre que tropieza

y se levanta y dice al verme: nadie”.



20. Cómo quisieras morir:


Ejercicio preparatorio.

(Díptico con tablilla votiva)


Meditación

(Primer tablero)


La premeditación de la mort est premeditación de la

liberté. Qui a apris à mourir, il a desapris à desapris á servir.

Michel de Montaigne


“La hora se vacía.

Me cansa el libro y lo cierro.

Miro, sin mirar, por la ventana.

Me espían mis pensamientos.

Pienso que no pienso.

Alguien, al otro lado, abre una puerta.

Tal vez, tras esa puerta,

no hay otro lado.

Pasos en el pasillo.

Pasos de nadie: es sólo el aire

buscando su camino.

Nunca sabemos

si entramos o salimos.

Yo, sin moverme,

también busco —no mi camino:

el rastro de los pasos

que por años diezmados me han traído

a este instante sin nombre, sin cara.

Sin cara, sin nombre.

Hora deshabitada.

La mesa, el libro, la ventana:

cada cosa es irrefutable.

Sí,

la realidad es real.

Y flota

—enorme, sólida, palpable—

sobre este instante hueco.

La realidad

está al borde del hoyo siempre.

Pienso que no pienso.

Me confundo

con el aire que anda en el pasillo.

El aire sin cara, sin nombre.

Sin nombre, sin cara,

sin decir: he llegado,

llega.

Interminablemente está llegando,

inminencia que se desvanece

en un aquí mismo

más allá siempre.

Un siempre nunca.

Presencia sin sombra,

disipación de las presencias,

Señora de las reticencias

que dice todo cuando dice nada,

Señora sin nombre, sin cara.


Sin cara, sin nombre:

miro

—sin mirar;

pienso

—y me despueblo.

Es obsceno,

dije en una hora como ésta,

morir en su cama.

Me arrepiento:

no quiero muerte de fuera,

quiero morir sabiendo que muero.

Este siglo está poseído.

En su frente, signo y clavo,

arde una idea fija:

todos los días nos sirve

el mismo plato de sangre.

En una esquina cualquiera

—justo, omnisciente y armado—

aguarda el dogmático sin cara, sin nombre.


Sin nombre, sin cara:

la muerte que yo quiero

lleva mi nombre,

tiene mi cara.


Es mi espejo y es mi sombra,

la voz sin sonido que dice mi nombre,

la oreja que escucha cuando callo,

la pared impalpable que me cierra el paso,

el piso que de pronto se abre.

Es mi creación y soy su criatura.

Poco a poco, sin saber lo que hago,

la esculpo, escultura de aire.

Pero no la toco, pero no me habla.

Todavía no aprendo a ver,

en la cara del muerto, mi cara”.



21. El estado actual de tu alma:

Entre irse y quedarse.

“Entre irse y quedarse duda el día,

enamorado de su transparencia.

La tarde circular es ya bahía:

en su quieto vaivén se mece el mundo.

Todo es visible y todo es elusivo,

todo está cerca y todo es intocable.

Los papeles, el libro, el vaso, el lápiz

reposan a la sombra de sus nombres.


Latir del tiempo que en mi sien repite

la misma terca sílaba de sangre.


La luz hace del muro indiferente

un espectral teatro de reflejos.


En el centro de un ojo me descubro;

no me mira, me miro en su mirada.

Se disipa el instante. Sin moverme,

yo me quedo y me voy: soy una pausa”.



22. Tu mayor secreto:

Identidad.

“En el patio un pájaro pía,

como el centavo en su alcancía.

Un poco de aire su plumaje

se desvanece en un viraje.

Tal vez no hay pájaro ni soy

ese del patio en donde estoy”.



23. Tu lema:


La palabra dicha.

“La palabra se levanta

de la página escrita.

La palabra,

labrada estalactita,

grabada columna,

una a una letra a letra.

El eco se congela

en la página pétrea.

Ánima,

blanca como la página,

se levanta la palabra.

Anda

sobre un hilo tendido

del silencio al grito,

sobre el filo

del decir estricto.

El oído: nido

o laberinto del sonido.

Lo que dice no dice

lo que dice: ¿cómo se dice

lo que no dice?

Di

tal vez es bestial la vestal.

Un grito

en un cráter extinto:

en otra galaxia

¿cómo se dice ataraxia?

Lo que se dice se dice

al derecho y al revés.

Lamenta la mente

de menta demente:

cementerio es sementero,

simiente no miente.

Laberinto del oído,

lo que dices se desdice

del silencio al grito

desoído.

Inocencia y no ciencia:

para hablar aprende a callar”.






Mafalda desde si misma...


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