sábado, 29 de septiembre de 2012

Sirena...





Escuchen la rola

Sin antecedentes de por medio, ésta soy: escribana que atesora su soledad como si se tratara de un hijo. Desnudándome con letras ante aquel que se asome a leer. Me defiendo con flechas puntiagudas, de brujas con dientes afilados y navajas barberas. Me divierte descubrir que mi astucia, incluso, mi presencia, saca a flote complejos en otras personas.
Ésta soy con mis carencias y miedos. Me muestro tal cual y, de inmediato, repelo a los falsos, arrogantes, pretensiosos. La gente auténtica encuentra acomodo a mi lado. 
Soy de sonrisa fácil. Me burlo de la estreñida falsedad de clase, de sueños de pose y baños de pureza. No soy vulgar soy franca, sincera. Rechazo la doble moral y la falta de sentido social.
Por miedo, no me enamoro fácilmente. Tengo la virtud de Momo: soy capaz de escuchar por horas y, sólo porque sí, busco a mi Casiopea. 

Para colmo, estoy sujeta a los caprichos de un sentimiento que tomó forma y por momentos acción. Me jala hacia torbellinos y me hunde en mares donde me sujetan animales marinos. Mi carne morena es acariciada y al instante llegan los recuerdos. Flores blancas en el fondo del mar me llaman y ahí me quedo, envuelta entre tentáculos, pecando con la memoria, sin nadie que me guíe. Boca arriba, floto; voy consumiendo el oxígeno poco a poco. De nada me servirá mi entrenamiento de natación diaria...
Cuando Tritón aparezca, no deseo que nadie me auxilie. 
A ver si no me ahogo un día de estos…

Foto de First Chapter: Cast

Mafalda desde si misma.



sábado, 15 de septiembre de 2012

De por qué no fui Psiquiatra...








Hablaba acerca de sus viajes a lugares lejanos. Describía ciudades y experiencias a detalle. La colección de autos antiguos de su padre, se convirtió en el sueño dorado de varios. Sus padres conocían Europa como la palma de su mano; pronto viajaría con ellos a Tokio. Les traeré unas postalitas, un día nos dijo despectiva.
Le pondré por nombre Rebeca a esta mujer que conocí en la facultad de medicina, el verdadero me lo guardo en el baúl de los recuerdos. 
Rebeca tenía una memoria prodigiosa, característica elemental y necesaria para poder recrear con detalle y sin contradicción, la infinidad de cosas que ella decía conocer y hacer. Fruncía la nariz cuando alguien le invitaba a por una torta, unos tacos o tamales; decía no con un movimiento leve y rápido de su dedo índice. Sentaba su corpulencia regordeta y compacta de tal forma, que parecía temer contagiarse de alguna especie rara de acaro asesino que vivía en las bancas y sillas. Contraía su cuerpo a la mínima expresión, por supuesto no lo lograba, y retenía por momentos el aliento, para luego, sacarlo en soplitos lentos. Todas estas poses eran con la finalidad de mostrar una actitud de sofisticación. Fumaba con boquilla y la manera de cruzar las piernas, le extendía las caderas hacia los lados, haciéndola ver muy ancha.
Rebeca era mitómana. Desde el primer momento que la escuché y miré lo supe y  al mismo tiempo también, descubrí que yo no tendría la paciencia de un Psiquiatra.  Cuando Rebeca empezaba con sus delirios de grandeza, yo daba media vuelta y dejaba al grupito tolerante ahí, escuchando fantasías. Intenté no sentirme irritada cuando descubrí que Rebeca esperaba hasta que todos nos retiráramos de la facultad, para ir a buscar a su padre anciano, que aguardaba en un volkswagen viejo, cerca de la facultad de filosofía y letras para llevarla a casa: Rebeca se avergonzaba de él.  Esa buena memoria y capacidad de retención le ayudó para sacar notas sobresalientes. En sexto semestre tomamos diferentes caminos. Hoy no sé si logró ser y tener lo que anhelaba en sus delirios: casarse con un extranjero, culto y millonario.
Admito que no tolero a los mitómanos, a los que no se aceptan tal como son, a los acomplejados: son tan infelices. Y mucho menos los soporto, cuando en aras de ser aceptados y tener credibilidad en sus poses falsas, provocan un ambiente que perjudica a terceros.   Decía Antístenes: su propio carácter los corroe tanto como la herrumbre al hierro. 


Recuerdo del día:  Para esas “faltas” habrá que comprar el relleno.  Me hubiera gustado delinear su sombra y después, a través de ella, crear uno igual a él para dormir en sus brazos cada noche.
El fetiche que no habla. “Las violetas son flores del deseo” de Ana Clavel es una historia acerca del proceso de sustitución. Julián Mercader sustituye con muñecas la pasión por su hija y que lo enloquece. Un libro sensual y sexual. 
Inicia Ana Clavel: “La violación comienza con la mirada”. 
Una recomendación para los que disfrutan la psicología de los personajes.


Foto de The Big Sis





sábado, 8 de septiembre de 2012

La canción más hermosa del mundo...







Escuchen la Rola: “La canción más hermosa del mundo”. Canta: Buena Fe. Letra: Joaquín Sabina.



Por qué el amor será tan importante si lastima tanto. Eso de transformarse, suspirar, perder la objetividad: nuestro tiempo se encuentra determinado por el ritmo de latidos ajenos y de momentos compartidos.  Nos convertimos en seres arrebatados, zarpamos sin rumbo ni brújula.  Las razones y el análisis de las cosas es de complemento suicida; aún así, damos el primer paso con él o ella guardados en la maleta.

-Brillamos,    juntos-,    decimos.
-Somos,    felices,   juntos-,   replicamos.
-Logros,   mutuos,   para dos-,    aseguramos.

¡El amor no tiene piedad, nos roba el aire!
Por eso habrá que colocarle un filtro arrollador o una coma a cada acción,
s e p a r a r l a s.
Hacer del amor un     i n d i v i d u o.
Si no seguimos estas dos normas, estaremos perdidos.

Recomiendo, para este mal, tomar cinco minutos de aire para no morir de amor…resucitar en caso de pérdida y desintoxicarse en caso de envenenamiento.


Amé.
Sembré raíces.
Iré con otros,
te permaneceré.
Consolido más caricias,
no serán tuyas.
Estaré contigo,
sin estar.
Existo aunque no me mires;
te regalo recuerdos
en piedras.
El amor debe ser libertad
de soñar el horizonte sin perderse.
Te amo, te amé.
Y desde el primer momento
no estarás, no estaré sola.



No se trata de olvidar. 
Los recuerdos son verdadera compañía cuando dejan de hacer daño…


Recuerdo del día:  Ayer hablé del azar y del destino con un amigo.  Del amor, también.  Voy terminando de leer una novela de sueños y destinos, la sentí absurda. Las casualidades me parecieron fuera de contexto, rayando en lo infantil. La terminé por necedad más que por otra cosa.  El azar objetivo y la causalidad me interesan.  Las casualidades definidas como destino manifiesto, me irritan. Me cuesta creerlas. No hablaré de ese libro.  Al que me referiré es a otro donde el escritor  manejó algunos elementos similares  pero con maestría. 
La búsqueda interna, el azar y los giros que encontré en  “El Palacio de la Luna”  de Paul Auster, me parecieron interesantes.  El elemento de la soledad, siempre presente en sus novelas, me lastimó.  Lo mejor: aprendí algo fundamental dentro de la narrativa en la cual el azar juega un papel importante; es la utilización de la metaficción:  Marco Stanley Fogg, protagonista de la novela, hereda de su tío miles de libros. Stanley se encuentra en la miseria y utiliza los libros como muebles (mesa, escritorio, silla, cama). Cuando llega al límite, vende poco a poco los libros, pero no sin antes haberlos leído conforme se iba deshaciendo de cada uno.  Y, es así como sus muebles van encogiéndose hasta desaparecer; y su búsqueda interna, alimentándose de referencias literarias.
Deberíamos estar preparados para todo, dice Auster, porque sino, no estaremos preparados para nada…


Mafalda desde si misma…


Foto de An Intimate Performance





  

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