Si
hubiera tenido una hija rogaría que no estudiara medicina: una carrera contra
el tiempo y la vida.
Estuve
muchos años perdida en el encierro y del mundo. Allá afuera había un misterio,
un universo que debía explorar a detalle, así como mi cuerpo. Y me lo perdí entero.
Hace
unas semanas he revivido cada detalle de mi adolescencia y me ha entrado un
dolor intenso en el alma. No me arrepiento de lo que soy en este momento ni
mucho menos de lo que he logrado. Lo que me entristece es lo que me he perdido,
que es mucho. Sumado a todo esto está mi entorno limitado en libertades de ser.
Tuve una ventaja, mi imaginación sin límite, la cual utilizo hasta la actualidad
para crear mundos, imágenes, situaciones, escenarios.
Mi
situación y escenario real no pintaba nada bien para que yo lograra lo que soy
en la actualidad. Estuve a punto de ser una adolescente perdida en la nada y
alguien me salvó. Para mamá y hermanos, esto de lograr ser profesionistas es un
galardón hermoso que nos gusta disfrutar sin perder el piso. Somos y tenemos
con orgullo y esfuerzo.
Es
por todo eso que cuando conozco personas que tuvieron una infancia bella, sin
inconvenientes, con posibilidades extensas y que intentan sacar ventaja de mi,
tomo el avión y huyo. Después, en terreno amigo, volteo y analizo. No puedo dejar el recuento de los hechos a un
lado, la base científica me hizo médica. Sé que los sentimientos no se valoran
como las cosas materiales, aún así me doy a la tarea de pensarlos. Me hubiera
gustado tener un carácter anti-crimen, anti-abatimiento, anti-dolor, anti-cabrones.
Lo malo es que soy puro sentimiento. Aún así he tenido la fuerza para sortear
pendejadas, crueldades, accidentes, infortunios, pérdidas y soledades.
Me
brindo con facilidad, me engañan con rapidez. Desde hace algunos años (después
de una experiencia de aguante y negación), en cuanto descubro la mentira o el
peligro, gano el maratón a punta de zapatazos.
Me
falta tanto para entender el mundo y cuento con tan poco tiempo para hacerlo.
Me esfuerzo para no perder la fe en la humanidad, para creer en las personas.
Pero me he topado con experiencias que hacen que me resista a confiar de nuevo
y me vaya de bruces. Impresionada, tomo mi bolsa repleta de contradicciones y me
dedico a armar el rompecabezas. Y
literal: anda rota mi tatema, en otras palabras “yo no entender”. Fui educada con miles de prejuicios que he
bateado de a poco. Leer me ha ayudado a abrir fronteras, a deshacerme de dobles
ideas, de dobles moralidades. Pero hay
delicadezas, detalles, a los que no debo restarles importancia, que hablan y
definen a cualquier ser humano.
Chav@s,
no hagan a otr@s lo que no desearían que les hicieran a ustedes. Es un
ejercicio sencillo que no quita mucho tiempo. Ahora, si su intención es la
gandallez, chingar, ser cabroncet@s para que no los olviden (un consejo muy
trillado), pues allá ustedes. Para aquellos que creen que tarde o temprano todo
se paga en esta vida, prepárense para el
madrazo que algún día les llegará.
Me
hubiera gustado tanto haber disfrutado la imagen que creé de él en mi cabeza,
de su compañía, incluso de su amistad. Haber intercambiado ideas, aprendido de
su elocuencia.
Me
costó tanto levantar del piso mi autoestima. Me amo tanto en estos tiempos que
no puedo aceptar poco, a guevo y condicionado ; aunque tenga la edad que tenga.
No
sé qué traigo cargando en la mirada que no veo con anticipación las
intenciones, mi decisión fue mala al inicio, en la parte intermedia y al final,
porque en los tres momentos tuve fe de haberme equivocado. Mi intención en los
dos primeros momentos fue buena, en el último, acepto mi responsabilidad, fue
mala, quería desenmascarar, dar en el blanco.
Seguiré
caminando, sonriendo, disfrutando lo disfrutable, besando cuando se presente la
oportunidad, recibiendo caricias y ofreciéndolas (limitadas).