domingo, 27 de septiembre de 2009

Confesiones inconfesables...






Aquí permanezco, aprendo a vivir a pesar de tu distancia. Me siento en el lugar de los recuerdos para verlos pasar. Escucho la vida dispararse a mi alrededor y las voces que conocimos entonan nuestra canción.



No permito que se apague el color de nuestros cuerpos, evito que el amor se torne transparente. Ya no deshojo margaritas, ni le permito al río robarse los pétalos que la indecisión soltó con lágrimas a través de los confluentes de soledad.

Descifro miradas de cenizas, miradas de fuego, miradas de agua, miradas de viento. Traduzco palabras, las embellezco, las acomodo, las conjugo para que tengan significado. Cuando por fin le doy forma a una rama de abedul para asirme, el ruido de la noche, o la humedad de semillas derramadas, me atrapan. Me pierdo entre las hojas; encuentro aves y me uno a su vuelo. Interpreto también sonidos. Por momentos me aburre aceptar mi debilidad que se asoma en forma de temblor en los labios.

Aquí permanezco, reencontrada por amores pasados. Maldita sea.


Tito está recostado en mis pies. Corrió por el jardín varias horas, a su regreso en su hocico cargaba un palo de madera. Lo soltó en el suelo y se echo a dormir. Por momentos sueña que persigue ardillas, mueve el rabo y suelta un leve ladrido.

Tengo meses escribiendo la historia de Ateh con varias voces. La casa se fue pintando de tonos maravillosos. En ocasiones me entretenían otras historias sin relación con la casa. Hay días que tengo que leer, lo necesito, se ha convertido en una necesidad así como lo es dormir y comer.

Al escribir de la Casa pintada, me convertí en inquilina de la misma. Ahora es un hogar de historias, de sentimientos, de experiencias, de ensoñaciones, de absurdos, de promesas y de recuerdos.
Entrar en ella es reencontrarse con la infancia, con el amor, con la sensualidad o consigo mismo.

Ateh , Cornelio, los peces, Tito y yo, Dorotea, les invitamos a soñar, a cantar, a reseñar o simplemente a leer poesía, cuento y algunas que otras: Confesiones inconfesables.
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FIRMA: Un ser de este mundo.






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miércoles, 23 de septiembre de 2009

La historia...






Me senté a escribir una historia.
Frente a mi escritorio, el ventanal detenía el halo frío de invierno que dejaba opacado el cristal. Afuera había susurro y movimiento. Los pinos le arrebataban las palabras a los matorrales enanos. Al césped le brillaba el roció helado. Sobre un tronco irregular, una ardilla le permitía al viento que la acariciara; mientras tanto el olor a madera se metía en las narices húmedas de Tito mi viejo pastor inglés de dos años de edad.
A Tito le gusta jugar con ardillas, las persigue por el pasto hasta que burlonas, lo cansan, entonces, los juguetones roedores se suben a las ramas altas de los pinos y desde ahí lo miran triunfantes.
De pronto, escucho a Tito ladrar…descubrió a la ardilla.
Sé que estás ahí pero ¿dónde?, le dije a la idea.
¿Soñé la historia?
Vi una casa de colores.
Un lunes conocí la casa. Tiene un jardín con abedules y margaritas. El recibidor, la cocina pequeña de madera rústica y el estudio están en la planta baja. Tiene escaleras en espiral para llegar a otro piso donde hay una habitación amplia con ventanas que miran hacia el sur. La madera de la cama y de los muebles es porosa y tosca. Al pie de la cama hay uno de varios baúles antiguos, es el más grande. Los demás están en fila y recargados en las dos paredes laterales de la recámara y son de diferentes tamaños. Desde esa habitación con baúles el jardín de margaritas es una sábana blanca moteada de puntos amarillos. El cuarto de lavado mira hacia la parte posterior de la casa. Ese día la dueña había lavado algunas prendas, se movían en mecates y amenazaban con fugarse ayudadas por el viento.

Un martes abrí el baúl grandote y salieron algunas imágenes; se desprendieron de las envolturas de papel donde las tenían guardadas.
Un miércoles, casi me sorprende ella escudriñando recuerdos. Me escondí bajo la cama.
Un jueves, la espié a través del ventanal del estudio. Miré libreros atiborrados de libros, sobre uno de los sillones de descanso, brillaba un saxofón. Llovía, pero no me importó mojarme. A ella la acompañaba un colibrí. En el recibidor colocó una pecera donde alojó quince peces.
Un viernes, por fin me vio.

Existen diferentes formas de leer.
Hay quien escucha lo escrito.
Hay quien ve lo que lee.
Hay quien vive lo que lee.
Hay quien lee y se reconoce.
Existen cosas que no te escribo, o tal vez pienso que no lo hago,
y sin embargo vienes y las lees.

Quisiera decirte muchas cosas y a veces,
sólo salen frases incompletas o se fabrican historias absurdas.
Se pintan colores…

Logré por fin darle forma a los ruidos que hacíamos cuando nos amábamos, se oyeron los gemidos, ¿verdad?
Hice un bosquejo formado de paredes, luego los escribí, los dibujé y los repetí muchas veces.
En este momento lees lo que escribo, viajas a través de estas palabras como yo lo hago montada en el espesor de los recuerdos.

Soy un recuerdo, en eso me convertí,
esperas que vuelva pero,
sin irme aún,
regresé.
Y me lees…



¡Ah!, por cierto, Ateh, soy Dorotea, le dije el día que por fin me vio.


FIN


FIRMA: Un ser de este mundo.




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miércoles, 9 de septiembre de 2009

Para conocer a la desconocida...







Para conocer a la desconocida hay que descifrar cada uno de estos puntos:
· Recoge hojas muertas de árbol y les da vida y utilidad.
· Pregunta a la naturaleza y recibe respuestas vitales.
· Coloca suspiros de colores en cajas pequeñas. Luego los libera y forma arcoíris.
· Camina por senderos hasta descubrir dónde se inician y bifurcan.
· Recorre las ramas de abedul con lentitud hasta encontrar al colibrí y conocer a las aves nocturnas.
· Después de cada tormenta, busca un charco de agua sucia, entonces, se refleja e inician las preguntas.
· Rescata pedazos de brillos lunares que entran a través de su ventana y se los pone de peineta.
· Baila de puntillas, da vueltas en contrasentido y forma remolinos para jugar con las aves.
· Recorre los arrecifes de la bañera, nadando con sus peces.
· Sopla la melancolía, el amor, la alegría, la sensualidad y los transforma en música para los oídos.
· Conoce la naturaleza, reconoce lo natural.

Cuando está conmigo:
· Se esconde en mi mirada.
· Busca con sus manos el nacimiento de mis nalgas y ahí, siembra una promesa.
· Da paseos en mi pecho, habla en susurros con mis brazos y mi vientre, y logra comunicarse con mis sentidos.
· Saborea cada músculo, surco y prominencia.
· Cabalga en mí cerrando los ojos. Luego, en estado hipnótico, se deja llevar hasta la cumbre.
· Gime de placer cuando mi río se desborda por ella y en ella.
· Se acomoda en un pómulo y me ve y me respira y me susurra y me canta y me recorre y…se esconde en mi mirada…

Querida Ateh:

¡Lo lograste! Abriste la ventana y ahí estaba la cara del universo. Sólo falta descifrarla. En ocasiones es necesario vernos a través de los ojos de los demás. Aunque lo más importante es reconocerte en los espejos.
Mi pequeña, me alegra leer que antes de ir a dormir te sacudes todo y te lanzas un clavado hasta las profundidades de tus sueños.
No te he encontrado en mis lecturas, ¿será que has cambiado de gustos? Dices que estás leyendo más cuentos que novelas, tal vez sea por eso.
Así como a ti, la lluvia me hechiza. Una tormenta cayó hace unos días, enjuagó el cielo y lo pulió tan bien, que destellaba luz, entonces, te imaginé columpiándote en Casiopea.
Envío saludos a Cornelio y a los peces.
A Emilio lo invito a sembrar un mar y que se anime a abortar ese riachuelo.

Te quiere.
Dorotea.





Estamos en el mes patrio y hay que festejar. ¡Comiendo y chupando que es gerundio! Faltaba más.




¡VIVA MÉXICO!




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