viernes, 2 de junio de 2017

02.06.2017...


 

Es la segunda semana que coincido por la tarde en el lugar donde entreno, con un corredor venezolano que llega acompañado de su hija. Se trata de una loca bajita que carga aproximadamente 3 años de edad, de inquietud intensa, ojos negros, pelo rizado y con un acento caribeño muy marcado y simpático. ¿Ya puedo entrenar con vos?, me dijo ayer cuando terminaba mis kilómetros del día. Me sorprendió escuchar el "vos", desconocía que lo utilizarán en Venezuela. El miércoles mi coach y yo también coincidimos con ellos, incluso se enojó cuando nos fuimos: y ahora quién me va a cuidar, protestó. No he platicado mucho con el papá, ella, la loca bajita, tal vez aleccionada no dice ni su nombre. Pregunta a mi padrrree, me contesta cada que intento saber aunque sea su mote. El viernes pasado no lo acompañó, el venezolano fue solo a la pista. Terminamos de entrenar él y otro corredor casi al mismo tiempo. Mientras enfriábamos los tres platicamos, fue que me enteré que correría con un grupo de amigos el medio maratón de la Ciudad de México y, de acuerdo a cómo le fuera y se sintiera, a lo mejor se sortearía el maratón, nos estuvo regalando consejos para correr el medio del Día del padre y nos habló acerca del grupo de venezolanos que son sus amigos runners.
Ayer, el demonio enano de 3 años, se colgó de mi mano durante mis vueltas de recuperación, llevaba cargando un muñeco pelón. ¿Cómo te llamas?, insistí. No cedió. Se dedicó a platicarme acerca de su juguete y de que le gustaba cuando su padre la lleva a los juegos. Yo estiraba y ella también. Mientras eso sucedía, el papá daba vueltas en la pista. ¿Quieres que te tome una foto?, me dijo de repente, le extendí mi celular y clic, clic, clic. Por ahí aparece en una el padre de la loca bajita, que no es tan mala para sacar fotos por cierto. A ella no le tomé ninguna, no lo pienso hacer sin el permiso del papá. 
Me inquieta que lleven niños y los dejen por ahí, mientras los padres andan entrenado. Son tiempos difíciles. Ayer, cuando me fui, la dejé en la arena que utilizan para entrenar salto, está en un extremo de la pista, se quitó los zapatos y se puso a hacer castillos. Nos vemos luego, me gritó, meneando su manita...

 

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