martes, 22 de julio de 2008

FE-TICHE







Cuando se espera a través de una ausencia, suceden cosas extrañas, se presentan situaciones absurdas, donde sin querer llegamos a conocer nuestros propios extremos. He jugado juegos peligrosos, pero nunca me imaginé encontrarme envuelta en una situación parecida y mucho menos con estas características.


Te voy a contar que desde hace unos meses tengo una comezón intensa que se inicia en la mirada; sí, así es, pensarás que estoy loca pero... ¿Alguna vez te ha quemado una visión de manera repentina al pasar a través de tu campo visual? ¿Has experimentado un calor intenso placentero, que baja lentamente desde tus pupilas y, abraza las comisuras de los labios, recorre la yugular y se columpia con las oleadas palpitantes de tu corazón?; después, ese calor, ese fuego, te deja una sensación de comezón inexplicable, un prurito desquiciante que sólo cede evocando nuevamente la imagen que lo provocó.

Todo inició un día nublado, de esos que se quedan como atorados, presagiando más no actuando; la religión es algo que no se me da, no he logrado tomar en serio nada que tenga que ver con simbolismos, con dogmas; y como la curiosidad nació conmigo, cosida fuertemente al dobladillo de la duda, no se me hizo extraño que mis pies automáticamente decidieran entrar a protegerme de la amenaza líquida de una tormenta, precisamente en una iglesia. Entré como se abre paso la inconciencia: sin anuncio; el ruido que provocaron mis pasos me asustó, el eco de mi pisada subía como humo de incienso, aumentando paulatinamente hasta manifestarse exagerado cuando llegaba a la cúpula dorada, donde dos ángeles me miraban desafiantes, sentí que bajarían a recriminarme. La iglesia estaba vacía de feligreses, el olor a copal lo percibí intenso; sólo un hilillo de luz polvorienta se filtraba a través de un vitral viejo, al cual el tiempo y lo inaccesible de su posición lo condenaron a convertirse en una placa mugrienta; lo que iluminaba de a poco eran las innumerables velas así como una lámpara larga colgada y abrazada por los dos ángeles voladores. El santuario era pequeño, un cristo ocupaba la parte posterior de la mesa del altar, el barroco con su teatralidad y dramática viveza se reflejaba en los inmensos cuadros distribuidos en cada cuadrante donde se fijara la mirada, imágenes de pasiones violentas, miradas de éxtasis celestial y de dolor perseguían mi presencia, muros retorcidos y doblados tenían esculturas que daban la impresión de movimiento por el esplendor alucinante de las velas. Sólo había dos hileras de cuatro bancas cada una, y en la más próxima a la salida me senté. El bullicio exterior se percibía lejano no formando parte de la escena, donde yo, sospecho, era una pieza fundamental y necesaria para lo que sucedió después. Alguien balbuceaba un cántico en algún rincón de la iglesia, al principio el tono no me dijo nada acerca del género; la intensidad era constante, lo que cambió fue la transmisión; conforme los minutos fueron avanzando, la necesidad de encontrar el origen de sonido hipnótico me condujo hacia la parte posterior del altar; hincado y ligeramente inclinado hacia el frente lo encontré, su escaso pelo cubría el occipucio aparentando un gorro negro, su garganta generaba un tono lento, profundo... De pronto su cantar se detuvo, lo único audible eran nuestras respiraciones, y abriendo sus ojos me miró...

Me encontré en el camino unos ojos café con leche, no muy grandes, de calidez intensa, protegidos con una apilada fila de pestañas negras no rizadas y, contribuyendo a la comunicación, la ceja ancha y poblada realizaba leves movimientos de arriba hacia abajo. Las pupilas como un absoluto túnel negro, se constreñían a un ritmo cadencioso provocado por observar con detención mi cara, invitándome a traspasar por ese otro lado del espejo. Mirarte y reflejarte en una mirada, eso sí lo has hecho ¿verdad?, pero, ¿alguna vez has atravesado hacia el otro lado, has mirado desde dentro? Bueno, pues te cuento que esos ojos me invitaban a traspasar el espejo, el color capuchino de fondo, cambiaba y se matizaba, el círculo café formaba pequeños remolinos principalmente en sus bordes, dando la apariencia de un torbellino inmenso con un fondo negro. Luces de colores le proporcionaban un brillo especial a su mirada, pero lo más misterioso era la transmisión, de inmediato se avivó mi fuego interno, era como si a través de algún mecanismo oculto sus ojos transportaran la chispa necesaria para que yo ardiera por dentro. Parpadeé una y otra vez, para salirme del trance sin lograrlo; sonrió de tal manera que sus ojos brillaron con mucha más intensidad, y caí hacia una placidez arrolladora. Su voz viajaba a una velocidad diferente a lo normal, jalando cada palabra y convirtiéndola en un canto sereno. Entonces crucé el espejo, fue un instante tan rápido como desconcertante, ¿qué sentirías si de pronto te miraras a ti mismo proyectado frente a tus narices?, confusión reflejada en un estremecimiento frío, como un baño intempestivo, eso fue lo que experimenté. Sentada, con la mirada fija y perdida, un ligero rubor en mis mejillas, y una sonrisa liviana; ¡así!, de esa apacible manera me observé; pero también podía definir mis sensaciones internas, al hacerlo comprendí totalmente lo que esa mirada me había hecho sentir. De inmediato salí de su visión, con paso apresurado atrapé el umbral de la puerta de entrada y no volteé hasta que mis pies pisaron la plaza que se encontraba frente a la iglesia. No llovía, continuaba nublado, él estaba mirándome desde el portón alto de madera; sonreía con satisfacción, con ese orgullo que se crispa en las facciones cuando alguien sabe que lo hizo bien, que se salió con la suya.
Durante semanas lo soñé, despertaba entre asustada y emocionada. Hace cinco días, el 23 de junio, para ser exactos, lo reconocí en un restaurante, yo estaba con amigos festejando el cumpleaños de Andrea, quien disfrutaba la reunión, la embarramos de crema pastelera, le entregamos sus regalos. De pronto miré esos ojos reflejados a través de uno de los espejos que adornaban paredes y techos del local, me confundió la imagen múltiple que se produce cuando se colocan cristales de reflejos confrontados, así que tardé unos segundos para localizar el lugar exacto donde se encontraba; mi corazón se desbocó de tan descontrolada manera que los pulsos hacían saltar mi pecho, la sangre amenazaba en desbordarse por mis mejillas, pero casi enloquecí cuando, con la sonrisa a flor de piel matizando su rostro, se acercó a nuestra mesa, todos dirigieron su atención a él, su lenguaje silencioso mostraba familiaridad, se detuvo a mi lado, en ese momento Rebeca -la hermana de Andrea- lo abrazó por la espalda, él volteó y sus fuertes brazos se convirtieron en un caparazón protector, después con cuidado y lentitud, sus manos recorrieron los labios de Rebeca, se trataba de una caricia de exhibición -lo detecté así- tocó detenidamente cada mejilla, recorrió con el dedo índice las cejas, el mentón, metió sus dedos abiertos en la cabellera suelta y larga; Rebeca cerró los ojos y en ese momento él colocó un beso intenso en su boca.

Alucinaciones pasaron como torbellinos en mi cabeza desde ese día; lo pensaba en cada momento, y cuando esto ocurría, todas las sensaciones llegaban como una aplastante realidad. El 30 de julio regresé al lugar con la decisión de exorcizar la imagen, y lo que descubrí fue una rutina implacable, a la que me he aliado. Todos los días de lunes a viernes, a las cinco de la tarde, acudo a ese lugar donde me traslado a través de unos ojos, a lugares desconocidos, donde una mirada me trasmite placeres secretos. Pero ahora siempre termino sentada a su lado por detrás del altar, su mano tocando lentamente algún lugar secreto de mi cuerpo, y una de las mías aferrada a su sexo.
Mañana se casa Rebeca, estoy invitada.



FIRMA: Un ser de este mundo

Foto de: Pain



_____________________________________________

jueves, 3 de julio de 2008

DE ESCRITORES Y LECTORES






*"En este mundo hay básicamente tres tipos de escritores: los que intentan aprehender la realidad en sus novelas, los que intentan evadir la realidad con sus novelas y los que intentan aprehender la realidad en sus novelas cuando todo lo que consiguen es empobrecerla".




Cuando la imaginación nos lleva por senderos dislocados, podemos correr el riesgo de no saber descifrar códigos. El temor de encontrar la otra cara de nosostros mismos nos invade, ese rostro oculto que nos negamos, pero que esta ahí enquistado esperando ser conocido. Existen miles que nunca llegaran a verse cara a cara con su otro yo.
Durante mi paso lento a través de la lectura, he experimentado en algunas ocasiones un sentimiento de incredibilidad al leer historias; sospechando que el autor se perdía en la enmarañada de sus propias ideas. Observé esta actitud, cuándo mi capacidad de creer estaba unida a mi propia experiencia. Tener esta actitud, le restó facilidad a mi relación fantasía/realidad, entonces me quedaba trabada y no lograba volar y vivir la historia.
La Loca de la casa como le llama Rosa Montero a la imaginación, tiene momentos no palpables pero tan reales como mi propia presencia. La loca de la casa es creadora, y nos da la oportunidad de permanecer, ser, existir. Sí así es ¡existir!, aquí allá y por donde queramos estar. Entonces porque limitarnos a no creer, a cuestionar lo que sospechamos de imposible, simple y sencillamente porque nosotros no lo hacemos, no lo sentimos o no “lo haríamos”. Limitar la imaginación, es limitar nuestra acción.
¿Qué se necesitará para poder subirnos al tren cómodamente, mirar a través de la ventanilla, y admirar el desfile de ideas, sucesión de imágenes y además, bajar de ese tren, aterrizar y admirar la realidad de otra manera? ¿Tener sensibilidad? ¿Ejercitarla? O simplemente ¿Tener disposición?
Cuando nos dejamos guiar por la imaginación la magia, la fantasía toman el mando, podemos sentarnos frente a una hoja en blanco y decir, contar, inventar, mentir, ser... existir.
Pero el que lee, ¿podrá subirse y volar con la evocación creada por un imaginador extraño?

Así como existen tipos de escritores, existen tipos de lectores:




*"En este mundo hay básicamente tres tipos de personas: las que saben leer, las que no saben leer y las que dicen no tener tiempo para leer".


Hay autores que requieren un lector que sepa leer, que no tenga pretexto de tiempo o espacio para trasladarse y disfrutar a través de las letras. Y no se diga aquellos escritores que con el fundamento de aprehender la realidad y aprender al mismo tiempo de la misma, nos llevan por consiguiente al conocimiento de nosotros mismos, a encontrarnos y logran sacar del enquiste al otro Yo oculto que todos tenemos de forma irremediable.
Leer, imaginar y escribir, para conocernos... para crecer.


*Trino Maldonado en Letras libres.

FIRMA: Un ser de este mundo


Foto de sleepers ...







________________________________________

Seguidores

Safe Creative #0909034355844

Blog Archive