lunes, 14 de diciembre de 2009

Vivo entre cuatro paredes y un río...

foto cargada por melodious flower en flickr


Vivo entre cuatro paredes, un techo y un piso. Cada mañana soy consciente que estoy porque despierto. Dentro de las cuatro paredes hay una ventana y por ahí se asoma el verificador de mi continuidad.

Recorro el espacio donde vivo: son veinte pasos, no más. Tres de las cuatro paredes se adornan con libros, en su compañía vivo en medio de palabras y otros mundos. Me distraigo yendo una y otra vez sobre esos veinte pasos, al hacerlo, descubro que conforme el sol aparece y deja mi ventana, me ha cambiado la piel, la voz y el sabor en los labios. Mi pelo es menos negro, los ojos me brillan con más asombro, el corazón no da saltos al primer estímulo, acuso mejor el oído y me ajusto con tranquilidad la mirada.

Llevo la cuenta de los años. Aprendí rápido a soñar: lo hacía en blanco y negro, desde hace una semana es en tono marrón. Me relaciono poco y con algunas gentes. Siempre he tenido miedo y, para protección, me encierro en mis cuatro paredes con piso y techo.
Confieso que no sólo por el temor me aíslo. Sucedió que un día descubrí lo bueno de vivir así: logro echar fuera lo que tengo dentro, vivo en otro mundo, en otra ciudad o en la mía, entre jardines, lluvia o montes. Todo esto lo saco en imágenes, en palabras, en frases, en cuentos. Lo escribo para no olvidarlo.

Vivir consiste también en salir de mis cuatro paredes. Recorro las aceras: un día mirando a la izquierda, otro más a la derecha, muchos con la mirada al frente. En esas andaba cuando descubrí que en el piso se forman imágenes interesantes. Hoy mi caminar nada tiene que ver con el estado de ánimo, podrán encontrarme mirando hacia abajo pero con el alma hasta el cielo. Me gustan las incógnitas y me emociona encontrar respuestas. Me divierte descubrir entre las máscaras una cara conocida y grito vítores y porras al sentirme reflejada. Me burlo de lo forzado, de lo imitable, de la ausencia de originalidad. Me cuesta trabajo entender la repetición de errores y me molesta descubrirme en ello. He superado la actitud de sentirme diferente sin serlo, desde entonces cuando estoy en familia, logro reconocer en mis hermanos alguna de mis manías, en mis sobrinas muchos de mis aciertos, en mi madre mis miedos. Si me preguntan lo mismo cada mes o cada año, recuerdo que yo vivo entre cuatro paredes, un techo y un piso; entonces, me río, y les contesto lo mismo que hace diez años.

Como verán no soy muy diferente a los demás. Continúo divirtiéndome de aquellos que no se aceptan y se niegan a ver que las diferencias no van más allá de la simple actitud.
Hace unos meses me confundió la soledad y,  sin precaución, dejé entrar a un arrogante. Salí rápido del embrollo. 

Es necesario hacer una nueva historia donde escurran los besos, transformar la antigua donde fui derrotada. El triunfador que la cuente, el resto es olvido. Esto que hago no es hablar, no se trata de escribir, no intento explicar. ¿Será parecido a escavar? En la cabeza está todo, lo echaré fuera como carbón de una mina abierta. Las historias que me invento invaden los jardines, los callejones, los hoteles, las playas, las librerías, los cines. Esquivan el frío, se burlan del oleaje. Son historias con brazos, con bocas que hablan en idiomas confusos. Las escribo con palas y sudor. Saco el carbón a carretadas. La historia real aplaude.

A esta edad es peligroso volver a morir de amor, entonces, seguiré acusando el oído y si aún así caigo directa al vértigo... por ahí me verán en terapia: colocando vendas y curitas para unir los pedazos de corazón, a lo mejor de nuevo me salvo. Las decisiones se toman en un segundo y se pagan toda la vida. No han inventado todavía algo infalible para curarse en salud de esto. Aún tengo mucho que aprender, ver, leer, escuchar. 
Abriré mis brazos y me iré directo hacia la vida.
Vivo entre cuatro paredes, un techo, un piso y un río…


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Mi poeta  Lumpenpo, me regaló un pedacito de esperanza. Se trata de un "cachito" de la Loteria Nacional.






Este "cachito" lo regala la administración de lotería Z-13, en Gran Vía 36, de Zaragoza. Teléfono 976 -23 57 69.
Contacten con Alas de Plomo para que se informen cómo hacerlo.



Paso el cachito a estos amigos y amigas:




W






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foto cargada por mafalda en flickr



Además, ya me conocen lo floja y tardada que soy para publicar.  Por eso aprovecho para desearle a todas y todos…



¡¡FELICES FIESTAS!!




CHUPANDO QUE ES GERUNDIO



¡¡SALUD!!






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jueves, 3 de diciembre de 2009

Cronopios...


Foto cargada por maeame en flickr


Conocí en este mundo cibernético a Humanware, alguno de ustedes lo recordarán. Sus post revelaban el mundo médico desde una perspectiva estilo ER:  movimiento de batas y estetoscopios; salvavidas en acción. Algunas veces una radiografía con un hueso roto estaba expuesta al abrir su blog; creo recordar que hasta una tomografía de cráneo llegó a colgar.

Humanware tenía la capacidad de narrar la parte mórbida del momento médico. En sus textos incluía pelos y señas de lo que acontecía en el momento crítico de una sala de urgencias.

Recuerdo que en ese tiempo yo llegué a pensar que el Human era un apasionado de la sangre fresca.

Sospecho que los médicos tenemos alguna fijación que nos activa la adherencia a lo crudo (la explosión del alma en convulsiones, torceduras, rupturas, aplastamientos, oclusiones, pudriciones, etc.) La mía consiste en ser espectadora de arritmias cardiacas (alteraciones en las contracciones del corazón) que colocan al paciente en la línea, donde algunos dicen “ver la luz”. Pero la adrenalina me llega a niveles superiores dejando una estela sutil de placer, cuando descargo electricidad sobre el pecho de ese individuo que está a punto de irse de este mundo y, al hacerlo, el corazón en desenfreno y disparejo (del paciente), se cuelga de nuevo al ritmo universal: Pip, pip, pip…¡uffff!


-Don Gulmaro, ¿Cómo está eso de que le duele más tener una sonda para que orine, y no le molesta la fractura de su esternón que le hicieron los cirujanos para operarle el corazón?

-Auchhhh, yo que sé doctora, pero este ardor está tan cabrón, que no me deja concentrarme en el otro dolor, el del hueso ese que me rompieron.

Los pacientes no siguen el código esperado, en pocas palabras no leen el libro de medicina. Para muestra este otro botón:

-Doctora, el paciente está despierto –me dice mi residente de tercer año de urgencias médicas-. Sangrado mínimo, presión arterial adecuada y sin aminas (medicamento que ayuda a subir la tensión arterial). Sólo tenemos pendiente progresar el ventilador para extubarlo durante la noche (para que respire por si solo sin necesidad de ayuda).

-Rubén, ¡abra los ojos! –Me dirijo al paciente que tiene un tubo en la boca. De inmediato obedece, su mirada interrogante y angustiosa me atraviesa-. Necesito que esté tranquilo, nos tiene que ayudar para lograr quitarle esa sonda molesta que tiene en la boca –Mueve la cabeza en forma afirmativa.

Lo revisamos, intercambiamos detalles del manejo. Media hora después, la enfermera grita como si le hubieran arrebatado la bolsa en la calle (bueno yo lo hice así una vez, hasta asusté al raterín). Al llegar al cubículo vemos que el paciente se sacó la cánula de su boca con todo y globo inflado.

-Oiga Don Rubén, mire nada más, se lastimó la garganta –le reclamo más tarde-. Esto no se hace así, lleva un proceso para quitar el ventilador.

-Pues ya ve que no. Además usted me dijo que les tenía que ayudar ¿o no? ¡Ahí está y más rápido!


Diría mi abuela: Cada quien en sus entendederas.

El post se trataría de otra cosa, de mis fantasmas, pero no, hoy no.

Deseo compartir esta historia de Cortázar que viene en Papeles inesperados, textos inéditos. Es un relato de cronopios muy a doc con esto de las entendederas.



Vialidad



Un pobre cronopio va en su automóvil y al llegar a una esquina le fallan los frenos y choca contra otro auto. Un vigilante se acerca terriblemente y saca una libreta con tapas azules.

-¿No sabe manejar, usted? – grita el vigilante.

El cronopio lo mira un momento, y luego pregunta:

-¿Usted quién es?

El vigilante se queda duro, echa una ojeada a su uniforme como para convencerse de que no hay error.

-¿Cómo que quién soy? ¿No ve quién soy?

-Yo veo un uniforme de vigilante –explica el cronopio muy afligido-. Usted está dentro del uniforme pero el uniforme no me dice quién es usted.

El vigilante levanta la mano para pegarle, pero en la mano tiene la libreta y en la otra mano el lápiz, de manera que no le pega y se va adelante a copiar el número de la chapa. El cronopio está muy afligido y quisiera no haber chocado, porque ahora le seguirán haciendo preguntas y él no podrá contestarlas ya que no sabe quién se las hace y entre desconocidos uno no puede entenderse.

(1952)





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lunes, 23 de noviembre de 2009

Un corazón de pollo...






"Sí, seré tu sacerdote y construiré un templo
en alguna recondita región de mi mente,
donde pensamientos entrelazados, recién nacidos con doloroso placer,
murmurarán al viento en lugar de los pinos:
en amplio círculo estos ocuros árboles agrupados
rodearán las agrestes montañas ladera por ladera;
y allí por medio de céfiros, arroyos, pájaros y abejas,
las dríades reclinadas en el musgo serán arrulladas hasta dormir;
y en medio de esta amplia quietud
un santuario rosado adoraré
con las enrejadas trenzas del cerebro que piensa,
con capullos, campanas y estrellas sin  nombre.
¡Con toda la jardinería que la fantasía pueda imaginar,
que al cultivar las flores, no siempre cultivará las mismas.
Y allí habrá para ti todas las delicadas delicias
que el sombrío pensamiento pueda conquistar,
una brillante antorcha, y una ventana abierta en la noche
para permitir al cálido amor entrar!"

(Fragento de "Oda a psiquis", John Keats)




La imaginación es una de las capacidades que nos diferencian del reino animal.  La mecánica existencial nos hace olvidar esa herramienta.  Me gusta cortar dientes de león, sus espinas de seda blanca flotan a capricho del viento. "Te llegarán ideas", le gritaba.  Soplando una a una las cabecillas erizadas, me entretenía y, según yo, le aportaba algo de fantasía.
Pescando al aire una que otra palabra, él las guardaba y luego les daba forma. Era un juego divertido.  Un día me invitó a hacer lo mismo.  Nos sentamos en el rincón más alejado de la explanada, a espaldas de la biblioteca.  Unos matorrales pelones nos servían de biombos, y, ahí, escondidos, empezamos a imaginar.

Escribir por escribir.  Así se inicia, sin buscar alguna finalidad. En esa época salió la historia de Juan Pinillas; también un cuento extraño al que le puse el título de Manos refritas así como un montón de frases y párrafos con y sin sentido. En la actualidad lo sigo haciendo.  Voy aprendiendo poco a poco, para mi la finalidad es modificable.

Este post se lo dedico a mi pequeña MarichuyA la que le recomiendo que no ande buscando musas ni musos.  Imaginar no requiere de eso.  Ahí está la naturaleza, siempre viva.
Permite que tu corazón de pollo se inflame con el trueno fecundo del rayo, o con la irradiación húmeda de un brote floral, o con el aleteo hipnótico del ave. Eso mi amiga, es gratis.

Firma:  Un ser de este mundo





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jueves, 19 de noviembre de 2009

La poesía y el poeta...




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...Amo tus mil imágenes en vuelo
como un bando de pájaros salvajes...


Eliseo Diego

Recuerdo que me cantabas los lunes.  Eras desafinado y la risa me ganaba en lágrimas.  Creo que te gustaban los jueves para hablar de tu hermano, el que murió dejándote clavada la culpa de no haberle prestado tu bicicleta. Los sábados me llamabas por teléfono:  "es el de los libros", gritaba mi madre, y yo corría para tomar la bocina y charlar por horas contigo.  Nos gustaba caminar y, armándonos de valor, recorríamos la distancia de la preparatoria al metro tacuba; a pie, y consumíamos dos horas de nuestras vidas y también cinco cigarrillos cada uno.  Pero estoy segura que fue un día gris cuando busqué tus labios hasta que los encontré.  Te tomó por sorpresa, el calor de tu lengua me transformó en alguien que no imaginé ni en mis mejores vuelos fantásticos.  Recargé mi cuerpo por completo en el tuyo; mis senos pequeños percibían el latido fuerte y rápido de tu corazón.  Mis manos trabajaban en tu nuca, en tus mejillas, te envolvían. Fue un beso prolongado.  Pero tu cuerpo recibió más no brindó. 

No llores, decías, y chupabas como sorbete mis lágrimas con besillos leves sobre mis mejillas.  Ese es el error que no quise nunca para ti.  No me ames amiga. ¿Recuerdas lo que dije un día acerca de los poetas? Un poeta es una mentira. Es una palabra bella lanzada  y atrapada por muchos oídos.  Un poeta es una hoja  libre al viento.  ¿Percibes ese aroma?, es el poeta quien lo lanza y se lo lleva. El poeta va de cama en cama, de fuego en fuego, de piel y a flor de piel, no permanece brota y de pronto vuela.  Amiga, a ti y a mí nos acercó la palabra.  Escuchaste las rimas, el ritmo y te dejaste mecer por mis brazos. 

Amiga mía, un poeta es una pérdida de tiempo, un disturbio, un infractor de lo que tú quieres que sea.


FIRMA:  Un ser de este mundo




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lunes, 16 de noviembre de 2009

Intimar con letras...







Foto cargada en flickr por The constant day dreamer



Hablar acerca de la intimidad me resulta difícil, incluso con mis amigas.  Es más fácil hacerlo con los personajes de un cuento. Párrafos largos o poéticos salen a relucir.  Me verán fabricando escenarios anegados de gemidos como fondo musical a la pasión. Aún en esta época, mi madre me envía señales violentas con sus ojos cuando me atrevo a decir alguna broma subida de tono.  Pero ya resignada sólo mueve la cabeza, ni que fuera yo a decir pelos y señas de lo que se hace en la cama; no puedo, estoy negada y de eso tiene la culpa  la "buena" educación que, a punta de garrotazos entre ella y mi abuela tuvieron a bien brindarme.  
Un día llegué emocionada a contar en la sobremesa el incidente del día.  La médica que me impartía la clase de medicina forense preguntó a los ahí presentes si habíamos disfrutado o practicado el sexo oral.  Vaya la cosa, en esos tiempos con dificultad y gran culpa, logré dejar que las varoniles manos de J reposaran en mis senos además de sentir -no sin pudor de por medio- su deliciosa virilidad repegarse entre mis piernas.  Cuando la doctora lanzó la pregunta, de forma inmediata miré de reojo a J, el ingrato sonreía.  La mayoría de las aprendices de médico permanecimos calladas, algunas escandalizadas.  Los hombres con picardia y cierto orgullo decían que sí y se hacían muecas entre ellos, uno incluso puso los ojos en blanco y se mordio los labios.  Barragán, un compañero de ojos grandes, piel morena, hombros anchos y nalgas bellísimas gritó un no rotundo; agregó que esas eran cochinadas, que cada cosa tenía su función, la boca para alimentarse, y etc.  La doctora lo miró con ternura, recuerdo que se puso en pie y, acercándose a él  le dijo: "Mira doctor si te mueres sin que te lo hayan mamado te iras derrotado".  Las risotadas no se dejarón esperar. Cuando terminé de contar la anécdota mi madre ya no estaba en la mesa, la cara de mi hermana era de un palido terroso y a mis hermanos, se les atoro el bocado.

Tengo que agradecer a la imaginación de otros, muchos de mis despertares.  Cuando conocí a Simone creada a través de la pluma de  Georges Bataille (Historia del ojo) me dio una envidia inmensa, aunque al mismo tiempo: miedo a la muerte.  Un goce desmedido puede llevarte a la muerte.  Luego llegó a mis manos Las edades de Lulú de Almudena Grandes, me sentí normal pero concluí que tenía que buscar alguna solución para disminuir los altos niveles de represión que me auto infligia.  Lolita de Navokov me motivó a mirarme infinidad de veces frente al espejo, a posar escondida en el baño con las tobilleras por abajo de las rodillas y la falda corta, jugando un lápiz entre los labios.  Así fue que mi intimidad continuó siendo narrada por otros y yo la leía tal vez para recordarla.  Ahora la escribo para revivirla. ¿En eso consiste la vida al final, en estar solo, leer, contemplar y recordar?

Hace dos años compré en la feria del libro en ediciones cal y arena, una serie de cuentos. Un hombre a la medida donde Claudia Guillen es la compiladora.  Once relatos escritos por mujeres, cada una toma un trozo del cuerpo masculino y arma su fantasía. Hombres que nacen, se forman a través de los ojos y los deseos de su creadora.  En estos relatos no hay revanchismo ni mucho menos idealización. Entonces leo Inaccesible (La calva) de Adriana González; La ruta de los espejos (Los ojos) de Claudia Guillén; Juego (La nariz) de Patricia Laurent; Manual de autoayuda para chinos (La boca) de Rosa Beltrán; El vendaval del vello (La barba) de Cristina Rivera-Garza; Arco iris trasmontanos (La espalda) de Ana Clavel; Con tu corazón (El pecho) de Adriana Díaz Enciso; Una noche con Sebastián Bouchet (Las manos) de Ana García Bergua; La Liga del Gineceo (El pene) de Susana Pagano; Memorias del serial pincher (Las nalgas) de Norma Lazo y El caminante solitario (Las piernas) de Gabriela Vallejo Cervantes.  Relatos plagados de imágenes eróticas.  Un hombre a la medida idílico.  En mi caso me identifiqué con Ana Clavel, con Adriana Díaz Enciso, con Claudia Guillen, con Ana García Bergua y con Norma Lazo.

¿Que parte del cuerpo del hombre te motiva fantasías?




ADD:  A petición de Aurore y además para que los hombres no se salgan por la tangente agregaré lo siguiente:

¿Que parte del cuerpo de la mujer te motiva fantasías?

Aunque creo saber sus respuesta, Mmm, a menos que me sorprendan  y me callen la bocota. 



Firma:  Un ser de este mundo.




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martes, 10 de noviembre de 2009

Continuar...




Hace unos días hablé acerca de imaginarme en y como una isla. Le decía al poeta Lumpenpo que estar en esa situación coloca a cualquier persona en fragilidad. Brinda también la sazón de ver desfilar los valores humanos para de esa forma reconocer cuál tendría mayor importancia.

Los tiempos que vivimos son difíciles de varias maneras. Tener es más relevante que el ser. Lo aparente arrastra a lo verdadero. Lo individual se impone ante lo general. He logrado asomar mi cabeza de avestruz y la condición humana se muestra tal cual es. No me quejo ni mucho menos intento descubrir lo que muchos saben.

Filosofar de la vida en internet me tiende a dar flojera no porque no me importe o no me guste; más bien creo que encontré mi propio método para analizar el entorno y las actitudes humanas, sin llenarme de profundidades desconocidas (para mí) tanto en el manejo como en las definiciones.

Me habitan cambios y en su mayoría defensas. No me fio de las actitudes ni mucho menos de las aptitudes (detalles hablan por si solos).

En lo que se refiere en este mundo virtual, desconfío, no creo hasta que logro mirar los ojos del tecleador. He aprendido a leer entre líneas y a “leer” intenciones no escritas. Aún así he confiado en algunas personas. Je, y sip, por desgracia unos pocos no son lo que pensé (al conocerlos y mirarlos directo a los ojos). Otros cuantos se dan a conocer por tonterías sin llegar a lo fundamental: el olor y color en vivo. Lo mejor de esto es que he conocido personas auténticas, netas, rockeras, simpáticas, inteligentes, sensuales, sexuales jejeje. Eso hace que esto de lo virtual valga la pena. Mi naturaleza brava, burlona y directa, esa no la escondo ante nadie en el ciber-espacio ni mucho menos en vivo y en directo.

Fuera del teclado de la computadora, me muevo entre ríos y turbulencias de VANIDAD y esa misma determina conceptos erróneos con lo que respecta a lo sensible. El vanidoso no ha perdido sensaciones; esconde su vulnerabilidad; es frío, calculador, enigmático. En el intento de salvar vidas nos tropezamos con múltiples obstáculos; entonces, el gran genio, el “sabelo-todo”, se niega a aceptar sus limitaciones y algunas veces, incluso sus errores. Unos a otros nos lanzamos miradas y reproches, no cedemos terreno. Dimes y diretes estúpidos donde se golpean sin tregua nuestros aciertos y un número nada despreciable de errores. La autocrítica debería ser un curso intensivo obligado para todos los médicos. Es difícil más no imposible aceptar que no se sabe o que algo que debería resultar de una forma, presentó -por falta de habilidad- complicaciones.
Rodeada de hombres con diferentes actitudes y aptitudes y, tomando en cuenta las mías, deberíamos formar un equipo fregón. Pero no, no es así. Las pocas mujeres que formamos parte de un servicio cargado de stress, aprendimos a sobrevivir entre bofetadas de indiferencia –con lo que respecta a trabajo, aciertos y aptitudes- y memorándums absurdos.

Entre ellos, (hombres) se dicen “maestros”. Ellos (los hombres) a nosotras nos dicen “cabronas”. También se observa otro tipo de diferencias: lo determinado por el horario y la permanencia del sol. Tal parece que la inteligencia se otorga por turnos laborales. Los médicos matutinos son “sabios” por imposición ¡je!
Los resultados –ya sea buenos o malos- de algunos procedimientos quirúrgicos e intervencionistas, son capoteados por los del turno vespertino y nocturno. Cada noche como damnificados, atendemos situaciones graves o complicaciones primarias y secundarias; solucionamos o intentamos salvar alguna vida. Por la mañana llega la inquisición y califica ¡ja!
Así es, me burlo de lo administrativo eso me acarrea conflictos. Mañana me dedicaré a firmar mis notas de evolución y las hojas de consentimiento informado. Con eso se arreglaran todos los problemas de abasto, y los pacientes por arte de magia se curarán ¡faltaba más! ¡Já!…

Vengo a fugarme de esas tarugadas al blog y por momentos me doy cuenta que este medio está también cargado de babosadas a ese mismo nivel. Apariencias, guerra de popularidad, vanidades, envidias, puafff. Entonces, me enconcho, me fugo.

Continuo aquí para seguir hablando conmigo y contigo. Escribo esto para poder entender que formo parte de esta
apariencia. LEE EL TEXTO

Escribo para conocerme y conocerte. Soy una isla que observa a otras y que le gusta la solidaridad de un extraño, ese que hoy brinda su mano y de pronto se esconde entre el rebaño…
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FIRMA: Un ser de este mundo.







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domingo, 25 de octubre de 2009

Una paloma...









Cuando Efraín entra, miras hacia el piso con ojos muy abiertos como si buscaras algo diminuto en la superficie irregular del mosaico. Este día la lluvia cae con fuerza y la cafetería es el refugio adecuado para varios de los clientes que en ese momento ocupan el local. Conoces la rutina de Efraín: acudir al Rívoli de lunes a viernes al término de su jornada laboral para cerrarla con su bebida favorita.

Después de solicitar un espress doble en la barra, Efraín se quita la gabardina, coloca en el suelo su portafolio y se sienta en una de las mesas. De reojo lo ves. Tiene algunas canas en las patillas y en la barba de candado que tanto te gustaba, y continúa acicalándose el pelo con esos movimientos rápidos de atrás hacia adelante que siempre le erizaban el peinado.
Bright moments suena leve a través de las bocinas colgadas sobre repisas. En las paredes rojas, las sombras de los clientes se distienden como guardianes nocturnos; mesas chaparras le aportan intimidad al ambiente sutil.

Muchas veces planeaste y en varios escenarios este momento. Ante el espejo ensayabas los gestos, el movimiento de tus manos, las palabras adecuadas; te vestirías de colores fríos porque, según tú, debías trasmitir el mensaje con tranquilidad. Para decidir el lugar conveniente: el restaurant donde come o la cafetería, tardaste dos años y a este último lo definiste como espacio neutral, sitio de excusa para encuentros; por eso fue designado. La fecha resultó para ti un conflicto mayor. Viviste pocos meses tranquila sin pensar en elegir; y en muchos te invadía la angustia. Los más te sumergías en laberintos de insomnio e inquietud. En ese vaivén transcurrieron seis años.

Hoy llegas a la cafetería en este día nublado que amenaza con disparar gotas gruesas de lluvia como las que te llueven en el alma y sin vestir ninguno de los atuendos que compraste para la ocasión. Tu imagen se refleja en los vidrios de la entrada del
Rívoli; la miras un momento e intentas reconocer a la mujer desaliñada, ojerosa y sin peinar. Mejor agachas la cabeza y entras.

Faltan treinta minutos para el arribo de Efraín
. Cuando ves la hora en tu reloj pulsera, sientes un impulso de salir corriendo y perderte entre las calles; logras dominarte con los puños apretados. No quieres café, son suficientes los recuerdos para mantenerte alerta y con el corazón en vilo. El mesero te sirve el té que solicitaste y, al mismo tiempo, mira tus manos; entonces, advierte los rasguños y por instinto las escondes. No te molesta la seña en círculo que hace alrededor de su oreja cuando se dirige hacia la barra; otra mesera secunda la befa, tal vez no están equivocados.

Flashazos iluminan tu cara, son los relámpagos que dan la bienvenida a la tormenta; llega brusca, lanzando en cortinas chorros de agua. Es inevitable, empiezas a llorar al tiempo que el cielo se desgrana; ráfagas de viento le escupen a las gotas, deformándolas; el ventarrón se filtra sin obstáculos al
Rívoli. Hay algunas mesas vacías; el ruido de la lluvia y el murmullo humano opacan el castañeo de tus dientes. Dos hombres sentados en la mesa de la entrada han descubierto que lloras, te miran por momentos con discreción. Este día muchas cosas están en tu contra; el ambiente, tu atavío y el principal: lo indefectible. Sabes que hablar de vida, de nacimiento, es diferente a dialogar de muerte. Dar una noticia de pérdida sin haber anunciado antes la ganancia resulta ambiguo. El tiempo se comió el momento adecuado y lo permitiste. Durante seis años tu hijo ahuyentó tu soledad y te dio alegría. Hoy el dolor es grande, te despiertas a diario de un sueño no reparador, sintiendo el fantasma del beso infantil. Echas de menos sus ojos grandes, sus travesuras, sus hoyuelos, su mirada condescendiente cuando lo reprendías. Entras a su recámara que no has logrado desocupar, el dolor que experimentas te lacera; a veces, temblando, imploras tu muerte para escupir esa opresión en el pecho que te impide respirar. Existen momentos en los cuales revientas maldiciones, te enojas con las circunstancias; luego estás agotada, abrazas sus ropas y besas sus fotografías. Un día deseaste que Efraín estuviera a tu lado y, desde entonces, la idea de compartir el dolor no ha dejado de dar vueltas en tu cabeza. Por eso estás en la cafetería.

Por un momento dudas de que él llegue, la lluvia no cesa, se encuentra en lucha intermitente con el viento. Miras el piso cuando al fin él pasa a tu lado; después, se sienta en la mesa contigua.

El espress de Efraín ya está sobre su mesa; se agacha para sacar un libro del portafolio y, entonces, te ve. Esa mirada tan tuya, bien cocida, espesa, jala la de él. Estás más delgada, tú pelo corto lo hace dudar. Seis años no son demasiados o quizá no son de importancia cuando existió atracción y armonía.

El conflicto de nuevo aparece en ti, enfrentas la indecisión sin desviar los ojos del suelo; entonces (en esta cafetería rodeada de locales y edificios, donde vive la rutina) vuela una paloma gris y blanca. Ni tú ni Efraín logran definir con exactitud de dónde sale. Hilos sin nombres te jalan. Te pones de pie cuando él se dirige hacia ti. Sin darle tiempo para nada, sales a llorar con la lluvia, a cargar sola el duelo con las mismas piernas con las que cargaste tu demodé.





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martes, 20 de octubre de 2009

Volar no es la solución...















No sé me importa un pito que las mujeres

tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;

un cutis de durazno o de papel de lija.

Le doy una importancia igual a cero,

al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisiaco

o con un aliento insecticida.

Soy perfectamente capaz de soportarles

una nariz que sacaría en primer premio

en una exposición de zanahorias;

¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,

bajo ningún pretexto, que no sepan volar.

Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!

Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,

tan locamente de, María Luisa.

¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?

¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo

y sus miradas de pronóstico reservado?

¡María Luisa era una verdadera pluma!

Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,

volaba del comedor a la despensa.

Volando me preparaba el baño, la camisa.

Volando realizaba sus copras, sus quehaceres...

¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,

de algún paseo o por los alrededores!

Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.

¡María Luisa! ¡María Luisa!... y a los pocos segundos,

ya me abrazaba con sus piernas de pluma,

para llevarme, volando, a cualquier parte.

Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia

que nos aproximaba al paraiso.

durante horas enteras nos anidábamos en una nube,

como dos ángeles, y de repente,

en tirabuzón, en hoja muerta

el aterrizaje forzoso de un espasmo.

¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,

aunque nos haga ver de vez en cuando las estrellas!

¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...

la de pasarse las noches de un sólo vuelo!

Después de conocer una mujer etérea,

¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?

¿Verdad que no hay diferencia sustancial

entre viir con una vaca o con una mujer

que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?

Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender

la seducción de una mujer pedestre,

y por más empeño que ponga en concebirlo,

no me es posible ni tan siquiera imaginar

que pueda hacer el amor más que volando.


*Oliverio Girondo













Rosa siembra semillas en el lugar donde posa su mirada. Sabe de lugares para relajar el cuerpo, y allí, toma baños de sol y respira vientos contrarios. Conoce varios idiomas: el de las aves, el de los árboles y llevó una maestría con doctorado en lo que respecta al idioma de los cuerpos.


Llegó a la terminal de camiones; hombres y mujeres arribaban también. Sus conocimientos en flotación de las ideas se toparon con pared, no localizó ninguna para socializar. Junto con un joven, subió al camión que la trasladaría a los bosques abstractos. Cuando llegaron, vio la mirada de terror de su acompañante y aunque por horas trató de tranquilizarlo, mostrándole la vida escondida entre las ramas, terminó hirbiendo hojas de tila, para que el chico bebiera el té y se calmara. Acampó en medio del bosque. Un día su compañero desapareció. A pesar de su conocimientos, aún no logra comprender las actitudes humanas.


¿Será por eso que se encuentra sola?




FIRMA: Un ser de este mundo










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martes, 13 de octubre de 2009

Del porqué no se consume literatura (o Arjona es ¿poeta?)...

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por Faustino López Rangel

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Por sorprendente que pueda parecer, el porqué no se consume literatura no tiene que ver en gran medida, desde mi punto de vista, con los escuetos apoyos del gobierno, la poca o nula promoción de los medios de comunicación o con libreros voraces: El porqué no se consume literatura tiene que ver con el porqué se consumen, con tanta facilidad, las teorías del complot (la influenza fue sembrada), las más grandes mentiras (los extraterrestres están en la Tierra), la música simplona y comercial (Maná y Arjona), las pararreligones (espiritismo, sectas brasileñas, brujería, etcétera), el new age (feng shui y otras disciplinas cuyas palabras terminan en eng, ing y, a veces, en ang), “filosofías” de autoayuda (El secreto) y un cúmulo de sabiduría masticada, deglutida y después ofrecida a los consumidores en pequeños trocitos con saborizantes, obviamente, artificiales.

El que no se publique –o se publique poca literatura– y todos los porqués anteriores comparten un mismo vínculo u origen: La pereza mental. (Para no extenderme mucho, no tocaré el tema de la obesidad: México es el segundo país con más obesos en el mundo; aunque también, la obesidad coopera con su granito de arena en el tema de los anteriores porqués, que se relaciona con el consumo de lo barato, de mala calidad y dañino para la salud.)

Mucho se ha dicho de los libreros gandallas, del escueto apoyo que ofrece el gobierno federal y de la insuficiente promoción que existe en los medios de comunicación para nuevos escritores o noveles obras literarias. Todo lo anterior es cierto; mas la verdadera causa del porqué la literatura no se consume, como mencioné, es otra: Pereza mental.

Suponiendo un escenario ideal donde el gobierno federal hace su parte, brindando apoyos más eficientes a la creación; los gobiernos locales (incluyendo DF) promueven de manera intensa la lectura; los medios de comunicación retiran uno o dos comerciales al día en los que nos dicen la manera correcta de comportarnos (no piratería, no cigarro, no gobiernos de izquierda, sí a Felipe Calderón, sí al impuesto de 2 por ciento –el nombre me encantó: “el impuesto para los más pobres”–) y empiezan a programar comerciales únicamente con el objetivo de promover la literatura; y, finalmente, las editoriales cambian los paradigmas capitalistas de comercialización. Entonces, todo el peso del consumo de la literatura recaería en la gente (sí, en la masa uniforme y deforme que “decide” –si es que ellos deciden– si algo o alguien se convierte en popular o no).

Un ejemplo hipotético: Una editorial decide cambiar su modelo de negocio; anteriormente destinaba 10 por ciento de sus publicaciones a literatura, 10 a ensayos, 40 a autoayuda y, el restante 40, a novelotas de 350 páginas bien interesantes, de mucho misterio religioso, acción y un toque de romanticismo, con portadas muy llamativas, dichas de otra forma: Best sellers. Ahora esta editorial decide implantar un nuevo modelo: Se destinará 60 por ciento a narrativa de calidad (cuento, novela, ensayo), 20 por ciento a ensayo científico, 10 por ciento a autoayuda y, el restante, a novelotas bien interesantes. Asimismo, esta arriesgada productora de libros sacará tirajes de, al menos, 5 mil ejemplares, como mínimo, por edición y destinará 6 por ciento de sus ganancias anuales a la promoción de su reciente estrella: La Literaura. ¿Qué pasaría? ¿Problema resuelto? ¿La editorial quebraría o empezaría a tener las ganancias que no había tenido en diez años? ¿La gente haría su trabajo? ¿Al fin, estaría consumiendo harta literatura?

Conclusión (obviamente, la conclusión es mía y me hago responsable de ésta): Dudo mucho que la editorial desplazara la totalidad de su catálogo; a la gente no le gusta pensar: Pereza mental.

La literatura siempre va a demandar inteligencia (no así Maná, por ejemplo). Situará al lector, si es receptivo, en nuevas disyuntivas. Pondrá en riesgo sus más implantados principios. Con probabilidad, lo sacudirá de forma intempestiva, peligrando su esquema de vida, pues tendrá que pensar. Le planteará interrogantes. El lector estará de cara a la realidad. En otras palabras: la literatura le hablará con la verdad, sea la que sea, y la verdad no es bienvenida entre la mayoría de la gente. Donde existe la verdad no puede coexistir la masa (esta frase es mía). La masa simplemente se deshará en presencia de lo verdadero: “Si quieres ser feliz, cree. Pero si realmente quieres saber la verdad, busca”, Federico Nietzsche.

Teorías del complot:
¿La influenza fue sembrada? Sí, claro, por Bush y sus secuaces secretos: la CIA.

Las más grandes mentiras:
¿Los extraterrestres están en la Tierra? Sí, lo juro. La amiga de un tío de un cuate al que no veo desde la primaria los vio en una taquería comiéndose unos de nana. De hecho, ella dijo que son como nosotros, pero, a la vez, no.

La música simplona y comercial:
Maná es la neta y Arjona es… ¿poeta?

Las pararreligiones:
La vecina del tres me la recomendó muchísimo; pienso que voy a ir a uno de sus templos a ver si me ayudan con mi hijo, porque creo se le metió el chamuco (habla solo y huele a petate).

El new age:
Desde que pinté mi casa de verde pistache, con claridad siento buenas vibraciones a mi alrededor. ¡Hasta me subieron el sueldo! (el siguiente mes trataré con el amarillo, pues dicen que es de más-más abundancia).

Filosofías de autoayuda:
Ahora soy lo que proyecto. El aquí y el ahora son lo importante. Mis pensamientos son imanes. Yo construyo mi destino. Me curo a mí mismo (el curso de tres días sólo cuesta 7 mil pesos). ¡Sí!

Y, finalmente, la literatura:
Claro que leo literatura; acabo de terminar “Por qué los hombres aman a las cabronas”. Porque es literatura, ¿no?


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PD: Faustino López, mi compañero de taller es todo un personaje. El punto de vista de Samperio con lo que respecta a mis textos es muy importante y me gusta que esté complementado por la mirada crítica, juguetona y puntillosa de este hombresote guapo y de corazón gigante. Espero que algún día me permita postear alguno de sus relatos, cuentos o microficciones.


FIRMA: Un ser de este mundo








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viernes, 9 de octubre de 2009

Vesania...








Desnuda sin ti. Afluente perdida y reencontrada entre olas y arena, llego al caudal, entro a la covacha.
Desnuda para ti. Camino descalza y percibo tu espacio, tacto de pies, palpar de ojos hablar con piel.
Desnuda por ti. Amante persistente, abierta la duda consuelo de imagen, vesania.

(Mafalda)









"Los amantes"



¿Quién los ve andar por la ciudad

si todos están ciegos?

Ellos se toman de la mano: algo habla

entre sus dedos, lenguas dulces

lamen la húmeda palma, corren por las falanges,

y arriba está la noche llena de ojos.


Son los amantes, su isla flota a la deriva

hacia muertes de césped, hacia puertos

que se abren entre sábanas.

Todo se desordena a través de ellos,

todo encuentra su cifra escamoteada;

pero ellos ni siquiera saben

que mientras ruedan en su amarga arena

hay una pausa en la obra de la nada,

el tigre es un jardín que juega.


Amanece en los carros de basura,

empiezan a salir los ciegos,

el ministerio abre sus puertas.

Los amantes rendidos se miran y se tocan

una vez más antes de oler el día.


Ya están vestidos, ya se van por la calle.

Y es sólo entonces

cuando están muertos, cuando están vestidos,

que la ciudad los recupera hipócrita

y les impone los deberes cotidianos.


(Julio Cortázar)








Firma: Un ser de este mundo





















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lunes, 5 de octubre de 2009

Lo eterno sin final...







Es viernes. A primera hora disecabamos un cadáver en el laboratorio de anatomía. El olor a formol es el perfume constante en mi bata. Devoro con afan un emparedaro de mermelada y un café rancio por un lado del acartonado cuerpo inerte. Abiertos en canal desde el toráx hasta el ombligo, los despojos del occiso se muestran ante varios pares de ojos acostumbrados a fuerza de obligación y rutina.

Roman se quita los guantes y se acerca a mí, en ese momento ya terminé de desayunar y me encuentro inclinada y en concentración, casi tocando con mi nariz la regíon que me corresponde disecar (soy miope pero me niego a usar lentes). Acaricia mi cara y me propina un beso sonoro. Le sonrío.

Tres horas despues, salimos del laboratorio. Al bajar la rampa que comunica el área de anatomía con el edificio de aulas, volteo a la explanada de la facultad. Intendentes acomodan sillas en hileras, un templete, sistema de sonido y micrófonos. "De seguro van a cantar de nuevo los idiotas esos de Viva la gente (Up whit people)", me dice Roman. De pronto recuerdo que Mercedes Sosa cantará; Abraham me había avisado dos semanas previas. En este momento -como en muchos otros que me pasan y estoy segura me pasarán- estraño a mi amigo.


Roman y yo no compartimos gustos musicales ni mucho menos la literatura como bien lo hago con Abraham. "¿Me acompañas a verla?" le imploro con la mirada a Roman. Más por obligación que por gusto dice que sí.
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Ese viernes de un octubre lejano, fue la primera vez que la vi en vivo. Cantó acompañada de adolescentes mexicanos que nos desgarrábamos gritando sus melodías.

Acudí a su último concierto en el teatro Metropólitan el 23 de Noviembre del 2007. Murió éste 4 de Octubre.


Hoy es un cadáver más como millones. Pero ella, Mercedes Sosa, es eterna.


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ADD: AGREGO LAS PALABRAS DE VÍCTOR HEREDIA:


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A Mercedes Sosa:


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¿Dónde pondremos ahora nuestros garabatos?


Esas líneas de amar y de rearmar la vida con la que llenábamos cuadernos pentagramados para soñar que estarías de acuerdo en algún sentido, o por ese sentido de latir unísono que nos emparentaba.


¿Qué haremos hermanita con ese agujero de soledad enorme que empieza a devorarse cielos, árboles y risas para que no nos trague el corazón también, el alma?


¿Tendrás alguna idea para paliar el hambre que sobrevendrá en nosotros en contados minutos cuando un vuelo de pájaros se alimente de vos, de tu aire en el aire, de tu tierra en la tierra?


¿Tendrás algún abrazo más para ese espacio entre el cuello y el pecho donde ubicabas siempre, en dulce reverencia, tu cabeza?


¿Podés curar este vacío mami, madraza, hijita tierra a la hora de la endecha de amor, del desconsuelo?


Mañana se verá cuando el cariño apure la soledad que siempre sobreviene a los que aquí quedamos, náufragos, a la interperie de la vida. Mamita tierna, mamá eterna.


Mañana se verá qué es lo que haremos con esta intensa luz de amor que nos legaste, mi querida Mercedes.


Compañera.


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Víctor Heredia







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domingo, 27 de septiembre de 2009

Confesiones inconfesables...






Aquí permanezco, aprendo a vivir a pesar de tu distancia. Me siento en el lugar de los recuerdos para verlos pasar. Escucho la vida dispararse a mi alrededor y las voces que conocimos entonan nuestra canción.



No permito que se apague el color de nuestros cuerpos, evito que el amor se torne transparente. Ya no deshojo margaritas, ni le permito al río robarse los pétalos que la indecisión soltó con lágrimas a través de los confluentes de soledad.

Descifro miradas de cenizas, miradas de fuego, miradas de agua, miradas de viento. Traduzco palabras, las embellezco, las acomodo, las conjugo para que tengan significado. Cuando por fin le doy forma a una rama de abedul para asirme, el ruido de la noche, o la humedad de semillas derramadas, me atrapan. Me pierdo entre las hojas; encuentro aves y me uno a su vuelo. Interpreto también sonidos. Por momentos me aburre aceptar mi debilidad que se asoma en forma de temblor en los labios.

Aquí permanezco, reencontrada por amores pasados. Maldita sea.


Tito está recostado en mis pies. Corrió por el jardín varias horas, a su regreso en su hocico cargaba un palo de madera. Lo soltó en el suelo y se echo a dormir. Por momentos sueña que persigue ardillas, mueve el rabo y suelta un leve ladrido.

Tengo meses escribiendo la historia de Ateh con varias voces. La casa se fue pintando de tonos maravillosos. En ocasiones me entretenían otras historias sin relación con la casa. Hay días que tengo que leer, lo necesito, se ha convertido en una necesidad así como lo es dormir y comer.

Al escribir de la Casa pintada, me convertí en inquilina de la misma. Ahora es un hogar de historias, de sentimientos, de experiencias, de ensoñaciones, de absurdos, de promesas y de recuerdos.
Entrar en ella es reencontrarse con la infancia, con el amor, con la sensualidad o consigo mismo.

Ateh , Cornelio, los peces, Tito y yo, Dorotea, les invitamos a soñar, a cantar, a reseñar o simplemente a leer poesía, cuento y algunas que otras: Confesiones inconfesables.
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FIRMA: Un ser de este mundo.






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miércoles, 23 de septiembre de 2009

La historia...






Me senté a escribir una historia.
Frente a mi escritorio, el ventanal detenía el halo frío de invierno que dejaba opacado el cristal. Afuera había susurro y movimiento. Los pinos le arrebataban las palabras a los matorrales enanos. Al césped le brillaba el roció helado. Sobre un tronco irregular, una ardilla le permitía al viento que la acariciara; mientras tanto el olor a madera se metía en las narices húmedas de Tito mi viejo pastor inglés de dos años de edad.
A Tito le gusta jugar con ardillas, las persigue por el pasto hasta que burlonas, lo cansan, entonces, los juguetones roedores se suben a las ramas altas de los pinos y desde ahí lo miran triunfantes.
De pronto, escucho a Tito ladrar…descubrió a la ardilla.
Sé que estás ahí pero ¿dónde?, le dije a la idea.
¿Soñé la historia?
Vi una casa de colores.
Un lunes conocí la casa. Tiene un jardín con abedules y margaritas. El recibidor, la cocina pequeña de madera rústica y el estudio están en la planta baja. Tiene escaleras en espiral para llegar a otro piso donde hay una habitación amplia con ventanas que miran hacia el sur. La madera de la cama y de los muebles es porosa y tosca. Al pie de la cama hay uno de varios baúles antiguos, es el más grande. Los demás están en fila y recargados en las dos paredes laterales de la recámara y son de diferentes tamaños. Desde esa habitación con baúles el jardín de margaritas es una sábana blanca moteada de puntos amarillos. El cuarto de lavado mira hacia la parte posterior de la casa. Ese día la dueña había lavado algunas prendas, se movían en mecates y amenazaban con fugarse ayudadas por el viento.

Un martes abrí el baúl grandote y salieron algunas imágenes; se desprendieron de las envolturas de papel donde las tenían guardadas.
Un miércoles, casi me sorprende ella escudriñando recuerdos. Me escondí bajo la cama.
Un jueves, la espié a través del ventanal del estudio. Miré libreros atiborrados de libros, sobre uno de los sillones de descanso, brillaba un saxofón. Llovía, pero no me importó mojarme. A ella la acompañaba un colibrí. En el recibidor colocó una pecera donde alojó quince peces.
Un viernes, por fin me vio.

Existen diferentes formas de leer.
Hay quien escucha lo escrito.
Hay quien ve lo que lee.
Hay quien vive lo que lee.
Hay quien lee y se reconoce.
Existen cosas que no te escribo, o tal vez pienso que no lo hago,
y sin embargo vienes y las lees.

Quisiera decirte muchas cosas y a veces,
sólo salen frases incompletas o se fabrican historias absurdas.
Se pintan colores…

Logré por fin darle forma a los ruidos que hacíamos cuando nos amábamos, se oyeron los gemidos, ¿verdad?
Hice un bosquejo formado de paredes, luego los escribí, los dibujé y los repetí muchas veces.
En este momento lees lo que escribo, viajas a través de estas palabras como yo lo hago montada en el espesor de los recuerdos.

Soy un recuerdo, en eso me convertí,
esperas que vuelva pero,
sin irme aún,
regresé.
Y me lees…



¡Ah!, por cierto, Ateh, soy Dorotea, le dije el día que por fin me vio.


FIN


FIRMA: Un ser de este mundo.




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miércoles, 9 de septiembre de 2009

Para conocer a la desconocida...







Para conocer a la desconocida hay que descifrar cada uno de estos puntos:
· Recoge hojas muertas de árbol y les da vida y utilidad.
· Pregunta a la naturaleza y recibe respuestas vitales.
· Coloca suspiros de colores en cajas pequeñas. Luego los libera y forma arcoíris.
· Camina por senderos hasta descubrir dónde se inician y bifurcan.
· Recorre las ramas de abedul con lentitud hasta encontrar al colibrí y conocer a las aves nocturnas.
· Después de cada tormenta, busca un charco de agua sucia, entonces, se refleja e inician las preguntas.
· Rescata pedazos de brillos lunares que entran a través de su ventana y se los pone de peineta.
· Baila de puntillas, da vueltas en contrasentido y forma remolinos para jugar con las aves.
· Recorre los arrecifes de la bañera, nadando con sus peces.
· Sopla la melancolía, el amor, la alegría, la sensualidad y los transforma en música para los oídos.
· Conoce la naturaleza, reconoce lo natural.

Cuando está conmigo:
· Se esconde en mi mirada.
· Busca con sus manos el nacimiento de mis nalgas y ahí, siembra una promesa.
· Da paseos en mi pecho, habla en susurros con mis brazos y mi vientre, y logra comunicarse con mis sentidos.
· Saborea cada músculo, surco y prominencia.
· Cabalga en mí cerrando los ojos. Luego, en estado hipnótico, se deja llevar hasta la cumbre.
· Gime de placer cuando mi río se desborda por ella y en ella.
· Se acomoda en un pómulo y me ve y me respira y me susurra y me canta y me recorre y…se esconde en mi mirada…

Querida Ateh:

¡Lo lograste! Abriste la ventana y ahí estaba la cara del universo. Sólo falta descifrarla. En ocasiones es necesario vernos a través de los ojos de los demás. Aunque lo más importante es reconocerte en los espejos.
Mi pequeña, me alegra leer que antes de ir a dormir te sacudes todo y te lanzas un clavado hasta las profundidades de tus sueños.
No te he encontrado en mis lecturas, ¿será que has cambiado de gustos? Dices que estás leyendo más cuentos que novelas, tal vez sea por eso.
Así como a ti, la lluvia me hechiza. Una tormenta cayó hace unos días, enjuagó el cielo y lo pulió tan bien, que destellaba luz, entonces, te imaginé columpiándote en Casiopea.
Envío saludos a Cornelio y a los peces.
A Emilio lo invito a sembrar un mar y que se anime a abortar ese riachuelo.

Te quiere.
Dorotea.





Estamos en el mes patrio y hay que festejar. ¡Comiendo y chupando que es gerundio! Faltaba más.




¡VIVA MÉXICO!




FIRMA: Un ser de este mundo




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domingo, 23 de agosto de 2009

Los libros y nosotros...






La casa pintada con tiza y té.

En un día caluroso de agosto, 2009


Querida Dorotea:

Hay bochorno. El vapor esperaba un momento para salir y conglomerar la humedad. Las hojas del abedul se adhieren con facilidad a mi piel. Por eso aproveché para disfrazarme de árbol y asustar al pobre Cornelio. Después me arrepentí, hubo necesidad de derretir su terrón de azúcar en té de tila. En este momento mi miedoso colibrí duerme hecho bolita en el cajón de la cómoda, donde guardo mis calcetines. Es de nervios débiles, tendré más precaución con él, aunque es de los pocos que toleran mis locuras.

Existe algo que he rehusado contarte. Hace unos días, cuando caminaba en dirección a la cafetería, empezó a llover y me percaté del color de la tierra del parque. Tú sabes cómo disfruto mirar la lluvia en ese lugar. Con mi gabardina hecha de silencio y mi sombrilla, puedo pasar horas de pie, escuchando el diálogo intermitente que nos brinda la naturaleza. Miraba la lluvia deslizarse sobre los cuellos retorcidos de los árboles y, de pronto, gotas gruesas de agua cayeron al piso, dejando huecos. La tierra convertida en lodo, salpicó mis zapatillas; contenta me senté en una de las bancas, no me importó mojarme la ropa; subí los pies y embarré el lodo hasta cubrir por completo cada zapato. Es maravilloso el color de la tierra. Mucho tiempo miré hacia abajo sin permitirme las sorpresas, después, recuperé la voluntad de subir y bajar la cabeza. Ese día en el parque, creo, recuperé la introspección.

Pero de lo que en realidad deseo hablarte es de lo siguiente: pintaba de tierra mis zapatos y sentí que alguien me veía. No volteé hacia el lugar desde donde percibí el calor de mirada; continué con el juego hasta que Emilio, mi vecino, se animó y se sentó a mi lado. Terminamos ambos embarrados de lodo y sonriendo como bobos.

Llegamos a la casa pintada, le presté una camiseta de las que uso para dormir y puse a trabajar la cafetera. Él me esperaba sentado en el sillón derecho del estudio, se había quitado los zapatos; mis libreros lo miraban de frente. Llegué con la mesa de té, Emilio abrió el ventanal izquierdo, las margaritas se asomaron curiosas; la lluvia les aplanaba el peinado pero el viento se los corregía. Ponía la azucarera y las cucharas sobre la mesita, cuando, de pronto, el vecino me dijo sin tapujos: “Quiero conocerte”.

Dorotea, ¿por qué algunas personas creen que el sólo hecho de desear, acarrea la disposición de la otra persona para brindar? Imagino a la gente dispuesta a soltar su letanía: “soy así”, “me enoja esto”, “me encanta aquello”, “he tenido nueve amantes”, “las películas de terror me hacen reír”, “soy celosa”. A lo mejor intuyes mi reacción querida amiga, aún así te cuento: después de su pregunta, de inmediato corrí hacia mi habitación y saqué del armario uno de mis disfraces, me lo vestí, luego, acomodé en mechones mis ideas. Por fin bajé a preparar los expresos que corté con un poco de leche. Le di su café y me senté en el sillón izquierdo con las rodillas dobladas hacia el pecho y acunando con ambas manos la taza; mis libros permanecieron atentos.
Me sorprendió de nuevo con lo siguiente:

-¿Cuáles son tus sueños Ateh? ¿Cuál es el color con el que se pintan tus ideas? -De inmediato me erguí y saqué la espada, “es más peligroso de lo que sospeché”, pensé. Le sonreí. Emilio se acomodó en el sofá dispuesto a conocerme. -Me gusta oír historias –mencionó. Sus ojos se abrieron para permitir la entrada de mis palabras.

-Puedo mentir y no lo sabrías –me ajusté la máscara-. A lo mejor digo lo que deseas escuchar –dije burlona.

Dejó la taza en la mesilla y se levantó; fue hacia el librero y observó en silencio. Mis libros se mostraban encantados por la calidez de su mirada. Apenas, rozando, sus dedos seguían el trayecto de cada lomo, cerraba los ojos, respiraba hondo.

Por un momento imaginé que no eran los tomos los que recorrían sus manos, sino el surco de mi columna, hasta llegar al límite de mi cordura.

Mientras Emilio sentía mis ejemplares yo aproveché su distracción para admirar su espalda y sus nalgas. Me sonrojé, el cosquilleo se diseminó en mi piel, provocado por el ojo y la imaginación. Para tranquilizarme me entretuve buscando a Cornelio.

-¡Tus libros! –soltó de pronto. Dejé de rastrear a Cornelio y nerviosa sorbí un poco de café. Intenté mostrarme indiferente.

-Ellos me dirán si mientes. Son el espejo del alma de su dueño –remató.

Cornelio no apareció esa noche. Después lo oí contarles a los peces: “no quise hacer mal tercio y además se sentía y escuchaba mucho calor ahí abajo”.

Dorotea, amiga, hay más que contarte. Lo haré después, Emilio no tarda en llegar.

Besos para ti.


Ateh.


FIRMA: Un ser de este mundo





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