miércoles, 18 de enero de 2012

La herencia perdida...






Me gustan los días lluviosos, de manera extraña me traen buenos recuerdos. Lolita, una compañera de la facultad, vivía en una colonia al sur de la ciudad, en aquellos tiempos habitaba poca gente por esos rumbos. Para ir a la casa de Lolita, teníamos que llegar al metro taxqueña, tomar un camión que nos subía hasta la entrada de una unidad habitacional que constaba de casa distribuidas en pequeñas lomas. Fui varias veces, y nunca falló la lluvia o el clima nublado. Tenían una especie de chimenea, era un boquete acondicionado de tal manera que su papá metía ahí un calentador. Los compañeros de Lolita rodeábamos la boca de la chimenea y su mamá nos llevaba chocolate caliente. Se trataba de reuniones para estudiar en grupo. Fue una época difícil para todos nosotros, estudiantes de medicina, chamacos asustados, confundidos, que intentábamos aprender un nuevo idioma: el médico. Conscientes de que un buen porcentaje podría quedarse sólo en el intento, sin lograr avanzar, no llegando a realizar un sueño: terminar una carrera. Estudiábamos hora tras hora, incluso existieron días que no dormíamos, y, temprano, el papá de Lolita, nos subía a su camioneta para llevarnos a la universidad y contestar nuestro examen. Elegíamos los días lluviosos para ir "al desierto de los leones" a comer quesadillas, tirarnos en el césped, fumar, besarnos (los que éramos parejas), jugar tochito, platicar de fantasmas o simplemente caminar sin rumbo y luego, regresábamos a casa de Lolita mojados y contentos. Me gustaba ir a esa casa, la de Lolita. ¿Qué habrá sido de ella, la dubitativa Dolores?

Recuerdo del día: El análisis de una relación o de una fijación con ojo crítico sólo puede ser llevada a cabo por una mente especial e inteligente. Debo aceptar que cuando conocí a Lajos y a Eszter, personajes de la novela de Sándor Márai "La herencia de Eszter" sufrí una transformación: creo que se presentó, para mi, una probable respuesta a una de mis múltiples preguntas.
"... El bien y el mal. Son puras palabras Eszter. ¿Has pensado alguna vez en que la mayor parte de nuestras acciones no tiene ningún sentido ni ningún fin? Uno hace lo que hace, sin pensarlo, sin obtener ningún beneficio ni ningún placer por ello. Si examinas tu vida, te darás cuenta de que has hecho muchas cosas sin querer, simplemente porque se te ha presentado la ocasión para hacerlas. […] es muy incomodo reconocerlo, Eszter. Al final de la vida, uno se cansa de cualquier acción encaminada a un fin en concreto. A mí siempre me gustaron las acciones que no tienen explicación posible..."

Así de esa forma Lajos se explica hacia Eszter. Digo: se explica; refiriéndome a dar un porque a su forma de "amar" a Eszter.

"... Naturalmente, de una manera demostrable o legal, no tengo derecho a exigirte nada. Pero también hay otro tipo de derechos, otro tipo de leyes. Quizá no lo sepas todavía, pero ahora te vas a enterar de que aparte de las leyes morales hay otras, igual de poderosas, igual de válidas. ¿Cómo decirte?... ¿Lo sospechas ya? La gente corriente no es consciente de ello. Pero tú tienes que enterarte de que a las personas no solamente las atan las palabras, los juramentos y las promesas; y que ni siquiera son los sentimientos y las simpatías las que rigen las relaciones humanas. Hay algo diferente, una ley más severa, más dura, que determina si dos personas están ligadas o no… Es como la complicidad. Esa ley es la que estableció que yo tuviera que ver contigo..." "...Creo, Eszter, que en realidad, de nosotros dos, soy yo el que tiene el carácter más fuerte. Claro, no en el sentido de los manuales de moral. Pero soy yo –el errante, el infiel, el fugitivo- quien ha podido permanecer, con todo mi empeño y convencimiento interior, fiel a esa otra ley que no figura en los manuales ni en los códigos penales, y que, sin embargo, es la verdadera. Es una ley dura. Atiéndeme. La ley de la vida dicta que acabemos lo que un día empezamos. No es precisamente un motivo de alegría. En la vida nada llega a tiempo, la vida nunca te da nada cuando lo necesitas. Durante largos años, nos duele ese caos, esa demora. Pensamos que alguien está jugando con nosotros. Sin embargo, un día nos damos cuenta de que todo ha ocurrido determinado por un orden perfecto, encajado en un sistema maravilloso… Dos personas no pueden encontrarse antes de estar maduras para su encuentro… Maduras, no desde el punto de vista de sus inclinaciones y de sus caprichos, sino en su fuero más íntimo, obedeciendo la ley irrevocable de sus destinos, de sus estrellas, de la misma manera que se encuentran dos astros, en la infinitud del universo, con una exactitud perfectamente determinada, en el instante previsto, en el instante que pertenece a los dos, en la infinitud del espacio y del tiempo, según las leyes de la astronomía..." "...No basta con querer a alguien. Hay que tener valor para amar de verdad. Hay que amar de una manera tal que ningún ladrón, ninguna mala intención, ninguna ley –ni la ley humana ni la ley divina- puedan hacer nada en contra de ese amor. Nosotros no nos amábamos con valentía… ése fue el problema. Y es tu responsabilidad, puesto que el valor de un hombre resulta ridículo en materia de amor. El amor es cosa de mujeres. Sólo destacáis en eso. Y en eso fracasaste tú, y contigo fracasó todo lo que pudo haber sido, todos nuestros deberes, el sentido entero de nuestras vidas. No es verdad que los hombres sean responsables de su amor. Hubieras tenido que amarme como ama una heroína. Sin embargo, cometiste el mayor error que una mujer puede cometer: te enfadaste, te echaste atrás. ¿No lo crees así?"

Vaya usted a saber cómo ese Lajos convenció a esta lectora (yo) y calmó su alma. No hay conclusión más auténtica que la que dicta y desea nuestro propio corazón...


Mafalda desde si misma...



1 comentarios:

Workaholica dijo...

Ayyyyyyyyyyyy

"No basta con querer a alguien. Hay que tener valor para amar de verdad. Hay que amar de una manera tal que ningún ladrón, ninguna mala intención, ninguna ley –ni la ley humana ni la ley divina- puedan hacer nada en contra de ese amor"

Con este párrafo me quedo...

Y de la lluvia... ya sabes... me pone muy malita de mis alegrías :)

Besitos

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