Escuché: gracias, en tono bajo. Cómplice, le sonreí a la madera del librero. Intenté recordar el tiempo de vida de mi almacén literario, no lo logré. ¿Veinte años? Puede ser. Durante años me salvé de morir aplastada por un desplome de hojas y letras. Decidí escombrar mi librero para darle espacio a los libros que ya formaban parte de mi cama, de cajones de ropa, del banco de altura. Sobre el tocador, los perfumes, cepillos y cremas; reposaban por encima de: Llámalo sueño, Ficcionario, Trópico de cáncer, El libro de Manuel y Antología del humor negro. Si intentaba buscar algún libro, aquello se convertía en una aventura; encontraba de todo: fotos, artículos de medicina, cartas de amigos o novios, publicidad médica, etcétera. Terminaba molesta por no localizar lo que quería en los montones e hileras de letras; dejaba todo hecho pelotas. Por supuesto la maraña de libros, hojas y demás cosas sin orden, se introducían más en el caos.
La cajuela de mi auto se había transformado en librero móvil. Tenía que lanzarme clavados para buscar algunas letras pendientes de leer. Llevar el carro al servicio, implicaba descargar libros. Cuando esto sucedía, por arte de magia, desaparecía toda la familia de mi vista y me tocaba sola desalojar y amontonar más libros en el poco espacio de mi habitación. El suelo fue el lugar asignado para tres torres que pujaban por mantener el equilibrio, el cual llegaron a perder por culpa de la mascota negra y juguetona que pulula por el hogar. Los discos compactos también han provocado impaciencia en el intento de organización de la casa. Mi madre optó por asignarme un rincón de la sala, pero no fue suficiente. Se ha dado por vencida, sólo le resta tenerme paciencia.
En mis vacaciones, con trapo en mano, combinando resignación y ánimo, limpié e impuse orden al desorden. Me descubrí caminando despacio entre las capas grises de polvo; sorprendida y emocionada, encontré: caricias, miradas, besos, caligrafía de amor, regalos, canciones, imágenes, promesas no cumplidas, mentiras verdaderas, amores malogrados, dolores del alma, recetas para eructos, indigestiones aliviadas, olores desafortunados, flores marchitas, hojas de árboles enmicadas, teléfonos antiguos, secretos olvidados, susurros cálidos, radiografías de ideas, medicina para el odio, ungüentos que ensordecen, correspondencia de humores, brotes antiguos de granos, colores chillantes, ¡moscas muertas! (bien decía Cortázar: esa obstinación de las moscas).
Me encontré, repasando mis recuerdos. Hojeé miles de muletas que ocupaban los extremos y descubrí que eran fuertes, porque sostenían un peso importante de artículos médicos y revistas de cardiología antiguas; supe elegir cuáles eran necesarias. Al final, un bote de basura grande no fue suficiente para echar lo inútil. Mis libros están acomodados ahora de la siguiente manera: novelas, cuentos, ensayos y poesía. Los tomos médicos ya tienen también su lugar, así como las revistas. Vivimos, coexistimos ¡vaya manía! Durante ese tránsito de lo cotidiano, nos cae polvo que, con trapo y escoba, sólo logramos cambiar de lugar.
En estos días, miro que a nuestro alrededor se forman telarañas de diferentes hilos y fuerzas. Algunas de amor, de amistad, de compañerismo o solidaridad. Existen vientos contrarios, fantasmas vivientes, muertos en vida; que se llevan nuestra situación estable entre las patas. Rompen las telarañas dejando destrozos por todos lados.
En estas semanas también miro llanto, desolación, tristeza, entonces, recuerdo. Yo fui llanto, desolación y tristeza. Durante este reacomodo de cosas y de recuerdos, no solté ninguna lágrima. No ha sido fácil llegar a este punto.
Leí hace poco Son de mar, una historia (la hicieron película creo) de Manuel Vicent; donde se habla de naufragios humanos, de vacíos y confusiones (no de desamor); donde hay corazones que necesitan naufragar para encontrarse. En la película El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, se muestra ese lado humano, incomprensible para la muerte. Durante la búsqueda, nos persigue la dama en su caballo azabache. Nos vigila, sopesa posibilidades. Muchos escritores y poetas están seguros de que la espera del amor, retrasa la llegada de la muerte
Porque el amor duele, desgarra, tatúa; pero también enseña a vivir y nos transforma, y sí, vale la pena el riesgo, vale la pena el dolor, vale la pena esperar.
* “(…) Y después de todo sólo nos quedaba, nos queda la lúgubre tarea de seguir siendo dignos, de seguir viviendo con la vana esperanza de que el olvido no nos olvide demasiado.”
*Alguien que anda por ahí Julio Cortázar
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5 comentarios:
Querida Mafalda
Uno de tus textos más bellos y conmovedores.
Y yo debería seguir tu ejemplo, necesito "echarme un clavado" para ordenar mis dos placenteros desórdenes: libros y películas. Antes, preciso encontrar el ánimo suficiente para ello y así ponerme a ordenar alfabéticamente, como en una biblio-video-teca, mis preciados objetos. Aún no lo vislumbro.
El amor duele y desgarra, es cierto; pero más vale eso, a vivir como muerto en vida.
"Son de mar", el film, no me gustó, necesito leer el libro.
Una película sobre la muerte y el placer de escribir y de encontrar un asidero a la vida, a través de los recuerdos: "L'escaphandre et le papillon". Contra mis prejuicios -la imaginaba melcochosa y edificante, algo que me produce una infinita hueva- el film me fascinó. La maravillosa voz narrativa, desde el cerebro de ese hombre muerto en vida -víctima de un infarto cerebral queda presa de un raro mal: locked-in syndrome-, es como leer en el libro abierto de su imaginación.
Un saludo y perdona este largo choro
Eso es lo que me espera en dos semanas más...si reúno el ánimo para hacerlo.
¡Cuántos recuerdos atiborrados no solo en el texto sino en el objeto!
Sí, vale la pena esperar porque siempre hay alguien por ahí...
¡Abrazos con telaraña!
Valdra la pena esperar el amor??aunque desgarre,tatue,duela y aparte nos transforme nuestra vida creo que si, la contraccion del corazon al percibirlo no se compara con nada.Amar es vivir y aqui estamos para disfrutar la vida asi que amemos :)
Un abrazo de amor
Una de mis más grandes tristezas es no poder arreglar el librero...
Cuando me mudé lo dejé en el otro depa.... mis libros ahora están tristes, solos y fríos en cajas dentro de una bodega.... :(
Porque el amor duele, desgarra, tatúa; pero también enseña a vivir y nos transforma, y sí…vale la pena el riesgo, vale la pena el dolor, vale la pena esperar.
Arghhhhhhhhhhh.... yo ya no sé si quiera transformarme.... yo no puedo esperar más.... me hace tanta falta, maldita sea !!!!!
Oooopsss... me salió del alma !!!
Hola Mafalda!
Los estántes de libros se vuelven pequeños pasados los años, pero sin embargo muchas veces aún así sigue quepando todo adentro. La del mono donde vivo parece un globo a punto de reventar. Ahora tengo un tablón para armarme otra en la pared, incluso mi suegro ya me pasó unas buenas visagras. Se volvió un problema familiar el lío de papeles y libros. "Llamalo sueño", como dice Henry Roth, que está en tu biblioteca (lástima que no en la mía), pero en estos estantes está nuestra vida más linda, ¿no? En otro rincones quedan todas esas cosas que no sirven de mucho. Un gusto leerte. Saludos
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