lunes, 27 de octubre de 2008

ALGUNOS SE ATREVEN









**Dedico este post a todas esas almas que tienen deseos de soƱar (a mis sobrinas: Itzel, Cinthya, Olivia, Helia y Daniela). Y tambiƩn a alguien que me sorprende por su valentƭa al explorar y buscar sin miedo: A mi queridƭsima Kix. Por cierto, tambiƩn se lo dedico a Mini-Kix. Ya tendrƔ su mamƔ algo que contarle cuando solicite lo siguiemte:


- ¡TĆ­a, queremos que nos leas un cuento! -entraron de improviso a mi habitaciĆ³n tres pares de ojos, y sin ser invitadas se acomodaron a mi alrededor.
- ¿Un cuento? Mmmmm, a ver...¿de algĆŗn tema en especial? -preguntĆ© con doble intenciĆ³n. Estaba segura que tres adolescentes necesitaban con urgencia escuchar cualquier cosa acerca del amor.
- Algo chido, romƔntico, de novios jajajaja.
No pasĆ³ ni por un segundo por mi cabeza leerles cuentos rosas, princesas que vivieron felĆ­ces para siempre etc., y de pronto que recuerdo esta belleza, me sentĆ© frente a ellas, e inicie la narraciĆ³n.
Estoy segura que muchos huirĆ”n al ver el tamaƱo del post, aunque quiero advertirles mis lectores -porque estoy segura- no se arrepentirĆ”n, la narracciĆ³n los atraparĆ” desde el inicio (caracterĆ­stica necesaria de un buen cuento) los harĆ” soƱar y al final reĆ­r cĆ³mplices con el autor...

TĆ© para dos

El escritor les aconseja, queridos lectores, que no lean este cuento un miĆ©rcoles y de ninguna manera antes del mes de mayo. AdemĆ”s, lo mĆ”s conveniente serĆ­a que lo leyeran por las noches y en la cama. DescubrirĆ”n las razones por ustedes mismos. AĆŗn debo decir que en este cuento no hay hĆ©roes; los Ćŗnicos hĆ©roes aquĆ­ son ustedes, sus lectores.
Yo sĆ© que, mientras escribo esto, mi ojo izquierdo mira el papel como el ojo de mi padre, y el derecho, como el ojo de mi madre. Tal vez por esa razĆ³n esto no resulta tanto un cuento como una especie de elixir de amor, y estos renglones se convierten en las instrucciones para el uso de dicho elixir.
Ustedes, no obstante, saben que la diferencia entre dos amores puede ser mĆ”s grande que la diferencia entre el amor y el odio. QuizĆ”s por eso cada amor grande empieza con tres pequeƱas mentiras y son justamente ellas, esas pequeƱas mentiras, lo que tenemos que agregar al cuento como base para esta pĆ³cima de amor.
La primera de ellas, queridos lectores, sean quienes sean o se llamen como se llamen, serĆ” su nombre secreto, es decir falso. AsĆ­ que el nombre de la lectora de este cuento serĆ” desde ahora Aseneta, como la esposa del hermoso Josefo, mientras que el nombre secreto del lector serĆ” Aristin como se llamaba un escritor del siglo XII.
Pero el elixir de amor aquĆ­ ofrecido podrĆ”n aprovecharlo, queridos Aseneta y Aristin, sĆ³lo si pasan por una iniciaciĆ³n especial, es decir, si logran alinearse entre los hĆ©roes de este cuento. Porque no todos los lectores de este texto podrĆ”n realizarlo. Por otro lado, tengan en cuenta que eso no es inocuo, porque la conversiĆ³n del lector en el hĆ©roe de un libro le da la posibilidad al escritor de lastimarlo, incluso de matarlo, en cuestiĆ³n de dos renglones. Sin embargo, nuestro objetivo aquĆ­ es el amor, y no la muerte, un elixir de amor, y no un veneno. AsĆ­ que Ć”rmense de valor y escuchen las primeras instrucciones. Aparentemente, todo parece bastante fĆ”cil, es suficiente que en un futuro cercano mientan tres veces, pero tambiĆ©n se necesita que algo ya haya ocurrido en su pasado reciente. Un evento aparentemente pequeƱo e insignificante, que, sin embargo, representa la condiciĆ³n para acceder a la pĆ³cima del amor.
Mis instrucciones seguirƔn por separado para Aseneta y despuƩs para Aristin, porque difieren dependiendo de su destinatario.

Instrucciones para Aseneta
1. Querida Aseneta,
Tal vez tiene usted unos maravillosos ojos negros que lanzan miradas aromĆ”ticas a su alrededor, tal vez siembra tras de sĆ­ sombras costosas y tal vez orina agua de colonia, como dijo una escritora, pero eso no le ayudarĆ” a llegar a ser la heroĆ­na de este libro. Lo puede conseguir sĆ³lo la lectora que antes del dĆ­a en que empieza a leer este cuento haya perdido una llave. Una llave cualquiera. La llave del maletĆ­n de maquillaje, la llave de su auto, o de un departamento ajeno, da igual. Si eso le ha pasado estĆ” en buen camino y sĆ³lo usted puede considerarse la heroĆ­na de este cuento y la portadora del nombre falso de Aseneta. Ninguna otra. Las demĆ”s lectoras pueden tirar este libro, inclusive, porque Ć©l ya no se refiere a ellas.
2. Su siguiente deber, querida Aseneta, es soƱar un sueƱo. AntaƱo los monjes de Constantinopla curaban las enfermedades del sueƱo de sus hermanos, o de otra gente, solicitĆ”ndole a toda la hermandad de su monasterio que una determinada noche soƱara el mismo sueƱo, previamente descrito. Algo semejante se necesita aquĆ­ tambiĆ©n. SĆ³lo que aquĆ­ el modelo tiene que ser un sueƱo femenino, por lo que vamos a aprovechar un sueƱo que habĆ­a soƱado mi media hermana. AsĆ­ que la lectora que se sentĆ³ a leer este cuento habiendo olvidado en algĆŗn lugar una llave, por lo que tiene derecho a llevar el nombre de Aseneta, debe soƱar el siguiente
SueƱo femenino
SueƱo que camino de noche por una calle desierta. Es tarde, estĆ” oscuro, empiezo a sentir miedo cuando de pronto escucho unos pasos detrĆ”s de mĆ­. Son pesados y resuenan cada vez con mĆ”s velocidad. AĆŗn estoy lejos de mi casa, me apresuro, y luego empiezo a correr con pĆ”nico. Los pasos pesados son cada vez mĆ”s frecuentes y el desconocido a mis espaldas estĆ” corriendo. Me persigue. En una esquina alcanzo a verlo con el rabillo del ojo. Es un hombre mĆ”s robusto que yo, que apresura su paso sin hablar en la oscuridad. AllĆ­ ya no hay calles, sĆ³lo una zona densamente poblada, uno atraviesa los patios de las casas, viejas escaleras, pasa por los pĆ³rticos, a veces por las antesalas abandonadas de las casas. De pronto, como suele ocurrir en los sueƱos, las piernas ya no me obedecen. Sigo corriendo, pero no me muevo de un portal que me observa con su oscuridad. Me quedo paralizada. El desconocido se acerca cada vez mĆ”s, casi me cubre su sombra, pero en el momento decisivo de repente deja de perseguirme, se detiene en una esquina, se para junto a la pared y orina por un largo, largo rato…
3. Por supuesto que a la maƱana siguiente, en cuanto se despierte, querida Aseneta, usted se darĆ” cuenta que no lo ha logrado. No ha soƱado el sueƱo solicitado, sino algĆŗn otro, diferente, quiĆ©n sabe cuĆ”l. Pero no se preocupe. Eso no importa en absoluto. El sueƱo, en realidad, no le fue solicitado para que lo soƱara, porque hoy en dĆ­a ya nadie sabe hacerlo, sino para recordarlo muy bien. Incluso, hay una razĆ³n adicional, pero cada cosa en su momento. Ahora debe buscar algĆŗn arete suyo. Cualquiera. NecesitarĆ” sĆ³lo uno. PĆ³ngalo en su bolso.
4. El siguiente miĆ©rcoles debe ir a la terraza de la taberna mĆ”s cercana a la iglesia principal de su lugar (aquĆ­ en Belgrado, serĆ­a la terraza de la taberna “El signo de interrogaciĆ³n” en la calle Kralja Petra, nĆŗmero 6). Al medio dĆ­a debe sentarse allĆ­, al sol, y ordenar un tĆ©. Mientras lo estĆ© bebiendo ponga sobre la mesa aquel arete. Luego ya no tendrĆ” que hacer nada, salvo esperar. Debe esperar a un joven que pondrĆ” sobre la mesa ante usted una llave sin cortar. Sin embargo, la espera es un oficio difĆ­cil. TambiĆ©n una buena escuela…Pero, tenga cuidado, el cuento en este punto puede dejar de ser un cuento de amor en un sentido clĆ”sico. Porque, sĆ³lo Dios sabe a quiĆ©n traerĆ” la casualidad ante usted un miĆ©rcoles en la terraza de la taberna para que en un tĆ© para dos se tope con quien le hace falta en la vida…Puede suceder que nadie con una llave aparezca no sĆ³lo ese miĆ©rcoles, sino tampoco el siguiente. O puede suceder que un solo joven con una llave sin cortar se tope con diez chicas con aretes sobre la mesa. Es decir, este cuento se convirtiĆ³ en una tienda de elixir de amor, pero Ć©ste, como todas las demĆ”s pĆ³cimas mĆ”gicas, no es inocuo.

*
En este lugar de pronto dejĆ© de escribir porque en mi mente apareciĆ³ una pregunta clara como el cristal:
-¿Por quĆ© le mientes? ¿Por quĆ© mientes a Aseneta, si sabes muy bien que es totalmente incierto que algo ocurra y quĆ© cosa puede ocurrir el miĆ©rcoles siguiente en la terraza de dicha taberna?
Al pensarlo un poco me respondĆ­ a mĆ­ mismo:
-Porque cada gran amor empieza con tres pequeƱas mentiras…

Instrucciones para Aristin
1. Querido Aristin,
Usted puede tener las manos y la voz que hacen temblar los oĆ­dos femeninos, los bigotes que embellecen su sonrisa y la sonrisa que embellece sus bigotes, pero eso no va a ayudarle a convertirse en el hĆ©roe de este cuento. El lector atinarĆ” fĆ”cilmente si Ć©l es el verdadero, si es el Ćŗnico que puede lograrlo, si por la noche, en la cama, cuando se disponga a leer este cuento, recordara que hace poco encontrĆ³ en el pasto o en la calle un arete perdido. Un arete femenino comĆŗn que no tiene que ser caro en absoluto. Ese lector es el elegido. Y sĆ³lo Ć©l tiene derecho de llevar el nombre secreto del hĆ©roe de este cuento: Aristin. Los demĆ”s ya pueden desistir de los intentos y la lectura de este cuento ya no les va a concernir.
2. Si ha leĆ­do la instrucciĆ³n del punto 2 para Aseneta se refiere a usted tambiĆ©n. AquĆ­ estĆ” el sueƱo que se requiere de usted para los fines mencionados con la advertencia de que se trata de un sueƱo masculino que yo habĆ­a soƱado, por lo que supongo lo podrĆ” soƱar usted tambiĆ©n, Aristin…
SueƱo masculino
SueƱo que estoy acostado en una cama. Arriba de mĆ­ estĆ” el techo de madera al cual estĆ” sujeta una mesa cuadrada puesta para comer. Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera volteado. En la mesa estĆ”n de cabeza, pero sin caerse, un plato lleno de comida, tenedor, cuchara y cuchillo, una fuente con pan y un vaso de aguardiente de ciruela pasa. Tal vez en el plato estĆ” el bagre frito en agua para el DĆ­a de San NicolĆ”s. El techo es bajo y la mesa estĆ” justamente a una distancia que acostado pueda tomarme el aguardiente y almorzar todo lo que hay en ella. Y eso resulta tan fĆ”cil que causa un placer supremo, una calma y felicidad que desconocemos en la tierra. Todo allĆ­ es completamente “natural”, adaptado al cuerpo, un cuerpo astral, que estĆ” conectado con mi cuerpo a travĆ©s de mi ombligo astral…Mientras aquĆ­, en la Tierra, camino por un bosque y me duele cada hoja.
3. Querido Aristin, creo que usted no pudo soƱar el sueƱo exigido y comerse allĆ­ el almuerzo, aquel bagre frito en agua para el DĆ­a de San NicolĆ”s. Pero no se desespere. Usted ya sabe, porque echĆ³ un vistazo en las instrucciones para Aseneta, que el sueƱo no se le exige para soƱarlo, sino para otros propĆ³sitos. Por eso, continĆŗe ahora su camino, es decir, pase por una tienda y cĆ³mprese la llave sin cortar.
4. El siguiente miĆ©rcoles vĆ”yase a la terraza de la taberna mĆ”s cercana al templo de su lugar (aquĆ­, en Belgrado, estĆ” en la calle Kralja Petra, nĆŗmero 6, donde se encuentra la taberna “El signo de interrogaciĆ³n”). TendrĆ” que estar allĆ­ al mediodĆ­a y buscar a una persona femenina que estĆ© tomando tĆ© y sobre la mesa ante ella tenga un arete femenino. AcĆ©rquese a ella, ponga la llave sobre la mesa y pregĆŗntele si usted puede sentarse. Si ella no le da permiso, presĆ©ntese, dĆ­gale que se llama Aristin. Si ella es Aseneta, se puede suponer que le ofrecerĆ” el asiento y usted le contarĆ” lo que soĆ±Ć³ la noche anterior. En realidad, el sueƱo que no ha soƱado, sino que le fue exigido. CuĆ©nteselo como si lo hubiera soƱado, aunque no lo hubiera hecho. Si tambiĆ©n ella le cuenta un sueƱo que le fue pedido, el cual usted ya leyĆ³ en este cuento, se cumpliĆ³ el objetivo y todos los requisitos estĆ”n ahĆ­. Es decir, cada amor grande empieza, como dijimos, con tres pequeƱas mentiras. Esa condiciĆ³n la habrĆ”n cumplido los dos parcialmente, mintiendo haber soƱado lo que no soƱaron y presentando sus nombres falsos. Eso significa que estĆ”n en el mejor camino para aprovechar el elixir de amor y convertirse en los protagonistas de un gran amor. Si Aseneta le pregunta a usted, querido Aristin: ¿por quĆ© precisamente una llave y por quĆ© precisamente un arete?, usted contestarĆ” lo siguiente: No tiene ninguna importancia si es una llave o un arete. Lo importante es que a los hombres, por lo general, les falta algo de atenciĆ³n, asĆ­ que alguien que fue lo suficientemente atento para notar en el pasto o en la calle un arete perdido es muy recomendable. A las chicas, por lo general, les falta ser un poco distraĆ­das, entonces, es recomendable la que puede llegar a perder unas llaves. Esos dos, segĆŗn parece, podrĆ­an formar una pareja bastante armoniosa…
*
En este lugar interrumpĆ­ por segunda vez la escritura de este cuento porque en mi mente apareciĆ³ una pregunta clara como el cristal:
-¿Por quĆ© le mientes? ¿Por quĆ© mientes a Aristin, si sabes muy bien que todo es totalmente incierto? Porque los que lo intenten experimentarĆ”n por sĆ­ mismos que una relaciĆ³n basada en llaves sin cortar y una chucherĆ­a femenina no debe significar gran cosa. Puede ocurrir que Aseneta y Aristin simplemente no se gusten. O aĆŗn peor, puede darse el caso que, yo mismo me lo imaginaba, que Aseneta o Aristin no encuentren a nadie para tomarse un tĆ© para dos con ellos, alrededor del medio dĆ­a en la terraza junto a la iglesia. La cosa puede convertirse en la amistad entre dos chicos, un compaƱerismo mutuamente Ćŗtil entre un viejo y una joven, la plĆ”tica entre dos viejas, un romance entre dos lesbianas o quiĆ©n sabe quĆ© mĆ”s. Entonces, ¿por quĆ© mientes a Aristin?
-Porque cada gran amor –me respondĆ­ a mi mismo- empieza con tres pequeƱas mentiras…

II
Casi dos aƱos despuĆ©s de que este cuento fuera escrito y publicado en un periĆ³dico me llamĆ³ por telĆ©fono una voz masculina, me dijo que no nos conocĆ­amos, que era mi lector y que tenĆ­a que decirme algo extraordinario en relaciĆ³n con el cuento “El tĆ© para dos”. Quedamos en encontrarnos en la terraza de la taberna “El signo de interrogaciĆ³n”. En ese entonces yo ya habĆ­a cumplido setenta aƱos, habĆ­a entrado en el siglo XXI y empezaba a olvidar sin orden muchas cosas – cazar cornejas, tirar los guijarros sobre la superficie del agua, entrar por la puerta de espaldas, dĆ­as de la semana primero en ruso y despuĆ©s en francĆ©s, mientras que los nombres de dĆ­as en inglĆ©s brotaban de mi memoria a pesar de que jamĆ”s lo habĆ­a aprendido bien. En resumen, el alma se me salĆ­a por la nariz, y yo tenĆ­a que estornudar cada maƱana. Aunque todavĆ­a no me olvidaba cĆ³mo reĆ­r. Por eso me reĆ­ en el auricular, Ć©l no lo hizo, y nos encontramos en la terraza de la taberna “El signo de interrogaciĆ³n”. Ɖl estaba tomando cafĆ© y leyendo el periĆ³dico “La voz pĆŗblica”. Estaba en la mejor edad, cuando las virtudes aĆŗn no empiezan a convertirse en vicios. VestĆ­a bien, de negro, tenĆ­a tres caras transparentes una encima de la otra, cada una hermosa a su propia manera. Y tres tipos de cabellos en la cabeza - uno cerdoso, otro parecido a plumas y un corto pasto hirsuto en la mollera. Con su mirada podĆ­a congelar el agua en el vaso delante de Ć©l…Yo me desconcertĆ© y concluĆ­: Dios cura, nosotros sĆ³lo cambiamos vendajes…
Me contĆ³ lo siguiente.

El cuento del lector
“Antes que nada, quiero decirle que yo no soy ningĆŗn ratĆ³n de biblioteca. Es todo un milagro que haya leĆ­do su cuento y el milagro se dio de la siguiente manera. Un dĆ­a mientras paseaba por Kalemegdan, mi mirada cayĆ³, por pura casualidad, sobre un objeto que brillaba en el pasto. Me agachĆ© y encontrĆ© un arete femenino. ParecĆ­a un poco aplastado, probablemente pisado, pensĆ©, y lo metĆ­ en el bolsillo. Lo olvidĆ© allĆ­, porque los bolsillos son los mejores lugares para olvidar cosas. Cuando despuĆ©s de algunos dĆ­as volvĆ­ a ponerme el mismo saco palpĆ© el arete en el bolsillo, primero sorprendido de que estuviera ahĆ­, pero luego pasĆ© por “El Bazar del Milenio” a visitar a un joyero que fue mi compaƱero de escuela.
- ¿De dĆ³nde sacaste esta maravilla? –preguntĆ³.
- La encontrƩ.
ExaminĆ³ el arete bajo la lupa y dijo:
- Oro de catorce quilates con tres diamantes, tres verdaderos diamantes.
- ¿CuĆ”nto vale eso?
Mi amigo dijo una suma aproximada que hizo dar vueltas a mi cabeza. SiguiĆ³ examinando el arete cuidadosamente bajo la lupa.
-En el arete hay un poco de sangre seca. Fue arrancado de la oreja de una chica. Por eso estĆ” un poco deformado…
Al devolverme la joya mi amigo quedĆ³ un poco pensativo y agregĆ³:
- Yo sƩ de quiƩn es ese arete.
Me quedƩ pasmado.
- ¿EstĆ”s bromeando?
- Lo sabe todo el mundo. PerteneciĆ³ a Ksenia Kaloper. Hace un mes todos los periĆ³dicos escribieron sobre ella. Fue robada y asesinada en Kalemegdan. Sabes aquello: “Nena, ¡quĆ­tate la chucherĆ­a para que no te arranque la oreja!” No obedeciĆ³. A juzgar por los periĆ³dicos, le arrancaron los aretes, le quitaron las sortijas de las manos y un anillo de un pie, todo con violencia y rapidez. El asesino tenĆ­a prisa. El anillo del pie fue encontrado ahĆ­ mismo. Lo demĆ”s no…
- ¿Y quĆ© hago ahora con esto?
- Tienes varias posibilidades, cada una peor que la anterior. Entregar el asunto a los Ć³rganos de justicia, devolver el arete a la familia de la difunta Ksenia Kaloper, vendĆ©rmelo a mĆ­ bajo la condiciĆ³n de que yo quiera comprarlo. En los tres casos tendrĆ­as que explicarle a la policĆ­a cĆ³mo lo obtuviste.
Desesperado regresĆ© el arete al bolsillo y decidĆ­ olvidarlo allĆ­ de nuevo. Por ahora. Antes de salirme de la tienda mi amigo me gritĆ³:
- Todo eso tiene un lado bueno.
- ¿CuĆ”l?
- Te convertiste en el personaje de un cuento.
- ¿CuĆ”l cuento? –me quedĆ© asombrado de nuevo.
- El cuento se llama “TĆ© para dos” y sus personajes llegan a ser todos aquellos que encontraron cualquier arete en cualquier lugar. Yo leĆ­ hace poco en un periĆ³dico. Un momento…aquĆ­ estĆ”.
De un montĆ³n de periĆ³dicos sacĆ³ uno y me tendiĆ³ su cuento. AsĆ­ lleguĆ© a “TĆ© para dos”. Y asĆ­ se dio que leyera su cuento. En un momento pensĆ© irme a la cita en la terraza del “Signo de interrogaciĆ³n”, hasta conseguĆ­ una llave sin cortar por si acaso, pero esas intenciones se vieron impedidas entonces por un gran cambio en mi vida.
Dos semanas despuĆ©s de haber leĆ­do “El tĆ© para dos” me dieron inesperadamente un empleo en el extranjero. Estuve fuera de Belgrado varios meses, trabajaba en MoscĆŗ y tenĆ­a la intenciĆ³n de continuar mi vida allĆ” cuando me avisaron que mi padre habĆ­a muerto, asĆ­ que vine a enterrarlo y a encargarme de su departamento. DespuĆ©s del funeral y de los demĆ”s trĆ”mites regresĆ© al desierto hogar paterno lleno de cosas viejas que desde hace mucho habĆ­an perdido sus aromas y adquirieron una especie de tufo comĆŗn. Miraba fijamente esas cosas y a mĆ­ mismo en medio de ellas a travĆ©s de un espejo de mi padre, gastado y con un agujero y sentĆ­ que el hombre cada dĆ­a tenĆ­a la oportunidad de ser inteligente al menos por un instante. Porque todo hombre pasa cada dĆ­a, sin siquiera percatarse, por un semi-instante anterior a su nacimiento y por un semi-instante posterior a su muerte. Entre esos dos semi-instantes estĆ” la gota de la sabidurĆ­a que apenas notamos…Con esos pensamientos me tumbĆ© en la cama, pero no pude dormirme. Toda la noche estuve dando vueltas y me levantĆ© tarde sin pegar un ojo. MirĆ© por la ventana, me di cuenta de que era casi mediodĆ­a y de que era primavera; me puse mi viejo saco que estaba en el armario y que no me habĆ­a puesto en mucho tiempo. PalpĆ© una llave en el bolsillo, la saquĆ©, me preguntĆ© de quĆ© era y con sorpresa notĆ© que no tenĆ­a cortes. Me acordĆ©, por supuesto, que estaba preparada para la cita en la taberna “Signo de interrogaciĆ³n”, pero que jamĆ”s tuve tiempo de verificar si funcionaba o no. En el otro bolsillo estaba, desde luego, el arete de oro con diamantes.
De pronto se me ocurriĆ³ que podrĆ­a tomarme el cafĆ© de la tarde, que necesitaba sobremanera, justo en “Signo de interrogaciĆ³n” y me fui directamente a la calle Kralja Petra. HacĆ­a calor, en la terraza habĆ­a mucha gente sentada, y no quedaban mesas desocupadas. En una mesa notĆ© a una chica sola tomando tĆ©. TenĆ­a un zapato negro con el tacĆ³n blanco, y otro blanco con el tacĆ³n negro, junto a su taza estaba un arete. De oro con tres piedritas brillantes. Con tres diamantes. Algo deformado. Me quedĆ© petrificado. El otro igual a Ć©se, estaba en mi bolsillo. Al acercarme, puse aquella llave sobre la mesa y dije:
- Buenas tardes, soy Aristin, ¿puedo sentarme?
- CuĆ©ntame un poco de eso –contestĆ³ la chica- ¿quiĆ©n se llama asĆ­ hoy en dĆ­a? Es decir, mientes, pero siĆ©ntate, ya que el lugar estĆ” lleno. Tomate un cafĆ© y largo de aquĆ­.
Me sentƩ, pedƭ un cafƩ e intentƩ una vez mƔs. Le preguntƩ:
- ¿Quiere que le cuente lo que soƱƩ anoche?
- EstĆ” bien, si no va para largo. De todos modos estamos matando el tiempo –dijo.
Entonces empecĆ© a contarle el sueƱo que me fue encargado en el “Elixir de amor””:
- SueƱo que estoy acostado en una cama. Arriba de mĆ­ estĆ” el techo de madera al cual estĆ” sujetada una mesa cuadrada puesta para comer. Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera volteado…
- Mientes de nuevo. En tus ojos veo que anoche no pegaste un ojo. ¿CĆ³mo pudiste soƱar despierto?
Ante esas palabras yo quise levantarme de la mesa cuando ella preguntĆ³:
- ¿Y dĆ³nde estĆ” tu arete?
- ¿Disculpe? –me desconcertĆ©, pero empecĆ© a revisar mis bolsillos aunque sabĆ­a que, por ahora, no iba a enseƱarle el arete de ninguna manera. Finalmente preguntĆ© sĆ³lo por decir algo:
- ¿CuĆ”l arete?
Creo que mi rostro lucƭa una sonrisa acartonada mientras pagaba el cafƩ, pero ella no desistƭa:
- ¿CĆ³mo que cuĆ”l arete? El que es prerrequisito para que te conviertas en el hĆ©roe del cuento “TĆ© para dos” y vengas acĆ”. ¡Felicidades! Es tu tercera mentira hoy. ¡Mentiste antes de que terminaras de leer el cuento! TĆŗ no encontraste ningĆŗn arete en absoluto…
Me reĆ­ y regresĆ© a la mesa. Desde entonces empezamos a vernos a diario. En las maƱanas, mientras me iba a trabajar, la dejaba sola en mi apartamento. Era fĆ”cil notar que revisaba los cajones en mi ausencia. Buscaba los diamantes. Anteayer, por fin, le enseƱƩ el arete. Le dije que lo habĆ­a comprado para mi hermana, que supuestamente usaba esos adornos siempre en una sola oreja. SabĆ­a que eso iba a obligarla a ella y a su cĆ³mplice, probablemente el asesino de Kalemegdan, a descubrirse y comenzar a actuar con rapidez antes de que el arete que apenas pudieron encontrar en mi casa, se esfumara de mis manos. AsĆ­ podĆ­a agarrarlos y entregarlos a las manos de la ley…”

*
Ese fue el cuento del joven. EstĆ”bamos sentados tomando cafĆ© y callamos por un instante, cuando el joven apuntĆ³ con la mano hacia la chica que estaba entrando en la terraza. TenĆ­a los labios pintados de un brillo labial negro, y en el moƱo una aguja de plata con una canica de vidrio verde. Calzaba un zapato blanco con el tacĆ³n negro y otro negro con el tacĆ³n blanco…
Un paso blanco, un paso negro, otra vez blanco, otra vez negro. Y luego un silencio particular. Un silencio salado, dirĆ­a. Ɖl se levantĆ³, se besaron y mientras todos miraban ese beso, ella le dio la mano a pesar de que Ć©l tuviera sus dos manos alrededor de los hombros de ella. DespuĆ©s se volviĆ³ hacia mĆ­ y se presentĆ³:
- Aseneta. Se ve que usted ha desechado mĆ”s gorras en su vida que las que yo he comprado. Usted tuvo razĆ³n. Aquel elixir suyo sĆ­ funciona. Cada amor grande empieza con tres pequeƱas mentiras…
Entonces la chica puso ante mĆ­ sobre la mesa una caja de dulces con whiskey para hombres “Laroshell de Luxe”.
- Es para usted –agregĆ³-, ademĆ”s le tengo dos preguntas, profesor. Primero, el elixir del amor, su tĆ© para dos, ¿tambiĆ©n le concierne a usted? Segundo, ¿se puede considerar como una pequeƱa mentira algo que en el futuro llegarĆ” a ser una gran verdad?
- Por supuesto –dije.
- ¿Por quĆ©, entonces, no toma un poco de su elixir de amor que con tanta generosidad nos ofrece a nosotros?
Me reĆ­, ellos se despidieron y se fueron abrazados, y yo ordenĆ© en vez de cafĆ© un tĆ© de menta con alcaravea. Como si esperara a alguien en un tĆ© para dos. Al abrir “La Voz PĆŗblica” que Aristin dejĆ³ en la mesa, leĆ­ en el periĆ³dico que ese dĆ­a yo habĆ­a muerto en las primeras horas de la maƱana.

*
Mi querida lectora y mi querido lector, seas quien seas, recordarĆ”s que mis palabras al final de este cuento son, en realidad, mi declaraciĆ³n de amor hacia ti. Mi tercera pequeƱa mentira que llegarĆ” a ser verdad en el futuro.
Porque cada gran amor empieza con tres pequeƱas mentiras.
Autor: Milorad Pavić



¿QuĆ© tal? ¿Verdad que les gustĆ³?

Foto de Jes



FIRMA: Un ser de este mundo



17 comentarios:

Diego FabiƔn dijo...

Jeje...

Hoy tengo el honor de ser el primero en comentar en tu blog!!...

Solo pasaba a dejarte saluditos... Estoy cortƭsimo de tiempo, pero te prometo leer el post mƔs tarde...

Saluditos...

marichuy dijo...

Mafalda

BellĆ­simo y sabio cuento. Muy hermoso y original me pareciĆ³. Bueno y como mayo ya pasĆ³ y hoy no es miĆ©rcoles, espero no haber violado ninguna regla, jeje

Muchas gracias
Un saludote

PS OjalĆ” hubiera sido tu sobrina para que me leyeras de estos cuentos

Diego FabiƔn dijo...

Si, me gustĆ³... Aunque un poco confuso al inicio, el cuento se entiende al final...

Y, sabes??... Me puse a pensar: cada gran amor empieza con tres pequeƱas mentiras??... SerƔ que todos los hombres alguna vez fuimos un Aristƭn y las mujeres una Aseneta??... SerƔ que los grandes amores empiezan donde otros terminan (en una pequeƱa mentira)??...

Talvez todos tuvimos un gran amor que no podemos olvidar...

Bonito cuento... Bastante largo, pero bonito...

Un abrazo, mi querida amiga...

marichuy dijo...

Mafalda

Ayer que te leĆ­ estaba en un cyber cafĆ© y no reparĆ© en la maravillosa y metafĆ³rica foto: hermosa en verdad.

Gracias otra vez por esta bella y ensoƱadora historia.

Kix dijo...

Ay pero quƩ bonito!!! Y ademƔs me lo dedicaste!!!

:'-)

Ay mi Mafis estoy harto emocionada!! Te quiero mucho!

Un abrazote y gracias!!!

marichuy dijo...

Mafalda

Yo de latosa, necesito consultarte algo, ¿serĆ” que des consultas sobre males del corazĆ³n falto de sueƱos?

Saludos

marichuy dijo...

Mafalda

Hola, vine a conocer la nueva casa.. pero soy una maleducada... no traje flores. Dicen que cuando uno va por primera vez a la casa nueva de una amiga o familiar debe llevar flores. TambiƩn hubiese sido un buen detalle escribirte un poema, pero no soy poeta. Asƭ que mejor te dejo Ʃste de alguien que si entiende de poesƭa.

Un saludo


"No cabe duda. Ɖsta es mi casa
aquĆ­ sucedo, aquĆ­
me engaƱo inmensamente.
Ɖsta es mi casa detenida en el tiempo.

Llega el otoƱo y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huƩspedes
que rĆ­en y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huƩspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.

No cabe duda. Ɖsta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un dĆ­a se va a partir en dos.

Y yo no sabrĆ© dĆ³nde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo."

[Esta es mi casa
Mario Benedetti]

Diego FabiƔn dijo...

Recibi tu mensaje, asi que tambien vengo a conocer la nueva casa...

Gracias por invitarme a conocerla...

Un abrazo...

marichuy dijo...

Mafalda

Acabo de ver tu comment donde Kix; caray, poro eso soy tu fan. Pienso igual que tu.

Un cordial saludo

pez dijo...

mi Mafis,

ya tomĆ© registro de tu nueva direcciĆ³n, aunque todavĆ­a no tomo aliento para leer de corridito el cuento

como quiera, recibe saludos

PD no sƩ por quƩ no apareces en el listado de blogs actualizados

¿serĆ” porque no actualizas? jaja

K4RMIN4 dijo...

Mafalda, hermoso cuento. SĆ­, si me gustĆ³.

Cada gran amor empieza con tres pequeƱas mentiras...se fortalece y crece con secretos, con sueƱos, con pequeƱas mentiras...y termina cuando dejas de soƱar, cuando la realidad se aparece de golpe.

Un abrazo

Unknown dijo...

Me gustĆ³ mucho MAFALDA!!!

Muchos saludos

Adal

quise comentar en otro blog,
no pude

marichuy dijo...

Mafalda

Esa primera foto; la que da imagen a tu blog, estĆ” increĆ­ble. Muy ad-oc.

Un saludo

Cuatroletras dijo...

Al enamorarnos mentimos un poco; no creo que sean tres mentiras creo que son mĆ”s, nos vendemos con lo que no somos, es el ritual de la conquista, y la segunda parte no es un objeto perdido, es la posibilidad de ver que de quiĆ©n te enamoraste no es perfecto y aĆŗn asĆ­ decides quedarte.

Pues ahora si ya leĆ­ un cuento en donde el lector forma parte, bueno a estas alturas, dos, jejeje.

Eres impresionante, me congratulo de leerte.

Saludos.

Cuatroletras dijo...

y sĆ­, algo largo el cuento.

MƔs saludos

AnĆ³nimo dijo...

Puff... definitivamente hice el intento como 5 veces, pero al fin lo he logrado, y deja un delicioso sabor de boca, de mente, de corazĆ³n... y me quedĆ© pensando en eso de las 3 mentiras... serĆ­a cuestiĆ³n de remembrar... pero seguro que es bastante posible.
Un abrazo, Mafis, me dejo de tarea el de arriba :O)

Unknown dijo...

alguien sabe que significa que alfinal diga que en el periĆ³dico que le dejo aristin diga que el autor muriĆ³ ese dia en la maƱana

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