miércoles, 19 de mayo de 2010

La Recoleta







La Recoleta, barrio de Buenos Aires





Camino sola en la madrugada de viento por las calles de La Recoleta. Me pongo las medias negras de red y perfumo mis piernas de jazmín. Me hago rizos en el cabello negro espeso y lo adorno con un clavel rojo. Dejo las pantaletas de seda en el bolso, debajo de las monedas. Me confundo con cualquiera o con todas las prostitutas del barrio, de vientres aroma tabaco rubio. Me pierdo en la oscuridad porteña silbando una tonadita de tango. Escucho el eco de mis pasos que quiebran el pavimento. Me paro debajo de una solitaria farola. Enciendo un cigarrillo y dejo que el humo oculte mi rostro. Siento cómo el aire frío me eriza los pezones. Espero a que alguien se anime a levantarme y me desnude en el asiento trasero de un viejo taxi. Observo la lujuria de los paseantes. Les guiño el ojo a las mujeres bien educadas por sus padres, saludo a extraños y le sonrío a obesos. Me preparo para la gran noche.

Checo puntual mi entrada al cabaret. Pido una melodía del arrabal al hombre del bandoneón. Bailo en la pista con las luces tenues. Coqueteo con el último hombre de la barra. Me siento con los machos. Escucho vulgaridades, me convierto en una de ellas. Río a carcajadas. Me abro por debajo de la mesa y uso la liga como monedero. Entrelazo mis dedos con el de la sortija. Bebo de otros vasos colmados de licor de caña. Entro al baño de los caballeros. Orino mientras me observan. Jadeo en los privados. Me maquillo una y otra vez con el polvo mate y me delineo los labios de carmesí. Saco ventaja de mi género y gano el dinero por las que se quedan en casa. Me regocijo por el bien que hago a la humanidad.

Camino lento hacia los cuartos traseros de terciopelo azul de afortunados encuentros. Toco a un hombre y permito que otro me toque, hasta desconocer en las caricias las manos. Dejo la vergüenza en el ropero, a un lado de la culpa, debajo del arrepentimiento. Me olvido de los rostros y recuerdo al que un día me abandonó, mientras beso con los ojos cerrados. Me cambio el nombre: cortesana, acompañante o ramera. “Llamame como vos querés”; y me ensucio con lascivia: “No se ha inventado el jabón que limpie el amor”.

Entro en los hoteles donde se enamora la gente enferma de desdicha, lleno la soledad de un extraño con un poco de mi humedad y aprendo de memoria un poema de amor. Me deslizo con suavidad las medias. Camino descalza sobre la alfombra. Pregunto si mis senos son lo suficiente grandes o ¿qué es lo que más te excita de mí? Bebo del cuello de la botella hasta derramarla sobre mis tetas. Me pellizco los pezones. Me siento desnuda en una silla y poso como la Minelli. Enciendo la lámpara de la esquina. Observo cómo mi sombra se alarga en la habitación y se retuerce como serpiente. Abro las cortinas y también la ventana. Rompo el silencio con un grito. ¡Bailo la milonga! ¡Me siento poderosa!

Me desvanezco en un sillón de forro viejo y me toco frente al espejo. Gateo y me arrastro hasta que mis rodillas enrojezcan. Me hago la inocente y después la caprichosa; Lolita o dominatriz. Me pinto las uñas de los pies para los fetichistas y humillo a los masoquistas. Toco mi sexo para los voyeristas y me visto de hombre para los machistas.

Prometo, mientras dure la plata, amor eterno y digo que algún día dejaré todo por él, que tendremos dos hijos y que el primero será varón.

Me escondo entre unas piernas. Lleno mi boca. Escurro mi cuerpo entre las sábanas, bajo un cuerpo extraño. Me asfixio e inhalo del aliento. Nado en saliva. Digo las palabras precisas y calculo los gemidos correctos. Finjo que finjo y me entrego como si fuera el último de mis amantes. Migro mis sentimientos a un lugar seguro, donde la realidad no me alcance y dejo las lágrimas para los orgasmos, que por ellos sí vale la pena llorar. Al final, recompenso con una caricia, aunque ésa la pague yo.

Espero desnuda en la ventana de un cuarto extraño a que amanezca y le robo a la luna algunas horas, de todas las que me debe el sol. Fumo el último cigarrillo que sobró en mi cajetilla de piel marrón y veo cómo el crepúsculo matutino difumina las últimas luces de Buenos Aires.





*Faustino López Rangel. Egresado de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Sus cuentos han sido publicados en las revistas Eme equis, La Revista de El Universal, Onexpo y Veintitantos –donde colaboró un año escribiendo cuentos eróticos-, así como en diferentes sitios de Internet. También ha colaborado escribiendo reseña cinematográfica para el diario del Festival de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (FICCO).
Finalista del decimocuarto Certamen Internacional de Narrativa Breve organizado por Editorial Nuevo Ser, de Buenos Aires, Argentina, donde fue incluido en la antología Nueva literatura de habla hispana 2006.





Imagen de inicio tomada de internet.




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9 comentarios:

Fernando García Pañeda dijo...

¡Ché, menudo tango!
Me dejaste sin palabras...
Mejor me deslizo entre bambalinas y desaparezco por la Recoleta.

Champy dijo...

Que momentos...

Dejo la vergüenza en el ropero, a un lado de la culpa, debajo del arrepentimiento. Me olvido de los rostros y recuerdo al que un día me abandonó....Me cambio el nombre....
Te lo dió Corne verdad???

Que se necesita además de unas medias de red y de un perfume de jazmín?

El Valor es gratis, y ellas regatean por necesidad.

Siento unas ganas inmensas de protegrelas de arroparlas de abrazarlas.... Lolita en Las Abandonadas es mi favorita....

Al final, recompenso con una caricia, aunque ésa la pague yo.....esto duele.

Muy bello amiga, muy bello.

2046

marichuy dijo...

Mafis

Gracias pro compartir el relato de Faustino.

Me encantó la voz de esta mujer desprovista de cualquier intención auto-redentora o autoconmiserativa. Y sí, nada como dejar la vergüenza en el ropero...

Muy rico

Un beso

Workaholica dijo...

Wow Mafis....

No soy nadie para decir esto... pero estás escribiendo "poca madre" !!!!

Me llevo 2 frases que me encantaron:

"No se ha inventado el jabón que limpie el amor"

"Migro mis sentimientos a un lugar seguro"


Te dejo muchos besos... y un abrazo muy grande

Champy dijo...

Como andas?

Cuando chaleamos?

Tenme al tanto no seas jija....

2046 besotes pa'ti y

2046 terroncitos pa'quel!

Incitatus dijo...

Andá...
El amor se mide en humo de cigarrillos y tragos de caña dulce.

Champy dijo...

Que maravilla!!!

Si el Amor se midiera en humo de cigarrillos yo sería el amante mas amoroso de este planeta...

En mi vida ha habido mucho humo....

2046

LUMPENPOETA dijo...

He venido a leer lo que dejé inconcluso y perdido navegante. he venido porque sabes que no podría más estar sin escuchar las palabras vertidas en este silencio de tu casa, entre el aleteo de un Cornelio y las imágenes que despliegan sonoras en tus líneas. leí de futuros inciertos y amores en 10 de mayo, de intrigas y tangos que terminan en un sax que brilla entre oscuridades y vengo en esta hora a dejarte un pedazo de mi mar, constancia de sobrevivencia.

Mafalda de este náufrago medio ahogado, los días que vienen habrá de ser de cercanías y buena nueva, como se mira tierra a la distancia o las gaviotas que anuncian puerto. La buena nueva de un día que amanece pleno, nuevo, sin intrigas.

Este náufrago viene porque aquí hay luna y estrellas y una mujer que sabe de la magia reconfortante de la palabra que llega en susurros hasta el íntimo mismo de los poetas.

besos y abrazos que eliminen las distancias.

Patricia 333 dijo...

Que buen escrito me ha encantado :)

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