viernes, 5 de diciembre de 2008

GRACIAS POR EL FUEGO









Han pasado once años. Los cambios más radicales, se dirigen casi siempre en las zonas no visibles para los demás. No sé si él los detecta en mí. Me convertí en algo parecido a lo que tal vez algún día se imaginó. Lo que me gusta es que no pregunta. Estoy segura que sabe todo y sospecho también, que no desea enterarse de los agravantes o de otras cosas. Así será.
Estoy contenta de que los hilos de macramé hayan dado un punto de cruce, que el nudo de amistad por fin se completara. Tal vez resulte complejo, incluso -para los que conocen nuestra historia- absurdo. Pero los involucrados (él y yo) sabemos con exactitud de qué se trató la ficción que nos atrapó en esos años.
Parecería que dejamos una plática de literatura pendiente o que estábamos jugando ajedrez y yo me retiré -mientras él pensaba su jugada- a fumar un churro para inspirarme, ya que no sé jugar nada bien. El pasón me empujó tremendo y me perdí por años de su vista. Regresé, él no estaba, pensé mi jugada, la di... esperé.
Un abrazo de amigos fue la firma del pacto. Ahora puedo decir con tranquilidad, que dos de los tres hombres que han sido fundamentales en la madurez de mi carácter, pisan el mismo terreno, aspiran los mismos efluvios viciosos (por pacientes enfermos), se sientan en las mismas sillas, miran el mismo televisor e incluso, tocan los mismos lugares que yo. Y digo con tranquilidad, porque ni con lo fantasiosa que suelo ser, me hubiera imaginado ésta situación y ni mucho menos -con todo lo que ha sucedido en estos once años- sonreír como lo he estado haciendo.
Se sentó a continuar con la charla de libros sin preocuparse por los once años que habían pasado. Él y yo no somos los mismos. Aún así corremos el riesgo de que alguna palabra, algún recuerdo, alguna canción –ha sucedido- solicite ser tomada en cuenta. Entonces, me sonrojo y coloco humor negro a la situación. De esa manera le damos tratamiento a las heridas. Antes de salir de vacaciones le presté un libro, él hizo lo mismo. Tenemos algo en común: una expresión que se refleja en nuestro rostro cuando algo nos gusta.
Vuelvo a comprobar que se dan rodeos antes de llegar al lugar que se desea, leemos libros inútiles antes de encontrar el que uno necesita. No estoy diciendo que los libros que he leído no hayan sido de utilidad. Al contrario, si no fuera por el papel impreso de ideas, fantasías, sueños y locuras, una buena parte de los que soy en este momento no acompañaría la actitud en mi mirada. Incluso estoy segura que no escribiría estas palabras. Soy en buena parte lo que he leído, aprehendido y aprendido de los libros.
El libro que me prestó mi amigo y compañero de lecturas y locuras, me dejó con un adecuado sabor de boca. Y me mostró el cómo y el porqué me siento bien, estable y con picos de felicidad en estos tiempos. Les dejaré unos fragmentos, esperando sus puntos de vista. Quiero que quede claro que no estoy trasmitiendo dobles lenguajes, no estoy fregando conciencias. Si alguien se siente aludido o proyectado es su problema, pero aún así, si se sienten aludidos o proyectados, LEAN. Y si no, pues también...

Acerca de la amistad:
Estaría bien saber si de verdad existe la amistad. No me refiero al placer momentáneo que sienten dos personas que se encuentran por casualidad, a la alegría que les embarga porque en un momento dado de su vida comparten las mismas ideas acerca de ciertas cuestiones, o porque comparten sus gustos y sus aficiones. Eso todavía no es amistad. A veces pienso que la amistad es la relación más intensa de la vida...y que por eso se presenta en tan pocas ocasiones.
¿Qué se esconde detrás de la amistad? ¿Simpatía? Se trata de una palabra hueca, poco consistente, cuyo contenido no puede ser suficiente para que dos personas se mantengan unidas, incluso en las situaciones más adversas, ayudándose y apoyándose de por vida...¿por pura simpatía? ¿O se trata quizás de otra cosa?...¿Habrá tal vez cierto erotismo en el fondo de cada relación humana? [...] Naturalmente la amistad es algo distinto, no tiene nada que ver con la atracción enfermiza de quienes buscan la satisfacción con personas de su propio sexo. Al erotismo de la amistad no le hace falta el cuerpo...no le es atractivo, resulta incluso inútil. Sin embargo, no deja de ser erotismo. En el fondo de todo amor, de todo cariño, de toda relación humana late el erotismo.
[...] La amistad es la relación más noble que pueda haber entre los seres humanos. [...] Las relaciones basadas en la simpatía que he visto nacer y desarrollarse entre dos seres humanos, han terminado ahogándose invariablemente en los cenegales de la egolatría y de la vanidad. El compañerismo y la camaradería adquieren en ocasiones el aspecto de la amistad. Los intereses en común pueden producir situaciones humanas que se parecen a la amistad. También la soledad hace que las personas se refugien en relaciones más íntimas: al final se arrepienten, aunque al principio crean que esa intimidad es ya una forma de amistad.
[...] La amistad es un servicio. Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias. Esto sería el ideal. Ahora hace falta saber si vale la pena vivir, si vale la pena ser hombre o mujer sin un ideal así.
Y si un amigo nuestro se equivoca, si resulta que no es un amigo de verdad, ¿podemos echarle la culpa por ello, por su carácter, por sus debilidades? ¿Qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que busca una recompensa? ¿ No sería obligatorio aceptar al amigo desleal de la misma manera que aceptamos al abnegado y fiel? ¿No sería justamente la abnegación la verdadera esencia de cada relación humana, una abnegación que no pretende nada, que no espera nada del otro? ¿Una abnegación que cuanto más da, menos espera a cambio? Y si uno entrega a alguien toda la confianza de su juventud, toda la disposición al sacrificio de su edad madura y finalmente le regala lo máximo que un ser humano puede regalar a otro, si le regala toda su confianza ciega, sin condiciones, su confianza apasionada, y después se da cuenta de que el otro le es infiel y se comporta como un canalla, ¿tiene derecho a enfadarse, a exigir venganza? Y si se enfada y pide venganza, ¿ha sido un amigo él mismo, el engañado y abandonado?
[...] llega el momento en que uno reconoce en vano la verdadera naturaleza de las relaciones humanas. De ninguna manera se es más sabio a fuerza de conocimientos. Por eso no tenemos ningún derecho a exigir ni la verdad ni la fidelidad de aquel a quien un día aceptamos como amigo, ni siquiera aunque los acontecimientos hayan demostrado que ese amigo ha sido infiel.
[...] La amistad no es un estado de ánimo ideal. La amistad es una ley humana muy severa. En la antigüedad, era la ley más importante, y en ella se basaba todo el sistema jurídico de las grandes civilizaciones. Más allá de las pasiones, de los egoísmos, esta ley, la ley de la amistad, prevalecía en el corazón de los hombres. No la puede matar ni siquiera la muerte, puesto que su recuerdo permanece en la conciencia de los hombres, como permanece el recuerdo de una hazaña discreta que no se puede expresar con palabras. Así es, la amistad es una hazaña, en el sentido fatal y silencioso de la palabra, donde no resuenan ni sables ni espadas: una hazaña, como cualquier otra actitud desinteresada”.

Acerca de la fidelidad:
¿Qué significa la fidelidad, qué esperamos de la persona a quien amamos? ¿Exigir fidelidad no sería acaso un grado extremo de egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de las cosas y de los deseos de los seres humanos? Cuando exigimos a alguien fidelidad ¿es acaso nuestro propósito que la otra persona sea feliz? Y si la otra persona no es feliz en la sutil esclavitud de la fidelidad, ¿amamos a la persona a quien se la exigimos? Y si no amamos a esa persona ni la hacemos feliz, ¿tenemos derecho a exigirle fidelidad y sacrificio?
Todo eso que la gente llama engaño esa rebelión triste y aburrida de los cuerpos hacia una situación y hacia una tercera persona, resulta terriblemente insignificante, casi penoso, si lo miramos desde la distancia del tiempo, al final de nuestra vida; algo parecido a un accidente o a un malentendido.
Hay algo peor que la muerte, peor que el sufrimiento...y es cuando uno pierde el amor propio. Hay algo que duele, hiere y quema de tal manera que ni siquiera la muerte puede extinguirlo: y es cuando una persona, o dos, hieren ese amor propio sin el cual ya no podemos vivir una vida digna. Tal ve es simple vanidad...y sin embargo, esa dignidad es el contenido más profundo de la vida humana”.

Acerca del sentido de la vida:
El sentido de la vida no es otro que la pasión, que un día colma nuestro corazón, nuestra alma y nuestro cuerpo, y que después arde para siempre, hasta la muerte, pase lo que pase.
Aquel que ha vivido este tipo de pasión, tal vez no ha vivido en vano. Una pasión profunda, malvada, grandiosa, inhumana. Que quizás no se concentre en una persona en concreto, sino en el deseo mismo. O puede ser que se concentre en una persona en concreto, la misma siempre, desde siempre y para siempre, en una persona misteriosa que puede ser buena o mala, pero que no por ello, ni por sus acciones ni por su manera de ser, influye en la intensidad de la pasión que nos ata a ella. En el fondo, quizás el último significado de nuestra vida es encontrar la pasión en algo o en alguien.”

Yo, Mafalda: tengo hazañas; he logrado entender, con una sonrisa en el rostro, al que dejó de amarme y sus acciones en este momento me resultan insignificantes; he recuperado mi amor propio; y sí, viví durante nueve años una pasión. ¿Espero otra? Estoy segura que sí; quiero morir recordando fuegos que me hayan enloquecido. Deseo continuar sonriendo por este camino de competencias, donde las pasiones compiten para ver quién quema mi ciudad...



FIRMA: Un ser de este mundo


Foto tomada por De La Luz






12 comentarios:

marichuy dijo...

"[...] La amistad es un servicio. Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón [...]"

Quizá esta se la definición menos común, pero sin duda es muy íntegra. El problema mi estimada Mafalfa, es que los eres humanos, casi por generalidad, tendemos a esperar algo de los amigos. ¿Qué? Yo diría que cosas como cariño, comprensión, complicidad... un hombro en quien llorar...

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"Hay algo peor que la muerte, peor que el sufrimiento...y es cuando uno pierde el amor propio"

Uf, ese es un principio fundamnetal. En el amor, en la vida profesional, en la amistad. En todo. Dos cosas no debemos perder nunca los seres humannos: la dignidad y el amor propio.

Sabes? Un señor que bien podría ser mi mentor (por la edad y por el conocimiento de la vida que tiene), me prestó hace tiempo un libro buenísimo de ese escritor húngaro que citas, Sándor Márai: "La mujer justa". Un gran escritor este hombre [y muy triste su muerte por cierto, mira que venirse a suicidar en una pinchurrienta ciudad gringa].

Un saludo afectuoso

Angeek dijo...

Este hombre sí que sabe de la naturaleza humana. Tengo que leerlo bien.
Esa parte de "la amistad es un servicio", trajo a mi memoria una frase: "los dones no dan derecho..."

Siempre he pensado que la fidelidad no se exige. Hacemos un pacto honrado.

Abrazos

Anónimo dijo...

Puff... que me has dejado pensando. Qué tan fiel eres... cuántos amigos se han perdido en el camino... qué tanto se ha vivido... Coincido contigo Mafis, lo mejor de la vida es vivirla, y cuando nos vayamos, seguro tendremos un montón de recuerdos grato un poco antes de tomar el camino.
Dejo un abrazo!

marichuy dijo...

Mafalda

Ayer me fui de tour por la Gandhi (recién reinaguraron el viejo establecimiento; ahora es el motherno y minimalista reducto de las ofertas literarias, fílmicas y musicales -lo de ofertas, es un decir-; pero me gusta más porque su cafetería es más agradable con internet incluído, amén de que el café es muy superior al que tienen en la Gandhi más nueva, que es casi tan bluff y mediocre como el de Starbucks). Chismes aparte, encontré el libro de Sándor Márai; pero no había sistema para pagar con tarjeta, así que no lo compré, pues mi efctivo ya se había gastado en algunos otros libros -incluidos dos de Roberto Boñaño -¿lo conoces? me lo han recomendado tanto, que espero no decepcionarme- y una agenda 2009 de "Mafalda", por cierto. Espero ir la próxima semana y comprarlo.

Un saludo dominguero

e. r. dijo...

Qué hermoso, mafalda. me suscribo al último paso completamente. saludos

e. r. dijo...

paso no: párrafo, quise decir. je...

W dijo...

Amiga... a poco hubo un re-encuentro amistoso ????? ufffff me tienes que platicar todo !!!!

¿Exigir fidelidad no sería acaso un grado extremo de egolatría, del egoísmo y de la vanidad, como la mayoría de las cosas y de los deseos de los seres humanos?

SI.... y qué ???? acaso somos perfectos !!!!!!

e. r. dijo...

jajaja buenísimo el comment de W!!!

Unknown dijo...

Querida MAFALDA!
me quedo con tus últimas palabras las que considero todo un testimonio!
"..quiero morir recordando fuegos que me hayan enloquecido.."
y será así querida Amiga
SIEMPRE SEREMOS LO QUE RECORDAMOS!!!

Querida MAFALDA!
deseo que los días a venir te encuentren MUY BIEN!!!

MUCHAS FELICIDADES!!!!

CARIÑOS!!!!

Adal

Anónimo dijo...

Me encanto lo que escribiste y comparto como no imaginas tu sentimiento, yo no pude seguir la amistad talvez por que no lo he resuelto tambien como tu y lo pavoroso es vivir en ese recuerdotan bello y doloroso

Anónimo dijo...

DONAJI NO MAMES
PINCHE VIEJA PENDEJA PATETICA
DEJA DE HACEER PENDEJADAS

Fernando García Pañeda dijo...

No termino de compartir con don Sándor esa concepción del sentido de la vida basada en la pasión. La pasión es como la nitroglicerina: transparente, muy poderosa, volátil y destructiva.
Sin embargo, la amistad, o el amor, que es lo mismo, sí son un motivo por el que vivir. Algo que muchos no entienden, como es fácil de ver.
Un abrazo, Mafi.

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