miércoles, 9 de noviembre de 2011

El escribano de pasiones...







¿Dónde habitarán las palabras que escribió su corazón? Él creerá que están en ese lugar oscuro arropadas de olvido. Porque fue y las regó allí, en esos sitios diferentes, a costa de palos y gritos; por momentos rozando la angustia y la locura. Lo imagino en solitario, arrastrando sus miserias afectivas, sus sentimientos fragmentados. Buscando el TODO en todas las bocas sin lograr encontrar el centro, ese, donde nace y se desborda la saciedad, la felicidad, el amor; aquel día, amando unos ojos verdes; otra semana, en el anhelo de ese cuerpo joven, irrepetible; un mes cualquiera, resbalándose entre el vientre maduro de una esposa ajena; el año siguiente, jurando amor eterno, permitiéndose un hasta siempre.


Sonrío al recordar sus asociaciones locas para explicar la atracción de dos cuerpos. Ahora sé que él es el deseo constante y personificado. Un hombre carne y fuego. ¿Era sueño o realidad lo que le motivaba en su eterna búsqueda? Porque estoy segura, ahora más que nunca, que él creía en su necesidad como explicación al vacío interno. Que incompleto sentía su pecho a un lado de un cuerpo vestido de rutina, pero al mismo tiempo, jugaba a las asociaciones para responder adecuadamente en el momento obligado.


Me gusta recopilar información y más en en estos tiempos que tengo que fabricar marionetas, jalarles los hilos, vestir muñecos con ropajes diferentes. Un buen día me descubrí actuando así, como el escribano de pasiones, como él, el insaciable buscador, el que creía en el magnetismo, en el misterio de la muerte, en la entropia, en las acciones perfectas, en el sexo sin mediocridad; el que estaba seguro que la felicidad eterna era aquello que encontraba en una sonrisa, en una cabellera, en unas piernas, en una canción, en un escote, en una tarde cálida y sencilla; el que creía estar más allá del bien y el mal.


Ahora, esa felicidad que encuentro en pedacitos, la guardo en letras, en recuerdos. No la dejo habitar en el olvido, la escribo. Me gusta disfrutar de algunos labios y, cuando nuestras bocas arden al contacto, me acuerdo del escribano, entonces, voy y lo plasmo en metáforas. Sé, como él, que esos momentos son cortos, pero que vendrán otros a remplazarlos, por eso no me preocupo. Salgo de vez en cuando a sentir en lugar de brindar. Movida por la emoción, me reflejo en espejos y cálidamente me dejo llevar. Luego, cuento la historia, me desgarro, permito que mi piel desborde amor. La rutina también me proporciona ideas, lo abochornado del ambiente lo acoplo a la estabilidad. Ahora no deseo, así como el escribano, esclusividades; cuando detecto cadenas, corro. Soy un colibrí, libre, que sólo toma la miel y se olvida del sabor amargo de las espigas.



Hoy, el recuerdo me ayuda a vivir. El día que yo muera, lo haré suficientemente viva...



Foto de Yavor Ivanov



Mafalda desde si misma...


1 comentarios:

Angeek dijo...

Mi estimada escribana de emociones, te dejo un abrazo y mis mejores deseos para 2012.

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