Nadie habló de las señales, de los presagios, de la numerología, de los ruidos extraños.
No hubo quien tradujera los signos, los pulsos, el agua sucia de la noria, la oscuridad del territorio.
Se deslizaron los suelos y el viento, enojado, escupió con saña y se hicieron pedazos nuestros sueños.
Hoy, sobre la sábana blanca de los muelles, por fuera de las casas destruidas...hay estupor.
A lo lejos aún suenan las campanas.
La fragilidad, burlona, no preserva lo íntimo ni lo sagrado.
Firmemos la paz con lo inesperado. Recoger las flores el siguiente paso.
Pronto caerán las hojas de otoño 🍂 y el cielo seguirá mirándonos...
DOM.
2 comentarios:
Hermosa manera de reflejar la tragedia...
Gracias por leerme, Alberto.
Cómo me gustaría comprarte esa casa en Calafate. Bello tu país...
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