La primera vez de ALGO en nuestro andar de experiencias, se tatúa en los pergaminos de la memoria. ¿Qué es lo que recuerdo de hace 30 años durante mi servicio social en Alfredo V Bonfil, Campeche? Me pregunta mi querido y recién reencontrado amigo Emiliano Vazquez :
Y entonces me veo ahí, sentada en una silla frente a un escritorio, rodeada de expedientes médicos y cajitas de medicamentos, con el ventilador soplando a 3 de intensidad para contrarrestar los 38 grados de ese ambiente húmedo que me costó varios meses poder tolerar-aceptar. Estoy con los ojos bien abiertos y la piel tostada por el sol, pensando en nada y en quimeras. Mi eterno cigarrillo en la mano izquierda humea muy al estilo J. J. Jameson, y cargo una fatiga mental crónica y muy cabrona.
Ahí, en ese pedazo de selva, fui principiante en tantas cosas:
*Vivir sola.
*Aprendí a hacer rendir mes por mes 95 pesos (en la actualidad equivaldrían a 1000 pesos).
*Hice diagnósticos y di tratamientos sin el aval de algún profesor.
*Atendí mi primer parto sola el cual estuvo a punto de distocia (ya después vendrían otros más).
*Fui presidenta del pastoral social (por sustitución) de la iglesia en una población católica recalcitrante (lo bueno que sólo fue por un mes, no era asidua a las juntas ni acudía a misa, así pues cómo, ¿verdad?).
*Di clases de anatomía en la preparatoria rural.
*Enseñé a tocar el tambor 🥁 y la corneta en la banda de guerra de esa misma preparatoria (porque sé hacerlo, fui integrante de una agrupación en la secundaria).
*Aprendí danza folklórica mexicana y bailé en un festival para recaudar fondos y así poder comprar trajes y vestidos para el grupo de danza de la comunidad.
*Aprendí (no muy bien por cierto) a cocinar recetas a base de soya y enfermé a una población entera (Nuevo Michoacán) de diarrea, por no mezclar adecuadamente las pociones de agua y leche de soja 🙈. Luego no me quedó de otra que ingresarlos e hidratarlos en la clínica, fue muy penoso y complicado.
*Con ayuda de habitantes de esa misma comunidad (después de todo me agarraron amor), organicé una tardeada (para eso de los dineros del grupo de danza) y como nos funcionó bien, me lancé sin medir consecuencias a organizar un baile. Qué difícil puede ser, pensé ingenua. Contraté sin investigación de por medio a un grupo musical "Los Jonics", (cobraban bien barato). Se solicitó permiso al comisario ejidal de Bonfil para la venta de cerveza 🍻. Resultó un fiasco, el grupo musical tocaba espantoso y los habitantes, conocedores exigentes, no asomaron sus botas bailadoras esa noche ni por error. Así fue mi primera y última experiencia como organizadora-empresaria de eventos musicales. Se perdieron las aportaciones previas y las ganas de seguir recolectando plata.
*Experimenté sola los múltiples ruidos nocturnos y la oscuridad más intensa que hubiera observado jamás, ahí, recostada en una cama diminuta, sobre un colchón de hule espuma que me hacía sudar como si estuviese en un sauna, sufrí de insomnio apanicado. Cualquier sonido extraño me aceleraba a mil el corazón. Con el tiempo le perdí el miedo hasta a los animales de dos patas.
*Escuché por primera vez el "shisssss" de los cascabelitos de las víboras cerquita de mis pies.
*Recibí mi única clase de tiro al blanco 🎯 con escopeta, los profesores: Don Fili y Don Emiliano Vazquez (Alias Antonio Carrera) morían de risa por mi tino desatinado.
*Comí por primera vez la carne de venado, de puerco espin, de víbora y de pantera, está última lo hice engañada, creí que se trataba de carne de venado. Los Michoacanos se vengaron tal vez del chorrillo que les causó mi receta de soya y me jugaron una broma.
*Ví la primera iguana 🦎 de mi vida y creí que se trataba de una lagartija gigante.
*Tomé como agua refrescante un cartón de cervecitas Sol® sin gesto de por medio, me supieron a gloria por el calor. Desde ese día para mí la cerveza es la neta.
*Recibí clase de manejo en una camioneta de redilas (ya había hecho mis pininos en carros pero en una camioneta de esas características nunca).
*Le hice al psicólogo algunas madrugadas cuando mi amigo Emiliano necesitaba orejas que lo escucharan.
*Mantuve una correspondencia epistolar con un novio. Escribía y recibía cartas cada tercer día.
*Me regalaron dos conejillos blancos que cuidé y alimenté con dificultad (agradezco el obsequio pero si para mí luego no había comida, se me dificultó alimentarlos a ellos), pero aún así se pusieron gordos, gordos, ya que iba a comprarles a diario veinticinco centavos de cilantro del huerto de Don Pablito, que dejó de venderme porque descubrió que se los daba a los conejitos. Luego sucedió algo desagradable que no deseo recordar, ya que ésta remembranza no se merece esas espinas.
*Me encargaron por unos días a una bella perrita "Chiquita" y quedé a deberles hasta su vida, no estaba vacunada y le dio moquillo. Me sentí muy triste.
*Estuve en el ojo de un huracán, así, literal. Me tocó vivir el paso de Gilberto que arrasó con el Caribe y el Golfo de México el 14 de septiembre de 1988, fueron nueve días de terror. Gilberto también arrasó conmigo.
*Y por último, conocí por primera vez la ayuda incondicional y solidaria de un grupo de amigos que no cesaron hasta lograr la validez por seis meses de mi servicio social. Aún guardo como tesoro una copia de la carta que llevé a la UNAM.
Miro mi cara en el espejo, me quito la ropa y luego, como en un mapa, me vuelvo a mirar, me hablo, mimesis de mí misma. Vida al margen de la vida.
He aprendido tantas cosas en todo este tiempo, como leer el silencio por ejemplo o a ponerle letreros a la nada.
Siempre estaremos lejos de conocer y saberlo todo.
En este mundo de símbolos, demasiado grande, el azar nos junto y seguirá haciendo de las suyas para continuar reuniéndonos.
¡Bienvenido de nuevo a mi, amigo Emiliano Vázquez...!
DOM
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