He intentado en lo
posible mantener en actividad mi cuerpo, desde adolescente descubrí que el
ejercicio me ayudaba a tirar el ansia y la melancolía. Mi hermano mayor fue
runner, durante algunos meses me uní a él para ejercitar el esqueleto. Sin
conocimiento de por medio (en lo que respecta a zapatillas, sostén deportivo y
técnica de carrera), sólo logré: dolor de tetas y joderme una y otras vez los
tobillos. Esto no es para mí, dije. Luego hice pausa en la búsqueda de otras
alternativas porque el dinero escaseaba y había otras prioridades. Durante la residencia
médica escuché acerca de los aerobics. Me hice toda una experta en la práctica
con step, ligas y pesas. Bueno, hasta practiqué spinning. Empecé a trabajar,
ganar dinero y a llenar con laburo el tiempo libre, entonces, dejé de
ejercitarme y aumenté de talla. El stress apareció con más intensidad y busqué
alternativas de acuerdo a mi entorno y cercanía: comencé a nadar. Me encantó. Nadar es algo similar a pensarte,
mirarte, platicarte… a ti mismo. Ir y venir de una orilla a otra, de una idea a
otra, de una imagen a otra, de palabras armadas en la profundidad de una
piscina: introspección…
Mi rutina “normal” en
esa época podía ser así: De un trabajo (nocturno) a otro (matutino), del
trabajo (matutino) al negocio, luego la natación, luego a casa.
O así: De un trabajo
(matutino) al negocio, la natación, luego al trabajo (nocturno), luego al
trabajo (matutino), luego al negocio, la natación, por fin a casa. ¡Locura
total!
Cualquiera se enferma y
yo me enfermé. Así que mandé a la fregada el negocio (era lo que más me
lastimaba tanto física como emocionalmente) y apareció el tiempo perdido. De inmediato lo llené de actividades
pendientes, de deseos: taller literario, aprender un baile nuevo (mi secreto),
tocar el saxofón y seguir nadando. Poco a poco fui quitándome los kilos de más,
controlando mi salud.
Ahora llevo casi dos
años divertida, porque decidí correr de nuevo y esto de
acumular no sólo más años sino kilómetros a mi vida, me tiene encantada. Traté
de asimilar la información y consejos que leía en páginas web de corredores: para
progresar, para aumentar kilómetros para mejorar mis tiempos. Entrenarse uno
solo requiere precaución. Y bueno, me tuvo que suceder. Hace más de un mes me
lesioné una rodilla. Estoy de vuelta poco a poco; lo triste de una lesión es
que el progreso logrado se pierde, la condición física es tan celosa como las
novias inseguras. Ahora cuento con alguien que me entrena, que se ríe de mis
ocurrencias, que me pone ejercicios de fuerza y resistencia, que descubrió qué
parte de mi cuerpo necesita despertar para equilibrar el trabajo de ambas
rodillas.
Ahora sé la técnica de
carrera porque sus ejercicios, por si solos, han logrado (sin darme cuenta) que
corra bien y bonito. Sigo nadando en la introspección y ahora corro también:
voy a disfrutar del viento, o de la lluvia o del frío. Corro libre y sola
mientras la música que sale de mi iPod, jala mis rodillas hacia delante.
Ahora sumo kilómetros de asfalto y agua y
quemo calorías…
5 comentarios:
Amiga...
Yo no corro ni aunque me persigan jajajaja y mucho menos para perseguir a alguien (tú sabes de qué hablo)
Bailo...
Y tengo mi rutina de ejercicio... Y acabo de descubrir que puedo juntarla con otra de mis pasiones... la lectura... jajaja (luego te doy el tip)
Tú sigue corriendo, nadando, escribiendo, bailando y tocando tu sax!!!!!
Besos
...
Jajaja, mi W.
Si eso le cura los complejos, que corra aunque no le disminuya la talla de trasero...
Murakami tiene un libro muy interesante "De que hablo cuando hablo de correr" en el que ha dejado plasmadas sus reflexiones de maratonista. Las tuyas me encantaron y -lo que más me gustó- fue volver a pasar por tu blog. Saludos
...
Qué alegría leerte aquí, che. Por cierto, ya conocí tu país. Fui al sur, a la Patagonia, al fin del mundo. Maravilloso. Regresé encantada.
Gracias por continuar visitando mi casa. Besos...
Me has doblado de la risa...a poco les duelen las tetas???
Que babosa!
Porque tu?
Y si regresáramos a la normalidad?
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