Conocerse a sí mismo requiere tiempo.
Hoy en día sé quién soy. En algunos aspectos no me enorgullezco de lo que veo.
He realizado un esfuerzo galante para sortear los efectos secundarios por
decisiones mal tomadas. Tengo cicatrices, secuelas que me joden cuando menos
deberían de hacerlo: se transformaron en mecanismos de defensa. Cuando mis
receptores detectan peligro, me sale, quién sabe de qué intrincado lugar, una
cabrona sensación de inquietud. Me dan palpitaciones, florece la inseguridad,
esa hija de puta que viene cargada de cuestionamientos pendejos que terminan
dejándome en un estado de ánimo de los mil demonios.
Soy un molde que se ha formado durante
años; terminado, ahora vagabundeo por todos lados, siendo yo, esa pieza única
(como lo son todos ustedes) que gusta y disfruta diferentes cosas: vestidos de
gasa confortables; mezclillas delgadas, desgastadas; blusas frescas, holgadas,
de colores vivos, alegres; sandalias, tacones, botas, tenis, zapatos de
descanso. Cuando se trata de tirar la flojera, no lo dudo ni un instante y me
visto para la ocasión, cuidado y osen molestar. Pero lo mío son los aromas.
Invierto dinero en olores. Los exfoliantes corporales con aromas cítricos me
trasladan durante la ducha a lugares imaginarios, me relajan –cuando tenga
oportunidad, pondré una tina de baño para pasar horas sumergida, olvidándome de
todo y de todos. Luego de la ducha, me
unto varios aromas: cremas corporales con esencia de rosas, aceites de sándalo,
brisas frutales, desodorantes con bergamota incluida. Nunca olvido el
tratamiento exclusivo que le invierto a mis pies y manos; de eso ya he hablado
en otra ocasión. Embadurnada de olores, visto mi cuerpo con cualquiera de los
trapos mencionados arriba. Cierro con broche de oro: rocío por todo mi cuerpo cantidades
generosas de mi perfume favorito, un oriental amaderado, el cual cuenta con
cuatro esencias principales: sándalo de la India, pachuli de Indonesia, resina
labdanum francesa y benjuí de Siam. Conclusión: Soy olor ambulante, pero aunque
no lo crean, no dejo mi aroma por los corredores, ni provoco estornudos; eso es
lo que me gusta del sándalo y del labdanum: la sutileza se capta con la
cercanía. Ah, olvidaba el cardamomo en mi boca. Hace unos días mi amiga Rudi
subió a mi carro y comentó que olía a romero. A lo mejor es el perfume que uso,
le contesté y burlándose me dijo: o la cremita de manos, o el aceitillo para tus pies, o el desodorante...
Esto sale a cuenta por eso de que me
conozco y me conocen –en este aspecto– mi familia y mis amigos. Ellos, mis
cercanos, saben también de mi preferencia por el color beige, verde,
anaranjado, amarillo. Saben que mi corazón está a la izquierda. Conocen mi
manía de tomar al mismo tiempo café, agua, cerveza y jugo de naranja. Saben de
mi intolerancia a los estúpidos, a los pretenciosos, a los mentirosos, a los
machos cabríos, a los misóginos, a los falsos, a los deshonestos, a los
gandallas, a los envidiosos. Saben que odio las poses, las apariencias. Que no
soy palera del manual de Carreño, que lo estreñido de los buenos modales me
pone en estado quejumbroso, hastiada. Que prefiero una charla en una cafetería
que una cena lujosa en el "Pujol".
Que para mi leer y escribir es hedonismo puro. Que me gusta perderme en
el tiempo, vagabundeando por las calles; ver llover desde la esquina de una
calle y mojarme los pies en cualquier charco. Llorar en parques y acompañar con
mis lágrimas a la lluvia. Que grito como posesa en los conciertos. Que toco un
poco el saxofon y que lo dejé una buena temporada por los huesillos de mis
manos.
Los hombres que he amado poseen un perfil
similar: tengo bien definido lo que me gusta. Eso me hace sentir bien y mal
conmigo misma. Bien porque no soy de las que cuando tengo de pareja a un tragón, me
conozco todas las taquerías del mundo; cuando me hago novia del vegetariano, me
convierto en Hare Krishna; cuando salgo con un aficionado a los toros,
hablo con la "Z" y grito: olé, olé. No dejo de ser yo ni me camufleo.
Y por supuesto no he sido novia de un aficionado a los toros, ni de ningún vegetariano,
de un tragón, sí.
Malo que el perfil que me atrae de los hombres sea como es, porque resulta que me gustan los tipos complejos,
misteriosos, raros. Y lo peor es que, o llego a sus vidas demasiado tarde o muy
adelantada...
Foto de inicio por Keith Aggett
3 comentarios:
Clap Clap, Mafis.
Admiro tu sinceridad y, sobre todo, esa claridad con la que te miras, aceptas y continúas siendo.
Un abrazo
PS chulada de foto, muy de mi estilo
...
Gracias mi Marichy. y sí, las fotos que tu utilizas me encantan. Busco las que pongo en mis posts de las páginas donde sacas las tuyas.
Besos, mija...
Mafalda
Yo también soy de olores, colores y sabores...
Aunque yo sí despilfarro mi quincena en una cenita en el "Pujol"... cuestión de gustos, porque para que me meta a un centro comercial a comprar ropa, zapatos, etc. primero me tienes que drogar...
Jajaja besos amiga
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