Ella se levanta y lava su cara. Sigue las recomendaciones para ocultar la melancolía que reseca la piel. Espía su propia mirada y no logra descifrar lo que otros le pueden leer. Lo que sí ve es el baúl viejo y largo a su espalda. Ese baúl que encierra otro más pequeño que es adonde guarda frases hiladas. Dentro de ese baúl de letras hay otro que atesora cenizas y, envuelto en franela roja está un baúl con silencios; tiene varios meses que ha notado que de los bordes mohosos se resbalan algunos silencios panzones que no logran acomodo dentro de la valija.
El destiempo la tiene molesta e inconforme. A su alrededor los otros juegan al juego de reír y ella ya está harta de resistirse a disfrutar del carnaval que satura las calles. Hay escases dé máscaras, por eso a sus conocidos no les quedó más que disfrazarse de ellos mismo.
Desde mi trono la observo. Con decisión abre el baúl de frases, luego esculca en el fondo del closet hasta que encuentra una tiza. Se sienta en el suelo con la valija de frases en un costado, y lentamente empieza a escribir el plan de vuelo para un futuro incierto:
Llegar precavida a la cita y por el lado más oscuro de la calle. Acicalarse el pelo y colocarle un broche que brille con las luces de neón. Arreglarse el escote donde caerá su mirada sin remedio. Aguardar la llegada de su paso demorado y cauteloso. No demostrar la ansiedad aún y cuando se desborde en sístoles y diástoles. Estar consciente de lo inconsciente que es salir con él. Poner de pretexto la amistad e intentar sin mucho esfuerzo colocarle distancia al amor. Premeditar sin alevosía y aventajar con las semejanzas. Mirar de soslayo el furtivo deleite que siente cuando huele mi pelo y fingir que no lo noto. Evitar decir más de lo que pienso y siento. Oír con atención su grito silente que dice: “Chiquilla, me cuesta trabajo aceptarlo pero… desde que te vi traigo colgado tu peso en mi sexo. Duele, sé lo que te digo, me duele, pero estoy disfrutando este juego. Me he disfrazado y ese del espejo convexo es el que soy hoy, mañana…¿Quién lo sabe?” Entonces, después de escuchar, fumarse el cigarrillo de la duda. Espantar como moscas los recuerdos de vuelos equivocados, aviones volando bajo, lluvia en el Golfo y entrar de lleno a la niebla del Distrito Federal. Permitir que adivine gustos, que lea a Neruda, que crea que enseña nuevos rumbos. Compartir el vino en vasos improvisados y comer por primera vez en el jardín de un Edén personal. Morder la manzana y atenerse a los acontecimientos. Oírlo murmurar: “Por cierto, preciosa, empiezo a tener miedo ¿estás segura que alguien no nos ha visto entrar al jardín?” y cerrar los oídos a la realidad. Regresar a casa y rezar la letanía: “Un solo beso no importa que sea breve, un beso a destiempo, uno solo”.
Continurá...
FIRMA: Un ser de este mundo.
Foto de inicio cargada a flickr por Noretta
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