domingo, 30 de noviembre de 2008

REACOMODO, CAMINO Y ESPERO






Escuché: gracias, en tono bajo. Cómplice, le sonreí a la madera del librero. Intenté recordar el tiempo de vida de mi almacén literario, no lo logré. ¿Veinte años? Puede ser. Durante años me salvé de morir aplastada por un desplome de hojas y letras. Decidí escombrar mi librero para darle espacio a los libros que ya formaban parte de mi cama, de cajones de ropa, del banco de altura. Sobre el tocador, los perfumes, cepillos y cremas; reposaban por encima de: Llámalo sueño, Ficcionario, Trópico de cáncer, El libro de Manuel y Antología del humor negro. Si intentaba buscar algún libro, aquello se convertía en una aventura; encontraba de todo: fotos, artículos de medicina, cartas de amigos o novios, publicidad médica, etcétera. Terminaba molesta por no localizar lo que quería en los montones e hileras de letras; dejaba todo hecho pelotas. Por supuesto la maraña de libros, hojas y demás cosas sin orden, se introducían más en el caos.
La cajuela de mi auto se había transformado en librero móvil. Tenía que lanzarme clavados para buscar algunas letras pendientes de leer. Llevar el carro al servicio, implicaba descargar libros. Cuando esto sucedía, por arte de magia, desaparecía toda la familia de mi vista y me tocaba sola desalojar y amontonar más libros en el poco espacio de mi habitación. El suelo fue el lugar asignado para tres torres que pujaban por mantener el equilibrio, el cual llegaron a perder por culpa de la mascota negra y juguetona que pulula por el hogar. Los discos compactos también han provocado impaciencia en el intento de organización de la casa. Mi madre optó por asignarme un rincón de la sala, pero no fue suficiente. Se ha dado por vencida, sólo le resta tenerme paciencia.
En mis vacaciones, con trapo en mano, combinando resignación y ánimo, limpié e impuse orden al desorden. Me descubrí caminando despacio entre las capas grises de polvo; sorprendida y emocionada, encontré: caricias, miradas, besos, caligrafía de amor, regalos, canciones, imágenes, promesas no cumplidas, mentiras verdaderas, amores malogrados, dolores del alma, recetas para eructos, indigestiones aliviadas, olores desafortunados, flores marchitas, hojas de árboles enmicadas, teléfonos antiguos, secretos olvidados, susurros cálidos, radiografías de ideas, medicina para el odio, ungüentos que ensordecen, correspondencia de humores, brotes antiguos de granos, colores chillantes, ¡moscas muertas! (bien decía Cortázar: esa obstinación de las moscas).
Me encontré, repasando mis recuerdos. Hojeé miles de muletas que ocupaban los extremos  y descubrí que eran fuertes, porque sostenían un peso importante de artículos médicos y revistas de cardiología antiguas; supe elegir cuáles eran necesarias. Al final, un bote de basura grande no fue suficiente para echar lo inútil. Mis libros están acomodados ahora de la siguiente manera: novelas, cuentos, ensayos y poesía. Los tomos médicos ya tienen también su lugar, así como las revistas. Vivimos, coexistimos ¡vaya manía! Durante ese tránsito de lo cotidiano, nos cae polvo que, con trapo y escoba, sólo logramos cambiar de lugar.
En estos días, miro que a nuestro alrededor se forman telarañas de diferentes hilos y fuerzas. Algunas de amor, de amistad, de compañerismo o solidaridad. Existen vientos contrarios, fantasmas vivientes, muertos en vida; que se llevan nuestra situación estable entre las patas. Rompen las telarañas dejando destrozos por todos lados.
En estas semanas también miro llanto, desolación, tristeza, entonces, recuerdo. Yo fui llanto, desolación y tristeza. Durante este reacomodo de cosas y de recuerdos, no solté ninguna lágrima. No ha sido fácil llegar a este punto.
Leí hace poco Son de mar, una historia (la hicieron película creo) de Manuel Vicent; donde se habla de naufragios humanos, de vacíos y confusiones (no de desamor); donde hay corazones que necesitan naufragar para encontrarse. En la película El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela, se muestra ese lado humano, incomprensible para la muerte. Durante la búsqueda, nos persigue la dama en su caballo azabache. Nos vigila, sopesa posibilidades. Muchos escritores y poetas están seguros de que la espera del amor, retrasa la llegada de la muerte
Porque el amor duele, desgarra, tatúa; pero también enseña a vivir y nos transforma, y sí, vale la pena el riesgo, vale la pena el dolor, vale la pena esperar.

* (…) Y después de todo sólo nos quedaba, nos queda la lúgubre tarea de seguir siendo dignos, de seguir viviendo con la vana esperanza de que el olvido no nos olvide demasiado.”



*Alguien que anda por ahí Julio Cortázar



FIRMA: Un ser de este mundo
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domingo, 23 de noviembre de 2008

REFLEJOS









Vivo en una sociedad  de reflejos (también ustedes ¿eh?). En estos días, por más que intenté no mirarme en algún espejo –mirarme, lo que se dice mirarme- me descuidaba un momento y de pronto me asaltaba mi propia imagen, como recordándome que tenía un pendiente.

Dos MEMES y ningún impulso de imprimir en letras lo que ustedes detectan de mí en forma tangencial.
Existe un poema de Wistlawa Szymborska (poeta polaca) que dice lo siguiente: 

El águila ratonera no suele reprocharse nada.
Carece de escrúpulos la pantera negra.
Las pirañas no dudan de la honradez de sus actos.
Y el crótalo a la autoaprobación constante se entrega.
El chacal autocrítico está aún por nacer.
La langosta, el caimán, la triquina y el tábano viven satisfechos de ser como son.
(…) En el tercer planeta del sol,
la conciencia limpia y tranquila es un síntoma primordial de animalidad”. 



Como verán yo no tengo la conciencia limpia. Al que sí ejercito es a mi sentido común. Todos los días me levanto lo más temprano que mi compacto y cansado cuerpo lo permite, reviso si me encuentro enterita –ya que luego tengo sueños mutilados- me baño con esencias compuestas y salgo a enfrentarme con los vicios humanos. ¡Eso sí! Oliendo a estigmas.

1. Intento no mentarle la madre a las madres responsables que hacen doble fila para dejar sanos y salvos a los críos en las escuelas. Mientras los otros trastornados y poco tolerables, esperamos lograr llegar a tiempo a la fiesta diaria, para chupar y ponernos bien alegretes. 

2. Llego por fin al guateque. Y para pura desgracia tengo un paciente estable pero sin deseos de darle intenso al merengue. Entonces, me acomodo tranquila y leo. Estaba yo en el momento crucial donde:  *Fantomas le dice al profesor Semo (si les suena parecido a la realidad es pura coincidencia):  
 Laura no sabe esto, profesor. Ella pensaba que el propósito perseguido por “Los niños del cielo” era crear fuentes de trabajo para sus propios miembros, y no, el verdadero fin perseguido, es sin duda adquirir dinero y poder”. El profesor Semo le contesta: “¿Qué piensas hacer hijo? ¿Tienes pruebas suficientes para desenmascarar a “Los niños del cielo?” Y mi héroe le contesta: “De nada me servirán profesor. Ellos tienen dinero suficiente para comprar testimonios falsos tan importantes que yo quedaría en ridículo”. 

De pronto entra y me saca de la historia -sin tocar antes de entrar, digo, ¡me puede dar un infarto!- la enfermera. “El paciente tiene arritmia” me dice. Voy y miro el monitor. Indico tratamiento y anoto en las ordenes médicas. Me quedo quieta vigilando el trazo de electrocardiograma del paciente. De pronto el individuo convulsiona y deja de respirar. ¡A moverse! Mi cabezota intentando entender qué fue lo que sucedió. “Y eso que sólo le han pasado 50 mililitros”, me dice la torunda, ejemhh, digo, la “enfermera”. ¡¿Qué, queeeé?! ¡¿Qué le pasaste cuanto?! “Este… usted me dijo que 60 mililitros, ¿o no?”, me dice la interfecta. ¡No, Pancracia. Te dije 60 miligramos, o sea 3 mililitros! ¡Pucha madre! 

Después de que resolví la tiznadera, con las pantorrillas temblorosas y enchilada al máximo de lo que las conciencias tranquilas permiten: me sale fuego por los ojos y gasolina por el hocico. 
“La indicación fue verbal por parte de la doctora”, se defiende la móndriga ignorante cuando las supervisoras la interrogan. “Si te digo que le pongas veinte frascos, ¿lo harías?”, la confronto. Sigue defendiéndose sin importar a quién se lleva entre las patas. No lo acepta. Yo no logro ser noble, amarla, respetarla y con toda honestidad la quiero ¡MATAR! Me llega la prepotencia y le digo: “Qué más puedo esperar de una auxiliar de enfermería, que trabaja en una unidad de terapia intensiva coronaria”. ¡Zas! Se me van encima y en masa las supervisoras (ninguna es enfermera especialista). Olvido que existe la humildad y me pavoneo diciendo: “igual de irresponsables e ignorantes”. Y por último hago uso de mi egocentrismo: “Si yo, que me quemé las pestañas durante años, leyendo tratados de medicina y desvelándome por días enteros, en contadas ocasiones me llego a equivocar; contimas ustedes, que en su gran mayoría no tienen ni la preparatoria”. Llega mi jefe –médico y humano como su servidora- y bueno, se arma el agarrón. El paciente sobrevive, y nosotros sacamos los trapos al sol. 

¡Ah! Perdón. El post era contestar dos memes. Uno (el de Ross) hablar de 6 valores importantes y 6 valores que no son buenos, desde mi punto de vista. Y otro (el de W) 7 particularidades de mi persona. 

Conocí de frente y a todo color a W hace más de un año. Saber más allá de lo que se detecta al leer a alguien, es sólo posible con el trato frecuente y con la honestidad de actitud. Entre W y yo se logró. Somos almas afines, sin poses y sin finalidades secundarias. En pocas palabras, somos ¡Netas! 

A Ross la miré por vez primera también hace un año. Al principio no existió oportunidad de hablar y conocernos, estábamos en una reunión blogger donde acudieron muchos. Hace tres meses lo logramos. Algo atorado traía yo. Lo dije, y todo fluyó. Por un momento durante la plática sentí, que alguien ajusto de tal manera las cosas, para que yo escuchara su historia y ella la mía y descubriéramos que somos parecidas. 

Ahora ambas me dejan tarea. Tenía dos opciones: sacar mis demonios o colocarme a la defensiva. Opte por lo primero.
 

Dejo como defensiva los  siguientes puntos que por cierto, yo intento equilibrar ya que considero que es bueno tenerlos en dosis moderada. Acepto que en ocasiones no logro hacerlo con algunas personas:

- Orgullo
- Egoísmo

Invito a quien desee hacer los memes de la manera que más le agrade. 


*Fantomas. “Los niños del cielo”. Año XI, No 2-406. 27 Abril de 1979. Revista semanal. 



FIRMA: Un ser de este mundo.

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domingo, 16 de noviembre de 2008

OTRA DE ESCRITORES



"Un buen cuento debe
caminar siempre en dos planos: uno visible y otro invisible, si bien el
invisible debe verse también. De tal suerte que el lector no le dé mayor
importancia a ese segundo plano, los llamados indicios, y cuando llegue al
final, independientemente de sus características, pueda decir ¡sí es cierto!;
revise el cuento y entienda que su autor nunca lo engañó. El buen cuento es más
mágico que geométrico.
(Guillermo Samperio)
La cita era a las siete de la noche en la construcción de mármol blanco, que muestra su porte entre multitudes de carros y gente. Guillermo lo comentó dos semanas previas en la cafetería –donde terminamos cada jueves despues de leer cuentos– al chico del arete, al ingeniero con traje y a mi. Lo dijo así, sin puntualizar, como si se tratara de algo intrascendente: “El 21 de octubre a las siete, me harán un homenaje…por mi trayectoria, en Bellas Artes… mi hermana cantará…y bueno, ahí estaré, si gustan acudir”. No volvió a recordarnos nada.


La sala Manuel M. Ponce del palacio blanco se llenó en minutos. No tuve la precaución de mirar antes el programa y no me enteré que Ana Clavel estaría presente. Perdí la oportunidad de que me autografiara sus libros. Ahí sentada miré a lo lejos al hombre que jueves tras jueves, con paciencia, intenta enseñarnos a varios soñadores el arte de la escritura. Estaba cumpliendo sesenta años de vida y cuatro décadas de actividad literaria. También presentaba una recopilación más de sus cuentos. Ana Clavel, Silvia Molina, Hernán Lara Zavala y Víctor Roura; cada uno a turno y con estilo propio, hablaron del cómo conocieron a Guillermo, de la influencia literaria y personal del escritor y hombre en sus vidas.


Pastora Samperio, meso-soprano, cantó dos canciones del compositor William Samperio, padre de ella y de Guillermo. También Mercedes Hernández logró la atención de todos y por lo menos mi sorpresa. Conocida por su gran capacidad de contar cuentos, con su voz intensa y clara, nos trasladó a un vagón del metro de la ciudad de México, donde Samperio se dirigía hacia una cita con sus talleristas. Guillermo, sentado, leía cuentos de Cortázar. En la estación Pino Suarez cambió la dirección de su mirada. Una mujer esbelta, de pelo negro hasta los hombros y con un vestido color café, lo distrajo por completo. Todos los presentes logramos mirar las sandalias de esa mujer que veía Guillermo, eran de color beige; una de ellas, la derecha, tenía la correa un poco más larga que la izquierda; entonces caía hasta su talón, así…como despreocupada, como olvidada; la otra correa apretaba firme el tobillo de la chica. Las sandalias caminaron lentas para acercar a la mujer hacia un lugar vacio, entonces, se sentó. Cruzó las piernas, y la correa de la sandalia izquierda imitó a la derecha, y al hacerlo, acarició con lentitud el aquiles terso y delgado… (*Versión no literal; más bien versión amafaldada, perdón no recuerdo el texto exacto, lo que recuerdo son las imágenes).




Terminado el evento, conocí una de las terrazas del Palacio de Bellas Artes. En copas de vidrio tomamos vino blanco, y por supuesto, ¡fumamos! ¡Como se fuma con Samperio! Es de los míos, un vicioso sin remedio. Fotos, entrevistas…a él ¿eh? Descubrí solitaria a Ana Clavel, pedí permiso para una foto y con sencillez la concedió y me preguntó tambien mi nombre; ¿el por qué?, no lo sé. La mirada que lucía Guillermo Samperio esa noche, me recordó a la de Rodrigo, el primer niño que me besó en la primaria. Tenía una luz de triunfo con matices de melancolía.
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"Una historia valiosa es siempre buena
porque algo en ella se ha dicho hasta el más mínimo detalle, pero también porque
justo otro tanto se ha callado, no se ha descrito, por lo que al lector, y al
escritor, les queda espacio para reflexionar. Lo dicho es un entramado preciso
de capilares, venas y arterias...Lo imaginado es más importante -es la sangre
que por allí corre, hierve, revuelve, penetra todo, abastece las células del
cerebro, pero también aquellas, no menos importantes, de las yemas de los dedos.
Al igual que en el amor"...
(Goran Petrovic)
Perdí la primera edición en español de La mano de la buena fortuna. No logro recordar si presté el libro o de plano lo perdí. No es la primera vez que me sucede. He planeado mandar hacer un sello y dejar la huella del mismo en cada uno de mis libros. Mmm, sé que eso no curará mi distracción. Volví a comprar el libro, ahora la segunda edición y de paso lo re-leí. Hace una semana se lo presté (no aprendo ¿verdad?) al güero, que es uno de los pocos compañeros con los que comparto mi gusto por la lectura (además de Ale y Mara). Después del préstamo me llega la información de que Goran Petrovic presentaría un libro de cuentos. Mi Mano de la buena fortuna se quedó sin autógrafo.


Nunca he subido un video propio al blog. Intenté presentarles a Goran por video. Me hubiera gustado que escucharan su voz y el idioma serbio de sus labios. Como se darán cuenta no lo logré. Por el momento se los presento en fotos, y como soy bien necia, estoy segura que lograré hacerles llegar a sus oídos la voz de Petrovic, aunque sea en otra ocasión.


Hace algunos meses escribí un post relacionado con Goran. Conté una historia que me había sido contada por una amiga la cual a su vez, recibió la información de otra amiga; y esa otra amiga también conocía la historia por oídas. O sea, un verdadero teléfono descompuesto. Me llegó un consejo y, entonces, decidí esperar a tener la verdadera historia. Y así lo hice. Guardé el post y esperé.
La editorial independiente sexto piso, publica desde hace varios años textos de filosofía, literatura y reflexiones. Dubravka Suznjevic (Buba) es traductora de Milorad Pavic, escritor serbio perteneciente a sexto piso. Buba conocía las letras de Goran Petrovic ya que era uno de sus escritores favoritos así como lo era Pavic. Se dio a la tarea de traducir al castellano Atlas escrito por el cielo, el cual leía a sus amigos durante tertulias. Hizo lo mismo con La mano de la buena fortuna. Logró convencer a sexto piso de publicar a Goran y su buena fortuna está cruzando fronteras. La editorial sexto piso también se distribuye en España, allá también ya conocen a Goran.
Yo lo miré, escuche y toqué el 13 de noviembre del éste año. Presentó aquí en México D.F, en el museo de arte Carrillo Gil, el libro de cuentos que publicó allá en serbia en el 2006, llamado Diferencias.
José Gordon fue el encargado junto con Petrovic, de hablarnos acerca del libro. Dubravka Suznjevic, tradujo para todos los presentes que llenamos el lugar las palabras del escritor, y viceversa. Así es que él entendió todo lo que le preguntábamos y decíamos. La actriz Sophie Alexander leyó un fragmento de uno de los cuentos de "Diferencias", el llamado Encima de las cinco macetas desgastadas.




A pregunta expresa de José Gordon acerca de que si su escritura era realidad o ficción, Goran contestó:
…no estoy seguro en forma completa, donde está la diferencia entre el mundo de la realidad y el mundo de la ficción. Casi todo lo que yo he escrito, he intentado, me he esforzado, en escribirlo desde el borde entre esos dos mundos".
¿Hay música en un tus relatos? Le preguntó José Gordon a Goran:
…cuando estoy escribiendo, siempre escucho algo de música expresamente relacionada con lo que estoy escribiendo. Pienso que la música me da las dimensiones desde dentro. Lo mismo pasa con la literatura. Sólo que la literatura, es un poco menos universal que la música.
...me han comentado que existe un reproche hacia la prosa que yo escribo. Que tiene demasiados detalles. Puede ser que sea así, estoy de acuerdo. Yo tengo dos pasiones cuando se trata de prosa. Yo creo que es importante devolverle la importancia a los detalles. Empezamos nosotros a globalizar y a generalizar demasiado. Nuestra comunicación hoy en día, parece más a intercambio de informaciones, y al menos al escribir en prosa puedo dedicarme a los detalles. En estos tiempos es importante devolver la fe a las palabras, volver la atención a los detalles”.
¿En qué momento Goran Petrovic se sabe y se siente escritor? Pregunta José Gordon:
“"Mucho tiempo pensé que me dedicaría a otra cosa. Incluso ya había escrito tres libros y yo no me veía escritor, ni mucho menos me sentía escritor. A la publicación del cuarto, me dije: “¡Hombre, pues soy escritor!””.


Terminó la presentación e inició la firma de libros. Las fotos. Fui la única audaz que se atrevió a abrazarlo para la foto. Buba también firmó mis libros. Sospecho que acudirá a la FIL en Guadalajara, pero por lo pronto me comentó Dubravka que lo llevaría a conocer Oaxaca.

Es curioso, tanto a Samperio como a Goran les gusta y disfrutan de las letras de Cortázar. És probable que Guillermo acuda a la FIL de Guadalajara. Ojalá se conozcan.
Sus prosas son diferentes, las dos me gustan y las disfruto. Cada día me queda claro que lineamientos para escribir podrán existir, pero es la individualidad, la personalidad y la madurez de las letras, lo que define a un escritor, sea del genero literario que sea.
FIRMA: Un ser de este mundo








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sábado, 8 de noviembre de 2008

BUSCANDO MI PROPIO ESTILO







“Quien no sabe tocar un piano se asombra de lo que es capaz un pianista. Pero el pianista tampoco lo ha sabido desde el principio, así, sin más. Se ha ejercitado muchos, muchos años. Con un escritor pasa lo mismo.”

Michael Ende







En la búsqueda de mi propio estilo narrativo, salen cosas como esto. Espero les guste.

Mafalda






Moby Dick (el cuento)
Por Mafalda


No deseo asombrarte, pero estoy segura que así será. Antes que cualquier otra cosa me presentaré: mi primer nombre es Cecilia. El jueves es el día perfecto para conocerme, por eso te recomiendo estimado(a) lector(a) que leas este relato cualquier jueves. También te sugiero que no sea cercano a la media noche, ya que si el viernes asoma antes de terminar la narración, no lograrás verme; no todas las personas tienen el don de la invisibilidad como yo. Te invito a no perderme de vista. Con lo que respecta a mi segundo nombre, el cual conocerás más adelante, te puedo anticipar que define mi temperamento, aunque no es esa la causa principal de ser llamada de esa otra forma.
Desde hace tiempo le tengo admiración y aprecio a Manolo, quien llegó a la ciudad de Morelia para estudiar biblioteconomía y archivonomía en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Su alma acústica lograba llenar de ritmo cualquier silencio que permaneciera entre dos ruidos; era muy popular dentro y fuera de las aulas. Olvidaba decirles que yo junto con Manolo vivíamos en el mismo cuento. También podría decirles que fui la protagonista principal pero, ¿quién soy para definir el personaje más importante del cuento, si yo no lo escribí?
Manolo creía y platicaba acerca de que todo era música y tonalidad. Decía que cuando somos niños capturamos las escenas del pensamiento y, en un instante, ya estamos corriendo entre la maleza de la selva amazónica; en un pestañeo volamos piloteando una avioneta; en un suspiro nos encontramos en guerra con el enemigo. Se sabe –enfatizaba- que a cierta edad aparece un arco iris tatuando el ombligo: es la clásica señal de bajos niveles de armonía que van ligados al imberbe calor humano. Nadie muestra su arco iris y eso no quiere decir que no exista. La pasión de Manolo era tener diálogos intensos acerca de la musicalidad de los pensamientos, de las enormes habitaciones donde había interacción de ideas y recuerdos, y del cómo, echando mano de la música, se lograban evocar ciertas imágenes. Por las mañanas, Miles Davis era su desayuno, la cena consistía en acordes melancólicos del saxofón de John Coltrane. “Voy a comerme algunas imágenes” decía en ocasiones, y se escapaba a solas hacia un lugar mágico, cargando en la espalda una mochila pequeña, donde metía una botella de agua, unas galletas, y una chamarra color naranja, sin olvidar el ipod, su biblioteca de acetatos.
Cuitzeo del Porvenir se llamaba el pueblo con magia. Manolo nos mostraba fotos de una laguna misteriosa, que se comía el sol de un sólo trago, teniendo como mudos testigos a las montañas. Decía que ese lugar era uno de los bordes de la tierra. La primera vez que le escuchamos hablar acerca de eso no le creímos, hasta que nos enseñó las fotos de la laguna con aspecto de cristal pulido reflejando un atardecer.
Cuando Manolo llegó a Morelia, rentó una casa en el centro de la ciudad colonial, localizada a dos cuadras de la universidad. Eligió, como dormitorio, la habitación con ventana que daba hacia el callejón, a través de la cual lograba ver las macetas con gardenias de la puerta de entrada de los vecinos. Desde el primer día percibió el olor a pan recién horneado, a tortilla dorada en aceite, a chocolate batido en leche, a frijoles refritos, filtrándose por la ventana. Los muebles rústicos de la casa tenían un aspecto desgastado. Había tres baños con tinas antiguas, y con huellas de nunca haber sido usados. Los libreros en el estudio tapizaban las paredes, y los libros eran de esos que no se leen: gruesos e interminables. Manolo retiró las cortinas, y en su lugar pegó con cinta adhesiva papel periódico. De una maleta sacó un viejo tornamesa y lo acomodó en el escritorio del estudio; en el fondo de una bolsa de lona cargaba la música en acetatos, que también dispuso como pudo en el escritorio. Antes que él, una mujer fumadora había habitado la casa por años, y quedó suspendido para siempre el último aroma, del último cigarro que se fumó. A Manolo no le molestaba oler la despedida de la anterior inquilina, porque la sensación de visita y compañía continua lo envolvían en el momento que percataba los efluvios percudidos que la joven dejó como estigma.
El pelo de Manolo no tenía control, después del inútil intento de lucir la raya de lado, metía en su cabeza ovoide gorras tejidas de diferentes colores. La barba en candado le sentaba bien, era armoniosa: con el desgano en su atuendo y el mirar melancólico. Me entretenía observar a Manolo, con los audífonos metidos hasta el fondo de las orejas, y flotando al ritmo de My old flame.
Nos reuníamos los jueves por la noche en su casa, Carmela preparaba café con un toque personal de filtrado y presión, que ninguno logró igualar. Amparito era la asignada de llevar el pan de huevo; Roberto y Marcelo las botellas de vino o de tequila; Agustín y yo, nuestra presencia. Manolo conectaba el tocadiscos y el sonido de jazz, blues y rock flotaba en el ambiente durante las tertulias. Roberto coleccionaba fotografías en blanco y negro, de paisajes, de edificios, de él. Una de las fotos donde aparezco yo ganó un concurso, la titulamos Moby Dick, por cierto, ése, Moby Dick es mi segundo nombre. Creo recordar que fue un miércoles cuando Agustín me tomó esa foto. Para que la cámara fotográfica me conociera, tuvieron que suceder algunas cosas.
II

Un jueves oscuro, de esos que trasmiten pero que parecería que no transitan, escuchábamos A love supreme, de John Coltrane.
- Ayer encontré un recuerdo mal acomodado, le limpié el óxido. Se trataba de un anillo, unos ojos capuchinos me lo dieron como recompensa a mi primer beso. Estaba en la bolsa de un viejo pantalón parchado –Manolo rompió nuestra atención a la música. Para aclararse la garganta tragó de un sorbo el tequila de su vaso, después chupó el limón sin hacer ninguna mueca.
- Mejor platicamos de la película que me prestaron –sugirió Roberto antes de que Manolo lograra continuar –se llama Cinema paradiso , me sentí identificado cuando Fredo le dice a Toto “Desde hoy, ya no quiero oírte hablar; ahora, quiero oír hablar de ti”. Manolo sonrió irónico para sí mismo, se sintió aludido. Acercó la botella de tequila y se sirvió más.
-¡¿Identificado?!, ¿y eso, por qué? –preguntó Amparito.
- Por lo menos, yo, siento que lo único que hacen ustedes los jueves, es oír acerca de mis fotos, de mis películas, de lo bien que cocino, de los labios carnosos de Angeline Jolie…
- De mis sueños locos, jajajá –le interrumpió Manolo.
- De lo rico que besa Marcelo –terció Carmela. Todos festejaron el comentario, y Marcelo se irguió de inmediato.
- ¿Qué sugieren? Nos conocemos tanto que corremos el riesgo de formar parte de esos libros gruesos y empolvados que nadie lee –puntualizó Manolo.
- Sugiero que invitemos una persona nueva a nuestras reuniones –dijo Marcelo.
- ¿Alguien de la universidad? –torció la boca Carmela-. No tienen ni una décima de imaginación. Y ni se te ocurra, Marcelo, invitar a la del cerebro involucionado con piernas largas.
- ¡Vaya! Dime entonces, ¡¿a quién?!
- Mmmm, se me ocurre…¡Al lector de éste cuento!
- Interesante tu propuesta, Carmela –dijo sonriendo Manolo-. No le encuentro ningún problema ya que lo tenemos aquí, atento e interesado en nosotros.
- Dime, Carmela, tú tan sesuda, ¿y cómo lo vamos a traer?, ¿hombre o mujer?, ¿y si no es uno, sino varios los que leen este cuento? –mencionó Marcelo.
- Es fácil, no se compliquen –dijo Roberto, al tiempo que su mirada se dirigía hacía el más callado que, desde la penumbra, en un viejo sillón estaba atento a todo-. Agustín, tú serás el indicado para encontrar, elegir y traer al nuevo integrante. ¿Quién mejor que un editor para elegir un adecuado lector?
- Muy buena idea –dijo Amparito-. Me comprometo a verificar que sea un lector y no uno de nosotros.
III

El jueves que llegué por primera vez hacía frío. Agustín y yo entramos al estudio de la casa de Manolo; Amparito corrió al baño del primer piso. Todos me observaban atentos y callados. Entendí que esperaban a la mujer menuda que fue por algo. Regresó con un espejo en mano. Amparito lo acercó a mi rostro y expió con atención por uno de los extremos. Al no mirar mi reflejo sonrió satisfecha.
-¡Es lectora! –les confirmó a todos.
-¿Cómo te llamas?
- ¿Sabes nadar?
- ¿Te gustan las películas de terror?
- ¿Duermes con la lámpara del buró encendida?
- ¡Basta! ¡Silencio!, la van a asustar –dijo Manolo. Callaron a un mismo tiempo. Sus miradas recorrían cada lugar del espacio que mi cuerpo ocupaba. Me sentía extraña, aunque la inquietud y la incertidumbre de entrar a un cuento por vez primera, las superé rápido.
- No creí ser la elegida –por fin dije, y me senté en el suelo con las piernas en loto al centro de la sala-. Me gusta mirarlos, me divierte cuando Roberto narra las películas. Las imágenes que se forman con los acordes de Bob Dylan, de Joni Mitchell, transforman por completo el cuerpo de Manolo –el aludido clavó su mirada intensa primero en mi rostro, y después en mis pechos, y ahí se quedaron fijos.
-¿Es la primera ocasión que lees nuestro cuento? –dijo Marcelo.
- No, lo he leído varias veces. Me intriga el porqué Manolo es tan musical y diferente, entonces eso me motiva a leerlo de nuevo, y, cada vez que lo hago, me encuentro distintas imágenes y variaciones musicales –Todos miraron a Manolo, quien cerró los ojos para ocultar sensaciones y se puso de pie.
- Bueno, pues estás en tu cuento, disfruta y conoce –Manolo no logró articular otras palabras. Se sirvió más tequila, y se entretuvo poniendo y quitando acetato tras acetato. Cada vez que cambiaba de disco, yo lo volteaba a mirar. Su pecho fuerte se movía al compás del blues de Muddy Waters. Roberto me mostró su colección de fotos; cada una era explicada con entusiasmo. All I want empezó a sonar, y con discreción observé el deseo de Manolo. Estaba de perfil. Era como si la voz de la Mitchell se uniera al instante ya maduro de su sexo. El pantalón definía de manera adecuada sus nalgas duras. El volumen anterior se percibía grande.
- Tengo curiosidad de saber cuál fue la motivación de Agustín para elegirte a ti, Cecilia, y no a otra persona –mencionó Carmela. Yo sólo me encogí de hombros, tampoco lo sabía. Le preguntaron por fin a Agustín un jueves que yo no acudí a la casa de Manolo. Lo que menos se imaginaban era que Agustín les contaría que yo conocí a Francisco Rivera, el autor del cuento donde todos ellos vivían.
-¿Cómo es eso? –dijo Amparito -¡Cuenta, cuenta!
IV

De cuando Cecilia conoció al autor del cuento...
“Me dijo que ella siempre ha sido curiosa y coqueta. Ese día estaba sin un peso en la bolsa y con mucha hambre. Era costumbre que cuatro o cinco días previos a la quincena, no contara con algún clavo. Y tampoco le resultaba raro el ayuno forzado. Cecilia caminaba sobre la avenida Álvaro Obregón, cuando vio a jóvenes y gente madura con vasos de plástico en la mano, por fuera de la librería “Buena fuente”. El anuncio de una presentación de un libro llamó su atención, no por el título de éste, ya que lo conocía, sino por la foto del autor, con la cual no contaba su edición. Con mirada traviesa me dijo que a lo mejor yo la tacharía de rara, aunque de todas formas me confesó que le gustó la circunferencia casi perfecta de la cabeza del escritor. También le agradaron los hoyuelos de sus mejillas, ya que le conferían una sonrisa franca y abierta. Un mesero se le acercó, ofreciéndole vino tinto y bocadillos, que lograron calmar la sensación de vacío en su estómago. Francisco Rivera estaba contento de presentar la segunda edición de su libro de cuentos -bueno eso es lo que ella concluyó- ya que lo miraba eufórico. Luego se acercó más a él para observarlo mejor. Cecilia descubrió que Francisco Rivera también era coqueto como ella, ya que sin perder tiempo, estiró la mano y se presentó guiñándole un ojo. De pronto alguien le hizo las siguientes preguntas: ¿Es verdad que el cuento Moby Dick te fue dictado desde el más allá?, ¿qué todos los personajes desaparecieron porque no lograste capturar la idea a tiempo? Cecilia me dijo que lo que más le impresionó fue que Francisco Rivera dijera que sí, que la genialidad que le dicta y guía su mano, un día se enojo con él y se comió algunas de sus narraciones. En ese momento intervino Cecilia, diciéndole que estaba equivocado. Les habló acerca de todos ustedes: de tu música, Manolo; de tus fotos y películas, Roberto; de la adecuada técnica del beso con la que cuentas tú, Marcelo; de tu dedicación y curiosidad, Amparito; y de tu aroma a café, Carmela. Entonces Francisco Rivera le dijo: ¡Vaya, resultaste con más imaginación que yo!”.
- Fue el momento en que supe que Cecilia era la elegida –concluyó Agustín. Para cuando terminó de explicarles, ninguno deseaba estar atento. Carmela fue hacia la cocina a preparar más café, Manolo se colocó sus audífonos, Roberto de plano se despidió y abandonó la reunión. El ambiente pesaba de infinita ausencia.
V

Un martes llegué a la casa de Manolo. Cuando abrió la puerta se puso nervioso. Me invito a pasar.
- ¡Vaya! Perdí el reloj y no se qué hora es. A lo mejor, no tardan en llegar lo otros.
- Hoy es martes, así que no creo que vengan –le sonreí-. Vine con la intención de compartir algo contigo –le ofrecí el disco de Led Zeppelín, que incluía la canción Moby Dick. Note que le brilló la mirada. Sacó de uno de los muebles viejos una grabadora y puso a girar el CD.
- John Bonham y su solo de batería es lo que me gusta de esta canción –me dijo ruborizado.
- Pedí a Agustín que me llevara a conocer tu laguna. No me arrepentí, impresiona y asusta...
- Así es. Experimentas la orfandad más impresionante; caes al fondo de la soledad. Intentas capturar todo el paisaje, pero no puedes abarcarlo, sólo logras llevártelo en pedazos, en imágenes mentales o en fotos. A Moby Dick, la asocio con mi laguna, porque es grande como la ballena de Melville. Tan grande que nadie puede verla en su totalidad.
- Mira, Manolo, Agustín me tomó una foto en tu laguna, me gustaría que se la des a Roberto –miró varios minutos la imagen. Sentado frente a mí, repasó con la mirada mis labios. Sentí como sus dedos marcaban los bordes de mi boca. Su índice recibió una caricia de mi lengua. Acercó su boca a mi cuello y, como pintor experto, lo dibujó con su deseo. Fue tirando poco a poco de la ropa que me cubría. En ningún momento dejó de cantar, y cuando el vaivén de su cuerpo sobre el mío nos sorprendió a los dos, pude ser capaz de ver y percibir.
VI

Lo que no sabe el lector -porque Cecilia no lo ha revelado-, es que desde que conoció al editor Agustín Castro en la presentación del libro de Francisco Rivera, no dejó de salir con él. Ahora viven juntos. Cada jueves leen a la par el cuento Moby Dick y Cecilia lo hace a solas los martes.
FIN
FIRMA: Un ser de este mundo
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lunes, 27 de octubre de 2008

ALGUNOS SE ATREVEN









**Dedico este post a todas esas almas que tienen deseos de soñar (a mis sobrinas: Itzel, Cinthya, Olivia, Helia y Daniela). Y también a alguien que me sorprende por su valentía al explorar y buscar sin miedo: A mi queridísima Kix. Por cierto, también se lo dedico a Mini-Kix. Ya tendrá su mamá algo que contarle cuando solicite lo siguiemte:


- ¡Tía, queremos que nos leas un cuento! -entraron de improviso a mi habitación tres pares de ojos, y sin ser invitadas se acomodaron a mi alrededor.
- ¿Un cuento? Mmmmm, a ver...¿de algún tema en especial? -pregunté con doble intención. Estaba segura que tres adolescentes necesitaban con urgencia escuchar cualquier cosa acerca del amor.
- Algo chido, romántico, de novios jajajaja.
No pasó ni por un segundo por mi cabeza leerles cuentos rosas, princesas que vivieron felíces para siempre etc., y de pronto que recuerdo esta belleza, me senté frente a ellas, e inicie la narración.
Estoy segura que muchos huirán al ver el tamaño del post, aunque quiero advertirles mis lectores -porque estoy segura- no se arrepentirán, la narracción los atrapará desde el inicio (característica necesaria de un buen cuento) los hará soñar y al final reír cómplices con el autor...

Té para dos

El escritor les aconseja, queridos lectores, que no lean este cuento un miércoles y de ninguna manera antes del mes de mayo. Además, lo más conveniente sería que lo leyeran por las noches y en la cama. Descubrirán las razones por ustedes mismos. Aún debo decir que en este cuento no hay héroes; los únicos héroes aquí son ustedes, sus lectores.
Yo sé que, mientras escribo esto, mi ojo izquierdo mira el papel como el ojo de mi padre, y el derecho, como el ojo de mi madre. Tal vez por esa razón esto no resulta tanto un cuento como una especie de elixir de amor, y estos renglones se convierten en las instrucciones para el uso de dicho elixir.
Ustedes, no obstante, saben que la diferencia entre dos amores puede ser más grande que la diferencia entre el amor y el odio. Quizás por eso cada amor grande empieza con tres pequeñas mentiras y son justamente ellas, esas pequeñas mentiras, lo que tenemos que agregar al cuento como base para esta pócima de amor.
La primera de ellas, queridos lectores, sean quienes sean o se llamen como se llamen, será su nombre secreto, es decir falso. Así que el nombre de la lectora de este cuento será desde ahora Aseneta, como la esposa del hermoso Josefo, mientras que el nombre secreto del lector será Aristin como se llamaba un escritor del siglo XII.
Pero el elixir de amor aquí ofrecido podrán aprovecharlo, queridos Aseneta y Aristin, sólo si pasan por una iniciación especial, es decir, si logran alinearse entre los héroes de este cuento. Porque no todos los lectores de este texto podrán realizarlo. Por otro lado, tengan en cuenta que eso no es inocuo, porque la conversión del lector en el héroe de un libro le da la posibilidad al escritor de lastimarlo, incluso de matarlo, en cuestión de dos renglones. Sin embargo, nuestro objetivo aquí es el amor, y no la muerte, un elixir de amor, y no un veneno. Así que ármense de valor y escuchen las primeras instrucciones. Aparentemente, todo parece bastante fácil, es suficiente que en un futuro cercano mientan tres veces, pero también se necesita que algo ya haya ocurrido en su pasado reciente. Un evento aparentemente pequeño e insignificante, que, sin embargo, representa la condición para acceder a la pócima del amor.
Mis instrucciones seguirán por separado para Aseneta y después para Aristin, porque difieren dependiendo de su destinatario.

Instrucciones para Aseneta
1. Querida Aseneta,
Tal vez tiene usted unos maravillosos ojos negros que lanzan miradas aromáticas a su alrededor, tal vez siembra tras de sí sombras costosas y tal vez orina agua de colonia, como dijo una escritora, pero eso no le ayudará a llegar a ser la heroína de este libro. Lo puede conseguir sólo la lectora que antes del día en que empieza a leer este cuento haya perdido una llave. Una llave cualquiera. La llave del maletín de maquillaje, la llave de su auto, o de un departamento ajeno, da igual. Si eso le ha pasado está en buen camino y sólo usted puede considerarse la heroína de este cuento y la portadora del nombre falso de Aseneta. Ninguna otra. Las demás lectoras pueden tirar este libro, inclusive, porque él ya no se refiere a ellas.
2. Su siguiente deber, querida Aseneta, es soñar un sueño. Antaño los monjes de Constantinopla curaban las enfermedades del sueño de sus hermanos, o de otra gente, solicitándole a toda la hermandad de su monasterio que una determinada noche soñara el mismo sueño, previamente descrito. Algo semejante se necesita aquí también. Sólo que aquí el modelo tiene que ser un sueño femenino, por lo que vamos a aprovechar un sueño que había soñado mi media hermana. Así que la lectora que se sentó a leer este cuento habiendo olvidado en algún lugar una llave, por lo que tiene derecho a llevar el nombre de Aseneta, debe soñar el siguiente
Sueño femenino
Sueño que camino de noche por una calle desierta. Es tarde, está oscuro, empiezo a sentir miedo cuando de pronto escucho unos pasos detrás de mí. Son pesados y resuenan cada vez con más velocidad. Aún estoy lejos de mi casa, me apresuro, y luego empiezo a correr con pánico. Los pasos pesados son cada vez más frecuentes y el desconocido a mis espaldas está corriendo. Me persigue. En una esquina alcanzo a verlo con el rabillo del ojo. Es un hombre más robusto que yo, que apresura su paso sin hablar en la oscuridad. Allí ya no hay calles, sólo una zona densamente poblada, uno atraviesa los patios de las casas, viejas escaleras, pasa por los pórticos, a veces por las antesalas abandonadas de las casas. De pronto, como suele ocurrir en los sueños, las piernas ya no me obedecen. Sigo corriendo, pero no me muevo de un portal que me observa con su oscuridad. Me quedo paralizada. El desconocido se acerca cada vez más, casi me cubre su sombra, pero en el momento decisivo de repente deja de perseguirme, se detiene en una esquina, se para junto a la pared y orina por un largo, largo rato…
3. Por supuesto que a la mañana siguiente, en cuanto se despierte, querida Aseneta, usted se dará cuenta que no lo ha logrado. No ha soñado el sueño solicitado, sino algún otro, diferente, quién sabe cuál. Pero no se preocupe. Eso no importa en absoluto. El sueño, en realidad, no le fue solicitado para que lo soñara, porque hoy en día ya nadie sabe hacerlo, sino para recordarlo muy bien. Incluso, hay una razón adicional, pero cada cosa en su momento. Ahora debe buscar algún arete suyo. Cualquiera. Necesitará sólo uno. Póngalo en su bolso.
4. El siguiente miércoles debe ir a la terraza de la taberna más cercana a la iglesia principal de su lugar (aquí en Belgrado, sería la terraza de la taberna “El signo de interrogación” en la calle Kralja Petra, número 6). Al medio día debe sentarse allí, al sol, y ordenar un té. Mientras lo esté bebiendo ponga sobre la mesa aquel arete. Luego ya no tendrá que hacer nada, salvo esperar. Debe esperar a un joven que pondrá sobre la mesa ante usted una llave sin cortar. Sin embargo, la espera es un oficio difícil. También una buena escuela…Pero, tenga cuidado, el cuento en este punto puede dejar de ser un cuento de amor en un sentido clásico. Porque, sólo Dios sabe a quién traerá la casualidad ante usted un miércoles en la terraza de la taberna para que en un té para dos se tope con quien le hace falta en la vida…Puede suceder que nadie con una llave aparezca no sólo ese miércoles, sino tampoco el siguiente. O puede suceder que un solo joven con una llave sin cortar se tope con diez chicas con aretes sobre la mesa. Es decir, este cuento se convirtió en una tienda de elixir de amor, pero éste, como todas las demás pócimas mágicas, no es inocuo.

*
En este lugar de pronto dejé de escribir porque en mi mente apareció una pregunta clara como el cristal:
-¿Por qué le mientes? ¿Por qué mientes a Aseneta, si sabes muy bien que es totalmente incierto que algo ocurra y qué cosa puede ocurrir el miércoles siguiente en la terraza de dicha taberna?
Al pensarlo un poco me respondí a mí mismo:
-Porque cada gran amor empieza con tres pequeñas mentiras…

Instrucciones para Aristin
1. Querido Aristin,
Usted puede tener las manos y la voz que hacen temblar los oídos femeninos, los bigotes que embellecen su sonrisa y la sonrisa que embellece sus bigotes, pero eso no va a ayudarle a convertirse en el héroe de este cuento. El lector atinará fácilmente si él es el verdadero, si es el único que puede lograrlo, si por la noche, en la cama, cuando se disponga a leer este cuento, recordara que hace poco encontró en el pasto o en la calle un arete perdido. Un arete femenino común que no tiene que ser caro en absoluto. Ese lector es el elegido. Y sólo él tiene derecho de llevar el nombre secreto del héroe de este cuento: Aristin. Los demás ya pueden desistir de los intentos y la lectura de este cuento ya no les va a concernir.
2. Si ha leído la instrucción del punto 2 para Aseneta se refiere a usted también. Aquí está el sueño que se requiere de usted para los fines mencionados con la advertencia de que se trata de un sueño masculino que yo había soñado, por lo que supongo lo podrá soñar usted también, Aristin…
Sueño masculino
Sueño que estoy acostado en una cama. Arriba de mí está el techo de madera al cual está sujeta una mesa cuadrada puesta para comer. Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera volteado. En la mesa están de cabeza, pero sin caerse, un plato lleno de comida, tenedor, cuchara y cuchillo, una fuente con pan y un vaso de aguardiente de ciruela pasa. Tal vez en el plato está el bagre frito en agua para el Día de San Nicolás. El techo es bajo y la mesa está justamente a una distancia que acostado pueda tomarme el aguardiente y almorzar todo lo que hay en ella. Y eso resulta tan fácil que causa un placer supremo, una calma y felicidad que desconocemos en la tierra. Todo allí es completamente “natural”, adaptado al cuerpo, un cuerpo astral, que está conectado con mi cuerpo a través de mi ombligo astral…Mientras aquí, en la Tierra, camino por un bosque y me duele cada hoja.
3. Querido Aristin, creo que usted no pudo soñar el sueño exigido y comerse allí el almuerzo, aquel bagre frito en agua para el Día de San Nicolás. Pero no se desespere. Usted ya sabe, porque echó un vistazo en las instrucciones para Aseneta, que el sueño no se le exige para soñarlo, sino para otros propósitos. Por eso, continúe ahora su camino, es decir, pase por una tienda y cómprese la llave sin cortar.
4. El siguiente miércoles váyase a la terraza de la taberna más cercana al templo de su lugar (aquí, en Belgrado, está en la calle Kralja Petra, número 6, donde se encuentra la taberna “El signo de interrogación”). Tendrá que estar allí al mediodía y buscar a una persona femenina que esté tomando té y sobre la mesa ante ella tenga un arete femenino. Acérquese a ella, ponga la llave sobre la mesa y pregúntele si usted puede sentarse. Si ella no le da permiso, preséntese, dígale que se llama Aristin. Si ella es Aseneta, se puede suponer que le ofrecerá el asiento y usted le contará lo que soñó la noche anterior. En realidad, el sueño que no ha soñado, sino que le fue exigido. Cuénteselo como si lo hubiera soñado, aunque no lo hubiera hecho. Si también ella le cuenta un sueño que le fue pedido, el cual usted ya leyó en este cuento, se cumplió el objetivo y todos los requisitos están ahí. Es decir, cada amor grande empieza, como dijimos, con tres pequeñas mentiras. Esa condición la habrán cumplido los dos parcialmente, mintiendo haber soñado lo que no soñaron y presentando sus nombres falsos. Eso significa que están en el mejor camino para aprovechar el elixir de amor y convertirse en los protagonistas de un gran amor. Si Aseneta le pregunta a usted, querido Aristin: ¿por qué precisamente una llave y por qué precisamente un arete?, usted contestará lo siguiente: No tiene ninguna importancia si es una llave o un arete. Lo importante es que a los hombres, por lo general, les falta algo de atención, así que alguien que fue lo suficientemente atento para notar en el pasto o en la calle un arete perdido es muy recomendable. A las chicas, por lo general, les falta ser un poco distraídas, entonces, es recomendable la que puede llegar a perder unas llaves. Esos dos, según parece, podrían formar una pareja bastante armoniosa…
*
En este lugar interrumpí por segunda vez la escritura de este cuento porque en mi mente apareció una pregunta clara como el cristal:
-¿Por qué le mientes? ¿Por qué mientes a Aristin, si sabes muy bien que todo es totalmente incierto? Porque los que lo intenten experimentarán por sí mismos que una relación basada en llaves sin cortar y una chuchería femenina no debe significar gran cosa. Puede ocurrir que Aseneta y Aristin simplemente no se gusten. O aún peor, puede darse el caso que, yo mismo me lo imaginaba, que Aseneta o Aristin no encuentren a nadie para tomarse un té para dos con ellos, alrededor del medio día en la terraza junto a la iglesia. La cosa puede convertirse en la amistad entre dos chicos, un compañerismo mutuamente útil entre un viejo y una joven, la plática entre dos viejas, un romance entre dos lesbianas o quién sabe qué más. Entonces, ¿por qué mientes a Aristin?
-Porque cada gran amor –me respondí a mi mismo- empieza con tres pequeñas mentiras…

II
Casi dos años después de que este cuento fuera escrito y publicado en un periódico me llamó por teléfono una voz masculina, me dijo que no nos conocíamos, que era mi lector y que tenía que decirme algo extraordinario en relación con el cuento “El té para dos”. Quedamos en encontrarnos en la terraza de la taberna “El signo de interrogación”. En ese entonces yo ya había cumplido setenta años, había entrado en el siglo XXI y empezaba a olvidar sin orden muchas cosas – cazar cornejas, tirar los guijarros sobre la superficie del agua, entrar por la puerta de espaldas, días de la semana primero en ruso y después en francés, mientras que los nombres de días en inglés brotaban de mi memoria a pesar de que jamás lo había aprendido bien. En resumen, el alma se me salía por la nariz, y yo tenía que estornudar cada mañana. Aunque todavía no me olvidaba cómo reír. Por eso me reí en el auricular, él no lo hizo, y nos encontramos en la terraza de la taberna “El signo de interrogación”. Él estaba tomando café y leyendo el periódico “La voz pública”. Estaba en la mejor edad, cuando las virtudes aún no empiezan a convertirse en vicios. Vestía bien, de negro, tenía tres caras transparentes una encima de la otra, cada una hermosa a su propia manera. Y tres tipos de cabellos en la cabeza - uno cerdoso, otro parecido a plumas y un corto pasto hirsuto en la mollera. Con su mirada podía congelar el agua en el vaso delante de él…Yo me desconcerté y concluí: Dios cura, nosotros sólo cambiamos vendajes…
Me contó lo siguiente.

El cuento del lector
“Antes que nada, quiero decirle que yo no soy ningún ratón de biblioteca. Es todo un milagro que haya leído su cuento y el milagro se dio de la siguiente manera. Un día mientras paseaba por Kalemegdan, mi mirada cayó, por pura casualidad, sobre un objeto que brillaba en el pasto. Me agaché y encontré un arete femenino. Parecía un poco aplastado, probablemente pisado, pensé, y lo metí en el bolsillo. Lo olvidé allí, porque los bolsillos son los mejores lugares para olvidar cosas. Cuando después de algunos días volví a ponerme el mismo saco palpé el arete en el bolsillo, primero sorprendido de que estuviera ahí, pero luego pasé por “El Bazar del Milenio” a visitar a un joyero que fue mi compañero de escuela.
- ¿De dónde sacaste esta maravilla? –preguntó.
- La encontré.
Examinó el arete bajo la lupa y dijo:
- Oro de catorce quilates con tres diamantes, tres verdaderos diamantes.
- ¿Cuánto vale eso?
Mi amigo dijo una suma aproximada que hizo dar vueltas a mi cabeza. Siguió examinando el arete cuidadosamente bajo la lupa.
-En el arete hay un poco de sangre seca. Fue arrancado de la oreja de una chica. Por eso está un poco deformado…
Al devolverme la joya mi amigo quedó un poco pensativo y agregó:
- Yo sé de quién es ese arete.
Me quedé pasmado.
- ¿Estás bromeando?
- Lo sabe todo el mundo. Perteneció a Ksenia Kaloper. Hace un mes todos los periódicos escribieron sobre ella. Fue robada y asesinada en Kalemegdan. Sabes aquello: “Nena, ¡quítate la chuchería para que no te arranque la oreja!” No obedeció. A juzgar por los periódicos, le arrancaron los aretes, le quitaron las sortijas de las manos y un anillo de un pie, todo con violencia y rapidez. El asesino tenía prisa. El anillo del pie fue encontrado ahí mismo. Lo demás no…
- ¿Y qué hago ahora con esto?
- Tienes varias posibilidades, cada una peor que la anterior. Entregar el asunto a los órganos de justicia, devolver el arete a la familia de la difunta Ksenia Kaloper, vendérmelo a mí bajo la condición de que yo quiera comprarlo. En los tres casos tendrías que explicarle a la policía cómo lo obtuviste.
Desesperado regresé el arete al bolsillo y decidí olvidarlo allí de nuevo. Por ahora. Antes de salirme de la tienda mi amigo me gritó:
- Todo eso tiene un lado bueno.
- ¿Cuál?
- Te convertiste en el personaje de un cuento.
- ¿Cuál cuento? –me quedé asombrado de nuevo.
- El cuento se llama “Té para dos” y sus personajes llegan a ser todos aquellos que encontraron cualquier arete en cualquier lugar. Yo leí hace poco en un periódico. Un momento…aquí está.
De un montón de periódicos sacó uno y me tendió su cuento. Así llegué a “Té para dos”. Y así se dio que leyera su cuento. En un momento pensé irme a la cita en la terraza del “Signo de interrogación”, hasta conseguí una llave sin cortar por si acaso, pero esas intenciones se vieron impedidas entonces por un gran cambio en mi vida.
Dos semanas después de haber leído “El té para dos” me dieron inesperadamente un empleo en el extranjero. Estuve fuera de Belgrado varios meses, trabajaba en Moscú y tenía la intención de continuar mi vida allá cuando me avisaron que mi padre había muerto, así que vine a enterrarlo y a encargarme de su departamento. Después del funeral y de los demás trámites regresé al desierto hogar paterno lleno de cosas viejas que desde hace mucho habían perdido sus aromas y adquirieron una especie de tufo común. Miraba fijamente esas cosas y a mí mismo en medio de ellas a través de un espejo de mi padre, gastado y con un agujero y sentí que el hombre cada día tenía la oportunidad de ser inteligente al menos por un instante. Porque todo hombre pasa cada día, sin siquiera percatarse, por un semi-instante anterior a su nacimiento y por un semi-instante posterior a su muerte. Entre esos dos semi-instantes está la gota de la sabiduría que apenas notamos…Con esos pensamientos me tumbé en la cama, pero no pude dormirme. Toda la noche estuve dando vueltas y me levanté tarde sin pegar un ojo. Miré por la ventana, me di cuenta de que era casi mediodía y de que era primavera; me puse mi viejo saco que estaba en el armario y que no me había puesto en mucho tiempo. Palpé una llave en el bolsillo, la saqué, me pregunté de qué era y con sorpresa noté que no tenía cortes. Me acordé, por supuesto, que estaba preparada para la cita en la taberna “Signo de interrogación”, pero que jamás tuve tiempo de verificar si funcionaba o no. En el otro bolsillo estaba, desde luego, el arete de oro con diamantes.
De pronto se me ocurrió que podría tomarme el café de la tarde, que necesitaba sobremanera, justo en “Signo de interrogación” y me fui directamente a la calle Kralja Petra. Hacía calor, en la terraza había mucha gente sentada, y no quedaban mesas desocupadas. En una mesa noté a una chica sola tomando té. Tenía un zapato negro con el tacón blanco, y otro blanco con el tacón negro, junto a su taza estaba un arete. De oro con tres piedritas brillantes. Con tres diamantes. Algo deformado. Me quedé petrificado. El otro igual a ése, estaba en mi bolsillo. Al acercarme, puse aquella llave sobre la mesa y dije:
- Buenas tardes, soy Aristin, ¿puedo sentarme?
- Cuéntame un poco de eso –contestó la chica- ¿quién se llama así hoy en día? Es decir, mientes, pero siéntate, ya que el lugar está lleno. Tomate un café y largo de aquí.
Me senté, pedí un café e intenté una vez más. Le pregunté:
- ¿Quiere que le cuente lo que soñé anoche?
- Está bien, si no va para largo. De todos modos estamos matando el tiempo –dijo.
Entonces empecé a contarle el sueño que me fue encargado en el “Elixir de amor””:
- Sueño que estoy acostado en una cama. Arriba de mí está el techo de madera al cual está sujetada una mesa cuadrada puesta para comer. Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera volteado…
- Mientes de nuevo. En tus ojos veo que anoche no pegaste un ojo. ¿Cómo pudiste soñar despierto?
Ante esas palabras yo quise levantarme de la mesa cuando ella preguntó:
- ¿Y dónde está tu arete?
- ¿Disculpe? –me desconcerté, pero empecé a revisar mis bolsillos aunque sabía que, por ahora, no iba a enseñarle el arete de ninguna manera. Finalmente pregunté sólo por decir algo:
- ¿Cuál arete?
Creo que mi rostro lucía una sonrisa acartonada mientras pagaba el café, pero ella no desistía:
- ¿Cómo que cuál arete? El que es prerrequisito para que te conviertas en el héroe del cuento “Té para dos” y vengas acá. ¡Felicidades! Es tu tercera mentira hoy. ¡Mentiste antes de que terminaras de leer el cuento! Tú no encontraste ningún arete en absoluto…
Me reí y regresé a la mesa. Desde entonces empezamos a vernos a diario. En las mañanas, mientras me iba a trabajar, la dejaba sola en mi apartamento. Era fácil notar que revisaba los cajones en mi ausencia. Buscaba los diamantes. Anteayer, por fin, le enseñé el arete. Le dije que lo había comprado para mi hermana, que supuestamente usaba esos adornos siempre en una sola oreja. Sabía que eso iba a obligarla a ella y a su cómplice, probablemente el asesino de Kalemegdan, a descubrirse y comenzar a actuar con rapidez antes de que el arete que apenas pudieron encontrar en mi casa, se esfumara de mis manos. Así podía agarrarlos y entregarlos a las manos de la ley…”

*
Ese fue el cuento del joven. Estábamos sentados tomando café y callamos por un instante, cuando el joven apuntó con la mano hacia la chica que estaba entrando en la terraza. Tenía los labios pintados de un brillo labial negro, y en el moño una aguja de plata con una canica de vidrio verde. Calzaba un zapato blanco con el tacón negro y otro negro con el tacón blanco…
Un paso blanco, un paso negro, otra vez blanco, otra vez negro. Y luego un silencio particular. Un silencio salado, diría. Él se levantó, se besaron y mientras todos miraban ese beso, ella le dio la mano a pesar de que él tuviera sus dos manos alrededor de los hombros de ella. Después se volvió hacia mí y se presentó:
- Aseneta. Se ve que usted ha desechado más gorras en su vida que las que yo he comprado. Usted tuvo razón. Aquel elixir suyo sí funciona. Cada amor grande empieza con tres pequeñas mentiras…
Entonces la chica puso ante mí sobre la mesa una caja de dulces con whiskey para hombres “Laroshell de Luxe”.
- Es para usted –agregó-, además le tengo dos preguntas, profesor. Primero, el elixir del amor, su té para dos, ¿también le concierne a usted? Segundo, ¿se puede considerar como una pequeña mentira algo que en el futuro llegará a ser una gran verdad?
- Por supuesto –dije.
- ¿Por qué, entonces, no toma un poco de su elixir de amor que con tanta generosidad nos ofrece a nosotros?
Me reí, ellos se despidieron y se fueron abrazados, y yo ordené en vez de café un té de menta con alcaravea. Como si esperara a alguien en un té para dos. Al abrir “La Voz Pública” que Aristin dejó en la mesa, leí en el periódico que ese día yo había muerto en las primeras horas de la mañana.

*
Mi querida lectora y mi querido lector, seas quien seas, recordarás que mis palabras al final de este cuento son, en realidad, mi declaración de amor hacia ti. Mi tercera pequeña mentira que llegará a ser verdad en el futuro.
Porque cada gran amor empieza con tres pequeñas mentiras.
Autor: Milorad Pavić



¿Qué tal? ¿Verdad que les gustó?

Foto de Jes



FIRMA: Un ser de este mundo



martes, 21 de octubre de 2008

¡ATERRIZA!

DSC02153


Hola a todos.
Les dejo la imagen. Digo, para los que andan por los cielos. La naturaleza siempre nos coloca en el lugar correcto jejeje.
Luego posteo otra cosa.


FIRMA: Un ser de este mundo

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jueves, 16 de octubre de 2008

YO AZAR Y NECESIDAD

La futura herida en crecimiento y armonía con la naturaleza. (Argentina 2008. CP de Maiyte Mex)
"Ábrete, ábrete pequeña hoja verde;
ábrete, ábrete gran puerta de piedra".
Leonora Carrington
Éste es un espacio donde mis dedos establecen un diálogo, compuesto a base de movimientos rápidos dirigidos hacia las teclas; el resultado son signos que forman palabras, mismas que les hablan a ustedes al leerlas. Durante meses he intentado que los lectores vean lo que originó el movimiento de mis dedos, la chispa inicial, las imágenes.
Cuando les hablo acerca de que podemos ser otros y al mismo tiempo ser nosotros mismos *(...conviértete en todo y en todos, y se todo y todos al mismo tiempo... Post: Llueve otra vez. Septiembre 2006) es porque yo me veo en otros, y soy muchos al mismo tiempo. Si me preguntan cómo lo hago, sólo podría contestar: "Ábrete, ábrete pequeña hoja verde…"
También puedo ser yo, y mirarme desde otros perfiles:
*(…he escrito en este blog algunas cosas personales, aunque olvidé contarles otras que les resultaran inquietantes. Tal vez ya saben que soy médico cardiólogo, pero de lo que no tenían ni la más remota idea, es que tengo un hijo, un esposo pianista y mujeriego, y dos amantes. Estoy enamorada de Claudio, Tobias, y Ricardo, porque los tres se merecen ser amados. ¡Ah!, y por cierto, los tres se conocen. Mi esposo Claudio es un hombre atractivo, inteligente, buen amante y mucho mejor amigo, tenemos siete años de casados. Lo he acompañado en algunas de sus giras a Europa, y en una de ellas fue que conocí a T...)
Una persona es lo que mis ojos logran ver, si no los limito a la realidad enseñada e impuesta, esa eterna relación persona-persona, persona-objeto.
*(…con lo que tengo que batallar a diario, es con esta necesidad de inyectarme de ti, de inhalarte, de tener tu presencia como compañía. Porque desde que te conocí, eres para mi el ineludible que se encuentra percudido a mí persona; el torbellino que corre a través de mis comunicantes, y proporciona el ritmo y la potencia a las miles de sintaxis que necesito para estar alerta…)
Algunas ocasiones los he invitado, a dejar de lado la prisión, y seguirme a través de una vía de salida. La locura colectiva que impone la sociedad actual nos absorbe, obligándonos a caminar directos y sin piedad hacia un laberinto sangriento. Entonces si colocamos en entredicho la realidad que nos rodea, no para estar en contacto con la divinidad, sino para intentar ver más allá de lo convencional; logramos experimentar la verdadera vida. O como diría Girondo:
**Con cresta
o candor niño
o envión varón habría que osar izar un yo flamante en gozo
o autoengendrar hundido en el propio ego pozo
un nimio virgo vicio
un semi tic o trauma o trac o toc novicios
un novococo inédito por poco
un mero medio huevo al menos de algo nuevo
e inmerso en el subyo intimísimo
volver a ver reverdecer la fe de ser
y creer en crear
y croar y croar
ante todo ende o duende visiblemente real o inexistente
o hacer hacer…
El surrealismo y su magia, ha sobrevivido a embates doctrinales desde siglos atrás. En este tiempo el hombre ha perdido la llave maestra para lograr ver más allá de lo aprendido, y no permite a la más científica de nuestras facultades actuar: la imaginación. ¿Será el surrealismo una vía adecuada para ejercitar la imaginación? Para una fantasiosa como yo, no hay duda de que sí lo es.
Es una doctrina que desnuda la realidad, despojándola de las apariencias para que de esa forma muestre el verdadero rostro; todo (incluso las cosas) habla o hace signos, para el surrealismo todo está vivo.
Dice Octavio Paz que el ser ama ocultarse, y si se muestra se es de verdad; el universo está compuesto de contornos que se unen y se separan conforme a cierto ritmo secreto: causalidad, azar,...
Lo mejor y más valioso que yo le encuentro al surrealismo, es la invitación que me hace (con signos, palabras, imágenes, etc.,) a la aventura interior, al redescubrimiento de mi misma… y yo que soy tan cerrada en misticismo y religiones; el surrealismo me guiña un ojo, y burlón me muestra lo misterioso de la condición humana.
Hace dos semanas se me ocurrió: *(...abrir el océano, y en su fondo colocar una estrella brillante; entonces lanzar a su suerte a Diego (un personaje) que tuvo la osadía de sumergirse en la sin-razón, la cual, era un peso terrible que por momentos caía sobre su conciencia. En mi cuento Diego, intentó nadar y tocar la luz cargando el peso) Pero, claro, todo esto del océano, la estrella y el nado; mi personaje ficticio ¡LO SOÑABA! “Una estrella brillante en el mar, no tiene sentido ni verosimilitud”, se me dijo.
En la misma narración describí lo siguiente:
*...Adrián Robles no comprende a las mujeres porque nunca se enamora. Vive y disfruta el momento. El ritual entre Alma y él consiste en una especie de celebración de emociones, que los hace bailar alrededor de la hoguera eterna de la pasión. Observar a la sensual enfermera salirse de si misma: mostrar su intimidad, cambiando incluso de voz, transfigurándose en el preciso momento en que el mundo se detiene, y no hay nada más que el instante mágico donde logra mirar a la mujer primigenia, la mujer original, sin ataduras, sin recuerdos; le ocasiona tanto placer, que por momentos siente miedo de si mismo. Contrarresta la ternura que le provoca la excitación de Alma, penetrándola agresivo, perdiéndose dentro de ella, para luego encontrarla y abandonarse juntos, a la pasión pura, grande que los inunda de belleza. “Demasiada ternura en tu descripción, y también mucha retórica”, se me puntualizó de nuevo (…??? upsss).
Ahora el reto es ¡el surrealismo!
No me explico cómo será valorado cada texto. Ando confundida con lo que respecta a: mucha metáfora, mucha ternura, pocas imágenes, excesiva descripción, etc. La mayoría de los relatos (de otros) que durante semanas he leído, son narraciones cotidianas. Mis tropos, el poco surrealismo y ficción, que luego me gusta teclear, y que suele salir de la escritura automática, la tuve que moderar, incluso quitar (...¿para que se "entendiera"? el texto) Estoy corrigiendo puntuación y otras cosas que se me indicaron. Los dos ejemplos anteriores me tienen inquieta con lo que respecta a el concepto de retórica.
Octavio Paz me enseño con su poesía, que la imaginación va más allá de la simple realidad, imaginar es volar, es proyectarse. Incluso dentro de nuestra cabezota logramos transformar el universo en la imagen anhelada, fundirnos en ella y convertirnos en imagen.
Aute con ésta canción, no pudo ser más exacto, al describir las experiencias por las que he transitado en el transcurso de estos dos últimos años. Y por cierto, hoy más que nunca sé que: ¡Soy azar y necesidad!
*...Quiere jugar el juego del azar, es por eso que elije, del frasco de los secretos, uno de los anillos y empieza a anudar el azar. Enlaza cuidadosamente una coincidencia y ata después una concordancia, entonces mira sonriendo el resultado: ¡una sospecha! Se dirige al espejo y le llama a gritos, lo invita, entonces...espera. Post: Causas y azares. Enero 2008
"El resto es humo"
(Luis Eduardo Aute)
Puede que esto de vivir
consista en disfrazarse de veleta y de girar
según qué viento
y de celebrar el triunfo
de las estrategias sobre la caducidad
del sentimiento
y de coronar las cumbres
más resplandecientes donde el águila
es experta en alpinismo
y de especular con el honor
como la causa justa más preciada
del mejor cinismo...
Calma, corazón, calma, corazón, sabes bien
que la única razón que aún asumo
es la improcedente sinrazón
de amar y amar y amar...
y sólo amar,
el resto es humo.
Déjales que invadan
los vacíos que dejaron los santones
preocupados que ocupaban los altares,
que defiendan la casualidad
como principio frente a la causalidad
de los azares,
que se llenen las barrigas
con el fruto que comieron, insaciablemente,
en otros huertos...
que levanten podios a sí mismos
sobre el mármol que sepulta
su currículum de muertos
Míralos matarse con las armas
más sutiles con el fin de hacerse
con una medalla,
que persistan en su empeño
de pensar que sólo con fortuna y con poder
darán la talla,
que fabriquen aspas de molino
que defiendan al gigante
contra el aire del ensueño,
que produzcan monstruos pertrechados
de razones que jamás admitan
que la vida es sueño.
* Fragmentos de textos de Mafalda
**Habría. Oliverio Girondo


FIRMA: Un ser de este mundo




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